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Plaza de Toros de Las Ventas

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Lunes, 13 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de La Palmosilla (mansos).

Diestros:

Curro Díaz: silencio en su lote.

El Fandi: silencio en su lote.

David Galván, que confirmaba alternativa: saludos tras aviso y silencio tras aviso.

Entrada: tres cuartos.

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Diario de Sevilla.

<iframe src="http://player.vimeo.com/video/66153187" width="384" height="241" frameborder="0" webkitAllowFullScreen mozallowfullscreen allowFullScreen></iframe> <p><a href="http://vimeo.com/66153187">Buena imagen de David Galván en su confirmación</a> from <a href="http://vimeo.com/lasventas">Plaza de Toros de Las Ventas</a> on <a href="http://vimeo.com">Vimeo</a>.</p>

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La de La Palmosilla fue una decepción más en las corridas de San Isidro 2013. Parecía que iba a servir porque segundo y tercero se dejaron, pero la cosa fue cuesta abajo hasta el descastadísimo sexto que dejó la impresión general en mala. El confirmando, el cañaílla David Galván, apuntó lo que ya le habíamos visto por aquí abajo: muy buenas maneras, temple, despaciosidad, buen gusto…corte de torero. En Las Ventas se quedan con ganas de verlo más. Curro Díaz tuvo un comienzo de faena de lujo, de pases de cartel. Con eso, ya valía la tarde, aunque hubiera algunos de los pititos que no lo entendieran. Allá ellos, porque se lo pierden. El Fandi a lo suyo, sus carreras para atrás en banderillas y después poco pudo hacer. Insisto en los que se atribuyen ser expertos de no sé qué, frente al conocimiento de miles de buenos aficionados madrileños. Lo de llevarse pañuelos verdes y pitos a la plaza es premeditación, alevosía y nocturnidad, si el festejo es nocturno. Yo, y la mayoría de la gente, vamos a la plaza a disfrutar con un arte, no a ver si devolvemos toros o pitamos a los toreros. Y un arte singular, que no exige más reglas y ortodoxias que la pura emoción.

El País

Por Antonio Lorca. Una tarde para el dolor

No se asusten. No ocurrió nada irreparable. Fue, eso sí, una tarde para el dolor, pero para el dolor de riñones, de espalda, de trasero; para el dolor del alma, porque no cabe mayor sufrimiento en dos horas de un espectáculo irrespirable. Menos mal que las corridas de toros no son así, porque no habría santo varón que aguantara semejante atentado a la sensibilidad. No tiene nombre; es que fue algo tan aburrido que hay que darse prisa en escribir porque el cerebro necesita resetear el disco duro de la mente para olvidar cuanto antes lo vivido. Es que ya no queda nada en el recuerdo. ¿Pero hubo corrida? Habíamos quedado en que no hubo tal cosa, porque, de lo contrario, habría desaparecido hace años.

Pero a ver quién nos quita ahora este dolor que nos martiriza, sin que nadie, ni los toreros ni la empresa, nos reconozcan los méritos de caídos por la fiesta. Porque hubo desmayos, seguro que los habría, pero no por el calor, sino por el hartazgo.

Y todo ello, además, envuelto en la incógnita. Si un ser humano cualquiera, el más convencional del mundo, es un misterio, qué no será un señor que se viste de luces, se presenta ante la cátedra más exigente, y se pone delante de dos toracos con el único fin de hacer méritos como artista, triunfar y erigirse en figura. Aunque parezca mentira, hay un misterio mayor: que tres toreros hechos y derechos hagan el paseíllo, se enfrenten a una corrida noble y sosona y pasen por Madrid como almas en pena, con una espantosa frialdad, como si aquella historia no fuera con ellos.

Porque hay más tomate: la ganadería de La Palmosilla es de altísima alcurnia. Fue creada con vacas y sementales de Juan Pedro Domecq y Núñez del Cuvillo, que es algo así como si se casa una marquesa guapa con un apuesto joven de familia más que bien. Y los niños, tan guapos como la noble madre y tan apuestos como el rico padre, vienen a este mundo como los toros, salvando las distancias, claro está: de bonita estampa, cuerpo gentil, andares de artista y comportamiento tan delicado como soso.

Dicho de otro modo, los toreros vinieron a Madrid con una ganga, de esas con las que todo el escalafón sueña en muchas noches en vela. Y lo que parecía un éxito seguro se tornó, mire usted por dónde, en uno de los pestiñazos más sonados de la temporada. Suerte tienen los tres; la suerte de que el olvido es el mejor medicamento contra el aburrimiento.

La corrida se dejó torear, no hizo un mal gesto y obedecía a los cites; cumplió en los caballos, acudió en banderillas y embistió una y otra vez en la muleta. Pero no ocurrió nada.

Será, quién sabe, el misterio de la torería. A las siete de la tarde, ni Curro Díaz, ni El Fandi ni David Galván estaban inspirados, lo cual es una faena, porque acaban de echar tierra abundante sobre sus carreras; o, al menos, sobre su prestigio.

Curro Díaz es torero de clase contrastada, y de ello dejó constancia al comienzo de la faena de muleta a su primero dejando volar el engaño al son de su sensibilidad. Pero ese fue el inicio y el final. Quiso acompañar el viaje del toro, se empeñó en ponerse bonito, fuera cacho, sin cruzarse nunca y su toreo se volvió mudo. El animal seguía embistiendo con nobleza, y sus muñecas quedaron paralizadas. Quiso apuntar alto en el otro, de menos calidad, y no consiguió más que aburrir. ¿Si un torero artista como Curro no triunfa con un toro como ese primero, cuándo piensa triunfar? Misterio.

¿Y David Galván, un chaval joven que vino a confirmar su alternativa y a buscar como loco contratos para su incipiente carrera? ¿Qué le pasó para que se le pusiera cara de jubilado y durmiera al respetable? Tiene buen porte el muchacho, pero solo con eso no se come en el toreo. Le pudo la frialdad, no manejó con inteligencia los tiempos y se mostró cansino. Algunos naturales de calidad dibujó en su primero, que lo volteó sin consecuencias y ya no fue capaz de enderezar la faena. Mucho menos dijo ante el sexto, de aparatosa cornamenta y soso comportamiento. Tras un pinchazo se derrumbó el animal y aquello ya fue el desastre.

Y El Fandi puso banderillas con desigual fortuna y dicen que dio capotazos y muletazos, pero este que lo es ya nos los recuerda.

Por cierto, cuatro turistas del sur de Brasil se disponían, muy simpáticas ellas, a ver su primera corrida de toros. Cuando el primer torero de la tarde montó la espada, se volvieron con caras de incredulidad y preguntaron: ¿Pero matan a los touros? Y volaron escaleras abajo escandalizadas. Esta vez, el acomodador no estuvo atento. O sí, solo que no sabría brasileiro. Fue, en verdad, lo único divertido de la insoportable tarde.

La Razón

Por Ismael del Prado. El pellizco de Curro y la actitud de Galván

La quinta del abono llegó marcada por el debut en San Isidro la ganadería tarifeña de La Palmosilla. Hierro joven con sangre Domecq, que lidió un encierro tan bien presentado como desrazado para el comienzo de la semana de las confirmaciones de alternativa. Hasta cuatro ceremonias se completarán de aquí a pasado mañana. La primera de ellas tuvo como protagonista a un paisano de la vacada anunciada: el joven diestro de San Fernando David Galván. Así, entre gaditanos anduvo el juego en el primero. Un «Distante» para oficiar la cesión de los trastos. Galván lo atemperó con el capote y, tras pasar de puntillas por los primeros tercios, tomó la pañosa de Curro Díaz para comenzar una labor en la que otorgó distancia siempre al animal que, pese a no sobrarle las fuerzas, midió en todo momento al joven espada. Incluso se lo echó a los lomos en una voltereta sin consecuencias tras levantarlo por la pierna. Pese a ello, el gaditano evidenció reposo y supo administrar los tiempos muertos para aprovechar al burel, del que logró extraer una buena tanda de naturales. Ligados y corriendo la mano, pero un inoportuno desarme rompió la sintonía con el tendido. Luego, hubo más intermitencias. Saludó desde el tercio como premio a su disposición.

Una eternidad pasó hasta el sexto. Tiempo de sobra para pensar, para aplacar o disparar los nervios. Salió de chiqueros un precioso y serio castaño salpicado de casi 600 kilos. De lámina. Muy suelto de salida, luego se paró en la muleta por el fuerte castigo que llevó en varas. Más aplomado y con sosería no permitió que el gaditano, que brindó a El Juli, pudiera refrendar cualidades. Quiso hacer todo bien, pero la actitud no encontró respuesta. Pegó un sainete con la espada.

Con Galván, compartió cartel el sábado en Valencia Curro Díaz. Suya fue la única oreja del festejo de la Virgen de los Desamparados. Ayer, el de Linares sorteó un segundo alto y con mucha plaza. Hondo. Blandeó durante la lidia –buen tercio de Montoliú con los palos–, pero llegó a la muleta con movilidad y, sobre todo, nobleza. Torerísimo el inicio de faena para sacárselo a los medios. Marca de la casa, sin duda. Tremendos los trincherazos y los cambios de mano. Lleno de pellizco y convenientemente jaleado por el respetable. Luego, sin embargo, las tandas no acabaron de calar en el tendido. Hubo muletazos muy buenos: limpios y profundos en los que la muleta se deslizó con suavidad por el albero. De enorme belleza, los naturales. Pese a ello, no hubo excesivo eco del tendido, que silenció su trabajo.

Ídem en el cuarto, que se dejó pegar en el caballo. Siesta y media echó bajo el peto en cada puyazo. No había forma de sacarlo. Otro astado que sangró más de la cuenta. Posiblemente, por ello, tampoco fue a más en la pañosa de Curro Díaz que, en vista de lo parado del burel, no tardó en irse a por la espada. Contrariado.

Cerró la terna David Fandila «El Fandi», que estuvo muy en lidiador con el castaño tercero, puso de su parte y se preocupó por seguir el correcto orden de la misma. Banderilleó con tino desigual: sólo dejó un palo en el primer viaje, prendió muy reunidos hasta tres garapullos en el segundo y se lo dejó llegar cerca en el tercer par. Brindó al público e inició de hinojos el trasteo ante un toro al que le faltó motor y, sobre todo, raza. Tampoco terminó de sentirse a gusto el granadino, que lo despachó de una estocada trasera y caída. Al quinto, bien presentado como toda la corrida, lo banderilleó fácil y sobrado de facultades, de las que hizo gala en el cuarto par –que despertó la ira de algunos y puso en pie a otros– al violín. Franela en mano, trazó una labor hueca en la que tampoco colaboró un animal sin clase y cada vez más a la defensiva. Eficaz con la espada. Esa premura fue quizás lo más plausible de un festejo en el que Curro Díaz nos trajo el arrebato y Galván, la actitud del ilusionado que comienza

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Más que digna confirmación de David Galván

Confirmó alternativa David Galván con una serenidad pasmosa. Ordenadas las ideas en el peso de la lidia que dirigió personalmente. Ordenado el ruedo. La primera vez que se paró fue en el quite. Capote a la espalda y medido. El toro de la confirmación escondía más de lo que enseñaba. Armónico y serio, preciosas hechuras. Ni una arista. Irían por dentro. Genio. Sin terminar de humillar, ya se le venció en el cite en largo de la primera tanda tras la apertura. ¡Uy! Dos derechazos y otra vez por dentro el toro. La izquierda en los medios. Tres naturales buenos y se cayó la muleta de las manos al ir al rematar el de pecho. En la siguiente tanda, el de La Palmosilla, que se iba mordiendo la mala baba, se lo echó a los lomos. Mucha suerte no salir herido con esas dagas. Volvió a ponerse sin perder la tranquilidad por la izquierda ya con el toro desarrollando todo al final de la serie. Lo quiso coger de nuevo. Resolvió bien.

'Solitario', un castaño de imponente trapío, pechos, cara, testa y armas, salió al paso español y saltó las rayas con estilo equino. Y muy montado. Dos puyazos cumplidores y un gran par de Montoliú dejándose ver. Muy al padre. Apurado al salir. Díaz le hizo el quite a cuerpo limpio y sobre todo lo que hizo luego fue un maravilloso prólogo de faena, el más torero de todo lo que llevamos de feria: un cambio de mano aún no ha terminado. La mano de 'Solitario' fue la izquierda. Sorprendió todo lo que descolgó. Díaz suave y al hilo. Faltó atreverse. Ese paso. Bueno el toro en verdad. Se precipitó a matarlo encogido y luego se enredó tras el pinchazo hondo con el descabello. Después al largo cuarto, altón, zancudo, de otras hechuras, los kilos repartidos, la cara bonita, le dieron sin piedad en el caballo. No ayudó nada a su fondo trémulo. Y se paró. Apuntó cierto estilo sin desarrollar.

Fandi pretendió la ortodoxia con los palos con un tercero hondo que esperaba en banderillas. Al cuarteo se quedó con una en la mano. En la siguiente reunión puso tres. Para provocar la arrancada del tercer par lo corrió hacia atrás con los toriles a las espaldas. El par tuvo un mérito enorme con los pitones en el pecho. El inicio de faena de rodillas fue lo más subrayable a un toro que careció de clase y embestía más con las manos que con la cara. Bastote todo. Uno y otro.

Serio y rematado el quinto. Correteó de salida tras larga cambiada de Fandi, que en banderillas se explayó en cuatro pares, cuatro. El último al violín. El toro, generosamente sangrado, no aguantó tanto. Faltó fondo y punteaba; no la colocaba mal de entrada.

La testa del sexto quitaba el hipo. Astifino hasta las cepas. Castaño, salpicado, las estrellas blancas del pecho destellaban. Un tío. Se arrancó cual obús al caballo. Mal picado, muy trasero y duro. Una prueba para Galván, que no se habrá visto en otra. Toro pamplonica. Ayudados a dos manos de apertura de faena. Qué poco se ven. En los medios, la diestra puesta. Una tanda. A la segunda se encogió el toro. Seriecito David. Muy despejado. Y plantado. Un pinchazo y se echó el toro. Lo volvieron a levantar. Se atascó la espada sin pasar

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Digna confirmación de David Galván

La quinta corrida de San Isidro, que resultó en su conjunto un fiasco, contó con un encierro de La Palmosilla muy dispar en todos los sentidos y tres toreros que se fueron de vacío. De la terna, el único ovacionado fue el andaluz David Galván, que salvó con dignidad su confirmación en la monumental de Las Ventas, cubierta de público en tres cuartas partes de su aforo.

David Galván consiguió despertar las ilusiones en el primer acto de la corrida, ante el toro que abrió plaza, el de su confirmación -Distante, negro, de 530 kilos-, que le concedió Curro Díaz, con David Fandila El Fandi de testigo. El gaditano, que brindó al público, mostró sus ya reseñadas virtudes que ha demostrado desde novillero: un valor sereno y unas buenas maneras, que agradaron a un público que le ovacionó en su estreno. El isleño impresionó por el riesgo en el manejo de la capa. De la faena, con altibajos, sustos -incluida una voltereta de la que se levantó sin mirarse- y buenos muletazos, descollaron algunos naturales. En el guión faltó la ligazón para despertar una mayor emoción en lo artístico.

El sexto, un castaño enorme, a 8 kilos de los 600 y con unas perchas impresionantes, únicamente lució fachada. Sin fondo alguno, no se entregó lo más mínimo en su lidia. Galván no tuvo opción alguna al lucimiento y remató malamente con los aceros su labor.

Curro Díaz desaprovechó una gran ocasión de triunfo ante su noble primero, un castaño de imponente arboladura, que dio buen juego. El linarense comenzó su faena de manera extraordinaria, con pellizco, con muletazos maravillosos, como un cambio de mano o una trincherilla de cartel. Pero más tarde, fue increpado desde el tendido por citar fuera de cacho. Su labor fue a menos, con algunos naturales sueltos de calidad. Díaz finiquitó mal al toro, con hasta cinco descabellos tras un pinchazo hondo.

Con el cuarto, un ejemplar aceptablemente presentado, sin poder ni clase, que se desgastó en una pelea en varas interminable, Curro Díaz concretó un trasteo que no tuvo eco alguno.

David Fandila El Fandi ofreció un tercio de banderillas en el que prevaleció la espectacularidad sobre la ortodoxia. Manejó de manera variada el capote. Sin embargo, con la muleta, estuvo por debajo de su lote. Desaprovechó la buena condición del tercero, un castaño manejable con el que concretó un trasteo salpicado de excesivos enganchones.

Con el quinto, un astado hondo y montado, que en su juego resultó descastado y blando, la labor de El Fandi resultó anodina. Parte del público de Las Ventas, con pésima educación, protestó el ofrecimiento de un cuarto par de banderillas, que prendió el granadino de dentro afuera, al violín, corriendo hacia atrás tras clavar, hasta parar al toro en su carrera.

El espectáculo, aunque no pasará a los anales isidriles, recogerá el festejo por una efeméride. Se recordará, fundamentalmente, que un torero gaditano, David Galván, confirmó con dignidad en Las Ventas.


©Imagen: El diestro Diego Urdiales durante la lidia con su primero en el primer festejo de la Feria de San Isidro. / Emilio Naranjo (EFE).

Madrid Temporada 2013.

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