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Plaza de Toros de Las Ventas

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Jueves, 9 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de José Luis Pereda (mansos).

Diestros:

Diego Urdiales: silencio en su lote.

Leandro: silencio en su lote.

Morenito de Aranda: silencio en su lote.

Destacaron: el picador Héctor Piña ante el 6º y Luis Carlos Aranda con las banderillas.

Entrada: casi lleno.

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Diario de Sevilla.

<iframe src="http://player.vimeo.com/video/65854492" width="384" height="241" frameborder="0" webkitAllowFullScreen mozallowfullscreen allowFullScreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/65854492">La corrida de Pereda no dio opciones en el inicio de la feria</a> from <a href="http://vimeo.com/lasventas">Plaza de Toros de Las Ventas</a> on <a href="http://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Qué mansa, mansísima, la corrida de José Luis Pereda, en estos tiempos de bueyes y romerías. Es una pena porque estaba muy bien presentada, excelente a la vista, pero sin fondo alguno. Algunos parecía que querían y luego se paraban. Otros huían descaradamente y dejaban con las vergüenzas al aire a ese buen ganadero que los cría con mimo. Eran todos cinqueños, no sé si tendrá algo que ver, pero otras corridas de cuatreños no salen completas así. Claro, que, por la presentación exigida en la capital mundial del toreo hay que traerlos así, más cuajados y,posiblemente, cinqueños. De los toreros qué decir. Urdiales anduvo por allí como si no le fuera, Leandro no estuvo a la altura y Morenito de Aranda quiso y no pudo, se le vio bien dispuesto en el tercero. Eso sí, saludó Héctor Piña por su ejecución en varas y el gran Luis Carlos Aranda por esa torería que soltó en banderillas. Para empezar, nada de nada de nada.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Sit down, please…!’

El segundo toro de la tarde enganchó por el pecho al caballo de picar y derribó con estrépito al equino y al picador. La costalada fue de época. Una vez recuperada la verticalidad y mientras la cuadrilla trataba de imponer el orden, un par de señoras con pinta de extranjeras y tocadas con el velo islámico, no pudieron soportar tanta emoción y decidieron que era el momento de volver al hotel. De manera queda y temerosa, se levantan de sus asientos y comienzan a bajar por el pasillo central del tendido en dirección a la puerta de salida. Pero un joven acomodador, atento a su trabajo, las atisbó en la lejanía, llamó su atención y les ordenó con firmeza: ‘¡Sit down! (siéntense, que dicen los ingleses). Las señoras, con semblante asustadizo, no parecen entender el motivo del requerimiento y continúan con su escapada. El acomodador, entonces, muy serio, las intimida de nuevo: ¡’Sit down, please…! Se supone que para evitar males mayores en un país que no parece ser el suyo, ambas espectadoras bajan la mirada, y se sientan en la dura piedra de la escalera.

La sorpresa en el tendido fue general. ¡Un acomodador hablando en inglés! Para que luego digan que no ha evolucionado la fiesta. Claro, que tal como está el desempleo juvenil, no sería extraño que el tal trabajador, se supone que eventual, sea un experto en filología inglesa que busca unos ingresos en el mes de feria. No está la cosa para desaprovechar una oportunidad, aunque sea de acomodador.

Lo cierto es que las señoras se quedaron petrificadas y en el tendido no se movió una mosca. Y no por falta de ganas, sino para no recibir la mirada inquisitiva del acomodador con dominio de idiomas. Porque la corrida, señores, tuvo guasa. La corrida fue para irse. Los toros, de feas hechuras, y de un comportamiento ‘esaborío’, mansos, descastados, ásperos y sin una gota de calidad en sus entrañas. Y los toreros, desilusionados, aburridos, incapaces… De principio a fin, el festejo fue un tostonazo, de los que, ojalá, no se repitan muchos a lo largo de esta interminable feria.

Llama la atención que a los toreros se les llene la boca de la ilusión con la que se visten de luces y hacen el paseíllo en plaza tan importante como esta, y después los ves como almas en pena por el ruedo, desinflados, agobiados, sin saber qué hacer…

Tal fue el caso del valeroso Diego Urdiales, un hombre todo corazón, que ayer se mostró alicaído, triste, sin ideas y desmotivado. Es verdad que no tuvo toros, pero siempre se espera otra actitud, algo más de entereza y convicción. No quiso ni ver a su primero con el capote, que fue mal lidiado, como toda la corrida, y le plantó cara en el tercio final, molestado por el viento, pero cargado de dudas, siempre al hilo del pitón, en un intento desesperado por justificarse cuando la imagen que transmitió es que estuvo a merced de las circunstancias. Otro toro inservible fue el cuarto, y el público empleó el tiempo en preguntar al vecino por la crisis para que pasara pronto aquel mal trago que se estaba escenificando en el ruedo.

No ofreció mejor aspecto Leandro, un torero de buenas maneras, pero frágil y de escaso poderío. Su primero, huidizo y rajado, metía la cabeza por el pitón izquierdo, y el torero le robó un par de naturales que supieron a muy poco. Ese toro exigía pelea y Leandro venía en son de paz. Parecía que rompería el quinto, pero no lo hi ieron ni el animal ni el hombre, y todo se desinfló en un plis plas. Precisamente en ese quinto, Morenito de Aranda hizo un quite y dejó una verónica y media que supieron a gloria entre tanto desierto.

Como suele ser lógico, Morenito se contagió del sopor imperante, y, después de una labor animosa al muy soso tercero, lo mató de un bajonazo descarado de los que dejan huella. Recibió al sexto con una jaleadas y mentirosas verónicas, echando la pierna atrás en cada lance, y no hubo más. Tampoco ayudó el toro, que embestía sin recorrido y con la cara por las nubes, y no es Morenito torero para responder con una gesta.

Pero en ese sexto hubo un picador de categoría, Héctor Piña, que paró con maestría una embestida fiera y cargada de genio, y aunque acabó en el suelo, dejó un puyazo en todo lo alto. Momentos después, Luis Carlos Aranda volvió a dejar nota de su clase y colocó un buen par de banderillas. Seis toros, seis silencios. Al final, lo que son las cosas, las más listas fueron las dos señoras que decidieron tomar las de Villadiego a tenor del curso de los acontecimientos. Y pensarán que para eso sirve el inglés: para que no te dejen salir de la plaza por no aguantar un pestiño. Bye…

La Razón

Por Ismael del Prado. Mansedumbre para dar y regalar

Y por fin, puntual a su cita, ayer se abrió el portón. El de cuadrillas. El de Madrid en San Isidro. El de esta bendita feria que, mayo tras mayo, despierta miedos y alimenta sueños. Noches en vela. Mascullando. Cavilando. Barruntando cómo será la gran tarde. El paseíllo que compensa tantos sacrificios de invierno. Las horas de trabajo y las de carretera. Todo por una gloria que sólo unos pocos elegidos saborearán cuando el 9 de junio baje el telón. Un mes entero por delante que vivió ayer su primer episodio con Diego Urdiales, Leandro y Morenito de Aranda lidiando una corrida cinqueña de José Luis Pereda, sangre Núñez, a la que faltó raza y sobró mansedumbre.

Diego Urdiales, que se fue de vacío el pasado Domingo de Ramos, nos inauguró este San Isidro con «Triplicado». Toro castaño, estrecho de sienes y engatillado, que se dejó en los primeros tercios, para llegar a la muleta con movilidad, pero sin demasiada transmisión. Tras unos sobrios doblones, se lo sacó a los medios y allí, pese a la molesta intermitencia del vendaval, le planteó una correcta faena en redondo que nunca tomó vuelo. En gran medida, por la sosería del animal, que no se empleó lo más mínimo. Siempre, con media arrancada. Varios enganchones en la única tanda al natural terminaron de sepultar las escasas opciones. En el cuarto, que pasó de un caballo a otro en cuestión de segundos saliendo de ambos con la misma mansedumbre, se encontró con idéntico problema. Una alarmante falta de casta que impedía cualquier atisbo de brillo en el arnedano. Sin emoción, se aburrió pronto el animal y buscó nuevamente la huida. Urdiales tampoco quiso alargar el tormento y fue presto por la espada. Silencio en su lote.

Leandro, inédito el Domingo de Resurrección por el traicionero diluvio que obligó a la suspensión, sorteó primero un animal bajo y de cuerna acucharada que derribó en el primer paso por el peto de Agustín Sanz. Luego, permitió el lucimiento de Miguel Martín, que clavó dos buenos pares. Mejor, el que cerró el tercio. Pero, coger la muleta Leandro y huir despavorido el de Pereda fue todo uno. Hasta el «4» se fue a buscarlo y allí cerquita de las tablas le buscó las vueltas. Un pase de pecho despertó al tendido y la siguiente tanda al natural, como casi todo su quehacer, tuvo dos muy buenos, que metieron aún más al público. Esa intermitencia fue la tónica preponderante. Y es que faltó continuidad en la clásica faena del manso. Con muletazos sueltos de muy buen trazo –destacaron también algunos trincherazos–, pero sin esa ligazón tan necesaria en Madrid. Al quinto, castaño chorreado algo atigrado y acapachado de cuerna, lo agarró bien con la vara Diego Ochoa en el primer puyazo. Empujó con más clase que sus hermanos de camada y mostró también mayor fijeza. Nos esperanzó la primera tanda de derechazos, directa y sin preámbulos. Con ligazón. Fue Alfa y Omega. No hubo más. Muy incómodo, el pucelano lo probó por ambos pitones sin darse mucha más coba.

Morenito de Aranda completó la terna. Exactamente una semana después de cortar, Goyesca mediante, la primera oreja de la temporada en Las Ventas. Pechó en tercer lugar con un colorado alto y serio, que enseñaba los pitones y tapaba por delante lo que faltaba por detrás. Distraído desde que apareció por toriles, esperó un mundo en banderillas y algo parecido sucedió en la muleta de Morenito. Había que estar vivo con él, porque el burel se lo pensaba una décima de segundo, que podía traer la cornada. Dos coladas así lo corroboraron. Pese a ello, el burgalés logró robarle una estimable serie en redondo, más ligada, dejándole la muleta muy puesta. Fue lo mejor de su faena con permiso de algún remate por bajo marca de la casa. En el sexto, precioso ensabanado y el de mejor hechuras del encierro, Morenito buscó invertir la inercia a golpe de capote. Un buen ramillete de verónicas y la media ganando terreno al toro para calentar un tendido con hambre de toreo. Vibrante fue la pelea del animal con Héctor Piñas en el caballo y sensacionales los pares de banderillas de Luis Carlos Aranda. El segundo, de premio. Áspero, «Agotado» sacó genio en la franela y se paró demasiado, pese a los intentos del arandino. Mientras, desde la preciosa Ronda llegan voces de encerrona. Morante, con seis en la Goyesca. La cosa promete.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una mansada de José Luis Pereda de tomo y lomo

Una mansada de tomó y lomo se lidió en Las Ventas así como para abrir boca ante la isidrada: ya “sólo” quedan 30 tardes. Diego Urdiales careció de opción alguna con un lote de José Luis Pereda descastado hasta la desesperación, sin celo uno y bruto otro. De núñez las puntas que igualaban toda la corrida por delante, pero en algunos sólo las puntas, alejados del tipo de su sangre. Como el berrendo sexto de casi 600 kilos, magnífico pecho y soberbia badana. Otro que se negó en manos de un Morenito de Aranda muy enfibrado durante toda su actuación. En la misma medida que desacertado con la espada. Ya mostró su carta de presentación con el tercero, bien plantado y atalonado. Haciendo por abajo todo lo que el toro protestaba por arriba, allí en la querencia. Casi todos apretaron hacia los adentros y todos en algún momento hicieron por arrollar a los toreros, como si situasen el punto de fuga en sus espaldas. Soberbio par majó Luis Carlos Aranda, al paso. Leandro en tablas, en la zona de la enfermería, le robó naturales a un segundo que tuvo ese espejismo.Estética que se desarboló en un desarme. Otro que con la espada no lo vio. El acucharado quinto se paró a plomo.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Un tostonazo abre San Isidro

Comenzó la Feria de San Isidro sin El Juli, triunfador en Sevilla, ni José Tomás. Un ciclo con 2.700 abonados menos, sin apenas alicientes y con el gesto de Talavante ante seis victorinos como principal gancho.

El primer espectáculo del ciclo suspuso un fiasco. La corrida de José Luis Pereda-La Dehesilla, seria en presentación, decepcionó en su juego. La terna compuesta por Diego Urdiales, Leandro y Jesús Martínez Morenito de Aranda, tampoco estuvo acertada. Como dice el aserto, se juntó el hambre con las ganas de comer.

Diego Urdiales prácticamente quedó inédito. Molestado por el viento, no llegó a acoplarse con el primero, un castaño montado, manejable y sin clase. Con el noblote cuarto, un animal de pinta negra, la cosa pintó todavía más negra. El astado salía suelto de las suerte y el torero no tuvo opción alguna al lucimiento.

Leandro contó con mejor material, un lote que, dentro de su mansedumbre, embistió con nobleza. El segundo, que derribó al picador al acometer al caballo por los pechos, se dolió en banderillas. A Leandro le faltó limpieza en su trasteo. Comenzó con numerosos enganchones con la diestra. Logró una serie brillante y corta al natural, pero por ese mismo pitón sufrió un desarme y a partir de ahí, el toro se violentó. Con el noble quinto, el vallisoletano consiguió una buena tanda diestra. Luego, la labor, sin ligazón, con muletazos aislados, careció de interés con un castaño que fue a menos.

Jesús Martínez Morenito de Aranda fue quien dejó mejor imagen. Con el colorao tercero, de arremangada y generosa cornamenta, Morenito ilusionó con una buena tanda diestra, con estilo y bellos muletazos. El trasteo se diluyó pronto, sin que el toro rompiera en su juego, embistiendo, por momentos, rebrincado. Pero algunos muletazos sueltos de calidad y varios remates excelentes fueron de lo más salvable de la tarde. Le faltó rubricar adecuadamente el trasteo, estoqueando con un pinchazo y un feo bajonazo.

El sexto, de llamativa pinta, ensabanado y capirote, voluminoso, se arrancó como un rayo al caballo, derribando al varilarguero, Héctor Piña, que picó bien en otro puyazo en el que el toro ya no acometió con entrega. A la buena labor del picador se unió un gran par, que prendió reunido y del que salió andando, de Luis Carlos Aranda, que recogió la ovación más fuerte de la tarde. El toro se desfondó de inmediato y Morenito de Aranda, que había toreado bien a la verónica, no consiguió el lucimiento.

El ciclo isidril, que se prolongará diariamente hasta el próximo 1 de junio, comenzó con un tostonazo de órdago.


©Imagen: El diestro Diego Urdiales durante la lidia con su primero en el primer festejo de la Feria de San Isidro. / Emilio Naranjo (EFE).

Madrid Temporada 2013.

madrid_090513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:21 (editor externo)