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Plaza de Toros de Las Ventas

Jueves, 11 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de La Quinta cinqueños, muy serios de pitones de poca humillación y casta, destacó el quinto por la izquierda.

Diestros:

Alberto Aguilar: de azul turquesa y oro. Estocada atravesada y tres descabellos. Aviso (silencio). En el segundo que mató por Galván, pinchazo, media atravesada y tres descabellos (silencio). En el cuarto, dos pinchazos, estocada honda atravesada y cinco descabellos. Aviso (silencio).

David Galván: de nazareno y oro. Resultó cogido por el segundo de la tarde.

Javier Jiménez: de azul pavo y oro. Tres pinchazos (silencio). En el quinto, estocada tendida (saludos). En el sexto, estocada defectuosa, tres pinchazos, media tendida, otro pinchazo y media. Dos avisos (silencio).

Incidencias: David Galván en la lidia del segundo de la tarde resulta cogido y es trasladado al hospital con pronóstico reservado, le impide continuar con la lidia.

Parte médico: puntazo corrido en tercio inferior cara externa en muslo derecho; ligera conmoción cerebral, traumatismo en codo izquierdo, con probable fractura, pendiente de estudio radiológico.

Entrada: media entrada.

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1290184224411020

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20175/11/20170511221904_1494534071_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una corrida de La Quinta que no parecía de La Quinta

Un aguacero monumental puso a prueba el “nuevo” ruedo de Las Ventas en la inauguración de San Isidro. Lo de nuevo es un decir. Es el de siempre pero sin desnivel. Y por tanto sin la inclinación que escurría el agua hacia los desagües. Morante de la Puebla se salió con la suya, que no es la suya, sino la de todos los toreros que en petit comité se quejaban de la “cuesta” de la plaza. Del centro se han rebajado 14 centímetros y de la barrera se han subido 16. El desnivel ha quedado reducido a un 1%. Torear en terreno plano no se daba en los últimos años más que cuando se anunciaba Morante, y por la mañana se presentaba en chándal en misión de peritaje agrónomo. No se formaron ayer más charcos de los pocos habituales. O puede que en los medios alguno más que desapareció en cuanto amainó el diluvio. Drenó como una esponja el “nuevo” piso que Juan Cubero se ha trabajado como si le fuera la vida.

De los cárdenos cinqueños de La Quinta, el más claro de pinta era el más oscuro por dentro. Una fiera que se orientó pronto. En cada navaja, un cementerio. David Galván se puso a ver. Y en un muletazo por la derecha, cuando parecía que se escapaba, alargó el cuello el santacoloma, lo prendió por la banda de la taleguilla y lo estrelló contra el suelo. Galván perdió el conocimiento como si le hubiese entrado una mano de Pacquio. De la dureza de la caída, el codo del joven gaditano pagó. Alberto Aguilar dio cuenta de aquella prenda con aires de toro de Hernández Pla degenerado. Tan manso y escupido de los caballos además.

Aguilar había estado templado en las dos series que duró su primero por su dormido pitón izquierdo. Una bondad humillada de contado celo que tendía a abrirse. Y después a desentenderse. Por el derecho no embistió ni parecido.

Alberto Aguilar lidió también un cuarto grandón y cuajado de asaltillada y portentosa cabeza tan poquito sanacolomeña. Esa que portaba altiva sin descolgar. Otra vez por donde mejor se movió el toro de La Quinta fue al natural. De otro modo al anterior pero, al final, igualmente desentendido.

Para Javier Jiménez, que por la lesión de Galván se quedó con tres toros, saltó al ruedo como quinto otro cinqueño veleto que tampoco parecía de La Quinta y que también se soltó de los caballos y dio guerra en la brega en banderillas. Y, sin embargo, se ofreció a izquierdas mucho más descolgado. Como ningún otro. Ni por humillación, ni por la largura en ella. El ritmo era otra cosa. Cuando Jiménez ligó los naturales, se lo dio y la temperatura subió. Antes había faltado ese pasito más. Madrid jaleó el momento álgido y le obligó saludar una ovación. La eficacia estoqueadora que no hubo en el bajo tercero de chata y apablorromerada expresión también ayudó. Sus bajas hechuras no provocaron que viajase por los flecos. Más bien al contrario. Aunque sin maldad. Un destartalado sexto, que se dejó como último al correrse el turno anterior, a uno le provocó imágenes de otros tipos, otras líneas, otros hierros. Como Moreno Silva, por ejemplo. Por todo, la cinqueña corrida de La Quinta no pareció de La Quinta. Ni por fuera ni por dentro. Sería la edad. Javier Jiménez pasó un quinario con la espada.

La Razón

Por Patricia Navarro. El diluvio, antesala del silencio

Ni sol ni moscas ni tan siquiera un recuerdo de ellas. A siete minutos de que Madrid abriera sus puertas para hacerlo ininterrumpidamente durante un mes cayó la mundial. Agua a mares como si fuera una amenaza de lo que está por venir. Viento, lluvia, una regalo para la primera de feria. Entre la incredulidad de los muchos que esperábamos en los interiores de la plaza, se abrió la puerta de los desvelos para hacerlo poco después la del miedo definitivo. Una de La Quinta estaba por venir. Seis toros seis. Y los interiores de la Monumental se convirtieron en un túnel de valientes que pagaron para desafiar a las inclemencias del tiempo, que eran muchas, durante más de dos horas de festejo. Y ni qué decir los de luces, que se enfrentaban por primera vez al cambio de ruedo, sin elevación ya y sin el drenaje brutal que tenía la plaza.

Aguilar despejó las dudas y abrió plaza. De turquesa. De oro. De valiente para vérselas con la de La Quinta. El primero vino a envenenarnos los prejuicios de la casta. Cumplió en varas simplón y llegó a la muleta del madrileño con un pitón zurdo de calidad, descolgado y noble a rabiar. Pero ni un resquicio de poder ni transmisión. Así pasaba todo desapercibido. Oficio al natural y más todavía por el derecho, por donde iba el toro con menos claridad y entrega. El cuarto huyó en el caballo, arreó después y no se desplazaba ya en las telas con la capa. Complicaciones silenciosas desarrolló en la faena de muleta. Desigual, sin acabar de pasar, y sin humillar. Y lo peor, nada decía lo que ocurría ahí. Y la demora con la espada.

La tarde se hizo de noche de pronto, como si nos atraparan las garras negras del miedo. Miedo por ver al toro de La Quinta, que había huido como si le persiguiera el diablo y sin pudor en los primeros tercios, y llegó a la muleta muy orientado, quedándose por abajo y sin querer pasar. Lo intuía David Galván, que no sabía por dónde meterle mano, y en una de esas, en un momento, en un no sé qué, pasó lo inevitable y el toro le cazó. Lo más espeluznante fue ver cómo se quedó inerte en el ruedo. Con mal cuerpo se ansiaban respuestas a las preguntas. El toro es duro. Viento hizo en el cara a cara. En la hora de la verdad, cuando Javier Jiménez plantó cara al tercero, que había rehuido los encuentros hasta entonces. Al natural, queriendo, navegó con las arrancadas del animal que pasaba por allí sin darse importancia. Y así Madrid es hueso duro. Hacía estragos el frío. Un lío gordo montó el quinto en varas y banderillas; no se hacían con él. El toro por el derecho era cruel y venía cruzado siempre. En medio de esa batalla campal tuvo Javier Jiménez la virtud de enseñarnos el extraordinario pitón izquierdo que tuvo el toro.

Descolgó, viajó largo y con emoción por allí. Mucho era para lo que llevábamos. Se fueron entendiendo uno y otro y convenciendo al público. Tuvo la faena un momento álgido, cuatro o cinco tandas dejaba detrás. Era el momento. Siempre lo hay. El instante definitorio. Estuvo a punto de coger la espada, pero quiso prolongar y lo que vino después se quedó en la nada. A la espada le faltó contundencia. Efecto rápido que cerrase filas. El sexto tenía lo suyo de pitón a pitón. Y poco dentro para cambiar el sino de la tarde. Iba y venía sin entrega ni demasiada transmisión.

ABC

Por Andrés Amorós. David Galván, herido en el gris arranque de San Isidro

abre sus puertas la que el inolvidable José Luis Suárez-Guanes llamó «cátedra del toreo». En su libro «Los toros en Madrid», proclamaba Pascual Millán: «El pueblo de Madrid es el más aficionado a toros de todos los pueblos. Aquí se considera el espectáculo con toda seriedad. La plaza de Madrid es la que da patentes de maestro». Y lo confirmaba Hemingway: «Si queréis realmente aprender todo lo que se puede aprender sobre las corridas de toros y si habéis llegado a enamoraros de ellas, tarde o temprano tendréis que ir a Madrid».

No es vanidad localista: la seriedad de las reses que se lidian y la exigencia del público mantienen a Las Ventas como un baluarte contra la degradación del espectáculo.

En esta ilusionante nueva etapa de Simón Casas, la primera corrida de la Feria apuesta por el toro, los santacolomas de La Quinta, que triunfó aquí, hace muy poco, en una novillada y lidia por primera vez una corrida completa en Las Ventas: toros cárdenos, serios, bien armados pero de juego deslucido. A sus dificultades se unen las inclemencias de la tarde, con lluvia y viento, y los fallos, de los diestros, con la espada. Por el percance de Galván, en el segundo, queda un mano a mano de Aguilar y Javier Jiménez.

Después de un chaparrón fuerte, el primer toro embiste con suavidad y nobleza por la izquierda, protesta en varas. El valiente Alberto Aguilar logra algunos naturales templados, con gusto, sin demasiado eco; por la derecha, el toro se cuela. Aunque logra la estocada, tarda en caer. El cuarto, cornivuelto, echa las manos por delante, protesta en el caballo y sale huyendo, sin emplearse; pega arreones, en la muleta. A pesar de ello, logra ligarle algunos naturales con mérito pero no cuajar faena.

Precioso cárdeno

El segundo es un precioso cárdeno claro, con el testuz nevado, que humilla pero huye del caballo, ha de picarlo el que guarda la puerta, embiste con genio. David Galván es un diestro de buen corte, pero han frenado su carrera varios percances. En la muleta, el toro saca sentido y peligro creciente hasta que lo engancha, alargando el cuello, y, en la caída, sufre un golpazo: tiene un puntazo corrido, conmoción y probable fractura del codo izquierdo, de pronóstico reservado. Mata el toro Aguilar.

El tercero, el de menos peso, es bajo, serio, embiste fuerte. Javier Jiménez, que triunfó en Las Ventas el pasado agosto, ha aprendido el oficio con Espartaco. El toro echa la cara arriba en banderillas, mientras se desata un vendaval, como tantas veces en este coso, sin que se le dé remedio alguno. El diestro le saca muletazos con mérito, por los dos lados, a pesar de los cabezazos que pega el toro, que no transmite mucho. Falla con la espada. El quinto embiste con «carbón» pero incierto, huido. Javier corre la mano en emocionantes naturales, muy jaleados, cuando logra que el toro no se vaya. Mata con decisión y la petición es insuficiente. En el último, muy abierto de pitones, se justifica con voluntad y oficio pero no más. Entra a matar siete veces y suenan dos avisos (seis en total, esta tarde).

La herida de David Galván ha sido la nota negra de una tarde inicial de la Feria en la que ha predominado la grisura: cielo oscuro, toros cárdenos de escaso juego, fallos con las espadas… Ya saldrá el sol…

Postdata. Nació la Feria de San Isidro el 15 de mayo de 1947, con toros de Rogelio Miguel del Corral: Gallito escuchó los tres avisos, en el primer toro (¡vaya comienzo!) y uno más en el cuarto, Andaluz fue ovacionado y Antonio Bienvenida, herido grave. Fue ésta «la Feria de Pepín» (Martín Vázquez). Los diestros cobraban entre 22.000 y 50.000 pesetas; el ganadero, unas 100.000; las entradas oscilaban entre 10 pesetas (andana de sol) y 125 (barrera de sombra). Como decía don Hilarión, «hoy las ciencias adelantan / que es una barbaridad».

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El gaditano David Galván, primer herido del ciclo isidril

El primer San Isidro bajo la nueva etapa empresarial a cargo de Simón Casas comenzó con lluvia, lluvia de mayo que dejó su rastro en el piso de plaza, que a simple vista parecía algo pesado y con exceso de arena, en una tarde en la que se estrenaba también una nueva orografía del ruedo, allanado, sin el montículo que había anteriormente y que molestaba a los toreros; algo por lo que ha luchado Morante de la Puebla. La zona de los medios se ha rebajado 14 centímetros y la de la barrera se elevado unos 16.

La lluvia también fue decisiva para que acudiera menos público del previsto para ver una corrida santacolomeña de La Quinta, cinqueña, pareja, muy seria de cornamenta, sin exceso de quilos y de juego desigual. Un encierro al que se enfrentó el madrileño Alberto Aguilar, el gaditano David Galván y el sevillano Javier Jiménez.La corrida, por cogida de David Aguilar, que no pudo continuar la lidia, quedó en un mano a mano entre Alberto Aguilar y Javier Jiménez.

El segundo toro, huidizo de salida, desarrolló de inmediato sentido. Se quedaba muy corto por ambos pitones. Se respiró preocupación en cada muletazo hasta que el astado cazó al torero gaditano, a la altura de la rodilla izquierda, cuando daba un muletazo con la diestra. Galván perdió la consciencia como consecuencia de la voltereta y fue trasladado a la enfermería, de donde salió para un hospital tras recuperarse de la conmoción cerebral. Lo despachó Alberto Aguilar.

Alberto Aguilar, con su lote, se esforzó ante su lote, en una tarde en la que anduvo muy mal con los aceros. Ante el que abrió plaza, un toro noblón, con un buen pitón izquierdo, únicamente consiguió una buena serie al natural en un trasteo sin apenas emoción.

Aguilar porfió en vano con su segundo, un animal descastado sin opción al lucimiento.Javier Jiménez, voluntarioso, tuvo como primer oponente un ejemplar bajo, bien hecho, que tras emplearse en varas, le faltó clase en la muleta del sevillano, que se esforzó en una labor desigual y extensa -sonó un aviso antes del primer pinchazo-, que no remató acertadamente con la espada.

Con su segundo, un toro alto, de cornamenta arremangada y que tuvo como virtud sus buenas embestidas por el pitón izquierdo, Javier Jiménez, tras torear muy bien con la zurda en una primera tanda, caló en el público en otra seria al natural marcada por la ligazón. La faena se fue diluyendo y el balance quedó en una fuerte ovación con leve petición de oreja tras una estocada casi entera.Con el que cerró plaza, un toro corniabierto, de exageradas velas y complicado, hubo muchos enganchones. Pasó apuros en la suerte surpema.El primer capítulo isidril, de escaso brillo artístico, estuvo marcado por el percance del gaditano David Galván en una feria que se extenderá hasta el 11 de junio.

madrid_110517.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:20 (editor externo)