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Plaza de Toros de Las Ventas

<img width="270px" height="170px" src=" http://estaticos01.cache.el-mundo.net/elmundo/imagenes/2013/05/12/toros/1368386606_0.jpg">

Domingo, 12 de mayo

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de José Escolar (desigualmente presentado, con dferente juego).

Diestros:

Rafaelillo. Silencio en su lote.

Fernando Robleño. Ovación y silencio.

Alberto Aguilar. Ovación tras petición y silencio.

Entrada: lleno.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo.

<iframe src="http://player.vimeo.com/video/66068394" width="384" height="241" frameborder="0" webkitAllowFullScreen mozallowfullscreen allowFullScreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/66068394">Alberto Aguilar destaca en una tarde interesante</a> from <a href="http://vimeo.com/lasventas">Plaza de Toros de Las Ventas</a> on <a href="http://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Una corrida de Escolar es como es y no se le puede pedir lo que no es. En ese sentido fue clásica de su casta, toros que no se emplean, raramente humillan, te miran y aprenden. Los toreros que se apuntan saben de sobra a qué van. Hubo un par de toros que pudieron posibilitar un triunfo y alguno que equivocó a todo el personal a lo largo de su lidia. Rafaelillo con el peor lote no se amilanó pero tampoco hizo nada destacable. Robleño anduvo muy bien con el segundo demostrando su oficio toda la tarde. Y Alberto Aguilar estuvo muy bien, realizando una faena extraordinaria en el tercero que en cualquier plaza habría tenido premio. Y a él no le pidieron la merecida oreja ni le dejaron dar la vuelta. Otra cosa es el público de Madrid, al que entiendo cada vez menos. Y ya ni lo intento. Yo sé que hay varios miles de buenos aficionados en la plaza. Y unas decenas que no tienen mucha idea pero que son los que mandan desde hace dos o tres décadas. Que tienen secuestrada la voluntad de la plaza, el buen gusto y hasta el conocimiento colectivo y la sabiduría de la afición madrileña. Qué quieren que les diga: entiendo que mucho toreros prefieran no ir a Las Ventas. Y muchos aficionados tampoco.

El País

Por Antonio Lorca. El toro es el dios

Salió el toro, de armónicas hechuras, astifino, mirada penetrante, fiero y agresivo, soso y blando también, desconcertante y dificultoso, y la plaza vibró como en las mejores tardes.

Es que el toro es la esencia, el fundamento, el dios de este espectáculo. Sale el toro y palpita el corazón, la sensibilidad brota a flor de piel, te olvidas del vecino y de los problemas cotidianos.

El toro requiere toda la atención para gozar, sufrir y disfrutar con las excelencias de un animal único, irrepetible, poseedor de un misterioso mapa genético que permite que una lucha heroica con un ser humano pueda seguir teniendo sentido en pleno siglo XXI.

Los toros de José Escolar no eran artistas, ni tontos, ni colaboradores, sino gladiadores, competidores, cuajados de las cualidades y defectos que dan pleno sentido al toro de lidia. Dificultosos todos ellos, duros de pelar, prontos a la hora de acometer a los caballos, pero de desigual bravura; listos y ásperos. El toro de juego variado, pero siempre peligroso, que ha dado y sigue dando sentido a esta fiesta.

El toro es el dios y ayer quedó demostrado de nuevo. Impone respeto, veneración y orgullo. Qué pena que hoy solo se valore el medio toro, el artista, el colaborador, el enfermo o el supuestamente drogado; qué pena que a los héroes de carne y hueso que se enfrentaron a los toros de ayer se les mida con el mismo rasero del toreo moderno, tan artista como decadente. Ovación y pitos

Quizá por eso, ayer no hubo trofeos ni triunfos clamorosos. La plaza notó la diferencia y se emocionó con ella, pero las faenas de Rafaelillo, Robleño y Aguilar no son las que prometen orejas. Una pena, porque los tres, cada cual en su medida, ofrecieron la dimensión de una torería sin igual, valientes a carta cabal, inteligentes y pundonorosos, a sabiendas de que el más mínimo error, y aun sin este, les llevaría a la enfermería.

Deslucido, peligroso y aplomado fue el primero de la tarde, que radiografió de arriba abajo el menudo cuerpo de Rafaelillo mientras lanzaba mortíferos tornillazos al aire. Noble y soso, sin confianzas, fue el segundo. Acudió presto en varas el tercero, flaqueó de las manos y derrochó sosería en el tercio final. Espectacular fue el cuarto en el caballo. Salió suelto en el primer envite, galopó desde lejos y cabeceó en el segundo y acudió de nuevo por tercera vez. Se vino arriba en banderillas y llegó a la muleta con agresividad, hasta que comprendió que, además de muleta, había un hombre a su lado y prefirió mirarlo con modos poco amistosos. Cumplió el quinto en el picador y miraba por encima del hombro a Robleño, y otro noble soso fue el sexto, que derribó a Aguilar en un tropiezo y se lo quedó mirando, sorprendido, mientras el torero daba vueltas sobre sí mismo para poner tierra por medio entre los dos.

No hubo ni una vuelta al ruedo; incluso, sonaron protestas contra los toreros al considerar algunos que no estaban a la altura de las circunstancias.

Opinar es libre, pero la realidad no tiene más que un camino. Los tres señores que ayer se vistieron de luces son toreros de los pies a la cabeza; y no solo ellos, sino todas las cuadrillas, que destacaron tanto a pie como a caballo.

Con estos toros no son posibles las filigranas, sino la valentía sin cuento que pusieron sobre el ruedo venteño Rafaelillo, Robleño y Aguilar. Hombres de la zona media del escalafón, escasamente considerados por los aficionados artistas, porque tienen la mala suerte de haber nacido en una época en la que el ballet se considera más que la lidia auténtica ante un toro de verdad.

Quede, al menos en esta página, constancia de la admiración y el respeto que merecen toreros como los de ayer, que salen airosos de compromisos tan exigentes, y aún deben escuchar comentarios de desaprobación.

Rafaelillo recibió a su primero con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio, y aguantó estoicamente los derrotes de un toro aplomado, muy deslucido que lo buscaba sin disimulo. El torero decidió cuidarse, como es lógico, y a la hora de matar se salió de la suerte y la estocada hizo guardia, lo que quiere decir que asomaba por el lomo del animal, lo que es cosa fea. Con muchos pies acudió el cuarto a la muleta en los primeros compases, con una codicia repetidora que hacía albergar grandes esperanzas en su comportamiento; pero pronto se desinfló y todo quedó en una inesperada frustración.

Muy torero comenzó Robleño su faena de muleta al segundo, por bajo, con la rodilla genuflexa, en muletazos largos. Pero el animal no admitía confianza, y la labor fue de más a menos, con altibajos, entre un toro soso y noble y un torero decidido. Alguien dijo en el tendido, quizá con toda la razón, que el Robleño en plenitud de otra época hubiera ofrecido otra imagen y se habría ganado una oreja.

Quizá, porque quedó en el ambiente la duda sobre la verdadera convicción del diestro. Lo mató de un estoconazo, y a punto estuvo de ser arrollado por el toro en su huída. Nada pudo mejorar en el quinto, muy complicado. Quizá fue Alberto Aguilar el mejor parado de la tarde por su extraordinaria disposición y afán de triunfo. Exquisito fue su quite por chicuelinas ante el segundo de la tarde. Muy torero ante su primero, cruzado siempre, metido entre los pitones, arrancó meritorios muletazos por ambas manos, y lo mató de una excelente estocada. Encomiable, también, su actuación ante el soso sexto, con el que no pudo brillar.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Buena corrida de Escolar

Lío de entrada con el presidente del Comité de Empresa de Taurodelta pidiendo cuentas en la sala de prensa por lo escrito del torilero de la vergüenza. Puerta.

Rafaelillo saludó al primero de José Escolar con dos largas cambiadas de rodillas. No humilló nunca el serio toro ni se empleó en el caballo, siempre con la cara arriba. En la muleta se paró a plomo. Ni por una ni por otra mano. Rafael anduvo breve. La espada hizo guardia. El puntillero lo levantó. Luego lo atronó por detrás. Cuántos toros habría que apuntillar así. Muchos.

Al segundo de José Escolar de pinta cáderna clara, altón y muy levantado del piso, Fernando Robleño lo mató de seguro espadazo. El arreón de la muerte a poco lo hiere. Robleño había hecho una faena larga. Viendo el mejor pitón derecho del toro, de más humillado inicio de viaje que final, lo entendió bien por ese lado, en la media distancia. Por el izquierdo el cuatreño miraba, medía, se venía al paso y por dentro. Insistió por esa mano una tanda más que le costaría remontar. Pero lo hizo. A veces la embestida se desplazaba tanto por la inercia que Fernando se quedaba descolocado de tan abierto. Intermitencias en el conjunto que no se sabe a ciencia el motivo por el cual decidió cerrar por la mano zurda. Se pidió la oreja sin convicción.

Alberto Aguilar tuvo el mismo bagaje casi: faena extensa, aviso, una buena estocada, petición no mayoritaria y saludos. Pero con un toro mejor, noble por las dos manos, suavón, también con ese final de muletazo de cara alta, especialmente por la izquierda. El tramo de humillación se hacía suficiente. Aunque al toro le faltó ritmo y mordiente. A lo peor también a Aguilar para que aquello trepase. O la gente esperaba otra batalla.

Eso lo tuvo el imponente cuarto. Carácter y casta. Por abajo siempre. Menos fácil para el torero. La cuadrilla de Rafaelillo estuvo superior. Y Rafael de Murcia muy de verdad. Toreando a ras de suelo. Tal vez algo encima. Valiente. La plaza fría y exigente como el toro. Escaso eco lo hecho por el murciano.

El quinto fue toro que nunca descolgó ni se entregó, orientado y andarín, con la cara entre las pezuñas entre cites, complicado de veras en su embestida al paso. Fernando Robleño tiró de oficio. Un par de coladas terribles. Un bajonazo.

Bárbaro el cuajo del sexto. Muy hondo. Rematado por los cuatro costados. Remoloneó y manseó de salida. Ese punto manso hizo que cuando derribó a Aguilar con los cuartos traseros no acometiera a por él en el suelo. Rápido de reflejos el torero en rodada croqueta. A veces arrollaba como queriendo la fuga. Pero metía la cara sin maldad. Pesaba el toro en la muleta. Alberto en derechazos y naturales alternó la faena hasta que se rajó el toro en toriles. Tarde de obras amplias más que intensas.


©Imagen: Inicio por bajo de Fernando Robleño. | Efe.

Madrid Temporada 2013.

madrid_120513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:23 (editor externo)