Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_060516

Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 6 de mayo de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Valdefresno y uno de Frailes Mazas, el tercero (desiguales de presentación y juego).

Diestros:

Miguel Abellan: de nazareno y plata. Silencio y ovación tras aviso.

Daniel Luque: de azul marino y oro. Silencio y aplausos tras aviso.

Jimenez Fortes: de tabaco y oro. Silencio tras aviso en ambos.

Tiempo: lluvia cuando se lidiaban los toros tercero y sexto.

Entrada: tres cuartos de entrada

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Fortes, más allá de la resiliencia

Antes de que sonaran clarines y timbales para anunciar la salida del primer toro de la feria, surgió una voz popular en forma de cerrada ovación para recibir a Saúl Jiménez Fortes, que volvía a esta plaza después del cornalón en el cuello que sufrió el año pasado y que a punto estuvo de costarle la vida.

El torero salió del burladero con seria elegancia, se plantó en la raya de tercio, se desmonteró y agradeció al respetable su gesto de cariño. ¿Qué sentirá un torero en esos momentos? Le esperan dos toros en chiqueros que vienen a ser como una moneda al aire sobre su futuro, y resulta que la plaza le recuerda con la mejor intención imaginada el instante en que le vio las orejas a la muerte. Y el hombre rememorará, sin duda, aquella cogida, la entrada caliente del pitón, fugaz y certero, en la carne, como sorteó milagrosamente esa arteria o vena que riega el cerebro, la carrera hacia la enfermería, esa larga rehabilitación, otra cornada igual, meses después, en Vitigudino, y la vuelta a empezar. Y ahí está el torero, el hombre, el ser humano, disputando la vida a la mala suerte y con el ánimo presto para olvidar y conseguir el triunfo.

Así, Fortes, ayer, y cada día otros toreros se erigen en baluartes de valores que hacen del ser humano algo tan grande como inexplicable. El profesor López-Galiacho lo ha explicado muy bien en su libro ‘De frente, en corto y por derecho’, el toreo como escuela de vida: el miedo, la bravura, la excelencia, el esfuerzo, el sacrificio, la vocación, la pasión, la responsabilidad… Pero esa teoría se hizo ayer carne en la figura circunspecta de Fortes, un torero castigado que se revuelve cada día contra el infortunio y gana un peldaño más a un destino con deseos de amargarle los sueños.

Fortes volvió sano y salvo al hotel, pero no alcanzó el éxito; la verdad es que la mala corrida de Vadesfresno no se lo permitió. Ha ganado este torero en serenidad y aplomo por encima de un valor que no se le discute. Se le nota que la rehabilitación ha ido más allá de la curación de las heridas. Se le vio, pues, asentado, con la cabeza en funcionamiento, y buen trazo en las verónicas con las que recibió a su primero. Brindó, después, al público en justa correspondencia, pero el manso se refugió en tablas y Fortes no pudo más que mostrar voluntad. De peor condición fue el sexto -encima, llovió con intensidad para fastidiar la faena-, y el torero persiguió por todo el ruedo al deslucido animal, al que consiguió robarle muletazos sueltos. En fin, que no pudo ser, pero su gran triunfo, el más grande, fue su vuelta a la plaza, algo así como su reencuentro con la vida.

Sus compañeros no tuvieron mejor fortuna. Luque, por ejemplo, se mostró como un torero sobrado de técnica y conocimiento ante su desclasado primero, y se empeñó en ofrecer un recital de pegapasismo moderno en el anovillado quinto, que fue protestado por el público, lo que no impidió que el torero lo brindara al respetable. El toro no valía, pero tampoco pesó nada el toreo de Luque, anodino y superficial.

Y volvió a Las Ventas Miguel Abellán, le tocó el único toro que embistió, el cuarto, y lo desaprovechó con un toreo al hilo del pitón, despegado y la figura arqueada. Fue el toro mejor presentado de la tarde, que se dejó pegar en el caballo y llegó a la muleta con buen son. La primera tanda fue la mejor, templada y suave y hacía presagiar lo que, después, no llegó. Fue la suya una labor de más a menos, que es lo peor, y se vio con nitidez que Abellán ha perdido excelencia, pasión y confianza en su quehacer, de modo que su faena se fue diluyendo, acabó en unas inconvenientes manoletinas y la ovación supo a muy poco. El toro era de oreja, y el torero no se la cortó. Ahí está dicho todo. Muy voluntarioso se le vio ante el primero, otro animal sin calidad, que embistió con una apabullante sosería, lo que impidió que la faena levantara el vuelo.

La Razón

Por Ismael del Prado. Para empezar, una mansada

Rebasaba el reloj las siete apenas un puñado de segundos. Cielo gris, muy encapotado, más de Otoño que de mayo. La primera de tantas. De 31. Un mes completo de toros. Bendito maratón de ilusiones en busca de la gloria. Sueños para el desvelo. El bullicio habitual del paseíllo, roto por las palmas. Ovación de ley. Infalible justicia. Madrid y su memoria. Sacó a Fortes al tercio a saludar. Un año casi entero desde aquel fatídico día que se nos cortó la respiración con un pavorosa cornada en el cuello. Su reencuentro ayer con Madrid, cariño inicial a un lado, no pudo ser más frustrante. Se aquerenció desde las banderillas el tercero y sacarlo de ahí fue una quimera. Fortes puso todo el empeño de su parte, le dio todas las ventajas en esos terrenos que cortan el aliento, pero no hubo manera. Idéntico guión –hasta el diluvio que sólo asomó en sus dos toros– en el sexto, gazapón, al que consiguió sujetar en el tercio hasta que decidió pararse. El malagueño, por encima del peor lote de la tarde.

«Buscavisperas» fue el toro del Alfa. Vida y media hasta el Omega, allá por el 5 de junio. Serio y guapo el salpicado de Valdefresno. También tuvo nobleza. Poco más. No le sobró motor y nunca descolgó en las telas. Abellán porfió y le buscó las vueltas en una faena en la que predominó el toreo en redondo. Ése era el pitón bueno. Por la izquierda, protestó más. El madrileño, encajado, robó una tanda más rotunda, pero en esa estrecha línea que hace prender la mecha no brotó la chispa adecuada. Silencio. «Trasquito» fue el oasis de la tarde. El ansiado maná de la bravura. Un mastodonte cinqueño con mucha romana que tuvo nobleza, buen son y transmisión. Enclasadas embestidas que Abellán acompasó con dulzura en la primera mitad del trasteo. Relajado, por momentos. Supo dejarle siempre muy puesta la muleta para evitar que se aburriera. Hubo ligazón y ritmo. El tendido se metió en la faena, pero entonces sus cimientos se resquebrajaron. No hubo el acople inicial y la faena se diluyó. Buena estocada para despenarlo y ovación para toro y torero. Con la miel en los labios.

Se protestó al primero de Daniel Luque. Blandeó lo suyo en los primero tercios. Pero se vino arriba y sacó genio en la muleta. Mansito y reservón, embistió a traicioneros arreones y buscó el cobijo cerca de chiqueros en cuanto pudo. Luque trató de sujetarlo más allá del tercio, pero no hubo manera. Imposible. Las protestas en su primero se convirtieron en clamor en el quinto. Escurrido. Muy escurrido. Una raspa a pesar de los 551 kilos, que volvió a coger el mismo destino de sus hermanos: la querencia. Otro manso con movilidad que terminó acunado en tablas. Allí, Luque mandó y le arañó las tandas sin apenas perder pasos, pero también sin brillo por la escasa raza de su adversario que nunca se empleó. Nos relamimos con «Trasquito», pero, para empezar, una mansada.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Comienzo grisáceo de San Isidro

La Feria de San Isidro comenzó con una emocionante, merecida y reconfortante ovación del público de Las Ventas a Jiménez Fortes, quien en este ruedo estuvo a punto de perder la vida por una gravísima cornada en el cuello en el pasado serial. El malagueño, quien posteriormente sufrió otra todavía más grave en la misma zona en la plaza de Vitigudino es de esos toreros sumamente castigados, pero que no ha perdido un ápice de valor. El brillo de esas palmas que echaban humo contrastó con el cielo plúmbeo y lo que sucedió posteriormente en la arena, donde ni Fortes, ni tampoco sus compañeros Miguel Abellán ni Daniel Luque, consiguieron el éxito con una corrida de Valdefresno, dispar en presentación, marcada por la mansedumbre y la falta de entrega, que decepcionó en toda regla.

Miguel Abellán no aprovechó el mejor lote del mal encierro. El toro que abrió plaza, con buenas hechuras, flojísimo, derrochó nobleza. El madrileño lo recibió con una larga cambiada de rodillas junto a tablas y logró una única serie diestra intensa, en los tercios, con muletazos templados.

El gigantón cuarto, a diez kilos de los 600, cinqueño, hondo y enmorrillado, desarrolló como mejor virtud la nobleza. El diestro concretó una labor de más a menos. Tras dos buenas tandas con la derecha -una de ellas con ligazón- la faena se desinfló cuando quiso torear al natural. Cerró el trasteo con algunos enganchones y unas manoletinas vulgares.

Daniel Luque, con actitud encomiable, intentó hacer las cosas bien ante un lote manso. Ante el segundo, montado, que se metía por dentro y comprometió en varias ocasiones al diestro, con alguna colada de infarto, destacó en una buena tanda diestra. La faena no llegó a cobrar la altura deseada por un público que silenció la labor.

El quinto, altote, estrecho y al que le faltaba cuajo, fue protestado de salida. Luque, en una labor muy larga, robó en esta ocasión pases templados por ambos pitones a un toro sin entrega y que se entableró pronto. El torero cerró con unas luquecinas con el toro sin querer acometer.

Fortes, quien lidió sus dos astados bajo la lluvia, apenas tuvo opción al lucimiento artístico. Con el tercero, un ejemplar montado y sin cuello, que acometió rebrincado y salía huyendo de las suertes, apenas pudo plasmar unos buenos ayudados a media altura en el comienzo de una labor que de inmediato tuvo que continuar junto a tablas, robando los muletazos, con un fallero por la espalda y entrando a matar con el toro al hilo de las tablas.

El que cerró plaza, bajo, con movilidad, buscó los tableros muy pronto y allí Fortes se esforzó por dar pases y más pases con el toro topando.

El comienzo de la Feria de San Isidro, sin duda, más allá del cielo cárdeno oscuro que se cernía sobre Las Ventas, resultó grisáceo por lo sucedido su ruedo.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La sorprendente historia de “Trasquito”

Lo bautizaron en diminutivo como una broma de pila bautismal. “Trasquito” se llamaba el tremebundo y cinqueño cuarto toro de Valdefresno. Para tapar bocas. Un cuajo de peso pesado y el morrillo de Tyson. Un bestia acarnerada de 590 kilos y una badana como la quilla de un buque. A “Trasquito” lo picaron en la querencia. Fue huido de la contra y luego en la contra se dejó pegar otra vara sin gana. Los de plata, en esta ocasión de azabache todos, pasaron sus fatiguitas con la mole y su alzada a la espera en banderillas. Pues “Trasquito” se puso a embestir en la muleta de Miguel Abellán con afán de cogerla por abajo. Una sorpresa que sólo esa posición de mantener el hocico oteando el horizonte podía hacer sospechar. Abellán le hilvanó tres o cuatro series a su nobleza. A Abellán le gritaban eso de «¡ponte derecho!» Pero si se ponía derecho no cabía el toro en la dimensión de su brazo y su muleta. Cuestión de física más que de tauromaquia. Cambió la mano MA. “Trasquito” se lo pensó y ya nada fue igual incluso cuando le propuso continuar el pacto por la derecha. Aquellas tres o cuatro series de redondos en línea habían sido la sorprendente historia de “Trasquito” y su porte de museo de Ciencias Naturales. Miguel Abellán lo mató de una estocada y un golpe de descabello. Hubo quienes pidieron la oreja de “Trasquito” para el veterano torero de Madrid, y no era eso, y hubo quienes le pitaron, y tampoco estaban siendo justos. Miguel había cumplido con el mejor lote y ya.

Porque el toro que estrenó la feria y rompió plaza también puntuó con matices en la mansita y pacífica corrida de Valdefresno. Miguel Abellán libró una larga cambiada de rodillas como saludo. De contado poder y escaso recorrido fue en la muleta. Sin finales. Hasta ese final no existente humillaba con obediencia. Uno quería imaginar qué hubiera hecho en ese último tramo fantasma, si echar la cara arriba como en caballo y banderillas o mantener el aliento cosido a los flecos. Cinco tandas de derechazos se sudecieron clonadas. No se recordará ninguno y sin embargo Abellán resolvió con aseo y soltando al toro donde pedía no seguir. “Buscavísperas” se desentendió de la izquierda y Miguel le despidió por manoletinas de andar por casa.

En las antípodas del sorteo, Fortes. Todo lo que se llevó fue la cariñosa ovación de su regreso a Madrid. El recuerdo de la terrible cornada en el cuello de hace un año no se borra. Y la de Vitigudino tampoco. Saúl se ha quitado el Jiménez de los carteles y se ha quedado en Fortes. A secas. El cambio no le ha cambiado la suerte de 2016 y le sigue sin embestir un toro. Los dos que hubo en su mano fueron mansos entre los mansos, los más deslucidos. Y llovió como en ningún otro turno. Increíble. El bruto herrado con el fuego de Fraile Mazas apenas sirvió para que esbozase algún lance y una buena media y algún derechazo intuido entre los rebrincos del toro que pronto se quiso ir. Lo que si estuvo en manos de Fortes es estar pelín menos denso ya a causa perdida en tablas. Los tendidos empezaron a encabritarse como el mulo arrastrado. El último también se refugió en tablas y Fortes volvió a encasquillarse con los aceros. Diluviaba.

A Daniel Luque se le cruzó el toro con el capote y ya lo tuvo atravesado y por dentro toda la lidia. Un toro sin celo, siempre apoyado en las manos, que atacaba de sopetón. O a Luque le cogía siempre de sorpresa. No hubo ni clase ni guerra en sus embestidas, y cuando se rajó fue como un epílogo previsible.

Luego el quinto se asemejó a una tabla de planchar. Por contraste con el sorprendente Trasquito y no solamente. La cara tan lavada acentuaba sus estrechas hechuras. Daniel Luque lo brindó y le dio distancia. La inercia ayudaba a viajar la osamenta del valdefresno. La inercia no más. Sin ella no terminaba de irse de la muleta. Y por la altura tampoco de descolgar. Luque aprovechó su bondad para querer recordar con la zurda lo que un día prometió. Una vez rajadito el animal apuró afanoso las querencias en los terrenos de sol. Sobraron las luquecinas, que además le quedaron trapaceras.


Madrid Temporada 2016.

madrid_060516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)