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Miércoles, 5 de junio de 2013

Corrida de toros

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FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Valdefresno y Victoriano del Río, 1º y 6º, de mal juego, se apagaron.

Diestros:

Juan José Padilla: silencio y silencio.

Morante de la Puebla: bronca y y división

Sebastian Castella: silencio y silencio.

Entrada: Lleno.

Video resumen de la corrida: http://vimeo.com/67765786

Reseña y galería fotográfica: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5411

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, La Razón.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Lo que mal empieza, mal acaba, por lo general. Eso si no somos gitanos, como Rafael de Paula que estuvo en el 7 con un sombrero y una toalla al cuello. Por ver si veía a Morante. Y lo vio, para mí que el diestro gitano de Jerez se fue contento con esos lances con el capote al quinto, y esos muletazos de gusto y esos doblones. Yo también me doy por satisfecho. Claro que justifican una corrida entera. De lo que hacen otros no se acuerda ni su familia. De Padilla mejor no hablar, el hombre hace lo que puede, y de Castella pues más de lo mismo. Y de los toros qué decir: que fue una corrida remendada dentro del secretismo de siempre. La Autoridad no dice una palabra, ni está ni se le espera, como si estuviéramos cuarenta o cincuenta años atrás, cuando la de Beneficencia la presidía el Caudillo. En Sevilla al menos se ha implantado la democracia: la autoridad informa al segundo de cada reconocimiento, via SMS a todos los medios, de los toros reconocidos y de los rechazados y las causas de ello. No se puede hacer esto en todas partes? Que estamos en el siglo XXI, ya se ha inventado la democracia y los aficionados y el público en general se merecen un respeto. Vamos, digo yo.

El País

Por Antonio Lorca. Contubernio contra la fiesta

Lo curioso es que la cosa empezó bien; la plaza, de bote en bote, ambientazo de corrida de lujo, tarde soleada, concentración de representantes de la vida económica y social, con la Infanta Elena a la cabeza, a la que, por cierto, los tres espadas brindaron uno de sus toros; los dos primeros, directamente, y Castella, porque el último se lo brindó a todos los espectadores, y, claro, quieras que no, la señora estaba entre ellos. Acabado el paseíllo, Juan José Padilla salió a los medios para agradecer la cariñosa ovación el público le dedicó por su vuelta a esta plaza. En fin, que la corrida comenzaba con los mejores augurios.

Pero, amigo, salió el primer toro, astifino y de bella estampa, y lo recibió el jerezano con cuatro estimables verónicas y dos delantales de mejor factura; cuando lo llevaba al caballo con un garboso galleo por chicuelinas, el animal se arrodilla dos veces y canta a los cuatro vientos su invalidez.

Y ahí se acabó la corrida. Y quedó claro que estaba todo tan cogido con alfileres que toda la tarde se vino abajo como un castillo de naipes. A partir de entonces, el festejo fue una desvergüenza, un fraude, una tomadura de pelo, un engaño… Porque quedó patente que esta corrida, que se vende como la más importante del año, era una conjura contra la fiesta de los toros.

Alguien con mala fe o por omisión quiere acabar con el espectáculo taurino; y pretende alcanzar su objetivo echando a la gente de las plazas, maltratándolas, machacándolas con peñazos insoportables como el de ayer. De lo contrario, no se entiende, por ejemplo, que la ganadería titular no fuera capaz de lidiar una corrida completa. ¿Acaso no sabe hace meses el ganadero que debe tener toros para esta fecha tan señalada? No cabe en cabeza humana que, al final, solo se aprobaran cuatro, y ninguno de ellos luciera el trapío para la corrida más importante de la temporada.

Esta es una realidad que solo puede ser comprendida a la luz de un complot contra la fiesta; de lo contrario, es impensable que una corrida remendada y de tan feas hechuras saliera ayer al ruedo de las Ventas.

Morante no quiso irse de vacío y se arrebató en el quinto en el toreo a la verónica, desigual y garboso. Por cierto, corrida de lujo sobre el papel, pero recortada en extremo. La Comunidad de Madrid se limitó en encargar a Luis Francisco Esplá el diseño del cartel del festejo y a pintar de rojo -normalmente, son de color blanco- las rayas del tercio. Ni las banderillas eran de las llamadas de lujo, como en otras ocasiones.

Y todo lo que vino después fue un completo despropósito. Ni hubo toros, ni hubo toreros, ni un momento siquiera para el buen sabor de boca a pesar de las aparentes ganas de Morante ante el quinto, y el festejo dio la impresión de que duró una eternidad por su espesura, su falta de contenido, su vulgaridad…

Volvió Juan José Padilla y no dijo ni pío. Le tocó en suerte el más noble de la corrida, el primero de la tarde, tan debilucho como noble, y el torero se limitó a darle muchos pases y a no decir nada; quizá, porque debía llevar la muleta a media altura, quizá por su personal superficialidad, lo cierto es que todo transcurrió entre un aburrido silencio.

No quiso poner banderillas al cuarto -hizo bien porque las puso en el primero de manera tosca y desacertada-, pero se empeñó en hacer una faena larga, anodina, sin fundamento alguno, con una voltereta incluida que le pudo costar un disgusto, y un mal rato para matar al desclasado animal, de tal modo que escuchó dos avisos.

Morante no quiso ver al segundo porque es que no tenía nada que ver. Era una birria de toro, y el artista se lo quitó de encima sin más dilación. Pero no quería irse de vacío y se arrebató con el quinto, al que esperó sentado en el estribo, y dibujó dos estimables verónicas, primero, otros dos después y dos medias con la marca de la casa. Lo intentó en un quite con otras tres, la última de ellas, templadísima, al ritmo lento, lento, de la embestida del animal. Muleta en mano, se sintió molesto cuando escuchó gritos de desaprobación procedentes del tendido 7, que le pedían con razón que toreara hacia los adentros. Pidió respeto con la mirada, y se esmeró en tres derechazos y uno de pecho de buena factura, tras lo cual volvió a mirar hacia los exigentes con un gesto de desafío. Pero no hubo más. No era el toro soñado por Morante, se dobló por bajo con elegancia y pasó un quinario para mandarlo a la eternidad.

Y Castella pasó sin pena ni gloria. Con actitud de desgana y desinterés se mostró ante el tercero, un inválido que el presidente mantuvo en el ruedo contra toda lógica, y sin mando e inconsistente con el encastado sexto, que repitió sus embestidas mientras el torero intentaba sin éxito acompañarla con donosura. Comenzó, como suele hacer, con pases cambiados por la espalda en el centro del ruedo; hasta tres enjaretó y cerró la tanda con uno de pecho y una trincherilla; pero no hubo más.

Total, que acabó la corrida más importante del año convertida en un pestiñazo insoportable. Otra vez, el toro basura que exigen las figuras, esas figuras que participan por acción u omisión en un claro contubernio contra la fiesta.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Seis lances de Morante en medio de la decepción

Un formidable, absurdo y chapucero lío de corrales se vivió en las horas previas de la corrida señera de la temporada de Madrid. Nadie se cree que Valdefresno no tenga seis toros para Las Ventas en mayo. Se vieron muchos y los que quedaron por ver. Nicolás Fraile tiene no para una, sino para dos y tres corridas de Madrid. Pregúntenle a Antonio Barrera, apoderado de Morante de la Puebla… Lo que no consiga José Antonio Morante Camacho. Las rayas rojas pintadas este miércoles también; el ruedo liso como el desierto de sal de Utah.

Sonó el himno nacional para recibir a la Infanta Elena en el palco real. Acompañada del Ministro de Cultura, Ignacio Wert, y el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Gonzalez. La Beneficencia ya no es lo que era en Madrid. Ni adornos en las barreras, ni banderillas extraordinarias, ni la Comunidad responsable económicamente (ni de nada), ni Taurodelta por lo visto. Dejado el patio de la mano de Dios.

Juan José Padilla saludó una ovación por su regreso a Madrid después de su gravísimo percance de Zaragoza. Volvía a la Monumental directamente a Beneficencia, sin pasar por San Isidro. Sorteó uno de los remiendo de Victoriano del Río, largo, alto de cruz, castaño, armado y de generoso cuello para humillar como humilló. Padilla lo toreó con temple a la verónica, a medio compás y a pies juntos, antes de un torero recorte. Galleó por chicuelinas y pidió medirlo en el caballo. Las fuerzas estaban contadas en el buen toro. Banderilleó con especial relieve en un par de dentro afuera y otro al quiebro por los adentros. En la muleta se entendió poco con él, en la templanza y el sitio. Desde las inapropiadas dobladas hasta que gastó los 25 muletazos que tenía en sus líneas naturales.

El toro de Valdefresno para Morante se andaba en el límite, recortado y sin perfil. Agradable y manso sin humillar. Desde los lances genuflexo con el capote. Se durmió en el peto. Apenas le castigaron. Y el torero de La Puebla abrevió ante cosa tan andarina, deslucida y vacía. Cabreo general.

El toro de Castella contaba con más cara. Pero de atrás estaba listo de papeles, desriñonado y sin remate ni tracción. Ni poder, obviamente. Arreciaron las protestas con razón. El presidente lo mantuvo. El torero galo se justicó. Trató de romperlo hacia delante. No tenía el valdefresno mala condición, mas no le daba de sí ni el físico ni el fondo. Sebastián se entretuvo con él. Cuando sintió el acero en pinchazo hondo casi media huyó. Estuvo el torero rápido de reflejos para volver a pedir la espada ya con el aviso dado. No hubiera podido descabellar así. Estocada muy pasada y por fin el verduguillo.

El cuarto, muy largo, con más cuerpo que cara, volteó a Juan José Padilla muy avanzada la faena, metido el torero en un arrimón con el toro ya rajado. Fea la voltereta y la caída. Quedó el torero inerte a merced en una imagen dura al tratar de levantarse sin poder. El toro en su pacifismo se había dejado torear en la primera mitad de la faena con bondad. Padilla fue todo voluntad el hombre. Otras tardes más lucidas habrá; suyo fue el lote.

Morante se sentó en el estribo con el capote como anunciando el apocalipsis. Pronto con el capote para parar al quinto y dibujarle verónicas maravillosas e inconexas por su reposición. El toro siempre encima. La media verónica fue una fábula. Como otra a toro corrido en el platillo. Como el recorte para ponerlo en el caballo. No lo castigó en el caballo. Un quite a favor de querencia desprendió dos lances de primor. Los mejores. Y lo esperó sobre la mano derecha en la muleta. Bellos los redondos con la embestida pegajosa, siempre encima. Dos series en las que se descaró con la parte agria de la plaza. El valdefresno encima siempre; el pase de pecho sobre las piernas. Y se aburrió el bicho. Por la izquierda ni uno. Ni cambiándole de terrenos. Las dobladas finales a dos manos fueron lo más sabroso antes del mitin con la espada. Anduvo queriendo, resumen de tres tardes en Madrid…

Para colmo del esperpento, Rafael de Paula se levantó en el “7” a saludar. Creo que con la toalla todavía del hotel de Ronda.

Manseó el sexto, de Victoriano del Río, todo y más en una lidia profusa de capotazos. Picó bien Josele y banderilleó mejor Javier Ambel. Sebastián Castella brindó al público y se clavó en los medios para cambiarle el viaje en tres péndulos de valor. Sobre la mano derecha el toro iba, pero soltaba la cara. Por abajo lo quería todo, y cuando no sucedía surgía el enganchón. Una tanda muy encajado y el defecto se fue acrecentando cada vez con menos fondo y más enganchones. Se rajó el de Victoriano del Río pronto entre cabezazos.


madrid_050613.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:10 (editor externo)