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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 4 de junio de 2017

Corrida de Toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Cuadri entipados muy peligrosos y complicados sin movilidad, el mas manejable fue el 6º.

Diestros:

Javier Castaño: de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada baja (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada baja (saludos).

Fernando RObleño: de tabaco y oro. Tres pinchazos y cinco descabellos (silencio). En el quinto, pinchazo, estocada y descabello (ovación).

José Carlos Venegas: de frambuesa y oro. Media atravesada y dos descabellos. Aviso (palmas). En el sexto, bajonazo (palmas).

Incidencias: Parte médico de José Carlos Venegas Traumatismo costal con probable fractura, pendiente de estudio radiológico.

Banderilleros que saludaron: Fernando Sánchez

Entrada: Tres cuartos (18.298 asistentes)

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1312383728857736

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20176/4/20170604220246_1496606684_video_696.mp4

Crónicas de la prensa:

La Razón

Por Patricia Navarro. Los Cuadri del descuadre

El pino puente y doble mortal podía haber hecho Fernando Robleño con el primero que lo mismo hubiera dado. La etiqueta de Cuadri multiplicaba por dos los méritos, pero la flojera del toro los dividía a la mitad y nos quedamos en nada antes de darnos cuenta. Porque el toro tuvo falta de fuerza casi desde que vio al caballo, el presidente lo dejó en el ruedo y después lo padecimos todos. Al completo. Molestaba el viento como si estuviera en contra de los toreros en el cuarto. Maldita sea. Intentó Robleño buscar cobijo. Medio lo encontró, pero lo que sí encontró seguro fue los arrestos para buscar las vueltas al toro, para esperarle, era reservón y brutote, pero pasaba por allí, ya era mucho a estas alturas de la tarde. Se hizo con el toro y con el público. Lástima que la espada se le fuera abajo, la faena había gozado de la dignidad de quien quiere hacer las cosas bien.

Iturralde anduvo bien a caballo y Marco Leal y Fernando Sánchez con los palos. Iba la vida encaminada. Hasta que el Cuadri nos desencaminó con ese viaje casi furtivo en camino de nada, sin entrega, desganado, descastadete y sin querer. Nada decía aquello, poco había que decir. Se había lucido la cuadrilla de Javier Castaño y con las migajas apañó el torero una faena de aliño antes de coger la espada y desdibujarse. Se respiraba el miedo, lo mascábamos, era nuestro, suyo y de todo el que andaba por allí con el quinto. El toro no se tapaba, no se había molestado en ello, desde el primer momento destapó sus cartas y estaban claras, sabía dónde estaba el torero. Lo hizo por el zurdo, se reafirmó por el derecho, pero tragó Castaño lo indecible porque con ese panorama estar por allí tenía un mérito tremendo y medio tragó el Cuadri en unas cuantas tandas con las que no contábamos y en verdad descansamos de verdad cuando acabó todo.

Una amenaza constante fue el tercero. Un «ay» cada pase. Un mal augurio. José Carlos Venegas quiso. Lo intentó. Se puso. Se justificó. Y en un momento dado lo sufrimos. Le cogió, pero por suerte, la taleguilla frenó el hachazo del pitón. No pintaba clara la tarde. Un cuadro fue ponerle las banderillas al sexto que esperaba por él y por todos sus compañeros. Se armó la mundial. Le increparon al presidente para la devolución pero hizo bien en mantenerle. Fue el toro más encastado. Serio. Muy serio en su manera de esperar pero el que tomó el engaño con más profundidad. Se lo fue creyendo poco a poco Venegas. Faltó oficio y ligazón en la tarde del descuadre, y se pasó de faena jugándose el tipo por demás. La manoletina no le perdonó. Había sonado un aviso; el dolor era innecesario.

COPE

Por Sixto Naranjo. El oficio de Robleño sobresale ante la dureza de Cuadri

La semana torista, el último arreón de esta Feria a la que ya le van sonando los avisos, comenzaba con la corrida de Cuadri. Un clásico. Desde tierras onubenses llegaron seis toros entipados, sin excesos como en otras ocasiones. Toros de preciosas hechuras que no rompieron en ningún momento salvo el sexto. Algunos flojearon incluso. Pero todos estuvieron igualados por su aspereza y exigencia. Una complicada papeleta de la que salió a flote un firme y solvente Fernando Robleño.

Fue con el cuarto, un animal que no se empleó en ningún momento. Toro muy agarrado al piso, bronco, que puso a prueba la firmeza de Robleño, que respondió dando lo mejor de sí mismo. Valor y sitio para ir extrayendo redondos de mucho mérito. Lo puso todo el torero. Nada el toro. Cerrado en tablas, exprimiendo al de Cuadri, que acabó rendido a la superioridad del torero madrileño. Pero un pinchazo y un espadazo bajo no fueron digno colofón a tan notable esfuerzo.

Flojo, al límite de haber asomado el pañuelo verde. Así estuvo en el filo ante su primero de Cuadri. Lo aguantó el palco en busca de un afianzamiento que no llegó después. Hubo buen trato por parte de Fernando Robleño, intentando llevar a media altura al toro. Pero en cuanto intentaba bajar la mano, el animal rodaba por el ruedo. Lástima porque el de Cuadri buscaba con fijeza el engaño. Con lo que se le fue la mano también abajo fue con la espada después de un pinchazo.

Que Javier Castaño cuida los primeros tercios de la lidia y que le gusta llevar una cuadrilla solvente se vio en su primer toro. Lo picó perfectamente Pedro Iturralde, lo lidió de forma templada Marco Galán y banderilleó con nivel Marco Leal. El de Cuadri, muy entipado y con kilos, tuvo alegría en el caballo pero llegó rebrincado en el último tercio. Firme Castaño, intentando dominar la desclasada embestida del toro, pero tuvo poca respuesta de su oponente. Con la espada pasó un mal rato ya que el toro se venía el pecho.

El quinto fue otro ejemplar brusco y exigente. Muy duro de patas, en esta ocasión brilló Fernando Sánchez con los palos. En el último tercio, Castaño tuvo que atornillar las zapatillas para intentar conducir con largura las temperamentales y ásperas embestidas del toro de Cuadri. En redondo pudo lograrlo en un par de tandas al inicio de faena. Después todo se fue espesando.

Buenas hechuras traía el tercero. Pero el continente no vino acompañado de contenido. Manseó en varas y banderillas y llegó al tercio de muleta embistiendo rebrincado, a arreones y sin clase. José Carlos Venegas tiró de valor en el intento de robar algún muletazo. Pero el de Cuadri comenzó a orientarse. Al natural llegó el susto. Se venció el toro y lo cogió por el muslo izquierdo. Un milagro que el pitón sólo rasgase la taleguilla porque el derrote iba buscando la femoral. Quiso volver a ponerse a derechas, pero el toro ya no tuvo ni uno.

El sexto blandeó en los primeros tercios. Todo parecía ponerse en contra de Venegas. La cuadrilla tampoco ayudó en una horrenda lidia y un pésimo tercio de banderillas. El palco no dio su brazo a torcer y tras quedar prendidos cuatro rehiletes cambió el tercio que no el toro como pedían los tendidos. El toro rompió con franqueza y emoción en sus viajes. La fragilidad del torero jienense contrastaba con la importante embestida del toro de Cuadri. Corrió la mano con limpieza y sobresalieron por pases de pecho como remate de las tandas. Alargó la faena en busca de la consecución de premio tangible y lo que se llevó fue una tremenda voltereta al intentar la primera bernadina. Lo aprisionó el toro contra el suelo. Salió dolorido y sin aire José Carlos, que después emborronó lo hecho con un horrendo espadazo más allá de los sótanos.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Un duro atragantón de Cuadri para tres valientes

Si no hubiera sido ganadero [de bravo], habría sido antitaurino». Es una frase tremenda de Fernando Cuadri, criador de toros y canarios, amante de los animales como ya quisieran los neoecologistas urbanitas. Lo dice desde el conocimiento de la vida paradisiaca del toro en el campo y lo sostiene porque sabe de la triste muerte del manso en los mataderos. El toro de Cuadri no es un toro cualquiera. Como aperitivo de la primera corrida del año es un atragantón. Eso significaba para Fernando Robleño, Javier Castaño y José Carlos Venegas el paseíllo de ayer en Las Ventas: la primera del año y el atragantón. Y de veras que lo fue. Así como para estrenar la semana torista.

La plaza se convirtió en un oasis de tristeza en la ciudad de la alegría enloquecida por las Copas blancas de Europa (12): un minuto de silencio recordó a las víctimas del atentado yihadista de Londres. Impresionante la asistencia en los tendidos. Todos a una colocaron el grito en el cielo con un quite de inverosímiles saltilleras de José Carlos Venegas: acongojante su quietud ante el toraco de 603 kilos que ni siquera era el suyo. La cuadrilla de Castaño anduvo sembrada con Sembrador cuando aún se arrancaba: Iturralde a caballo y Marco Leal y Fernando Sánchez a los palos. Sembrador siguió la tónica marcada en el peto sin humillar. Javier Castaño lo esperaba con la muleta a su altura y sacó un par de series de derechazos antes de que se parase. En un calvario se convirtió la suerte suprema. Como tratar de meter una mano entre la guardia cruzada de Foreman.

Venegas siguió ante un tercero de vivas puntas con su actitud de héroe. Duro toro que mantuvo aquellos frenazos de inicio en el capote con las manos por delante. Sólo que ahora, perdido el ímpetu de la acometividad de salida, le radiografiaba el esqueleto con unos derrotes escalofriantes. Como el segurata del escáner de los aeropuertos que siempre te encuentra las llaves. El cuadri no las encontró ni con un seco navajazo al muslo que hizo volar al jiennense desde su asentada y valiente apuesta por la izquierda. Un volteretón que no arredró el ánimo casi temerario de José Carlos Venegas. Todo o nada. Racaneó el personal el reconocimiento.

Fernando Robleño, que no había contado con opciones en los albores de la tarde con un toro de más voluntad que poder, no se guardó nada con el inmenso cuarto. Robleño miró las banderas como si fueran brújulas que le indicasen los terrenos más protegidos del viento. En el «6» recogió al cuadri, que venía con todo. Como un central con los tacos por delante. Y bajo el sol planteó también Robleño la emocionante faena. En el fondo del toro rugía el motor del temperamento; en el interior del torero, el corazón de la casta. Ese motor que, por momentos, parecía querer tirar hacia adelante con cierta humillación. En verdad, era Fernando quien tiraba, exponía y sometía. Y cuando faltó viaje, más antes que después, provocó las arrancadas, buscó el pitón contrario y se descaró con hambre. Rindió la plaza, que presagiaba el trofeo. Pero Robleño echó tierra con la espada sobre su gran esfuerzo.

El complicadísimo quinto causó verdaderos estragos con su instinto depredador. Fernando Sánchez, aun siendo tercero, se echó el tercio de banderillas a su espalda. Sólo ponerse delante ya era para destocarse: Castaño no sólo se puso ante las oleadas, sino que incluso le pegó pases. De un mérito bárbaro. Cuando cazó la estocada como pudo, respiró la gente con alivio.

Como sucedió con el feble cuadri de apertura, el presidente Justo Polo se empeñó en no devolver el último. Abrir y cerrar en blando una corrida tan dura era pura contradicción. Mas el toro, como si hubiera cogido aire en el tiempo del mitin de pasadas en falso de la cuadrilla en banderillas, siempre tan en largo, no volvió a perder una mano. Y no sólo: embistió descolgado como ningún otro desde una tardanza que luego fluía con recorrido. Cuestión de llegarle mucho al hocico. Venegas convirtió tripas en corazón, y en los pases de pecho conseguía elevar las series en las que tanto le pesaba el toro. «¡Haz un esfuerzo más!», se oyó desde el callejón. No se sabe si antes o después de que el chaval volviera a ponerse en las vías del tren por bernadinas, cuando el tal Embustero había gastado ya su fuelle. Otro leñazo le sacó todo el aire con un gancho en el suelo a las costillas. Como si fuera el sino de la tarde, la espada se fue a los bajos. Otro valiente con el acero sin calibrar. Pidió disculpas y se fue a la enfermería, abierta de par en par : probable fractura costal, le dijeron.

ABC

Por Andrés Amorós. Emocionante faena de Robleño en San Isidro

Con los toros de Cuadri, comienza la última semana de la Feria, que conserva su signo torista. Una vez más, los fallos de bastantes ganaderías han hecho que aumente la ilusión por estos festejos, aunque los toreros que se apuntan no sean figuras. Lo seguiremos repitiendo: un toro puede ser más o menos grande y bravo pero necesita ineludiblemente tener casta y poder para que el aficionado se emocione. Cuadri lidia poco pero tiene justa fama: toros de mucha caja, criados con fidelidad a un criterio; los de esta tarde, por desgracia, no se prestan al lucimiento, ofrecen muchas dificultades. Tienen mérito los tres diestros y, también, las cuadrillas.

El madrileño Fernando Robleño posee amplia capacidad y experiencia en corridas duras. El primero embiste con codicia pero flaquea después de varas. El diestro se muestra seguro, con oficio, pero las caídas deslucen. No mata bien. El cuarto, fiero, rebrincado, pega tornillazos. Robleño, muy profesional, le saca muletazos meritorios, con riesgo y emoción, en una emocionante faena. Acaba en tablas, tragando mucho. Pierde la oreja por la espada.

Se ganó el respeto Javier Castaño como lidiador clásico y por haber superado a la enfermedad. (En la chaquetilla, bordada, una frase latina: «El agua de la vida eterna»). El segundo, acapachado, se llama «Sembrador». (En «La rosa del azafrán» se canta al «sembrador, / que has puesto en la besana tu amor, / la espiga de mañana / será tu recompensa mejor»). Pero la siembra de éste no es muy buena. Se luce Pedro Iturralde provocando la arrancada. Saludan, en banderillas, Marco Leal y Fernando Sánchez. Castaño lidia con oficio a una res encastada, que no humilla. A toro parado, le cuesta matar. En el quinto, complicado, Fernando Sánchez banderillea con guapeza y valor. En la muleta, el toro es una «prenda» de mucho peligro. Todavía le saca Castaño algunos muletazos de mérito, más de lo que parecía posible. Mata a la segunda.

El tercero, pega arreones con peligro hasta que voltea al jienense José Carlos Venegas: se libra por pelos de la cornada. Ha mostrado mayor valor que oficio. Sale de la enfermería para lidiar al último, que blandea; fallan los banderilleros; estalla la bronca. En la muleta, el toro no flaquea (acertó el presidente, al no devolverlo), repite: muletazos lucidos de Venegas, con decisión y buenas maneras, pero prolonga el trasteo; en una bernadina, vuelve a ser volteado: mata bajo y vuelve a la enfermería, con posible fractura de costilla.

Robleño y Castaño han solventado la papeleta con notable profesionalidad; Venegas, con coraje. Con estos toros, los tres merecen respeto.

madrid_040617.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)