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Plaza de Toros de Las Ventas

Lunes, 5 de junio de 2017

Corrida de Toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Dolores Aguirre serios, de juego variado, muy buenos 3º y 5º; complicados 1º y 4º.

Diestros:

Rafaelillo: de nazareno y oro. Estocada que hace guardia y descabello (silencio). En el cuarto, estocada (silencio).

Alberto Lamelas: de azul oscuro y oro. Estocada y dos descabellos. Aviso (palmas). En el quinto, pinchazo y estocada. Aviso (saludos).

Gómez del Pilar: de blanco y plata. Estocada. Aviso (oreja). En el sexto, cuatro pinchazos y descabello. Aviso (palmas de despedida).

Entrada: dos tercios de entrada

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1313448792084563

Video: https://twitter.com/toros/status/871817424579985412

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. El triunfo tiene un precio

De entrada, la corrida de Dolores Aguirre ni animó la taquilla -algo más de media plaza- ni ofreció el juego esperado; ni siquiera sobresalió por su presencia, ni por su pelea en los caballos -sueltos salieron del peto con excepción del tercero y el cuarto-, ni por su calidad en el último tercio, de modo que solo el tercero y el quinto se dejaron dar algunos muletazos. Se esperaba más, aunque solo fuera por su bien merecía fama o por la estela personalísima de su fallecida ganadera.

Rafaelillo, el más veterano y experimentado, está libre de toda culpa. No tuvo oponente para soñar, siquiera, con una tanda aseada. Le tocó un lote infumable e intoreable según los cánones de la tauromaquia actual. Se fajó con sobrada solvencia con su primero, un dechado de bronquedad y asperezas, que dedico el final de sus días a repartir cabezazos, tornillazos y derrotes. No tenía un pase. Pero Rafaelillo sorteó la manifiesta peligrosidad con recursos y esa técnica adquirida con sus condiciones personales y la dura experiencia de su trayectoria. Con ese complicado toro estuvo muy bien el banderillero José Mora, que colocó dos buenos pares jugándose el tipo de verdad.

Manso, rajado, sin clase y muy corto de embestida fue el cuarto, y Rafaelillo lo intentó por ambos lados sin encontrar la más mínima condición que le permitiera un atisbo de lucimiento.

Animosos estuvieron Lamelas y Gómez del Pilar. Ambos ofrecieron la impresión de que dieron de sí todo lo que llevan dentro; el problema, como casi siempre, es si esa donación es suficiente.

Lamelas se enfrentó, primero, a un toro descastado y soso al que le robó una aceptable tanda de naturales, y fue el quinto el que le permitió, sobre todo por el lado derecho, una faena de más a menos en la que sobresalieron dos buenas tandas de redondos que no acabaron de cuajar. Quiso decir algo, pero solo balbuceó. Sí se lució Juan Navazo con las banderillas.

Y el triunfador fue Gómez del Pilar, un torero que llegó en tierra de nadie y ha salido sin tener muy claro cuál será su terreno. Era su tarde -no tiene otra-, a los dos toros los recibió de rodillas en los medios y mostró una entrega incompleta. Cortó una oreja facilona al primero, -otra vez, el público bullanguero-, al que le hizo una faena decorosa y aseada, con momentos por el lado derecho con hondura y algo de apasionamiento; pero faltó rematar, pasar de los detalles a la esencia, y no lo hizo.

El sexto no era el toro soñado, pero era el que tenía para cambiar su destino. Comenzó con unos templados redondos y hubo poco más. Se alivió con la espada y todo se diluyó. No dio el esperado golpe de autoridad, que incluía jugarse la vida. El triunfo tiene un precio…

ABC

Por Andrés Amorós. Oreja a Gómez del Pilar con un gran toro en San Isidro

Vuelven a Las Ventas, después de siete años, los toros de Dolores Aguirre (los novillos volvieron, con éxito, el 1 de mayo): la primera vez, desde que murió la inolvidable ganadera. Por consejo –discutible– de su amigo Antonio Ordóñez, eligió el encaste Atanasio-Conde de la Corte, en el que ella tanto creía, pero que está tan alejado de las preferencias actuales. Los toros de esta tarde, serios, bien armados, han dado un juego desigual pero dos de ellos, tercero y quinto, excelentes, han renovado la esperanza en esta divisa, regida ahora, con el mismo criterio, por la hija de Dolores.

Grandes triunfos ha obtenido Rafaelillo con Miuras y Victorinos: domina la lidia «a la antigua», buscándoles las vueltas, algo hoy poco frecuente, que suele sorprender gratamente. Poca fortuna ha tenido en el sorteo. El primero es una verdadera alimaña: pega cabezazos, arreones, tornillazos. El diestro le da la lidia adecuada, que no es lucida; al comprobar que no va por los dos lados, machetea. (Se hiere con el descabello). Después del gran tercero, el cuarto nos hace concebir esperanzas que acaban fallando. Cumple bien en varas; casi salta al callejón, persiguiendo al banderillero; protesta a la salida de cada muletazo. Rafael se pelea con él con oficio, en medio de una división. En un arreón, le rompe la taleguilla. Mata bien. Otra tarde será…

El jienense Alberto Lamelas, que ha alcanzado triunfos en Francia, comparte el oficio de torero con el de taxista. El segundo es flojo pero manejable. Logra algunos naturales aceptables pero la faena se diluye: palmas a la voluntad. El quinto va a mejor, en la muleta: se la deja en la cara, ligando bien, hasta que la res se apaga. Mata con decisión, aunque tarde en caer.

A portagayola

El madrileño Noé Gómez del Pilar actuó en Las Ventas el Domingo de Ramos, con reses de Victorino (le impulsó su éxito, con esos toros, en la llamada «Corrida total» de Illescas). El tercero, «Burgalito», hace honor a la divisa: es encastado, humilla y transmite. El diestro va a portagayola, logra buenas verónicas, brinda a El Chano: liga derechazos suaves, de mano muy baja. El toro acaba queriendo irse a tablas pero todavía consigue unos buenos naturales: estocada y oreja. En el sexto, quiere redondear el triunfo, yendo otra vez a portagayola. El toro huye y el diestro aguanta, con mérito; no quiere caballo, espera en banderillas, bien lidiado por Carretero. Sin dudarle, Gómez del Pilar lo embarca bien, corre la mano, intenta ligar, aguanta parones: un trasteo notable, No llega a cortar la otra oreja que necesitaba pero deja muy buena impresión. No se equivocaba el sabio Victorino, que lo recomendó.

No ha sido una tarde redonda pero sí hemos visto dos grandes toros (con algún lunar). Los tres diestros han estado dignos. Gómez del Pilar ha aprovechado su oportunidad para «resucitar»; merece, sin duda, que se le den más oportunidades. Esperamos con ilusión volver a ver toros de Dolores Aguirre por las Ferias de España.

Posdata. Se acaban de cumplir ochenta años desde que Picasso concluyó el «Guernica», con su cabeza de toro, con el que el pintor se identifica. A la vez, en la madrileña Fundación Canal se ha inaugurado una exposición sobre la influencia que ejerce en él el Mediterráneo. Como señala en ABC Natividad Pulido, el núcleo mayor de la muestra es la Tauromaquia: litografías, cerámicas, retratos, hombres-toros, toros-ángeles voladores… El toro bravo estuvo siempre unido a la biografía de Picasso, desde la niñez, (conoció al mítico Cara-Ancha, mencionado por Antonio Machado) hasta que, en el exilio, ese animal significaba, para él, el mejor símbolo de su nostalgia de España.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Dos toros para honrar la memoria de Dolores Aguirre

Recordaba el programa de mano la esfinge adusta de Dolores Aguirre, la llorada Dama de Hierro del campo bravo, la ganadera de Bilbao, en el regreso de sus toros a San Isidro. Cuatro años después de su muerte y tras siete de ausencia -sin contar la novillada del último Día del Trabajo-, un doloresguirre pisó el ruedo de Las Ventas.Guindoso respondió a su nombre. La guinda del genio montaraz. Desde que Rafaelillo lo sometió genuflexo con el capote. Lanzaba derrotes de una violencia desatada desde la tremenda seriedad de su cara. Su expresión desprendía rayos. Le costó acudir al caballo. No quería nada. Todo a la defensiva. Collado lo sangró a modo. Ya en banderillas buscó el refugio de las tablas. A Rafael Rubio lo tuvo siempre a tiro en la muleta. Agresividad de manso resentido. Que no pasaba. Y cuando atacaba lo hacía con descompuesta saña. Le partió la madera de dos muletas. De la leña repartida. El matador de Murcia lo cazó con una estocada atravesada que asomó. Un golpe de descabello. Lo pasó mal incluso el puntillero.

En las antípodas de la seriedad de Guindoso, el escaso perfil del segundo. También de comportamiento, aun mansito. Su tranquito en banderillas. Como con intención de colocar la cara abajo con fijeza. Alberto Lamelas le planteó faena en terrenos demasiado abiertos y con destemplado trazo: en dos tandas en lugar de encelar al toro lo había desengañado y sus tibias condiciones desaparecieron. Ya no se prestó más. Y la faena se extendió sin argumento. Lejos quedó la larga cambiada del saludo.

A portagayola se fue Gómez del Pilar. A la larga cambiada le siguió otra en el tercio. Pero sobre ellas la plaza coreó una concatenación de verónicas bien voladas y compuestas. La pérdida del capote en el rebroche después de la media no evitó la ovación. Ya entonces Burgalito, tan hechurado, hacía las cosas con caro estilo. Sacó nota en el caballo. Entre vara y vara, contó como puyazo un duro volatín. Del Pilar brindó a El Chano y se puso pronto a torear. Sobre la mano derecha firme y con algún problemilla de colocación. En tres tandas ejecutó el toreo en redondo con clasicismo; en la cuarta, en oblicuo a tablas, el doloresaguirre acusó la situación. Como anunciando árnica. Cuando el torero presentó la izquierda tardíamente, volvió grupas. Dentro de las rayas y de uno en uno, todavía se dio. Un aviso previo a la estocada caída coronó la obra. Cayó también la oreja en extraña petición.

Escondía el enmorrillado, salpicado y hocicudo cuarto más correa de la que enseñaba. Como si se amagase antes de pegar la oleada. A Álvaro Oliver le persiguió casi hasta dentro del callejón. De tal modo apretaba el toro. Rafaelillo maldijo su suerte. Sin volver nunca la cara. Encajando los cambayazos por dentro. Un trago. La profesional resolución curtida en mil batallas evitó males mayores.

Como si hubiera oído una charla de Zidane en el descanso, Alberto Lamelas afrontó la lidia del quinto mucho más templado y dueño de la situación. Despacio corrió la mano derecha, esperando siempre el punto mirón del toro. Que, una vez superado, carecía de maldad pese a no terminar de humillar desde su altura. Bien el jiennense hasta que el enemigo asomó la bandera blanca. Y luego también en la búsqueda de la embestida que ya se soltaba de los engaños. Volvió a cerrar faena por manoletinas. Y con eficacia después de salir rebotado llevándose la espada en el primer envite.

Tragó ricino Gómez del Pilar de nuevo en la puerta de toriles. El último de Dolores Aguirre lo rodeó en viraje de tiburón en torno a la presa. Y ahí esperó el tipo hasta librar la larga cambiada. El zancudo y agalgado ejemplar de Aguirre se rebotó en el caballo, queriéndose quitar el palo. Le montaron el pollo al picador en tan difícil papeleta. En ese aire rebrincado pero con humillación transmitía el toro con raza en la muleta. La firmeza de Gómez cortocircuitaba. Como sin continuidad. Como si partiese las series cuando más parecía que había que gobernar, romper el molde de la correcta ortodoxia y romperse con la embestida. Hasta que Clavijero echó la persiana. Después vino ya el atasco con la espada. Y la sensación de que la memoria de Dolores Aguirre fue honrada sobradamente por su lote.

La Razón

Por Patricia Navarro. Gómez del Pilar corta una oreja a una de Dolores en son de paz

A la puñetera puerta de toriles se fue Gómez del Pilar en el tercero. Como si no costara. Como si no fuera a salir por ahí un toro de Dolores Aguirre con dos puñales infernales. Como si en esa espera el corazón no amagara con pararse. Cumplió en el caballo el toro y brindó a El Chano el torero madrileño. Tuvo ritmo el de Dolores después y aplomo el torero. Centradísimo con el animal, humillado el toro de veras, torazo bien hecho, con sus muchas cosas buenas, sobre todo por el pitón derecho, tersa la muleta, templada siempre, buscando el resquicio en el que encontrarse con el animal, se fue largo de tiempo, faltó continuidad en las tandas, y sonó un aviso antes de entrar a matar, pero entregó todo lo que tenía y un poco más. No son tardes fáciles con tan poco bagaje y demostró solvencia. Paseó un trofeo.

Sin prisas, midiendo los tiempos, los suyos y los del toro, que fue bueno, el sexto, de calidad y nobleza. No una corrida de Dolores al uso, salvo el lote de Rafaelillo que hizo pleno de peligrosidad. A Gómez del Pilar le vimos torero, centrado, tranquilo y con armonía. Cambiaba el rol a izquierdas, por dentro y sin querer pasar. La solvencia de Del Pilar no correspondía a su rodaje hasta que se topó con la espada.

Se agarraba al piso el primero, se cerraba en tablas, se cargaba de dudas el tiempo, el devenir de él, como si cada segundo venidero llegara con un interrogante. Para el torero, para el valiente de Rafaelillo. Nosotros espectadores expectantes. Acongojados por momentos. Dos velas portaba el de Dolores. Apretó en varas, esperó después en banderillas, y se cerró en tablas instantes antes de tomar la muleta Rafael Rubio, Rafaelillo. Había mucho percal ahí con el toro de Dolores. La muleta planchada le puso el murciano. No hay dolor ni miedo. Y el toro acudió incierto, y mirón, y con violencia. Lo lidió hábil y más con la espada, aunque se hizo daño con el descabello. El cuarto no vino a darle un tregua ni a redimirle las heridas. Fue duro en el último tercio. Violento y a la caza. De hecho en un descuido le hilvanó la taleguilla. No fue la tarde de la oportunidad para Rafaelillo, más bien la de salvar el tipo de milagro.

Pasaba en la muleta y con cierta largura el segundo que fue para Alberto Lamelas. Apuntó maneras, aunque la cosa duró poco, y perdió la transmisión. Pecado capital en esta plaza. Lo había recibido con una larga cambiada y se entregó en cuerpo y alma. No había más. Lo gozamos con el quinto. Plenitud del toro en las primeras tandas y las cuajó de qué manera Lamelas con la derecha. Templado, tirando del toro y con calidad en el toreo, pero al sentirse ganada la pelea, desistió de ella y antes de darnos cuenta, se rajó el toro. Siguió y antes de hundir la espada, unas manoletinas fueron la antesala. Fue una corrida, salvo el lote de Rafael, en son de paz, con mejores principios que finales.

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