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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Sábado 12 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Cinco toros de Luis Terrón (despuntados reglamentariamente, terciados y cómodos de cabeza los tres primeros y más cuajados y ofensivos los tres últimos. Bajos de raza y de poco juego). Un sobrero de Pallarés (manso y parado).

Andy Cartagena: oreja y oreja.

Sergio Galán: silencio y dos orejas.

Leonardo Hernández: silencio y oreja.

Entrada: Tres cuartos largos de entrada.

Crónicas de la prensa: COPE, El Mundo, La Razón, EFE, El País, Marca, Diario de Sevilla.

COPE

Por Sixto Naranjo. Andy Cartagena y Sergio Galán abren la primera Puerta Grande

Se abrió la Puerta de Madrid por primera vez en esta Feria de San Isidro y tuvo que ser, cómo no, con el festejo de rejones, el primero de los programados en el serial madrileño. Y lo hicieron dos rejoneadores que lo necesitaban, para reivindicarse y tomar un impulso que por unas u otras razones habían perdido. Andy Cartagena y Sergio Galán han logrado su séptima y cuarta salida a hombros de Las Ventas respectivamente. Y todo ello con el mérito de lograrlo ante una descastada y en ocasiones parada corrida de Luis Terrón, que además enlotó varios toros en exceso terciados y pobres de cabeza para ser lidiados en la plaza de Madrid. Sobre todo los tres primeros. Una cosa es la mutilación reglamentada de los pitones y otra traer ‘bacalás’ en forma de sardinas para este tipo de festejos. La seriedad debe imperar sea corrida de a pie o de a caballo.

Una oreja en cada toro obtuvo Andy, que ha vuelto a recuperar el nivel tras la lesión de rodilla que le obligó a cortar la temporada anterior. La primera la obtuvo con el toro que abrió plaza, un animal sin celo que no repitió en sus embestidas y con el que rejoneador de Benidorm enceló y provocó durante toda la lidia. Tuvieron mérito los pares a lomos de Magno y las tres últimas banderillas cortas colocadas en un palmo de terreno. La estocada, efectiva al caer en todo lo alto el rejón de muerte.

Con la puerta grande entreabierta, Andy Cartagena salió a por todas en el cuarto, otro animal bajo de raza y aquerenciado con el que sobresalió en la monta de Pericalvo y Bisbal. Con el primero literalmente bailó y brilló en las batidas en banderillas. Y con Bisbal colocó tres cortar al violín demostrando cintura y espectacularidad. De nuevo volvió a manejar con soltura y precisión el acero mortal. Pese a la tardanza en caer del toro, de nuevo los moqueros asomaron desde los tendidos para pedir una oreja que valía la salida a hombros y la recompensa a tantos meses de esfuerzo y recuperación.

Pero quien realizó la faena de más enjundia del festejo fue Sergio Galán. En el quinto, el toro más manejable del encierro de Terrón al que trenzó una actuación completísima de principio a fin. Lidió y enceló de manera sobria en la salida del toro y después comenzó el recital de toreo a lomos de Vidrié y Apolo. Con Vidrié realizó un tercio de banderillas lleno de pureza en los embroques. Y con Apolo llegó el cénit de la faena con un soberbio par a dos manos, asomándose al balcón Galán para dejar los palos arriba. La plaza, en pie y con razón. Epilogó su labor con Charro para dejar tres rosas. El rejón de muerte cayó algo trasero, pero la petición del doble trofeo fue atendida por el palco.

Antes, en su primero, el rejoneado conquense tuvo pocas opciones ante un animal sin ritmo que nunca quiso seguir con celo las cabalgaduras. Siempre intentó plantear faena más allá del tercio, tirando mucho sobre todo con Titán, pero nunca terminó de romper el trasteo.

Leonardo Hernández era quizá el principal aliciente del cartel de rejones, pero sin embargo a la postre fue el gran derrotado del festejo. Porque la oreja paseada al sexto sonó más a premio de consolación que otra cosa. Poco peso de un trofeo que llegó ante un toro de Terrón que estuvo durante varios minutos barbeando tablas y haciendo caso omiso del joven rejoneador. Cuando ya se centró tras sentir el hierro del rejón de castigo. Consciente del triunfo de sus compañeros, Leonardo se aceleró en exceso, perdiendo algo en pureza pero ganando en conexión con los tendidos. Además, el rejón de muerte cayó en los sótanos.

Su primero fue otro toro deslucido en el que destacó montando a Verdi, templando a dos pistas y quebrando en la cara en banderillas. Pero un rejonazo que hizo guardia antes del definitivo hizo que su actuación fuese silenciada.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Puerta Grande para Andy Cartagena y Sergio Galán

No se recordaba en Madrid a Florito trabajando los bueyes en una corrida de rejones. Al menos el arribafirmante no cuenta con la suficiente memoria. De una pasada, como si fuese el fuerte viento que zotaba la plaza, la parada arropó al toro de Luis Terrón y lo arrastró, a la orden de la varita mágica de Floro, hasta su destino final. Sergio Galán se estrellaría con un sobrero atacado de kilos de Pallarés, segundo hierro de Benítez Cubero. De la querencia pasó a pararse en los medios, donde Galán con sabia ciencia lo había sacado. Con las rosas lo adornó pero nunca consiguió alegrar el fardo de triste e inexistente bravura.

La alegría sí había existido en el toro inaugural de la corrida de rejones. A su llamada se llenó Las Ventas hasta la bandera. Andy Cartagena enceló de salida la embestida con temple. Apostó por un solo rejón, a pesar de los varios derrotes y de que en principio cortaba por delante. Y acertó. Jugó con las querencias sobre “Fandi” y luego estuvo muy cerca del toro de las rayas hacia fuera, como el torero que únicamente deja ver muleta, siempre puesta. La cintura flexible del jinete de Alicante se dobló juncal para clavar las cortas al violín. Sobrio y certero Andy, que mató por arriba con un rejonazo inapelable. En sus manos cayó la primera oreja de San Isidro.

A Leonardo Hernández se le escapó la suya, su premio, su oreja, digo, con los aceros de muerte. Una verdadera pena porque Leonardo cabalgó soberbio sobre “Verdi”. La distancia en el tercio de banderillas la manejó con superior inteligencia. Muy en largo. Una enardeció con la batida y para la siguiente reunión, sobre los mismos planteamientos, se llevó al toro a dos pistas hasta los terrenos contrarios. Más son en la faena que en el toro. Pero el rejón mortal diluyó todo sobre “Humorista”. Qué poca gracia.

Contada la anécdota de Florito, la crónica regresa al orden natural de lidia. Andy Cartagena vivió sus momentos más apoteósicos sobre “Pericalvo”. El alto cuarto no había puesto las cosas fáciles en principio. Pero Andy se trabajó la espectacularidad con veteranía. De nuevo las cortas al violín sobre “Bisbal”. Y también la muerte. Tardó el toro en echarse. Cuando se produjo el deceso, la pañolada se fue cuajando poco a poco. Y a últimas se asomó el pañuelo que abría la Puerta Grande, recompensa a tanta lucha y tanto esfuerzo para remontar las graves lesiones de los últimos tiempos. Dios es justo. Y no seré yo quien se lo discuta por una puñetera oreja que a Catagena le sabe a gloria después del calvario.

Sergio Galán lo bordó a lomos de “Vidrié”, auténticos muletazos con las misma panza. Ni siquiera hacía falta clavar. Y sin banderillas toreaba. Pura maravilla y auténtica torería. Pues todavía sobre “Apolo” seguiría en su línea alcista. Un par a dos manos, decolgado el caballero, asomado al balcón y por delante, tuvo un impacto bárbaro. Magistral. Tres cortas de despedida y el desplante del teléfono. Ardía el personal. El rejonazo se hundió, algo trasero, y estalló la pañolada. Dos orejas para la mejor faena de la tarde con el mejor toro de Luis Terrón, dentro del orden de la corrida. Qué buen torero a caballo es Galán.

La mala suerte de Leonardo Hernández se completó con el rajadísimo último que barbeaba tablas de salida. Le echó arrestos y garra de verdad con enorme exposición. Nervio y toda la carne en el asador para torear siempre al sesgo en paralelo a tablas; no había otra si quería irse con sus compañeros que aguantar la cara en las hombreras. Faena importante, oreja de ley. Pero podían haber sido dos.

EFE

Por Javier López. Cartagena y Galán, emocionados y felices al salir por la Puerta Grande

Los rejoneadores Andy Cartagena y Sergio Galán, que abrieron hoy la primera Puerta Grande de la feria de San Isidro, compartían las mismas sensaciones de “emoción y felicidad” momentos antes de fundirse en un abrazo y ser aupados a hombros.

El primer jinete, Cartagena, visiblemente emocionado con lágrimas en los ojos, consideró su triunfo como “un arreón de moral con el año tan malo que ha pasado con la maldita lesión de rodilla”.

“Soy el hombre más feliz del mundo. Después de lo que he pasado todos estos meses de invierno, con la incertidumbre de no saber cuándo iba a poder torear otra vez, el sentir esta sensación de felicidad extrema es impagable”, señaló.

Cartagena, que con ésta suma ya siete Puertas Grandes de Las Ventas en su palmarés, aseguró que “después de los momentos tan duros que he pasado, la voy a saborear como la primera, o más”. Y ya por último, antes de ser alzado en hombros, quiso Cartagena agradecer a la afición de Madrid “la entrega” con la que ha vivido sus dos faenas.

“La gente ha estado increíble, la he visto vibrar muchísimo conmigo, y eso me ha ayudado para volcarme aún más si cabe en mi quehacer. Y cuando Madrid ve a una persona tan entregada lo reconoce como ninguna otra plaza”, concluyó.

El otro gran triunfador de la tarde, Galán, que cortó las dos orejas de su segundo toro, confesó que este triunfo le hacía mucha falta. “Es verdad que he atropellado un poquito la razón por el exceso de ganas, pero es que hoy tenía que ser el día”.

“Ahora mismo no me cambio por nadie. Conseguir un triunfo grande en Madrid es lo más grande para un torero, y si encima se consigue cortando dos orejas a un mismo toro, qué decir”.

Un toro, el quinto del festejo, que ha tenido “mucha transmisión, aunque por el lado derecho se tapaba un poquito”. Aquí debo mencionar dos caballos que han estado cumbres, que son “Vidrié” y “Apolo”; sin ellos no hubiera conseguido cortar las dos orejas.

Triunfador también en la tarde, aunque sólo con un oreja, el joven Leonardo Hernández, sin embargo se le notaba enfadado por no haber conseguido el triunfo de sus compañeros.

“Ahora en caliente no me compensa para nada la oreja que he cortado con la faena tan seria y arriesgada que creo que he cuajado, porque el toro ha sido horrible, hacía cosas muy feas y yo he expuesto una barbaridad para tratar de abrir la Puerta Grande, pero no ha podido ser”, dijo Leonardo.

“Estoy contento con la actuación de mis caballos -prosiguió-, pero me voy fastidiado de verdad porque, aunque he conseguido cortar una oreja en Madrid, que ya es, mi objetivo era abrir la Puerta Grande”.

Antes, en su primero, ya pudo haber cortado una oreja que, sumada a la que paseó del sexto, le hubieran puesto también en la Puerta Grande, sin embargo, el rejón de muerte se cruzó entre él y el triunfo.

“Mira que he estado estas semanas atrás matando algunas vacas en el campo y andaba muy seguro, y hoy, cuando tengo que matar bien, no lo hago”, finalizó.

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La Razón

Por Patricia Navarro. Cartagena y Galán, a hombros en Madrid

Andy Cartagena nos puso en alerta pronto. Nada más empezar el festejo. Primero de la tarde. De un rejón fulminante concluyó una labor importante. Mayor transmisión alcanzó en el cuarto, cuando se jugaba el todo por el todo, la llave maestra de la puerta grande. El Luis Terrón que saltó al ruedo para abrir plaza resultó manejable, con poca continuidad en el ritmo del viaje, pero dejándose hacer. Y así, quebró ajustado Cartagena y acabó de convencer en las tres cortas al violín que prendió en segundos. Una pasada detrás de otra y un trasteo bien hilado.

Con el cuarto forzó la máquina. Merecía la pena. El mejor momento llegó a lomos de «Pericalvo», al que se le valoró nada más salir por la puerta. Imponente belleza. Conquistó Cartagena con lo flexible que se mostraron (caballo/jinete) en los encuentros con un toro que tuvo movilidad. Clavó bien y remató con otras tres cortas. Séptima puerta grande.

Sergio Galán llevaba el contador a cero cuando salió el quinto. Y todo cambió en diez minutos. Los diez minutos mágicos que necesitó Galán para meterse al público en el bolsillo y cortar las dos orejas. Hubo emoción desde que el rejoneador se lo dejó llegar una barbaridad y más todavía cuando toreó, espléndido, sin clavar. Daba la sensación de que en todo momento estaba pasando algo en el redondel. Hubo un antes y un después de la salida de «Apolo». Un bellísimo caballo con el que clavó un par a dos manos. Tragó para llegar al toro en el segundo envite. Las cortas pusieron el colofón final y dieron paso a un rejón rápido y efectivo. La petición fue unánime. Buen toro.

El segundo, sobrero Vio cómo el segundo volvía a toriles, lastimado de las patas de atrás, y salía un sobrero de Pallarés. Algo insólito en corrida de rejones. Se aquerenció el toro de salida pero poco a poco logró retenerlo en los medios. Y fue el acierto de la labor, a favor del astado también. Con el rejón se enfrió la cosa. Pero lograría después la puerta de la gloria.

Cuando salió el sexto, bien sabía Leonardo Hernández que sus compañeros tenían abierta la puerta grande. El toro no lo puso fácil. Ni tan siquiera en los comienzos. Barbeó de salida, dando vueltas al ruedo por los tableros, sin tan siquiera mirar al caballo. Papelón. Leonardo tiró de oficio y de exposición porque cada envite con el toro era un trance difícil: arreaba el de Terrón y lo hacía con la cara por las nubes. Todas las banderillas que puso Leonardo tuvieron mérito y su cuadra cumplió con nota. Un trofeo paseó el rejoneador. Se movió el tercero y Leonardo firmó una faena entregada.

Dos salieron a hombros y uno a pie, pero en Madrid se vivió espectáculo. Que se convierta en buena racha.

El País

Por Antonio Lorca. Hasta que salió Pericalvo…

Hasta que salió Pericalvo, un caballo castaño morcillo, lusitano, de nueve años, el festejo de rejoneo había sido un pequeño tostón. Pequeño porque los caballeros pusieron toda la carne en el asador y lucharon contra viento y marea contras las inclemencias, pero tostón, al fin y al cabo, porque los toros de Luis Terrón constituyeron toda una pasarela de mansedumbre y exagerada falta de casta. Todos huyeron de las monturas con alevosa cobardía, se acularon en tablas, buscaron a parientes por los tendidos, y solo la pericia de los montados permitió momentos de escaso lucimiento. Pero lo que se dice toros de rejoneo solo se les notaba en los pitones excesivamente despuntados para tranquilidad de las cabalgaduras.

A pesar de ello, tampoco los caballeros lucieron a gran altura. O sí; quizá, es que se nota en exceso las diferencias entre esa pareja de rejoneadores que está en las alturas rayanas en la perfección y el resto del escalafón. Quizá por ello, la labor de Cartagena, Galán y Hernández supo a poco; lucieron todos templando a dos bandas, se esforzaron en llamar la atención de sus sosos oponentes, pero clavaron casi siempre a la grupa, sin el ceñimiento que exige el rejoneo de verdad.

En fin, que el espectáculo avanzaba con lentitud y escasa vistosidad, hasta que salió Pericalvo en el tercio de banderillas del cuarto y revolucionó la tarde. Es un caballo puro nervio, que parece entrar en éxtasis en un baile que enloquece a los tendidos. Se lució entonces Andy Cartagena en dos pares de banderillas, aunque, de verdad, el que gozó del favor del público fue el equino, espectacular en sus andares. Una oreja en cada toro cortó Cartagena, y a fe que se empleó a fondo, pero a su rejoneo le faltó hondura.

La misma sosería derrochó el lote de Galán, incansable el rejoneador en sus intentos de agradar. Muy discreto en su primero y arrollador en el quinto, en el que salió a por todas, y culminó su labor con un llamativo par de banderillas a dos manos que fue, quizá, lo más artístico del festejo. Mató con acierto y se ganó la salida a hombros. Ni uno ni otro, no obstante, hicieron méritos para tan alto honor.

Difícil papeleta le quedaba a Hernández en el sexto tras ser silenciada su labor en el tercero, otro descastado al que templó muy bien y con el que se lució en las banderillas al quiebro. El último fue un manso de libro, pero la casta que le faltó al toro la puso el caballero. Se la jugó de verdad, clavó a la perfección y no se fue, por sus méritos, de vacío.

Marca

Por Carlos Ilián. Cartagena y Galán por la puerta grande

No es de extrañar que las corridas de rejones llenen las plazas y que cada vez las empresas de las grandes plazas las consideren una tabla de salvación. Los rejones convocan un público distinto, es verdad, pero un público que paga para ver un espectáculo vivo y brillante. Y de eso tienen mucho estas corridas. Nada que ver con el numero del caballito de antes. En Madrid ofrecieron un espectáculo muy serio, al que le sobra desde luego esa constante y circense peticion de aplausos. El día que no se trajinen a la gente con tantas actitudes histriónicas el rejoneo ganará muchísimo.

Se abrió la puerta grande para que salieran en hombros Andy Cartagena y Sergio Galán, cumpliéndose la tradición triunfalista de las corridas de rejones. Pero, ¡ojo!, es que ambos rejoneadores estuvieron espléndidos y torearon a caballo con maestría y sin ventajismos, tan frecuentes en este espectáculo. Andy, que es un soberbio jinete, de la escuela de su tio Ginés, ya desaparecido,dió toda una lección de doma y de poder para vencer la mansedumbre de su primero, muy parado y buscando las tablas.

Cartagena lo hizo todo con medeida y sin alardes. En el cuarto estuvo perfecto clavando al estribo ante el toro más bravo, ademas del brillante ejercicio de doma. Otra oreja y la puerta grande.

Sergio Galán se las vió con el zambombo de pallarés que no podía co los kilos y a base de recursos solventó la papeleta. Pero en el quinto, un ejemplar con mucha movilidad, sacó a relucir la gran clase que lleva dentro. Cuajó una faena impecable, muy torera y en la que clavó un par a dos manos antológico. Ese par y el rejonazo mortal le valieron las dos orejas y, por supuesto, la puerta grande.

Peor suerte tuvo Leonardo Hernández con el lote más manso. Pero este chaval tiene casta y lo demostró en el sexto al que sacó de la querencia y al que clavó banderillas en un palmo de terreno. Al menso corto una oreja que le debe saber a poco al contemplar a sus compañeros en hombros.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Cartagena y Galán, por la puerta grande en Las Ventas

Con una plaza a reventar y un público muy distinto al habitual -menos exigente y más festivo-, se celebró el primer festejo de rejones de la Feria de San Isidro en la plaza de Las Ventas. De la terna compuesta por Andy Cartagena, Sergio Galán y Leonardo Hernández, salieron a hombros los dos primeros, que estrenaron en este ciclo la puerta grande; entre tanto Hernández cortó una oreja. Todo ello ante un encierro de Terrón, marcado por su mansedumbre y movilidad, y que se completó con un sobrero manejable de Pallarés.

Andy Cartagena triunfó gracias a su capacidad lidiadora y garra. Ante el mansísimo primero, que terminaba sus embestidas con tornillazos, el alicantino brilló toreando a dos pistas en una faena en la que estuvo acertado a la hora de clavar y que remató con un carrusel espectacular de cortas al violín. Mató de certero rejón para conseguir el primer trofeo de la feria isidril.

Como segundo oponente, Cartagena se las vio con otro animal mansísimo ante el que expuso una barbaridad e incluso alguna de sus cabalgaduras sufrió un serio encontronazo. Impactó con su precioso caballo castaño Pericalvo. Acertó nuevamente a la primera y fue premiado con otra oreja, pasaporte para su salida por la puerta grande, que atravesó por séptima vez en su carrera.

Sergio Galán fue a más en su actuación. Su primero fue devuelto tras renquear de los cuartos traseros. Como sobrero saltó un astado de Pallarés, que resultó manejable. El torero madrileño, tras un rejón de castigo, no estuvo acertado en el tercio de banderillas. Dejó frío al público.

Ante el quinto toro, con movilidad, Galán se entregó en una faena que creció en intensidad y espectacularidad hasta llegar a conquistar al público. Brilló especialmente a lomos de Apolo, destacando en un gran par a dos manos, después de pasar en falso. Tras un carrusel de cortas y desplante del teléfono, mató de rejonazo y fue premiado con dos orejas; lo que le sirvió para abrir la puerta grande de Las Ventas por cuarta vez en su trayectoria.

Leonardo Hernández también fue a más. Con el mansísimo tercero, que salió barbeando tablas, se mostró desigual en la colocación de banderillas. Aunque acertó a la primera con el rejón definitivo, fue silenciada su labor.

Con el sexto, Hernández realizó una faena muy meritoria. El rejoneador y sus cabalgaduras derrocharon valentía. Hernández estuvo muy centrado en la lidia y acertado a la hora de clavar. Mató de rejón, mal colocado, y el presidente sólo atendió la petición de una oreja, por lo que salió a pie, entre tanto sus compañeros lo hacían en hombros camino de la calle de Alcalá.

Trofeos y semblantes felices de unos espectadores muy distintos en exigencias a los del toreo de a pie. Es lo que tienen los festejos de rejoneo: el éxito suele ser habitual cuando los toreros vuelan a lomos de los caballos.


©Imágenes: Andy Cartagena y Sergio Galán en su salida a hombros en Las Ventas. | EFE

Madrid Temporada 2012.

madrid_120512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:22 (editor externo)