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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles, 7 de junio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Rehuelga todos cinqueños, muy serios; bueno el 5º, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre; bravo el 3º; de notoria calidad el 6; y uno el 1º de San Martín parado.

Diestros:

Fernando Robleño: de grana y azabache. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el cuarto, estocada desprendida y seis descabellos. Aviso (silencio).

Alberto Aguilar: de rosa y oro. Pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, estocada desprendida (petición y saludos).

Pérez Mota: de tabaco y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada (palmas de despedida).

Incidencias: Parte médico de Alberto Aguilar. Contusión en muslo derecho con rotura de aponeurosis y músculo vasto interno

Entrada: dos tercios de entrada. 14.134 espectadores

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1315842715178504

Video: https://twitter.com/toros/status/872539865790939136

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Sorprendente corrida de Rehuelga

Doliente debe ser escuchar que la plaza ovaciona al toro que acabas de matar y tú, parapetado en el burladero, no quieres oír unos leves pitos que, aunque no lo desees, van dirigidos a ti.

Pero peor, mucho peor, debe ser que el presidente saque el pañuelo azul (“Que no quiero verlo, que no quiero verlo”) que ordena a los mulilleros que le den la vuelta al ruedo a tu toro, que pase delante de ti, con la solemnidad propia del caso y el aplauso emocionado de los tendidos, con las orejas colgando. Y tú miras, cierras los ojos y crees estar en un sueño. Cuando las mulillas desaparecen por el túnel del desolladero, unas leves palmas y el ánimo de los compañeros -pura compasión- te hacen abandonar a duras penas el burladero para responder al cariño elegante de algunos espectadores.

La primera experiencia la vivió Pérez Mota a la muerte de su primer toro; la segunda, Alberto Aguilar en el quinto, al que se le concedió el gran honor de la vuelta al ruedo.

¡Qué dramática y dura puede llegar a ser la fiesta de los toros…! Meses de duermevela, de entrenamiento diario, de sacrificio, de no tener vida en muchos casos; de ilusiones y sueños, también, cuando un torero se ve en los carteles de una feria tan importante, y que el día H, ese marcado a fuego en tu calendario más intimo, salga un toro embistiendo y tú no seas capaz de estar a su altura, y que la cabeza te dé vueltas y te agobies con la derecha y la zurda, y que no haya manera de encontrarle las vueltas a este toro que se está haciendo el amo de la situación, mientras yo me siento ridículo ante mí mismo. Duro debe ser; muy duro para un ser humano cargado de triunfos en su cabeza…

La corrida de Rehuelga, origen Santa Coloma, sorprendió a todos. Solo cinco toros aprobaron el examen veterinario, astifinos todos y cinqueños, y algunos con muchos kilos -608 el cuarto y 647 el quinto-, pero dieron un juego por encima de lo esperado, aunque pecaron de gotas de sosería. Mansearon en los caballos, aunque varios acudieron de largo a las cabalgaduras, y solo el quinto hizo una pelea de bravo auténtico; acudió tres veces desde los medios, y empujó con los riñones. Poca alegría demostró en el tercio de banderillas, y embistió largamente, con fijeza humillación y recorrido en el tercio final. No fue un toro completo -quizá, acusó el tercer puyazo- y le faltó regocijo en la embestida, pero derrochó nobleza y duración. Dobló las manos en varias ocasiones, aunque no dejó de obedecer al primer toque la muleta de su matador. Exagerado, en principio, el premio de la vuelta, aunque también se puede pensar que la mereció porque tuvo treinta muletazos, quizá más, para encumbrar a un torero.

Alberto Aguilar tuvo el gordo de la lotería en sus manos y no fue capaz –esa es la pura verdad- de comprarlo y alegrarse toda la vida. Era un toro para un torerazo, con mando en plaza, hondura y sentimiento. Era un toro para un torero con derrochadora personalidad, con ambición, con calidad excelsa, dueño de un toreo arrebatado y sublime.

Aguilar puso su alma en el empeño, y a quien da todo lo que tiene no se le puede exigir más. Fue una faena larga, por la derecha y la izquierda, pero su obra no acabó nunca de enganchar en los corazones del respetable, que había optado hacía tiempo por adoptar a su oponente. Unos ayudados por bajo finales, preñados de torería, y un largo pase de pecho fue lo mejor de su labor, insuficiente y muy lejos de lo que pedía el animal. Recibió un golpe en el muslo derecho en el inicio de la faena, que le produjo rotura de la aponeurosis y el músculo vasto interno.

Tampoco pudo destacar ante el segundo de la tarde, manso y noble, con el que solo se lució en una tanda con la mano diestra. En fin, que mejor no pensar en la noche que habrá pasado el torero; y algo más oscuro: lo empinada que se le pone la difícil cuesta de la temporada.

Otro lote de triunfo cayó en las manos de Pérez Mota, dos toros que debieron dejar sus orejas en el ruedo. Se movió mucho el tercero, con nobleza y un punto de sosería; se plantó el torero y algún muletazo tuvo cadencia y enjundia, pero resultó que era un espejismo. No entendió que el toro iba de largo y así lo reconoció el público, y recriminó al torero su falta de vista. Extraordinario fue en la muleta el sexto, y el torero no lo entendió; muletazos vacíos no era lo que merecía la calidad del toro. Otro hombre al que le que queda una profunda reflexión.

Tampoco se justificó Robleño ante el cuarto, sosón como todos, pero que no dejó de embestir con nobleza a una muleta despegada, tosca y hueca. El único que de verdad rechinó en toda la tarde fue el primero, y, en ese, Robleño se puso un poco pesado.

ABC

Por Andrés Amorós. Santacolomas de vuelta al ruedo en San Isidro

En la semana torista, lidia por primera vez toros en Las Ventas (ya lo había hecho con novillos) la ganadería de Rehuelga. Toma este nombre de la finca gaditana donde pastan los toros de Buendía, del encaste Santa Coloma, en su línea más pura. Fueron predilectos de Paco Camino; los lidiaron, con más de 50 años, Antoñete y Manolo Vázquez; las últimas figuras que los mataban fueron Capea, Robles, Ortega Cano… No han decepcionado, esta tarde. Al revés: grandes, serios, encastados, abiertos de pitones, han ido de largo al caballo, con alegría, y han embestido con nobleza. Se le da la vuelta al ruedo al quinto; igual de buenos o mejores han sido tercero y sexto. El conjunto, magnífico.

El primero, de San Martín, sale dormido; se lo piensa, paradito. El trasteo de Robleño es correcto pero la emoción, imposible. (La gente sigue hablando de sus cosas: gracias a Carmena, con los nuevos semáforos, se han resuelto todos sus problemas). El cuarto sale enterándose; se crece en el caballo; «mete la quinta, en banderillas» (dice Luis). Hay que provocarle la arrancada. La faena de Fernando no cuaja, todo queda en tablas, y falla con el descabello.

El segundo embiste con nobleza. Aguilar liga suaves derechazos; por la izquierda, el toro se queda más corto; pronto, se apaga. El quinto, «Liebre», con 647 kilos, abierto de pitones, recibido con una ovación, acude de largo tres veces al caballo (bien, Juan Carlos Sánchez). En la muleta, no para de embestir, encastadísimo; sólo al final logra Alberto cogerle el aire. El presidente concede al toro la vuelta al ruedo.

Un toro de escándalo El tercero, «Perlas Negras», aplaudido de salida, va al caballo galopando con alegría; embiste con gran temple. Pérez Mota se luce en algunos muletazos pero coge la espada cuando el toro todavía tenía faena y mata a la tercera, saliendo revolcado. Ha toreado con gusto pero el toro era de escándalo. El último, «Coquinero», humilla y repite: es el mejor de todos, para el torero. Logra Pérez Mota buenos naturales pero el público se ha puesto de parte del toro. Al final, ha saludado el mayoral.

«Santacoloma, garantía de bravura», escribía, hace años, Vicente Zabala. Tenía razón. Los de esta tarde han vuelto por sus fueros. Y han roto tópicos habituales: «¿Cómo puede embestir un toro con tantos kilos?» ¡Pues han embestido! No sería justo poner peros a la vuelta al ruedo; hemos visto tres toros magníficos: el tercero, tan raro y valioso como una «perla negra»; el quinto, tan vivaz como una «liebre»; el sexto, tan sabroso como lo que recoge un «Coquinero». ¿Quién da más? Y una pregunta final: ¿Por qué las figuras no vuelven a apuntarse a los Santacolomas? ¡Ojalá lo hicieran! Ellos sabrán…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El milagro contranatura de Rehuelga

Los santacolomas de Buendía, todos cinqueños, un encaste en origen tan terciado, traía peso y volúmenes alucinantes. Especialmente los tres últimos. Que embistiesen fue un milagro contranatura. Feliz para el ganadero que debutaba con una corrida -tristemente remendada por decisión veterinaria y presidencial y luego recompensada por pañuelo azul improcedente-, feliz para la afición y tristemente poco o nada feliz para los toreros. Al final Rafael Buendía daba gracias entre lágrimas a la Virgen del Rocío, su mayoral saludaba reverencialmente y el público batía palmas con sincero entusiasmo. Un éxito magnífico para Santa Coloma y una losa para todo el que crie santacolomas en su tipo.

Las perchas de Perlasnegras, tan desarrolladas y astifinísimas, causaban asombro. Cuando colgó del pitón a Pérez Mota en el volapié, resultó inaudito que su muslo escapase intacto como el brazo incorrupto de Santa Teresa. Era el tercer envite y el tercer toro. Cárdeno, guapo, y de una prontitud chispeante. Mota lo lució en el caballo. Y luego también lo supo enseñar en la muleta. Muy torero el principio de faena. Como la colocación con la mano derecha, siempre tan enfrontilada y generosa, y la expresión pretendida. Perlasnegras acudía pronto, con buen embroque, notable nobleza, sin terminar de humillar pero con recorrido. A últimas todavía el personal le pidió al jerezano metros y Perlasnegras se venía aún casi a la voz. Los pinchazos dejaron al torero sin la ovación que sí escuchó el santacoloma.

Mas los 608 kilos del cuarto, que lucía un lucero estrellado en la testuz y un cuajo desproporcionado, se hacían de un peso superior en la muleta. Y no sólo por su tonelaje. Fernando Robleño, cuyo esfuerzo había pasado de puntillas con el sordo peligro del remiendo de San Martín, anduvo serio con aquella bondad que ni acababa de decir mucho ni de irse del todo de la muleta. Costaba pasar tanto volumen. Robleño se encasquilló con el descabello tras una estocada atravesada y suelta que se escupió.

Una ovación atronadora entregó la afición al quinto, un toraco de 647 kilos. Como aplaudir a un caniche con hechuras de mastín. Qué lejos los buendía de los días de gloria del maestro Camino en los 60. Ni los que tantas veces rindieron Bilbao. La diferencia de escalas con Alberto Aguilar, que en el más fino segundo apenas pudo disfrutar de las dos series, se hacía abisal. El inmenso santacoloma se movió. Y éste no era el único milagro, sino que se movió con bien. Empujó con bravura en el caballo. La cara abajo. También en la muleta. De ahí a la vuelta en el arrastre que premiaba a Liebre y sepultaba a Alberto Aguilar distaba un abismo. Increíble el pañuelo azul, que nadie había exigido, para un buen toro a secas. Empatándolo con Hebreo de Jandilla. Una coña, un cachondeo, una falta de seriedad que asusta. ¿Entonces toros como Inclusero de Domingo Hernández y otra media docena de ellos superiores a Liebre qué? La faena de Aguilar creció de menos a más una vez recuperado un pitonazo en el muslo. De menos a más el acople. Siempre en la media distancia. la petición de oreja no cuajó; para Liebre no hubo. El usía Jesús María Gómez acababa de rebasar a su compañero Javier Cano en la clasificación de desmanes isidriles

Cerró la corrida Coquinero. Más asaltillado. Cualitativamente el más notable de la completa corrida. Por su forma amexicanada de embestir por el izquierdo. Pérez Mota expresó sus formas con el tope de quien apenas torea. El público ya se había inclinado por el toro antes de su muerte. Aun cuando en sus finales se desentendía, el embroque previo se hacía lujoso. Otro toro bueno en un sexteto que no alumbró el toro extraordinario.

La Razón

Por Patricia Navarro. Rehuelga clama su sitio en la tarde del síndrome

Fue una tarde extraña. Extraña por momentos. Vivimos sometidos al síndrome de lo que está escrito, más allá de donde nos ponga luego la realidad. Incómoda por momentos. Como si nos hubiera atrapado el síndrome de las corridas duras y no fuéramos capaces de discernir el sí y el no. La bravura de una vara sólo defendida por la prontitud o también por el empuje de verdad debajo del peto. Igual en la muleta. ¿Sólo importaba que el toro se arrancara desde lejos? ¿Se borraba en la retina de los espectadores lo que ocurría a partir de entonces? O nos valía la máxima de que el toro, sea el que encaste que sea, tiene que empujar detrás de la muleta, como al torero se le exige ajuste y verdad en los encuentros. Nos perdíamos sin vías de encuentro. Fue el tercero de bonito nombre literario «Perlasnegras» el que nos situó en ese limbo de ideas. Al caballo fue. De lejos. Tres veces. Qué bueno recuperar la suerte. ¡Ojo y mantener el criterio! Se hizo todo a favor del toro. La brega de Caricol y los dos pedazo pares de banderillas que le sopló Contreras. Pérez Mota le enseñó, como lo había hecho en el caballo. De lejos, y ahí iba el toro, con temple en el viaje, el fuste justo, y salvaba los muebles en la primera arrancada e incluso la segunda pero le faltaba empujar de verdad, codicia por el engaño, le quedaba el ritmo, ese temple…A la contra del torero se puso el público y a favor del toro. Apretaba el síndrome. El cuarto. Se lo presentaré más adelante, porque ante el estupor general acabó pasando a los anales de la Historia de esta plaza, pareció que iba a ser el toro más importante de la tarde. Primero en las tres varas que tomó en el caballo. Más en la distancia que de entrega. Y después por la casta con la que fue a la muleta de Alberto Aguilar. Pero de pronto el toro perdió las manos, y lo hizo una y otra vez, sólo el tiempo logró que se recompusiera, que ese fondo de bravo que tenía le permitiera venirse arriba y tener buen comportamiento por ambos pitones con humillación y repetición. Le buscó el sitio Aguilar en una faena de acople y de menos a más, que remató con una estocada caída. Y de pronto, estupor total, el presidente premió al toro de Rehuelga con la vuelta al ruedo. Les presento pues a esta buena «Liebre» que defendió bien sus 647 kilos. No se puede decir lo mismo del palco.

«Coquinero» fue un toro extraordinario. Cerró plaza. El toro de más calidad de todo el encierro de Rehuelga que sin duda reclamó su espacio con la corrida lidiada en Madrid. Viaje largo y humillado por el izquierdo y entrega también por el derecho. No se cansó nunca de embestir. Presto a la arrancada. Fiel a la figura de Mota, a nada que hiciera ahí estaba el toro. Se amontonó el torero. Quiso torearlo bonito y le pudo la responsabilidad de una tarde difícil, que lo era.

Robleño no tuvo demasiadas opciones con un primero de San Martín y le cuestionaron el oficio ante un cuarto que se dejó hacer pero sin transmisión. Encastado había sido el segundo, se orientaba a la media vuelta. Aguilar anduvo toda la faena buscando como pudo salvarse de la quema. El síndrome de estas tardes es abrasador.

COPE

Por Sixto Naranjo. Rehuelga, marca ‘Buendía’

Lo mejor está siempre en casa. Por eso, la labor de Rafael Buendía al frente de una de las partes en que quedó dividida la casa matriz y paternal de Joaquín Buendía Peña, ha venido a reivindicar uno de los encastes santo y seña del campo bravo español. Los ‘santacolomas’ de Rehuelga apuntan ya directamente a corrida de la Feria. A fe que se lo han ganado.

Con sus matices, la corrida ha querido empujar en los caballos, ha humillado, ha querido todo por abajo y ha sacado los mejores atributos positivos de los toros de este encaste. La ovación al final al mayoral ha sonado a premio más que justo para lo visto.

Corrida para salir funcionando de Madrid con toros de alta nota. Al quinto, “Liebre”, se le premió con la vuelta al ruedo. Quizá premio excesivo para tan alto premio. Pero que la polémica no reste méritos al conjunto y al propio toro.

El remiendo de San Martín que abrió el festejo traía unas hechuras un tanto embastecidas para el origen santacolomeño de este hierro. El toro además se comportó tal y como sus hechuras cantaban. Sin entrega, sin romper nunca, reponiendo entre pase y pase. Fernando Robleño se puso por ambos pitones, pero las coladas y las medias arrancadas fueron la respuesta del ‘gris’.

El cuarto humilló y quiso coger los engaños con cierto celo en la primera mitad del trasteo. Sin embargo, al de Rehuelga le costó mover los 608 kilos que anunciaban la tablilla. De nuevo honesto y con oficio Fernando Robleño, que incluso robó algún redondo sin que se diese cuenta el toro. Al natural el toro se lo pensaba mucho más.

El primero de Rehuelga cayó en manos de Alberto Aguilar, con su cuajo pero bien hechurado. El toro pasó sin decir nada en el peto pero siempre mostró su tendencia a humillar e ir largo por el pitón derecho. En las primeras tandas el animal se desplazó entregado y con su punto de chispa. No se le vio acoplado al madrileño en estos primeros compases de la faena. Los toques bruscos tampoco ayudaron. Después al natural el toro no fue tan claro y el trasteo ya no levantó. Cuando volvió a la diestra, el de Rehuelga ya era otro.

El quinto traía por nombre “Liebre”. Y vaya toro éste de Rehuelga. Con sus 647 kilos a los lomos, el pupilo de Rafael Buendía no paró de moverse desde que salió por chiqueros. En el caballo empujó con brío y riñones. La cara abajo y empujando con clase. Y en la muleta se comportó de forma noble de principio a fin. Incansable en sus embestidas, con fijeza y obediencia a los toques. Aguilar trenzó una labor templada, sin terminar de apretar al toro en buena parte del trasteo. Cuando lo hizo en dos tandas postreras en redondo, el toro las tomó con más entrega aún. Quizá faltó un punto de chispa al toro para haber sido merecedor de un premio como el de la vuelta al ruedo, que tampoco nadie pidió.

“Perlasnegras” fue el tercero de la tarde. Un dije de toro. Bajo, bien hecho, con la seriedad de una encornadura astifina y bien colocada. Se arrancó de largo al caballo pero cuando llegaba a la jurisdicción del piquero hacía un pequeño regate y no se entregaba. En la muleta tuvo prontitud, ritmo y largura en sus embestidas. Pérez Mota firmó una faena más animosa que reunida. Intentó aprovechar la inercia de la embestida del de Rehuelga, pero faltó mando para conducir los viajes del cárdeno. Había ligazón, pero faltaba mayor conjunción para llegar al tendido. Tras un pinchazo, agarró la estocada pero salió prendido. Todo quedó en el susto. La ovación final se la llevó el toro camino del desolladero.

El sexto fue el toro que mejor nota sacó en el tercio de muleta. Antes no había empujado en la suerte de varas, pero embistió con humillación, entrega, profundidad y ritmo. Un gran toro. Pérez Mota lo cuajó por momentos al natural. Se engarzaban los muletazos, pero no acababa de exprimirlo, de llevarlo hasta donde pedía el de Rehuelga. La gente tomó partido por el toro. Quiso insistir el gaditano ahora en redondo con el toro respondiendo. Un metisaca y una estocada dieron paso a otra fuerte ovación al toro. Un digno colofón.

madrid_070617.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:13 (editor externo)