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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 04 de junio de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Las Ramblas corrida bien presentada, aparatosa de pitones pero descastados y de nulo juego a excepción del segundo - (inválido el primero, encastado con duración el segundo, malo y peligroso el tercero, deslucido el cuarto, a menos el quinto y sin opciones el sexto)

Diestros:

Morenito de Aranda: de negro y plata (silencio en ambos),

Juan del Álamo: de blanco y plata (ovación con saludos en ambos)

Tomás Campos: de azul marino y oro (silencio en ambos).

Entrada: menos de dos tercios de plaza en tarde de agradable temperatura y algo ventosa (12.434 espectadores).

Incidencias:

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-04-de-junio-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1136000166069190656

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Del Álamo ante el descalabro de Las Ramblas

El salmantino saludó dos ovaciones con el mejor lote, gracias a su capacidad. Actitud meritoria de Tomás Campos con el peligroso tercero, que a punto estuvo de herirle de gravedad ante una mala corrida de Las Ramblas.

Tarde para poco recordar en la vigésimo segunda de San Isidro. Tan sólo fue un auténtico duelo para la posterioridad. Una bueyada de las que destierran al público de las plazas. Poco que recordar, y sí una cura de humildad la que necesita el ganadero de Las Ramblas que trajo un sexteto de irreprochable fachada pero de infumable condición.

Solo Juan del Álamo, fue capaz de ponerle color a la tarde. Lo único estimable emergió en su primero, un torazo con el que se gustó toreando sobre la diestra. El de Las Ramblas tuvo clase, y cumplió en todos los tercios. La labor entonada vino precedida de una meritoria estocada. Con el quinto, a contra estilo para hacer el toreo no levantó una tarde embalada hacia la desidia.

Tomás Campos, discípulo de Diego Urdiales dio la cara frente a un lote abrupto que le puso en aprietos, y que le perdonó un par de cornadas. Sobre todo el tercero de aparatosa arboladura, con el que anduvo con mucho valor y compromiso, jugándose el tipo y a merced de la prenda que tuvo delante. Con el sexto, se la volvió a jugar en otra labor a la defensiva. Aun así, le dio tiempo para conjugar su disposición con la voluntad. Abrió la tarde “Morenito de Aranda”, que se enfrentó a un lote de matadero. Inédito quedó frente a ambos. El inválido primero no le dio ningún tipo de opción, y con el cuarto volvió a intentarlo sin ningún eco. Lote infumable en consonancia con la corrida de Las Ramblas.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Ese pitón, por favor!

El tercer toro de la tarde lucía una arboladura de miedo, de esas que impactan desde la grada. ¡Pero si no tiene más que pitones…!, comenta un entendido, como para darle ánimos a un joven Tomás Campos que viene a San Isidro a buscar la puerta de la gloria. Un regalo para quien torea poco y se lo juega todo a una carta.

Y el toro suelta un cabezazo de miedo al primer muletazo. El que avisa no es mal amigo. Y bueno debiera considerarse el animal, pues regaló derrotes y tornillazos a diestra y siniestra sin que el torero tuviera tiempo de hacer realidad algún sueño de su particular duermevela. En vista de lo cual, solo tenía dos caminos: huir de la quema del modo más digno posible o hacer frente a la situación como un valiente. Campos, español de corta estatura y cuerpo enjuto, se plantó ante los astifinos pitones, tragó quina y explicó de tal modo que quiere ser torero; sorteó trallazos, aguantó parones y miradas, y todo ello con una aparente serenidad que sorprendió. Allí andaba, entretenido entre los cuernos, cuando uno de ellos lo enganchó por la taleguilla derecha y, así, colgado, estuvo un instante que se hizo eterno.

Pero no fue ese el único susto. Casi al final de su ardorosa labor, con la plaza acongojada ante el temor de otra voltereta, el toro le dejó el pitón derecho en el mismo pecho, y el torero, frío como un témpano, lo apartó como si le estorbara, ese pitón, por favor.Y aún se atrevió con un par de manoletinas, solo dos porque a la segunda volvió a hilvanarlo el toro por el chaleco y, otra vez, se salvó de milagro. Quedó constancia, al menos, de que el valor sereno e inteligente no le falta, que no es poco.

El sexto fue un toraco, 610 kilos, también sin atisbo de clase en sus entrañas, y Campos demostró que le adornan condiciones, y esbozó retazos de un buen concepto. Volvió a jugarse el tipo y, en esta ocasión, por fortuna, no sufrió más rasguños en el traje.

Juan del Álamo tuvo mejor suerte y se llevó el toro más potable de la corrida, el segundo, bravo en el caballo y codicioso en el tercio final, pero el torero salmantino, ventajista y mal colocado, dio muchos pases insustanciales y alargó la faena sin necesidad, sabedor de que su obra no había interesado a nadie. Le tocó después un zambombo deslucido y ello le sirvió para ocultar defectos. En ambos fue ovacionado, pero bueno sería que no se engañara a sí mismo.

Morenito de Aranda contribuyó como pudo al tostonazo de la tarde. Descastado y sin vida se comportó su primero, y el hombre se empeñó en aburrir a la concurrencia con una insistencia sin sentido. Deslucido fue el cuarto y, afortunadamente, abrevió.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Estratosférica bueyada: Tomás Campos sobrevive a la estampida

La leve muleta cabía entre los descomunales cuernos. Y Tomás Campos también. El toro era el que no cabía en la muleta ni en el puro concepto de TC. El viento se entrometía y calamocheaba tanto como el mamut de Las Ramblas. Que sin poder ni fondo bravo todo lo depositaba en su cuello, un muelle como lanzadera de puñaladas. A peor fue desde que se quedaba en los capotes, muy corto el viaje, ninguna humillación. Al torero de Llerena le importó cuatro para ponerse en el sitio. Sólo condicionado por el constante acoso de Eolo. El zigzagueo de las lascas silbaba por las luces doradas del azul marino. Hasta que al vaciar un pase de pecho rebañó, y el pitón izquierdo le atravesó la taleguilla por el mismísimo nalgatorio con precisión de bisturí: sólo hilvanó la seda con orificio de entrada y salida sin firma de García Padrós. Campos actuó como si el monte fuese orégano. Y otra vez pisó terrenos minados. En uno de los testarazos bueyunos, la pala del bruto se posó en el bajo vientre como un guantazo de Andy Ruiz. Tampoco importó. Y así en las apuradas manoletinas el garfío zurdo le escaneó desde el ombligo al esternón por debajo del chaleco: Tomás se lo sacó con la dos manos como si fuera una estaca. Ya matarlo bien hubiera sido un milagro. Que después de tantos se hacía mucho.

Tocaba una de esas tardes valle en los que el granito choca raramente contra las cifras oficiales de asistencia. Tan sorprendente bien se está dando San Isidro que incluso se precipitan en la prensa resúmenes hagiográficos. Mal día. La inercia del éxito tapa los escasos agujeros negros, pero la bueyada de Daniel Martínez era un cráter insalvable.

A Morenito de Aranda no le ofreció su lote ni un solo resquicio de luz. La alzada del primero y el velamen del cuarto volaban por las nubes. Uno desentendido, desrazado y a su bola; el otro golpeaba desagradablemente el aire de la capa de ozono. Este último le desarmó a Morenito el ánimo. Y luego la muleta. Clavó desesperadamente el torero burgalés los ojos en el cielo antes que la espada en lo negro.

A Juan del Álamo le duró más la fe con un quinto de similar (mal) estilo. Lo despenó con contundencia. Al menos pudo pegarle pases al anterior de su bolita. Que pasaba y se movía más de lo que se empleaba. Sin terminar de humillar pero con recorrido. La fijeza la perdía en el final de los muletazos. El tuerto en el país de los ciegos. A Del Álamo le valió para darle con listeza el ritmo, dejándosela en la cara, ligadas y veloces las series diestras. Las distracciones del toro se multiplicaron por la izquierda. Seguía zumbando la ventisca. El final diestro se impuso. El mirobrigense se empató con una ovación por baza.

Para abrochar la bueyada estratosférica, esperaba un mastodonte de 610 kilos. Un volumen esférico; la altura de un 8.000. Tomás Campos intentó de nuevo lo frágil, soplar una jarra de cristal en mitad de una estampida de búfalos: los toros de Las Ramblas, tan movidos, traían unos trenes delanteros hipertrofiados, cargados de mentiras, la movilidad de las manos, que no los riñones del bravo. Campos parecía siempre a punto de ser arrollado por el mercancias. O despedido de las vías donde se colocaba con su muleta leve y su espíritu grave. Ni el viento hostil ni la mansedumbre abrupta lo doblegaron, agarrado al mástil de su pureza.

ABC

Por Andrés Amorós. Lo que toros y viento se llevaron

Después de varias tardes de pasión, nos toca ahora el sopor. Coinciden en el cartel dos diestros que ya han triunfado en Las Ventas, Morenito de Aranda y Juan del Álamo, pero no han logrado entrar en las grandes Ferias, con otro, Tomás Campos, al que el gran público no conoce pero que tiene firmes defensores. Los toros de Las Ramblas, bien armados pero muy deslucidos, dan al traste con todas las ilusiones. Y, como tantas tardes, en esta Plaza, el viento lo complica todo. ¿Cuándo se hará algo para paliar ese problema de siempre, en vez de limitarse a lamentarlo?

El primero sale suelto, renquea de atrás. Por falta de fuerzas, embiste corto y rebrincado, tropieza las telas: no cabe lucimiento alguno. Sin toro, no hay nada que hacer. Y Morenito de Aranda lo mata como ha sido la faena: según «La Codorniz», ni bien ni mal, sino todo lo contrario. (A mi compañero, esto del descabello le pone negro. No es el único. Por eso, sigo defendiendo –sin ninguna esperanza de éxito– que se limite el número de intentos, no sólo el tiempo. Con la sensibilidad actual, esto aleja de la Fiesta a mucha gente). El cuarto embiste rebrincado, sale suelto. Lo sujeta bien Morenito de Aranda por bajo pero sufre un par de desarmes porque el toro pega derrotes, es muy deslucido. Se ha estrellado con su lote, ha quedado casi inédito.

El segundo mansea, barbea en tablas pero sí cumple en el caballo, mientras se desata un ventarrón que impide manejar los capotes. A la muleta, el toro acude de largo, con alegría. Dándole sitio, Juan del Álamo liga buenos derechazos, en el centro del ruedo. Aunque el toro se va apagando, embiste con templanza, le deja estar a gusto. Por la izquierda, la faena baja, a la vez que el toro flaquea y acaba yéndose a tablas. Ha habido momentos prometedores pero la faena no ha cuajado. Entrando de largo, deja media tendida y acierta con el descabello. (Una suerte secundaria, a la que ahora se da demasiada importancia). Media ha sido también la faena. El quinto, bien armado, muy suelto, va a su aire, no se entrega y flaquea: por aburrimiento, la gente protesta. También protesta el toro en la muleta, además de rodar por la arena. Juan del Álamo le planta cara, resuelve la papeleta con más decoro que brillo, en una «empeñosa porfía» (Borges). Aunque la espada no está en lo alto, agradecen su voluntad: saluda.

Aplauden de salida al tercero, castaño, veleto. Acude de lejos a la muleta pero cabecea, tropieza la muleta y, en seguida, la taleguilla de Tomás Campos (se llama «Taleguilla», una redundancia). Metido entre los pitones, le saca algún muletazo de mérito, en medio de varios momentos de apuro. Con ese viento y ese toro, no tienen sentido las manoletinas: como se veía venir, acaba prendido del pitón, en medio de una división de opiniones. Con el toro pegado a tablas, logra media estocada, a la tercera. El valor es necesario y merece elogio pero también hay que lidiar con cabeza. El sexto, alto y largo, supera los 600 kilos, pero kilos de carne, no de bravura. Tomás Campos muestra sus buenas maneras y su concepto clásico en suaves muletazos, aunque el toro no humilla. Acaba con naturales de frente, de uno en uno, que el toro simplemente acepta. Mata a la segunda.

Ha habido cosas buenas, esta tarde: toros serios, con pitones; diestros voluntariosos; una duración razonable, poco más de dos horas , como siempre debería ser; una temperatura agradable… No se me ocurre ninguna más. A cambio, sopor, grisura, aburrimiento. Una vez más, he de insistir: lo que importa de verdad, en un toro, no son los kilos ni los pitones, sino la casta, la bravura. Si falla el motor, la carrocería sólo sirve para «vender» apariencia. Sentencia un amigo docto: «Nada de nada». Entre los toros y el viento, se llevaron toda la emoción.

Posdata. Coincido con mi amigo Paco Corpas, matador de toros de notable trayectoria. Casi nadie lamenta tanto el cierre de la Plaza de Barcelona: él y su hermano Carlos nacieron en esa Plaza, en la que trabajaba su padre. Comentando el buen rumbo que lleva este San Isidro, señala un vicio habitual: los toques bruscos, con el pico de la muleta; los chicotazos, en los pases del desdén; los recortes, en las chicuelinas. Lo deseable es mandar con suavidad y acompañar con estética las embestidas del toro. Tiene toda la razón aunque buena parte del público actual no se entere y aplauda más lo que menos mérito y belleza tiene.

La Razón

Por Patricia Navarro. La calma de Campos en un infierno de gigantes

Al tercero se le ovacionó de salida no por bueno sino por despampanante. Lo que tenía por delante de pitones era una barbaridad. Y ni una vez le dio por usarlos para humillar. Ni por equivocación. Todo lo que tenía de descarado lo tuvo de cabrón, con perdón. Un regalo. He aquí Tomás Campos su matador que en tres ocasiones se vio los pitones más cerca de lo recomendable y en una de esas le lanzó para arriba, pero, al parecer el bordado del vestido le echó un capote. Se puso muy de verdad Campos, buscando las distancia del toro, de uno en uno logró sacarle algún muletazo, pero nos tuvo en una agonía constante. Tanto fue así que remató la faena por manoletinas o bernadinas, ni sé afinar, pero en una de ellas le metió el pitón por el fajín dirección al pecho. Horror colectivo. El nuestro, al torero no parecía temblarle el pulso y al resto sí las piernas. Con la espada faltó tino para sortear esa pedazo cornamenta y meter la mano. Llegar hasta allí formaba parte de una gimkana. Tampoco iba mal servido por delante el sexto con sus 610 kilos. Se movió más, pero no bien. Sin entrega y traicionero, volaban los pitones por las alturas siempre, en un revoltijo de desenlace incierto, pero que Tomás Campos estuvo dispuesto a asumir en todo momento. Y de ahí que le plantara cara con la pureza que el animal no merecía. Al tercer viaje, como mucho, te la tenía guardada. Tomás se esmeró en dejar regueros de un valor incontestable y un buen pacto con el de arriba para librarse de la tragedia habiéndose asomado en tantas ocasiones. Un infierno transitó ayer para los toreros en el ruedo de Madrid. Un infierno entre gigantes.

La cosa había empezado mal, aunque solo fuera por romper la rutina de buena vibra de esta feria, que ya pasará de lleno para la historia como de las mejores. Suerte que ahí estuvimos. A “Valeroso” no se le recordará. Es posible que ni tan siquiera a la vuelta de la esquina. Era el toro abre plaza y cierra ilusiones. A capón. Flojo, descastado y a media altura aburría aquello al más pintado. Morenito de Aranda se justificó porque estaba en Madrid y ese era el cartucho, las opciones están contadas, pero el toreo era un desierto. Tampoco el cuarto le dio grandes alegrías para salir de Madrid con el crédito renovado. Sosote, sin humillar y sin demasiados argumentos para confiarse. Entre silencios fue la cosa, salvo en un apuro de casi cogida que nos retornó a la tormenta.

Juan del Álamo estuvo más vistoso que profundo con el segundo, que sí tuvo cosas buenas, que sí fue al engaño de lejos y repitió. La faena del salmantino fue rápida, con ese punto de acelerarse y no reposar el toreo y plagado de adornos que daban la sensación de ligereza. Pasó todo demasiado rápido y con poco poso. El quinto era de esfuerzo, como toda la corrida, porque tampoco le dio por emplearse y con esa pedazo cara (de pitones) que se revolvía con cierta rapidez al segundo o tercer muletazo y por dentro… Extensa labor para el poco recorrido que tenía estar delante del toro.

La tarde de los gigantes nos trajo mucho miedo. Y un exceso de milagros a los que agarrarnos.

Madrid Temporada 2019

madrid_040619.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:27 (editor externo)