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Plaza de toros de Las Ventas

Domingo, 7 de octubre de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Fuente Ymbro (6º bis de El Tajo) - astifinos, armónicos y de buenas hechuras. Desiguales de juego, los mejores y merecedores de la vuelta al ruedo los lidiados en tercer y cuarto lugar - (noble y Justo de fuerzas el primero, alimaña el segundo, extraordinario el tercero, de encomiable bravura, humillando y a más el cuarto, manso y rajado el quinto y deslucido el sexto).

Diestros:

Diego Urdiales de azul marino y oro (oreja tras dos avisos y dos orejas y dos vueltas al ruedo)

Octavio Chacón de caña y oro (oreja y ovación con saludos) y

David Mora de lila y oro (pitos y silencio).

Entrada: 17.364 espectadores.

Imágenes: https://www.facebook.com/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1834138756682228

Video: https://twitter.com/i/status/1049024282536415232

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Zambombazo de Diego Urdiales en Las Ventas, puerta grande al toreo eterno

La magia del toreo tuvo su aquiescencia con la enorme faena de Diego Urdiales al cuarto toro de la tarde, así podría resumirse una de las tardes (por no decir la tarde) más interesante de la temporada venteña. Y es que la corrida que lidió Ricardo Gallardo fue el culmen de la grandeza de un espectáculo tan real y de verdad como la vida misma. Urdiales quien ha contado sus paseíllos con los dedos de una mano, se ha erigido en dueño y señor de Las Ventas tras una faena antológica a “Hurón” un encastado toro de Fuente Ymbro de buena condición e inmejorable fachada al que le cortó las dos orejas en medio del clamor. Antes paseó una del primero en una actuación que luchó contra el viento. Tampoco se quedó atrás Octavio Chacón que volvió a evidenciar su dulce momento de reconquista tras años en las plazas de talanqueras lidiando lo que nadie sabe. Chacón es el nuevo Ruiz Miguel. La peor parte se la llevó David Mora que no le fue esquivo la suerte en el sorteo, tocándole un tercero para soñar el toreo con petición de vuelta al ruedo no atendida por el palco, y un sexto bis de El Tajo de buena condición que a nadie se comió pero que el madrileño no vio.

Ya había avisado el torero de Arnedo (La Rioja) de lo que sería capaz en el final de la temporada en Bilbao, y en Madrid se coronó como el Rey del temple. Y es que la histórica faena que tributó a “Hurón” desempolvó la hemeroteca del toreo clásico. Tanto con tan poco. Faena efímera como el toreo puro. El cuarto pidió sutileza, delicadeza en el trazo y una composición de movimientos con la que bordar el toreo. Urdiales lo consiguió en una concatenación de muletazos cadenciosos emergiendo la tersa figura junto a una combinación de muletazos y naturales grandilocuentes, que hicieron vibrar al público madrileño. Dejó un enorme espadazo y cortó dos orejas dando dos vueltas al ruedo incluidas, y todo en medio del clamor. Con el primero, paseó otro oreja tras inventarse una faena ante un toro con las fuerzas justas. Urdiales lo probó por ambos pitones pero al toro le faltó continuidad. Parafraseando a Enrique Ponce se inventó una faena toreando sin toro, donde volvió a combinar los muletazos con los naturales y los derechazos de todos los colores. Dejó una estocada en el rincón y cortó otra oreja de peso, que sumada con las dos del cuarto le permitieron salir a hombros de Madrid. Un torero de corte artista, al que Madrid recordará para siempre la tarde del 7 de octubre de 2018. El aroma que caracteriza a los grandes, en la que encuentra el regusto y el sabor en faenas de especiales, tiene en Diego Urdiales armas de seducción infalibles, donde en ocasiones el ostracismo al que queda sometido el arte, es un desván de lamentos y pesares. La letanía del desaire siente nostalgia al recordar viejos momentos, pero la torería y el gusto van unidas para siempre. El riojano es de los toreros que se le esperan en Madrid.

Octavio Chacón ha sido junto a Emilio de Justo los dos toreros revelación del curso. El gaditano, volvió a dar una grata imagen en Madrid. Tres paseíllos, y un cúmulo de sensaciones positivas en todos ellos. Con la corrida de Fuente Ymbro no iba a ser menos, y dio una imagen de torero grande jugándose el tipo sin trampa ni cartón. Lo que son las cosas, toda la vida lidiando auténticas alimañas de los encastes más duros del campo bravo, y el segundo fue una prenda en toda regla, donde el carácter lidiador se hizo patente en una actuación con cogida de espanto incluida, frente a un toro que vendió cara su vida. Chacón no se arrugó jugándosela sin aspavientos, y con un valor de ley. En los bajos enterró el estoque pero la oreja fue concedida por otra actuación heroica. Quiso emular en la salida a hombros a su compañero Diego Urdiales, pero el marrajo que hizo quinto solo quiso huir. Aún así Chacón se preocupó en cargar la suerte y en exponer como tantas veces. Esta vez sin material. Dejó una gran sensación y en San Isidro su doble comparecencia debe ser de sentido común.

Completó el cartel David Mora, quien desaprovechó una gran oportunidad, escapándosele el tercero de nombre “Laminado” que metió la cara en el saludo capotero, y que hizo el avión en todos los compases de faena, claudicando con él Mora, con un toreo perfilero, tirando líneas y sin aprovechar la inercia de un toro encastado que pidió un muleta de mucho poder. A Mora se le fue un toro de bandera, que fue ovacionado al arrastre en contraposición con los pitos que recibió, en una plaza que a punto estuvo de perder la vida. Lo que son las cosas. El sobrero de El Tajo que salió tras ser devuelto el sexto al lastimarse en banderillas, tuvo buen son pero tampoco se acopló en otra labor donde se enfrascó entre el trapazo y el enganchón. Dos toros se le fueron con las orejas camino del desolladero. Dos toros, como dos balas en la recámara que otros habrían aprovechado. Quién si ha aprovechó su paseíllo en Madrid fue un Diego Urdiales, que amenaza con volver y que dio un manual de eso que no venden en El Corte Inglés. La torería y el toreo eterno. Esos dos ingredientes tan bellos y efímeros, fueron de la mano en su primera puerta grande en Madrid. La de Don Diego Urdiales.

ABC

Por Andrés Amorós. Diego Urdiales, por la Puerta Grande de Las Ventas

Felicísimo final de la Feria de Otoño: Diego Urdiales corta tres orejas y abre la Puerta Grande, en una de las tardes más felices de su vida, en la que despliega toda su torería. También Octavio Chacón corta un trofeo, sufre varios percances, luce su profesionalidad y roza la salida en hombros. Propician el éxito los toros de Fuente Ymbro, astifinos, encastados, con movilidad y emoción; de excelente juego, primero, tercero y cuarto.

Con su gran faena de Bilbao, el riojano Diego Urdiales ha vuelto a mostrar por qué es predilecto de cierto sector de aficionados: tiene naturalidad clásica y torería. El primer toro embiste con violencia, la pelea resulta emocionante. ¿Acabará mandando el toro o el torero? Diego traga, aguanta parones, dibuja muletazos clásicos en una faena que va a más. Como el trasteo ha sido desigual, prolongado, suenan dos avisos pero la estocada es buena y se concede la oreja. El cuarto saca un fondo de gran nobleza, que le permite a Urdiales sentirse plenamente a gusto, sacar su mejor versión, con naturales clásicos que levantan un clamor. Se vuelca en la estocada: dos orejas. Da dos vueltas al ruedo; la segunda, con la bandera de La Rioja. También se pide la vuelta para el toro (la merecía más el tercero).

Después de catorce años como matador, el gaditano Octavio Chacón se ha convertido –junto a Emilio de Justo y Pablo Aguado– en la gran revelación de la temporada. No es un artista exquisito sino un lidiador clásico; no se pone bonito, delante de los toros, sino que intenta dominarlos. Eso ha sido siempre el toreo (aunque, ahora, algunos lo olviden). Ejemplo claro: no desmaya el capote, de salida, sino que usa los vuelos para comprobar las embestidas, por los dos lados. Siempre se ha hecho así, cuando los toros tienen casta. Si salen ya como si estuvieran picados, no hace falta… El tercero es un mansote que huye del caballo, embiste a oleadas, con peligro. Octavio lidia con profesionalidad. Se dobla bien, rodilla en tierra, pero el toro vuelve rápido. El diestro alarga la embestida, con gran oficio, hasta que sufre una fuerte voltereta: una faena de las de antes, de gran mérito y emoción, jugándose el tipo pero sabiendo muy bien lo que hace. Estocada: oreja. El quinto derriba y, al huir, arrolla a Chacón. En la muleta, huye descaradamente. Vuelve a mostrar su gran oficio Octavio pero no hay forma de sujetarlo y no logra redondear un triunfo que ha rozado.

Después de su gravísimo percance, el toledano David Mora ha firmado algunas faenas notables. Recibe con lucidas verónicas al tercero. Saluda Ángel Otero, por dos grandes pares a un toro que galopa y humilla. Los muletazos estéticos de David Mora suscitan división: muchos se ponen de parte del gran toro, muy aplaudido. Mata mal. El sexto se parte la pata en banderillas. Al sobrero, de El Tajo, que flaquea, le da distancia y traza muletazos elegantes pero ésta no ha sido su tarde.

Cuentan que, al salir de una de sus visitas al Museo del Prado, le preguntaron al genio Salvador Dalí qué era lo más moderno que había visto. Indignado, rugió, más que contestó: «¡Velázquez!» Tenía toda la razón. Lo clásico es lo que no pasa de moda, lo que no se puede hacer mejor; en términos taurinos, lo más «arrematao». El aroma del clasicismo siempre emociona al que no tenga el olfato pervertido por moderneces: lo hemos disfrutado, esta tarde, con la torería de Diego Urdiales y la profesionalidad de Octavio Chacón.

Postdata. Me despido, por este año, de Las Ventas. (Si esto fuera cierta Tesis, citaría, en la bibliografía: Voir: Plaza de Toros de Madrid). La tarde de la última corrida, con los toros de Partido de Resina, estaré yo en la Feria del Pilar. Con el cierre invernal, deberán intensificarse las obras de restauración y reforma de la Plaza: un tema trascendental, del que quisiéramos tener más información.

El MUndo

Por vicente Zabala. Y Madrid lloró con el toreo absoluto de Urdiales

Y Urdiales soñó el toreo. La pureza de lo antiguo. Que en sus muñecas es nueva. La gente se frotaba los ojos. Y lloraba. No daba crédito. Caía el otoño y brotaba la primavera. Así ya no se torea. Diego enloquecía Madrid a cámara lenta. Como nacía el sentimiento en su colosal izquierda. Que desprendía una hondura descomunal, una gravedad cristalina. Los naturales nacían del clasicismo perdido. Como la armonía que palpitaba en su pecho, en su cintura, en las yemas de los dedos. Y trepaba por los tendidos. Aquella verdad que estallaba en cada embroque desgarraba las gargantas. Bramaba la afición oles roncos. La torería añeja de pies a cabeza. Desde la colocación de las zapatillas hasta el modo de echar los vuelos. Carísimo Diego Urdiales. Que toreaba con el cuerpo entero, que vaciaba su alma íntegra. La expresión absoluta de lo eterno. Que moría detrás de su cadera.

La exactitud de dos series inolvidables, inmarcesibles, inabarcables, había bastado para olvidar la modernidad diaria. Toda la vulgaridad que se amontonaba en la escombrera de la desmemoria de 2018. Incluso la faena de Bilbao -cuando corrió por sus venas el alboroto de una brisa olvidada, ese repente de la belleza- se achicaba ante la inmortalidad urdialista. Porque Urdiales inmortalizó la clase de Hurón, el cuarto y hondo toro de Fuente Ymbro que nadie había calado. Hasta que Urdiales lo cató en un trincherazo brutal, en su derecha ralentizada. Y después vino la zurda dormida, las trincherillas de orfebre, un pase del desprecio para el Prado. Y una última ronda enfrontilada -ya más desentendido Hurón- para cerrar la faena de su vida, la faena del año en Madrid. O más allá de sus fronteras. Quebradas, volatilizadas, por la emoción. La estocada partió del corazón. Infalible. Inapelable. El fuenteymbro, con toda la muerte a cuestas, se echó en la misma puerta de arrastre. La plaza flameó sus miles de pañuelos con la convicción rendida. Como una sola voz. Rodaron las dos orejas, la gente se abrazaba. Y Diego Urdiales agitó la Puerta Grande en sus manos. Paseó dos vueltas al ruedo apoteósicas. Como una hubiera querido el público para Hurón. Aunque esa habría sido en justicia para el tercero. De nombre Laminado. Pero esa es otra historia.

Diego Urdiales había abierto fuego con un toro astifinísimo. Desde la punta hasta la cepa. Muy abierto de cara pero estrecho de sienes. De agresiva expresión. Bajo y recortado. Y de encastada viveza. Urdiales sacó los brazos en las verónicas de poder y estética. No humilló nunca del todo el fuenteymbro. Que imprimía pistón más que ritmo. El pequeño gran triunfador de Vista Alegre apostó por un castigo medido en el caballo. El galleo desprendió jugosas chicuelinas al paso. Por ese mismo palo quitó Octavio Chacón. Una media verónica bien volada y despatarrada puso el broche. El viento vino a enredar el prólogo de faena de Diego. También las primeras series. El cinqueño acometía fieramente recto. Y el toreo enredado por Eolo se hacía imposible. Cambió el torero de Arnedo los terrenos en busca del refugio. En el sol destellaba la pureza de un concepto que no impone el gobierno absoluto de la técnica, sino que persigue el dibujo de lo etéreo. Nada para lo que aconteció después de esta faena extensa y meritísima. Alternaba las manos con una importancia mayúscula. Sin alcanzar la serie perfecta, los muletezos salpicaban la hermosura de la imperfección. Y su valentía, que tragaba con las opciones regaladas al toro de enrazadas aristas, hacía todo lo demás. Cuando la embestida se encogía falsamente remisa y atacaba aún con reprís. Un aviso sonó. Y otro cayó tras la estocada de efectos retardados. Suficiente para rendir el palco. Era sólo la primera oreja de las tres con las que dinamitaría el portón de la gloria. Esa reservada al toreo que atraviesa todas las épocas como un barco fantasma, como un navío sin capitán, como un crujido de maderos.

Chacón se dobla con mando en el inicio de faena al segundo toro de Fuente Ymbro ANTONIO HEREDIA La tarde fue de una intensidad bárbara. La hombría de Octavio Chacón con un manso bronco, correoso y orientado, asombró. Chacón sacó todos sus resortes lidiadores, toda su épica. El fuenteymbro montaraz lo buscaba por los rincones. Por cualquier resquicio. Por los dos pitones. La refriega transmitía una emotividad atávica. De cuando la tauromaquia era una guerra de supervivencia heroica. O tú o yo. A diario. Un volteretón estremeció. El bravo matador de Prado del Rey se levantó intacto y a cara de perro. Y, cuando cazó la estocada, cobró la pieza mayor de un trofeo de peso pesado. No le ofreció ni una opción otro manso. De hechuras tremendas y arreones terribles. En uno de ellos derribó al caballo. Y luego prendió a Chacón por el pecho. Otra vez el milagro de San Pedro Regalado, el patrón de los toreros. Acabó el torazo rajado y huido; Octavio fue quien no volvió nunca la cara.

En las antípodas, saltó Laminado. De armónicas hechuras y una bravura tamizada de calidad. Un toro de revolución, el más completo de las cinco citas que Fuente Ymbro ha tenido en Madrid en tres novilladas y dos corridas. David Mora no se entendió nunca con él. Y tampoco mucho más con un sobrero de El Tajo -el titular de FY se partió una mano- con más movilidad que calidad.La Puerta Grande esperaba a Diego Urdiales. Un manicomio de cuerdos, una procesión de locos. Entre gritos de “¡torero, torero, torero!” se lo llevaron. Madrid olía a otros tiempos.

El País

Por Antonio Lorca. Diego Urdiales, torerísima puerta grande

Diego Urdiales hizo el toreo, el clásico, el verdadero, el que emociona y arrebata; explicó en ocho minutos el misterio del arte de un hombre frente a un toro, y como premio paseó la gloria de las dos orejas, le obligaron a dar dos vueltas al ruedo y a hombros se lo llevaron por la puerta grande.

Y lo que dijo no se puede explicar; hay que verlo y sentirlo. Es un asunto de valor, inteligencia, estética, personalidad, sensibilidad, inspiración, armonía… Una mezcla de sentimientos que exige que el cielo y la tierra se pongan de acuerdo para que sea posible una obra de arte. Y cuando tal suceso acaece, la gente disfruta, enloquece y siente algo muy parecido a eso que llaman felicidad.

El milagro se produjo en el cuarto de la tarde, un toro regordío, que hizo una muy deficiente pelea en varas, no colaboró en banderillas y llegó al tercio final cuajado de interrogantes; pero se encontró con un torero en estado de gracia, y tras dos iniciales tandas de mutuo conocimiento, Urdiales tomó la muleta con la zurda, se colocó en el terreno justo, muy cruzado con el toro, el engaño planchado, y brotó un manojo de naturales hondos, emotivos, hermosos, lentísimos y magníficamente abrochados con un largo pase de pecho. Y la gente se frotaba los ojos porque no daba crédito. Hubo otra tanda con un precioso remate por bajo. Y, después, derechazos profundos, naturales de frente y un remate final, rodilla en tierra a modo de colofón de una obra cumbre.

Lo dicho: no se puede explicar. Lo cierto es que la plaza guardó un reverencial silencio cuando el torero montó la espada a la espera de esa rúbrica imprescindible para que el toreo sea elevado a la categoría de arte. Llegó entonces la estocada soñada y brotó el entusiasmo general.

Fue ese toro cuarto nobilísimo, con hondura, ritmo y prontitud en su embestida, pero que alcanzó altas notas de calidad porque se encontró con un torero grande.

Fiero y codicioso se mostró el primero, con el que Diego Urdiales se peleó con gallardía al tiempo que sorteó con sacrificado aguante las fuertes rachas de viento que amenazaban con impedir el lucimiento. Buscó terrenos distintos, y allá en el sol trazó una faena irregular, cuajada de altibajos, en la que destacaron detalles muy toreros, bocanadas de arte, que no abundan y sorprenden gratamente cuando aparecen. Le concedieron una oreja generosa oreja ante un toro que exigía algo más.

Otra película muy distinta pero igualmente interesante la protagonizo Octavio Chacón, que pechó con el peor lote, y que ante dos toros muy deslucidos ofreció un recital de valor heroico, disposición, entrega, pundonor y firmeza ante las broncas tarascadas de sus dos oponentes. Por tales razones paseó una oreja de su primero y fue respetuosamente ovacionado a la muerte del quinto.

No tuvo mala suerte David Mora con sus toros, bravo y encastado el tercero, y codicioso el sobrero, pero el torero no está en su mejor forma. Dio muchos pases faltos de alma a su primero, huecos, vacíos, y no dijo nada. El toro era de triunfo grande, y el público se lo recriminó. Lo intentó ante el sexto, pero entonces hacía ya mucho frío y el torero insistió en su vana actitud.

Madrid Temporada 2018.

madrid_071018.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)