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Plaza de Toros de Las Ventas

Lunes , 4 de junio de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Saltillo

Diestros:

Octavio Chacón: de celeste y oro. Estocada trasera y tendida. Aviso (petición y vuelta al ruedo). En el cuarto, estocada (saludos).

Esaú Fernández: de azul marino y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el quinto, diez pinchazos, media estocada atravesada y tendida y estocada baja. Dos avisos (pitos).

Sebastián Ritter: de grana y oro. Estocada atravesada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada atravesada. Dos avisos (ovación de despedida).

Entrada: 11.191 espectadores

Imágenes: https://t.co/kb43slfm4G

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/1003732605903298565

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Octavio Chacón entre durísimos Saltillos

El gaditano llama a las puertas de los grandes circuitos, tras cuajar una meritoria actuación en su primero que el palco dejó sin premio, y que enmendó el error otorgando de manera incomprensible la vuelta al ruedo a “Asturdero”, el único de Saltillo con opciones del envío sevillano.

Mérito, arrojo y valor eran los adjetivos más repetidos a la conclusión de una ingrata corrida de Saltillo. Ingrata, pero que no dejó indiferente a nadie, el encierro sevillano volvió a copar titulares y a sembrar el desconcierto entre las cuadrillas, creando la incredulidad en unos tendidos que volvieron a dar la espalda a estas corridas con emoción, y a tres matadores que merecen todos los respetos. El mérito fue solo suyo, y es que por momentos nos trasladamos al siglo XIX, con toros indomables y con una fiereza descomunal, embistiendo a todo lo que salía a su encuentro y con las cuadrillas corriendo de lado a lado del ruedo, y es que una vez más si algo bueno tuvo la corrida fue la emoción, incapaz de pestañar.

El cartel una vez anunciado, hacía prever lo que realmente ocurrió, que no era otra que un desconocido (para muchos) Octavio Chacón que a la postre, fue el único de la terna que estuvo fulgurante. Y lo estuvo para los 11.191 espectadores, menos para uno el Sr. Villa de Parro, que volvió a quedar en evidencia dando la nota tras no conceder una oreja ganada a Ley. El primero de la tarde, fue el toro de la corrida. Hocico de rata, recogido y de pelo cárdeno, donde el capote lidiador de Chacón fluyó a media altura ante un “Asturdero” que no humilló de salida, pero que lo hizo con posterioridad en la muleta. El gaditano se lo sacó con mucha profesionalidad a los medios arrancándose hasta en tres ocasiones empujando en todas ellas. Fue emocionante. Un toro bravo de verdad. Chacón, que era la primera vez que estaba anunciado en San Isidro no solo lució al toro en el caballo, sino que planteó una faena medida sobre la media distancia, combinando el temple con la profundidad. Emergió la transmisión, el toro iba a más pero conforme avanzó la labor iba perdiendo fuelle. Dejó un final doblándose con el toro de mucha cadencia y temple, y cerró la actuación de un estoconazo. El mérito fue suyo. El toro tardó en caer, asomaron los pañuelos y el Presidente interpretó como una vuelta al ruedo lo que realmente se pidió como trofeo. Otro esperpento más. Finalmente Chacón dio la vuelta al ruedo con honores, y eso que debió darla con el trofeo que se ganó a ley.

Quiso reeditar el triunfo anterior, pero el cuarto además de partirse un pitón tras derrotar en el saludo capotero sólo tuvo malas ideas y una terrorífica embestida buscando la media altura, y aviesas miradas. Una auténtica prenda que el gaditano, solo pudo abreviar en medio del estupor, dando una lección de oficio y serenidad. Lo despachó de una estocada y saludó una ovación. Una tarde más, Octavio Chacón dio un aldabonazo en Madrid ante una corrida durísima y con el convencimiento y méritos más que suficientes, para entrar en los carteles.

Sebastián Ritter, un torero que temporada tras temporada va perdiendo cartel, no volvió la cara a su único compromiso en la feria, y saludó una ovación en el tercer tras una labor donde el colombiano se mostró dispuesto ante un entipado Saltillo, donde inició una faena de poder ganando terreno y que administró a base de arrojo y valor, aguantando el cara a cara con el Saltillo, y pegándose el arrimón entre arreones y derrotes. Grotesco. Lo cazó de manera milagrosa de una estocada. Tampoco regaló nada el sexto. De feo estilo, y peores hechuras, derrotaba y salía con la cara alta. Tuvo movilidad en los inicios pero las tandas de una en una, puso dificultad en la reunión de muletazos de Ritter. Un trago. Además, a punto estuvo de resultar prendido pero el asunto no pasó a mayores. No estuvo acertado con los aceros y fue silenciado.

El anuncio de Esaú Fernández para este tipo de corridas, no se entendió cuando salieron os carteles y tras concluir sus actuaciones, se evidenció una vez más, ya que dio la clara sensación de no estar preparado para este tipo de corridas y pasó sin pena ni gloria, ante un segundo que no quiso ni ver, abreviando con cierto tino; y un quinto que a punto estuvieron de echárselo al corral tras una labor de nulo criterio e incapacidad.

Tal y como ocurrió hace dos temporadas, la Tauromaquia del siglo XIX tuvo su regreso en la corrida de Saltillo. La fiesta de los toros no solo se vale de la nueva tauromaquia que nos han querido imponer con el toro de Domecq, el de las figuras, el de la to-rea-bi-li-dad. No. Hace falta que la emoción se apodere de un espectáculo con tanta verdad como éste. Corridas de otra época, que hace que el dolor y sangre en la arena, hacen que sea una vez más la eterna fiesta de los toros.

Lunes 4 de junio de 2018. Plaza de toros de Las Ventas (menos de media plaza en tarde fría y con viento - 11.191 espectadores). Feria de San Isidro - vigésimo octava de abono. Corrida de toros de Saltillo - “Asturdero” de 517 kgs, cárdeno bragado meano corrido de capa, nacido en diciembre 2013 fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre - complicados y fieles a su divisa, de imposible lucimiento a excepción del primero - (bravo y con fondo el primero, deslucido el segundo, complejo el tercero, una prenda el cuarto, encastado el quinto y una prenda el sexto) para Octavio Chacón de purísima y oro (vuelta al ruedo tras aviso tras petición, y bronca al palco y ovación con saludos), Esaú Fernández de azul marino y oro (silencio tras aviso y silencio tras dos avisos) y Sebastián Ritter de rioja y oro (ovación con saludos tras aviso y silencio). Vicente Ruíz se desmonteró tras parear al cuarto.

El País

Por Antonio Lorca. Héroes de una durísima guerra

¡Qué mérito el de estos toreros, los de oro y los de plata, héroes todos ellos sin el reconocimiento que merecen! ¡Qué miedo desde el tendido! ¡Qué durísima la corrida de Saltillo! Toros de otro tiempo para toreros de hoy; toros de otra época para una tauromaquia basada en imposibles redondos y naturales. ¡Qué exigencia la de algunos con estos hombres, cuyo gran triunfo fue salir ilesos de una guerra sin cuartel! ¡Qué tarde de sustos, de quites providenciales, de peligro cantado, de cornadas milagrosamente esquivadas, de miradas aviesas, de carreras,…! Estos toreros, modestos los tres, desconocidos para la mayoría —hubo la peor entrada de la feria—, y sus cuadrillas se ganaron el respeto y el homenaje de todos los aficionados de bien. Hay que tener auténtica necesidad para anunciarse con este hierro y muchas agallas para no salir huyendo de la plaza con cualquier excusa.

Más que toros, los ejemplares de Saltillo parecían tigres; y más que embestir, atacaban con la misma estrategia que los depredadores de los documentales de La 2. Estudiaban a su presa con milimétrica precisión, en el momento justo, en el terreno adecuado; se hacían los dormidos ante los engaños y asaltaban con fiereza y sangre fría cuando veían al hombre a su alcance.

Toda la corrida fue un puro sobresalto, pero la lidia del sexto de la tarde quedará para siempre en el recuerdo. Saladora se llamaba el toro, y fue uno de los más complicados desde hace muchos años en esta plaza. De seria estampa, como toda la corrida, permitió de salida un par de capotazos de un valentísimo Ritter. Pero pronto se orientó el animal y se hizo el amo del ruedo. Acudió tres veces al caballo y su pelea fue de manso consagrado. Tomó aire para el tercio de banderillas y apretó con auténtico encono a Rafael González y Pascual Mellinas, que pasaron un verdadero quinario. Y el matador se libró de la cornada de auténtico milagro. Lo fotografiaba el toro de arriba abajo, esperó paciente hasta que lo tuvo a tiro y lo persiguió por toda la plaza hasta que lo alcanzó y lo arrolló contra las tablas. Parecía imposible que no lo hubiera herido.

Fue una tarde de quites providenciales: por ejemplo, el de Pascual Mellinas a Juan Manuel Arjona, prácticamente cogido tras clavar un par de banderillas al segundo; o el de Alberto Carrero a Curro de la Rosa, en el tercero, y otros muchos que se han perdido en la muy oscura nebulosa de la corrida.

Pero al primero, lo que son las cosas, se le dio una muy protestada vuelta al ruedo tras una incomprensible decisión presidencial. Ciertamente, llamó la atención la alegría con la que acudió al caballo en tres ocasiones, pero en ninguna de ellas hizo una pelea de toro bravo. Empujó de costado en la primera y derribó, y cabeceó en demasía en las otras dos. Perdió las manos en banderillas y llegó a la muleta con cierta clase y nobleza. Su larga agonía —se levantó dos veces de la arena con una estocada dentro— hizo que parte del público pidiera el premio de la vuelta, que el presidente concedió en una decisión claramente errónea.

Con ese toro demostró Octavio Chacón que merece más y mejores oportunidades. Bien plantado, con las ideas claras, mucho oficio y un buen concepto del toreo aprovechó la calidad de Asturdero para apuntar hondura con el capote y dibujar un par de tandas de redondos templados y hondos que supieron a gloria. Alargó la faena y la oreja que quizá se había ganado se diluyó en el tiempo.

Más dificultoso fue el cuarto (Vicente Ruiz sintió los pitones en las mejillas en el primer par y clavó un segundo extraordinario), y Chacón volvió a estar muy dispuesto y con el desparpajo suficiente para salir airoso de tan difícil trance. Muy bien en sus dos toros y como director de lidia.

Mal lo pasó Esaú Fernández. Torea poco y no es torero para este tipo de corridas. Duro de pelar al segundo y peor el quinto, con el que pudo escuchar los tres avisos.

Y valiente y muy entregado Sebastián Ritter. Le robó tres airosas verónicas a su primero, se dobló después con él con suficiencia, sufrió un desarme, el toro lo miraba y perseguía con malas intenciones pero nunca le perdió la cara. Y ante el sexto sufrió de lo lindo, como un héroe siempre, y llegó intacto al hotel, que no es mal premio en tarde tan peligrosa.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La importancia de Chacón en la cruel guerra de Saltillo y la enésima pifia presidencial

¡Qué vergüenza! La plaza de Madrid presidida por un gracioso: a Gonzalo de Villa Parro se le ocurrió la broma de mal gusto de premiar con la vuelta al ruedo en el arrastre a un toro que no merecía tal honor ni de lejos. Ni por los metros con los que Octavio Chacón lo lució en el caballo por tres veces. Chacón que estuvo perfecto con el saltillo de nombre “Asturdero”. Que sí, que fue al peto, que derribó una de ellas, que se dio en la siguiente y que se lo pensó una eternidad en la kilométrica tercera. En la que se rebotó y volvió. Y en todas la cara por el estribo, por esa altura por la que embistió ¡sólo por el derecho! Con bondad, sin emplearse, sin humillar, con prontitud y la fijeza que perdía por el izquierdo. Por ahí atacaba recto, por dentro, orientado. Ni uno tenía. Octavio no se dejó tocar las telas ni una sola vez durante la lidia. Desde que lo paró cambiándole los terrenos. Desde el quite por delantales. Desde la generosidad esgrimida en el tercio de varas. Y lo tapó siempre con la muleta en las dos series de derechazos en las que el celo duró. O le vacío la embestida borriquera por abajo. Y enseñó que en su izquierda habitaba la maldad. Como “Asturdero” evidenció en el capote de Vicente Ruiz o en las dobladas del propio matador. Lo vio hasta Pello en su grúa sin necesidad de la cámara. Todos menos el chistoso del palco. Que cuando le pedían la oreja a Chacón -tras una estocada trasera- agarró el pañuelo azul de “motu proprio”. Ofendió al torero, a todos aquellos toros de la feria que como “Licenciado” (Alcurrucén), “Ombú” (Juan Pedro) o “Cuba II” (Puerto de San Lorenzo) y al mínimo sentido común. Insólito como aquella negación de Fortes, la devolución de un toro por manso, la concesión de no pocas orejas. La presidencia de Las Ventas es el túnel de la risa pero sin gracia. Un desprestigio. Alucinaba el curtido diestro gaditano. Que paseó su propia y meritoria vuelta al ruedo. Una estupidez tan degradante no es un error. Ignorancia, tampoco. Tanta no cabe en cabeza humana, señor De Villa.

La mansedumbre montaraz del serio segundo y del impresentable tercero de Saltillo tuvo diferentes grados: infumable y muy mala. Matarían a su padre por huir. Esaú Fernández lo mejor que pudo hacer fue abreviar con el depredador; y Sebastián Ritter le consintió todo al escualo “más toreable” (sic). Escalofriantes los parones del saltillo y admirables los redaños del colombiano. Que sintió las femorales escaneadas, resolvió eficazmente con la espada y saludó una ovación justísima.

La emoción de documental de National Geographic en la selva continuó con la mole que era el cuarto. Fuera de tipo por su alzada, sus 607 kilos, su escaso perfil. Una bestia de inhóspita agresividad que emprendía el camino directo de los cuerpos de Octavio Chacón y peones. Vaya pares de Vicente Ruiz y qué tío Chacón. Qué sentido de la lidia y qué forma de andar con la fiera. De caminar y librar las tarascadas. La manida “profesionalidad” se queda corta. Cuando metió el brazo con la espada, la plaza volvió a respirar y se entregó al torero -aún dolorido del último pitonazo en el volapié- en la misma medida. Antes de hablar otro día de importancia, habrá que pensar en este hombre, en este nombre, de guerra: Octavio Chacón.

Al acoso y derribo del humano también saltó el quinto, llamado “Cazarratas” como aquel otro hijo de Satán. Se partió un pitón por la mitad en el caballo. Ni una protesta. Esaú anduvo como supo o pudo. Y perdió la moral y la fe con el acero. Cuando “Cazarratas” perdió la vista. Si no la había perdido antes. A la última cazó a la rata. En la frontera del tercer aviso.

Otro tipo lucía el sexto, el mismo olfato para la sangre, la idéntica mansedumbre de napalm. Sólo que se hacía el distraído. Hasta que tenía a la presa a tiro. Y entonces las oleadas nacían con una fuerza devoradora. Como cuando desarmó a Sebastián Ritter y lo persiguió lanzándole cornadas hasta las tablas. En sus riñones las puñaladas. Crueles pero incruentas. Cruel fue la tarde para los toreros. Y ahora es cuando vienen los majetes del “yo no me aburrí”.

ABC

Por Andrés Amorós. Vuelta al ruedo a un gran toro de Saltillo en San Isidro

Saltillo es una de las castas más ilustres: reses bravas, a veces difíciles, no grandes. Al primero de esta tarde, «Asturdero», cárdeno como sus hermanos, de 517 kilos, un gran toro, se le da la vuelta al ruedo (la primera de la Feria). Se pide la oreja para Octavio Chacón, que lo lidia muy bien. Los demás, duros y difíciles, superan a diestros que torean poco: una papeleta. A la vez, un espectáculo emocionante, para los aficionados, que no pueden distraerse un segundo.

El gaditano Octavio Chacón, que suele torear en Francia, tiene una tarde muy lucida, como lidiador clásico. Se gana al púbico colocando bien en el caballo al primero, que hace un gran tercio de varas. El toro se come la muleta y humilla, va a más; por la derecha, es excelente; por la izquierda, peligroso. Chacón muestra buen oficio, sabe bien lo que hay que hacer y mata de una estocada: merecía la oreja, en el toro de la vuelta al ruedo. El cuarto es el más complicado: le raja de arriba abajo el capote, pega arreones. (Saluda Vicente Ruiz, con los palos). En la muleta, derrota alto. Mata bien y sale muy reforzado.

En el segundo, Pascual Mellinas hace un quite providencial. El toro es una «prenda». Esaú Fernández trastea desconfiado y mata a la segunda. El quinto, «Cazarrata» (como el condenado a banderillas negras) barbea las tablas, se deja algo, pero con la cara alta. El diestro pasa un quinario para matarlo, se libra por poco del tercer aviso.

El valiente colombiano Sebastián Ritter ha toreado poco. El tercero va a por él; sufre dos desarmes. Mete el brazo con habilidad. El último persigue a los banderilleros como una centella; también, al matador, lo empitona contra las tablas, se libra de un serio percance: el único dato feliz de su tarde.

Decía don Antonio Chacón, maestro del cante: «Yo soy como los toros de Saltillo, que embisto mejor cuando me llega la sangre a la pezuña». La Tauromaquia es una metáfora de la vida. Con esa bravura ha embestido, esta tarde, el gran «Asturdero».

La Razón

Por Patricia Navarro. Octavio Chacón, torero de plomo ante lo posible y lo imposible

Tuvimos que mirar al palco no una vez sino varias para dar crédito de lo que ocurría. ¡Qué vergüenza por dios! En Madrid, en plena Feria de San Isidro, había pasado. ¡Cómo contarlo! Fue el primer toro de la tarde de Saltillo el que fue tres veces al caballo por generosidad de su matador Octavio Chacón. Torero. Cuajado. Sereno y hecho. Le puso de largo. Le aguantó para que fuera. Le lució para gusto de todos. El toro se tomó sus tiempos. Y fue en la distancia. No apretó con los riñones, que es lo que hacen los bravos. Impecable resultó la faena de muleta del diestro. Toda, o casi, por el derecho, porque ni uno tenía el animal por el zurdo. Coladas asesinas regalaba sin pensárselo, a pesar de que el oficio del torero resolvía, pero se iba derecho al torero del cuerpo. Nobleza sacó en los derechazos que sacó el torero, erguido, pulcro y templado. Muy torero y firme, ligando las arrancadas del toro que duraron poco, sobre todo la humillación. Pronto salía de los envites sin entrega, desentendido y con poco gas. Intentó la misión imposible del natural y se tiró a matar prendiendo una estocada punto trasera. Se le pidió la oreja y la sorpresa fue cuando de presidencia, qué bochorno por favor, qué manera de convertir la plaza más importante del mundo en un poblachón, con permiso de los pueblos, sin necesidad de charanga y habiéndose jugado la vida un torero de la cabeza a los pies. Contrariado el torero y cualquiera que ocupara la localidad con mínima sensatez. ¡Tierra trágame! Vuelta al ruedo para el toro. El mismo toro que fue un asesino por el izquierdo y el mismo toro que tuvo poca duración y apenas se entregó, divina virtud de la bravura. Un asesino en serie fue el cuarto. ¡Qué barbaridad! Cumbre estuvo su banderillero Vicente Ruiz jugándose la vida de verdad. Oficio, entrega y valor de acero, que convencieron al público de Madrid. Un tipo capaz de estar con una corrida tan difícil no merece estar en casa.

De suicidio. El segundo muletazo del tercer toro era de suicidio. No había manera. El toro manso y rajado iba directo al pecho, barriga… Lo que pillara en ese camino de rectitud en el camino de la huida. Un trago tuvo Ritter por el derecho. Lo intentó al natural y en esa huida medio le dejó ponerse. Muy por encima el diestro. Una tragedia fue estar delante del sexto Saltillo del festejo. Tuvo mucha miga el toro. Bien lo supieron los banderilleros que pasaron lo suyo, pero cuando Ritter se quedó con el toro a solas era un asesino en serie que esperaba su momento para el ataque. A la espera, remoloneando, haciéndose pasar por lo que no era para buscar el momento idóneo para la caza. Tremendo. El momento en el que veía a un torero sin engaño apretaba detrás de él como si no hubiera mañana.

Tampoco lo puso fácil un peligroso segundo a Esaú Fernández, que bastante hizo con matarlo y salir ileso. Mirón y difícil fue el quinto y al sevillano le desbordó esa manera tan compleja de embestir el animal. Los aceros no los vio por ningún lado. Fue tarde de las de llegar al hotel sano y salvo y festejarlo.

Madrid Temporada 2018.

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