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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles , 6 de junio de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Toros de Alcurrucén nobles pero violentos y de poco juego en líneas generales a excepción del sexto - (violento el primero, deslucido el segundo, con transmisión el tercero, flojo el cuarto, parado el quinto y a menos el sexto)

Diestros:

Antonio Ferrera: de sangre de toro y oro. Estocada atravesada y dos descabellos. Dos avisos (saludos). En el cuarto, dos pinchazos, estocada baja y cuatro descabellos. Aviso (silencio).

Miguel Ángel Perera: de gris perla y oro. Metisaca, estocada pasada y rinconera y cinco descabellos. Aviso (silencio). En el quinto, estocada atravesada y cuatro descabellos. Aviso (silencio).

Ginés Marín: de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio)

Entrada: 23289 espectadores

Imágenes: https://t.co/ETeqZNbB9u

Video: https://twitter.com/i/status/1004455944653328385

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Oreja para Ginés Marín en una Beneficencia gris

La terna de extremeños que conformaron el cartel de la corrida más importante del año no sucumbió a las expectativas, por culpa del manso encierro de Alcurrucén. S.M el Rey Don Juan Carlos siguió el festejo desde el Palco Real.

Con el cáliz de acontecimiento la Corrida Extraordinaria de Beneficencia, acabó como el rosario de la aurora. El devenir de la feria ya intuía lo que guardaba este festejo que año tras año la Monarquía honra con su presencia. En esta ocasión S.M el Rey Emérito D. Juan Carlos, acompañada de su hermana Dña. Pilar de Borbón y de la Infanta Elena, presidían la corrida más importante del año en Las Ventas, con un cartel con pleno de extremeños, y una la divisa toledana de Alcurrucén que ha cosechado uno de los mejores toros del serial - “Licenciado”, y que para la ocasión se estrelló con un primitivo envío manso, blando y de poco juego, en la que algunos ejemplares como el primero resultaron violentos. Antes del inicio del paseíllo nos enterábamos de la aterradora noticia del nuevo Ministro de Cultura, Máxim Huerta; consabido antitaurino en potencia. ¡Menudo tropa!

Tan sólo Ginés Marín con una raquítica oreja fue capaz de poner algo de cordura en una tarde de lleno en los tendidos, y que lo de mayor bagaje llegó con el noble tercero que acudió con alegría al caballo montado por su padre que obsequió con un buen tercio. Es de agradecer, cuando las cosas se hacen con categoría. Ferrera, quitó por portentosas chicuelinas cerrando con una media, y Marín brindó a S.M una labor que comenzó por abajo, y que mantuvo la seguridad y el acople de principio a fin, toreando de cara a la galería, redondeada por vistoso remates, y cerrando la actuación por unas ajustadas manoletinas con las que arrampló una oreja muy barata. Quiso repetir el triunfo con el sexto, un manso que pasó por alto en el caballo, y que la cuadrilla realizó un lamentable tercio dejándolas a toro pasado. “Cochero” acudió a media altura y careció de clase. Con esos mimbres Marín abusó del pico, concluyendo todos los pases desplazando al toro del embroque, devolviendo la orejita y yéndose sin decir ni pío.

La presencia de Antonio Ferrera no se entendió en una corrida de postín, como la de Beneficencia. Ferrera, un obrero del toreo en una tarde de campanillas. La antítesis de la Fiesta, hizo honor una vez más a su pobre aportación. No se acopló al primero un toro que sembró el caos en los primeros tercios, y que a punto estuvo de herir a Montoliú en la brega. “Barberón” fue un marrajo de los que piden el carnet, malo y complicado, violentaba la mirada de un Ferrera no apto a estas alturas, para estas lides. Todo muy académico, guardó las distancias y le encajó un ramillete de templados naturales de uno en uno sobre el pitón izquierdo. Hizo un esfuerzo sobreponiéndose a la adversidad del toro, saludando una ovación tras sonar dos avisos. Por alto pasó en el cuarto, otro toro que se defendió pegando tornillazos, y que no le permitió lucimientos personales. Lo intentó pero abrevió entre el desidia, volviendo a dar el consabido sainete con los aceros. Tan paz lleves…

Miguel Ángel Perera regresaba al cartel de Beneficencia y aburrió a las ovejas, empeñado en dos faenas largas y espesas. El segundo no transmitió nada, y dejó una labor sin ninguna creatividad. El quinto - que brindó al público - dejó otra labor vacía sin encontrar respuesta. Se llevó dos silencios como dos soles.

El País

Por Antonio Lorca. Dónde está el Rey

Porque no hay aficionados sabios, comprometidos y exigentes, y lo que abunda es un público pasajero, generoso, bienpensante y aplaudidor… Quizá por eso, el Rey Felipe VI se pudo permitir el lujo de dar una bofetada sin manos a la fiesta de los toros, y dejar que su padre lo representara en la corrida de Beneficencia, la más importante del año. Pero su ausencia ayer en Las Ventas no tiene justificación posible para un aficionado cabal.

¿Dónde está el Rey? ¿Por qué este desaire a la fiesta de los toros, patrimonio cultural de este país, con la que comulgan millones de españoles a los que él representa?

Es verdad que ser aficionado a la fiesta en estos tiempos que corren no está bien visto, no es políticamente correcto, pero el Rey sabe que con este espectáculo se emociona gente de toda condición política, económica, social y cultural, monárquicos y republicanos, progresistas y conservadores, creyentes, ateos y agnósticos, ricos y pobres, madrileños y de provincias,… y todos merecen el respeto de Su Majestad, de quien no esperan más que un gesto de apoyo entre tanto ataque desmedido.

Nada se le exige más allá de su presencia. Acudir a la Beneficencia es un detalle de buen gusto que marca la tradición; y su ausencia, en consecuencia, una descortesía.

Es intrascendente si al Rey y a su entorno le gustan o no los toros; lo importante es estar en cada momento donde hay que estar. Y, ayer, el jefe de estado debía estar en el palco real de la plaza de Las Ventas.

Estuvo su padre, don Juan Carlos, y recibió el respeto y el cariño de miles de personas agradecidas.

Claro, que Felipe VI no se perdió gran cosa. Bueno, quizá hubiera podido aprovechar para recomendar a la autoridad el cese inmediato de los equipos presidenciales que van de mitin en mitin tarde tras tarde. Ayer, por ejemplo, el usía concedió una oreja a Ginés Marín que, claramente, no solicitó la mayoría ni el torero mereció.

Por lo demás, la corrida fue un pestiño. Los toros de Alcurrucén colaboraron a ello con su manifiesta mansedumbre, falta de casta y sosería, pero los protagonistas principales del tostón fueron tres figuras, Ferrera, Perera y Marín, que no estuvieron, ni de lejos, a la altura de ocasión tan importante.

Y el mejor de todos fue el más joven, que se gustó en dos aceptables verónicas al recibir a su primero, las repitió en un quite y le contestó Ferrera con tres chicuelinas con las manos bajas. Marín tuvo detalles -desprende gusto y torería en sus andares por el ruedo-, pero nada redondeó ante un toro noble y con cierta movilidad. A pesar de ello, el presidente se mostró dadivoso. Soso fue también el sexto, dio el torero muchos pases, y no emocionó con ninguno. Si motivo aparente –un toro siempre es un toro- la cuadrilla pasó un trago de los malos en el tercio de banderillas.

Después de dos avisos, Ferrera salió a saludar al tercio. Ese gesto lo dice todo. Manso y fiero -dificultoso, pues- era su primero, y por allí anduvo el torero despegado, sin apreturas, y solo consiguió interesar en una tanda de naturales con sabor. No hubo más.

Nada relevante ante el cuarto, deslucido y poco propicio para el triunfo. Pero otra vez fracasó en exceso con la espada. Como no lo aplaudieron, no salió a saludar.

Tampoco tuvo su tarde Perera, aburrido y desabrido ante el segundo, un toro soso y de corto viaje. Intentó esmerarse ante el cuarto, de mejor condición, pero al torero se le vio preso de monotonía y carente de imaginación. Cómo sería el asunto que hasta Curro Javier, un maestro vestido de plata, se contagió y firmó una tarde manifiestamente mejorable.

Los tres tienen condición de figura, y a los tres se les debe exigir en función de tal categoría. Por lo que se vio ayer, en cuanto no se encuentran con el toro de carril, se limitan a dar pases y más pases y aburren a las ovejas.

Por cierto, ¿dónde estará el Rey?

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Ferrera y la emoción de un manso encastado

Las Ventas sintió la presencia del Rey Don Juan Carlos en el corazón. La ovación unánime y cerrada trepó por los tendidos hasta el Palco Real. Al son del Himno de España, la plaza en pie. La emoción sentimental dio paso a una emoción bárbara. La que trajo un manso encastado de Alcurrucén. Muy serio y hondo. Frenado en el capote de Antonio Ferrera y asustadizo, se emplazó. Y en cuanto vio al picador que asomaba por el portón de cuadrillas atacó. Se rebotó en el peto, se escupió. Como también en el caballo que con inteligencia lidiadora movió Ferrera a los terrenos del “6”. No había modo. Un nuevo intento en la mismísima querencia. Y ahí derribó. En el impás del caos momentáneo, el toro atropelló a Montoliu. Que se cruzó sin sacarle los brazos ni sacárselo de encima. Puso orden AF con un quite poderosísimo, en posición de brega, abrochado con una hermosa media verónica. Palpitaba la inquietud del misterio en el ambiente.

Antonio Ferrera en territorio del “2” tanteó brevemente y ofreció la izquierda. El toro se estiró con una fuerza asombrosa. Tanto como la humillación. Los naturales causaron el temblor de la sorpresa. Como el modo de perseguir la muleta. Exigía el alcurrucén una enormidad. La tela arrastras. Que no siempre fue. Había que estar ahí con ese torrente. Y Ferrera estaba. Valiente la apuesta. No total. La embestida por el derecho no descolgaba igual ni del mismo modo. El cambio de mano conectó de nuevo. Y el veterano extremeño propuso su zurda otra vez. Natural el encaje del torero, a los vuelos; “Barberón” se entregaba más por abajo aún. Ya en chiqueros la faena. De pronto, el recuerdo de otras obras magistrales en esos terrenos: Capea o Domínguez como autores. No surgía esa sensación. Loable lo de Antonio. Pero el toro en su pitón izquierdo, en su sorpresa, en lo no presentido, lleva una gloria tremenda. La estocada atravesada y suelta no trajo la muerte, sino dos avisos por la demora del descabello. Y la posibilidad de la oreja se evaporó.

Esa que cayó para Ginés Marín. La que portaba un toro de divinas hechuras en su templada calidad. Ginés lo toreó a la verónica con la varita que le ha dado Dios con el capote. Y todavía mejor en el quite. Entre los puyazos soberanos del padre: Guillermo Marín picó como los grandes del castoreño. Antonio Ferrera se enroscó la embestida divina por chicuelinas. Directamente desde el peto. El toro hacía el avión. Ginés cumplimentó al Rey como sus compañeros y paisanos. Era la corrida de la Beneficencia como podía ser la de Extremadura. Y floreó un prólogo de faena con el reverso de la muleta. El pase de las flores entre ellos. Toreó bonito y fácil en su derecha. Y con mayor expresión al natural. Que nace de una colocación semienfrontilada. Más pura. Cuando el toro anunció que carecería de final. Gastadito el fondo. Pero qué veinte muletazos tuvo. Apuró la joven promesa por apretadas bernadinas. Un pinchazo antes de la estocada no enfrió la plaza. Y el presidente asomó su pañuelo con cierta desgana y tibia pereza. Esa que contagiaba el trofeo.

No había sucedido nada con la nobleza apagada del bajo tercero. Qué armonía de hechuras traía la corrida Ae Alcurrucén. Miguel Ángel Perera lo trató con templada esterilidad en lo que duró. Apenas nada. Un trago amargo fue el colorado cuarto. Duro de pelar. Topaba con agresividad, agarrado al piso. El sordo esfuerzo de Antonio Ferrera acabó mal con el acero. Y se arrastró el garbanzo negro.

Es difícil una brega o lidia más embarullada que la que se le hizo al quinto. Una pintura. Llegó a parecer un barrabás sin serlo. Se vio cuando Perera agarró la muleta. Suave por alto. A su humillada bondad le faltaron finales. Bravura para sostenerla hasta el último tramo. Aunque por momentos MAP desde su firmeza le dio el ritmo del que carecía. Mas todo en un tono átono. Muy plano. Quizá tedioso. Que fue a menos según perdía el celo. Y abandonaba los muletazos a su bola. Otro aviso sonó -tras estocada atravesada- con el descabello. Y así a lo tonto ya sumaban cinco en la tarde.

El último de Alcurrucén rompía por arriba la linda presentación. Tampoco nada estridente. Motor más que estilo en el toro. Transmisión y más movilidad que entrega. Ginés jugó con las inercias. Fibra en el aire ligero. Un guirigay en los tendidos revoltosos por la abierta colocación. La embestida también se soltaba. Otra vez el calado mayor en su izquierda. Para sentir entre abierta la Puerta Grande, la cosa se quedó corta.

ABC

Por Andrés Amorós. Facilidad y estética de Ginés Marín en la corrrida de Beneficencia

Preside desde el palco real la corrida de la Beneficencia Don Juan Carlos, acompañado por Doña Pilar y la Infanta Elena, junto al Presidente de la Comunidad madrileña (en un burladero, la presencia el de Extremadura).

Se anuncian por segunda vez reses de Alcurrucén, que ya ha lidiado, esta feria, un muy buen “Segoviano” y un excelente “Licenciado”. Esta tarde, varios salen abantos, como suele pasar en su encaste; luego, algunos sacan buena casta. Destacan primero y último pero ninguno llega al nivel sobresaliente.

La terna es totalmente extremeña, con tres diestros de primera fila. (También son paisanos suyos Talavante y Garrido: Extremadura está, ahora mismo, a la cabeza). Recuerdo el titulo del magnífico escritor don Pedro Muñoz Seca: “Los extremeños se tocan”. Sólo Ginés Marín corta un trofeo en el tercero, después de una bonita faena.

Antonio Ferrera no ha ido “degenerando”, como el banderillero de Juan Belmonte que llegó a Gobernador Civil y Jefe provincial del Movimiento, sino todo lo contrario. Ya no es el diestro atlético de antes sino un lidiador clásico, al que vemos con gran interés. El primero huye a chiqueros, donde derriba de modo espectacular, yendo de uno al otro caballo. Antonio lo deja en el terreno que el toro ha elegido, como propugnaba Marcial Lalanda: entre las rayas, cerca de chiqueros. Allí se desarrollará toda la faena. Sin preparativos, el diestro se echa la mano a la izquierda, el toro repite y los naturales transmiten emoción. En uno de pecho, el toro lo empuja y lo persigue. Una faena de mérito, de lidiador, más que estética. Logra una buena estocada pero el toro se resiste a caer y suenan dos avisos. El cuarto sale muy suelto, lo pican poco; se viene fuerte, en banderillas. En la muleta, derrota por alto, queda corto y embiste rebrincado. Es, sin duda, el peor de la tarde. Cuando ve que no hay nada que hacer, Ferrera machetea: lo que corresponde. No mata bien. Anoto en su haber un estupendo quite, sacando al toro del caballo toreando, como hacía Gallito y ahora ha recuperado este diestro.

Miguel Ángel Perera no tuvo fortuna con los toros de Victoriano del Río, el día 23. Tampoco la tiene esta tarde. En el segundo, manso y soso, se luce Ambel, en banderillas. Perera es fiel a su estilo de firmeza pero alarga un trasteo que no remonta. Es diestro poderoso pero le falta ductilidad para cambiar, según las condiciones del toro. Resume mi vecino toledano: “Es de piñón fijo”. El quinto es un “Gaitero”, pero no como los grandes de la música celta o nuestro Hevia, sino que alarga la “gaita” (en términos taurinos, el cuello). Se frena, mansea, huye. Con este toro, sorprende el brindis de Miguel Ángel al público. Perera se clava como un poste y aguanta, impávido: tira bien del toro, que no saca mal fondo. Me comenta Santiago: “ Tiene un estilo muy seco, sin adornos”. LLeva razón. Algún enganchón desluce la faena, que se prolonga inútilmente.

Ginés Marín mostró serenidad y disposición en la corrida de la Cultura, el 24 de mayo. Desde el comienzo de su carrera, he visto en él cualidades notables. Une la facilidad, como lidiador, con una estética que entra por los ojos. En el tercero, recibe una gran ovación el picador Guillermo Marín, su padre: todo queda en casa. Ginés ha dibujado un par de verónicas con gusto. Encadena bonitos muletazo por los dos lados, luce su variedad en los remates: un farol, trincherillas; en un momento de apuro, sale del trance con un molinete. Está claro que piensa delante del toro , algo nada fácil, y que torea con gran soltura. Mata a la segunda y se concede la oreja, pedida por la mayoría (entre ellos, la Infanta Elena), aunque otros protestan. El último toro da pobre juego en varas y crea problemas a los banderilleros. LLamándolo de lejos, acude con fuerza: el diestro aguanta, en muletazos emocionantes. Por desgracia, el toro se apaga pronto. Ginés sólo puede lograr suaves naturales; al final, de frente, de uno en uno, al estilo sevillano. Pincha antes de la estocada. No ha repetido el triunfo del año pasado pero ha confirmado que tiene un futuro indudable

La Razón

Por Patricia Navarro. Una Beneficencia justiciera

Había en el ambiente algo extraño, raro. Más allá del color, de la mucha gente que quiso ir a la plaza, de la presencia del Rey emérito que vino a presidir el festejo junto a su hija la Infanta Elena, como forma parte de la tradición en esta Corrida de Beneficencia, había, hubo… un submundo, que pertenece a unos pocos y se apodera de unos muchos y que en verdad no procede. Y menos ya, en estos tiempos. Exigir unos mínimos, incluso unos máximos en una plaza como la de Madrid es encomiable, boicotear, reventar, ajusticiar al antojo una corrida de antemano no lo es. Por una cuestión, entre otras muchas, es tirar piedras sobre nuestro propio tejado, y a estas alturas, no hay tantos lujos que el sector se pueda permitir, más allá de exigir, con todos los derechos, la integridad y la lealtad hacia el espectáculo. No se trataba de eso ayer. Se lidió una corrida de Alcurrucén, muy bien presentada, con muchísimos matices, mucho que torear y, por cierto, dificultades infinitas para la cuadrilla. Ponerle las banderillas entraba dentro de la gesta a casi todos los toros. Ya el primero nos puso a cavilar nada más salir de toriles. Manseó en los primeros tercios en el intento de engañarnos. Transitó el toro a sus anchas por distintos tercios de la plaza. Hasta que llegó la hora de la verdad. El tú a tú. El solo con Antonio Ferrera. Y entonces, el de Alcurrucén y esa sangre Núñez que le corre por las venas y cada vez más extraordinaria en el campo bravo, cambió sus coordenadas, su destino, nuestros prejuicios. Se encaró con el torero. Se midió. Empezó el reto. Un reto para privilegiados, porque el toro espantó su mansedumbre para acudir al engaño del extremeño con casta, fiero. Por el derecho ya había mostrado y sobre todo en el capote de Montoliú donde se atravesó de lado a lado, complicaciones. Descolgó el toro por el izquierdo para viajar largo, era embestida profunda e importante con una virtud más que fue la duración. Ahí se fueron creciendo uno y otro en el camino del toreo que tiene infinidad de matices. Lástima que la espada se fuera demorando. Se defendió el cuarto con mala clase y exigiendo una barbaridad.

El tercero lo cantó todo, como si quisiera reeditar el triunfo de Ginés justo hace un año en esta misma plaza, cuando confirmó la alternativa. Disfrutó Marín con el capote y Ferrera no perdió el trance para hacer un buen quite por chicuelinas, de manos tan bajas. Fue su padre, Guillermo Marín, quien hizo un buen tercio de varas, antes de que Ginés se adornara en el comienzo de faena, preámbulo del toreo fundamental, del que había ganas. Se tomó sus tiempos el torero, después, tiempo para degustar al toro, encontrar el ritmo, el tempo, tranquilo, a gusto y ligado por ambas manos. Hubo un momento, muchas faenas lo tienen sólo que en unas son más evidente que en otras, en el que la faena se dispara o entra en punto neutro. Fue ahí, justo ahí. Cuando al toro le faltó finales, en esa buena condición que había mantenido, y a la faena esa chispa también para mantener un punto más. Supo poner fin en el momento idóneo y a pesar de que un pinchazo precedió a la estocada el trofeo fue unánime. En el sexto estaba la puerta grande. Y el boicot con los ojos cerrados. Esa faena daba la sensación de que era imposible con los ánimos, tan contagiosos, a la contra. Fue como un tren a la muleta de Ginés. Tuvo el de Alcurrucén movilidad y repetición, no se entregaba en el viaje, no humillaba, pero con esos mimbres había material para la faena. Buscó los resortes en la verticalidad y la suavidad el trazo. Intentó superar la contrariedad de los silbidos y remató una faena que acabó en poca cosa.

Solvente se mostró Perera con un segundo que tuvo nobleza pero no transmisión. Mala combinación si en esta coctelera añadimos que estamos en Madrid. Perera no se demoró en la faena, a pesar de que se le atravesó la espada. En el mismo hoyó encontró el hueco en el quinto. No tan maciza la faena al toro que tuvo nobleza, pero resultó irregular. Y así la labor del torero que no logró una estructura sólida. Y tampoco es que volara libre para expresarse. La tensión se respiraba. Era la tarde de Beneficencia y en algún lugar estaba escrito que había que quitar lo que esta gente se había ganado en este mismo ruedo. Qué país.

Madrid Temporada 2018.

madrid_060618.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)