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Plaza de Toros de Las Ventas

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Jueves, 16 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Juan Pedro Domecq (justos de presentación, mansones, blandos, descastados y nobles).

Diestros:

Morante de la Pueba: silencio y bronca.

José María Manzanares: palmas tras aviso y ovación con división.

Jiménez Fortes: palmas tras aviso y ovación tras aviso.

Entrada: lleno de “no hay billetes”.

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Diario de Sevilla.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

LLegó y pasó la corrida de máxima expectación de San Isidro 2013. Los Juanpedros esta vez no fueron garantía de casi nada, justos de todo, en especial de presencia y raza, constituyeron un nuevo fracaso ganadero. Morante dio sus pinceladas en el segundo, que para eso está, y abrevió en el cuarto - que iba a hacer, si no había nada que hacer- para ganarse la bronca previsible. Pero después hubo quites del perdón, porque hubo varios, pero quites providenciales no artísticos, en los que se demuestra que hay un torero en la plaza en todo momento. Manzanares estuvo por encima de sus enemigos y sobre esto habrá polémica, porque muchos dirán que estuvo por debajo, pero el toreo es así, para despertar esas polémicas, aunque sean a golpe de pito y de andanada. Jiménez Fortes confirmó, que a eso venía, y demostró lo que tiene sobradamente demostrado: un valor seco, firme y sereno, que le va a hacer triunfar en muchas plazas. Y poco más, en tarde fría y desangelada. De lo del ambiente que se crea en la plaza de Madrid por los de siempre, me niego a hablar otra vez, para no darles publicidad. Y, sobre todo, para no repetirme como el gazpacho. Eso que lo arregle la afición de Madrid, si es que quiere.

El País

Por Antonio Lorca. Morante se hace perdonar

Morante de la Puebla se hizo perdonar; y no con un quite, sino con tres. Y sin torear. Cosas del misterio. Después de una tarde aciaga por culpa de un lote inapropiado para su concepto del toreo, y de que el público se enfadara con él tras la muerte del desclasado cuarto, salió Jiménez Fortes en el quinto a hacer un quite por ajustadísimas chicuelinas que quiso rematar con una larga cambiada de rodillas; quiso pero pudo costarle caro porque perdió la verticalidad del medio cuerpo y quedó a merced del toro. Pero hete aquí que surge providencial el capote de Morante, muy atento en su condición de director de lidia, y se llevó al toro entre la sorpresa, primero, y el entusiasmo, después, del respetable.

A continuación, se dispone a banderillear Juan José Trujillo, subalterno de Manzanares, y lo hace muy bien, como es habitual en él, pero el animal lo persigue con codicia, y, de nuevo, Morante al quite. Y se repite la jugada en el segundo par, de modo que en las tres intervenciones evitó un posible percance. El público se lo agradeció de veras y se olvidó de la mala tarde del artista, lo que había enfadado a más de uno.

Lo cierto es que el lote del sevillano no le ofreció muchas opciones. Una verónica al relance, en su primero, y eso fue todo. Era ese un toro distraído, muy descastado, con la cara siempre a media altura y sin ganas de colaborar. El torero lo intenta, pero es imposible. Y el segundo, peor, muy desclasado, sin recorrido alguno, sin humillar nunca; y el torero hizo lo que hay que hacer: quitarle las moscas y montar la espada. A la gente no le gustó tal decisión y mostró su enfado. Lo que ocurrió, además, es que Morante no acertó con el estoque, y aquello estuvo a punto de convertirse en un sainete. Lo abroncaron como se riñe a quien bien se quiere. Prueba de ello es que se lo querían comer a besos con los tres quites providenciales. Y a esperar a la siguiente, que será el próximo jueves.

El que estuvo mal fue Manzanares. Se podrá decir que lo molestaron con protestas continuas y a destiempo, del mismo modo que se puede argumentar que el torero tiró una cuantas líneas muy mal trazadas y adiós muy buenas. Su lote se dejó torear, sobre todo, el quinto, pero el torero se mostró indolente. Elegante siempre, eso sí, y en su primero, despegado y abusando del pico; y en cuanto pudo, un circular invertido, tres pases por la espalda, unas manoletinas… Un gazpacho incomestible. Y en el otro, en el de los quites de Morante, de mejor condición, lo hizo bonito, pero sin poderío ni entrega. Mucho pico, mucha línea recta, muchas ventajas y poco toreo. Hubo protestas destempladas, pero tenían razón.

Al final, el triunfador entre comillas fue el más joven, Jiménez Fortes, -serenísimo toda la tarde-, que vino a confirmar la alternativa, y ha dado una lección de responsabilidad y valentía. Bueno, y de algo más: de pesadez, que, de lo contrario, quizá hubiera paseado una oreja del sexto. Se lució de verdad con el capote por chicuelinas ajustadísimas, -dos veces-, y por gaoneras, y se encontró con un primer toro que era tan noble, tan noble, que era la tonta del bote. Y, claro, emocionar con la tonta del bote no debe ser fácil. De hecho, Jiménez Fortes lo muleteó muy bien y aún quedará en el recuerdo un natural de antología, pese a que a toda su labor le faltó calor. Recibió al último con buenas verónicas y cerró la tanda enroscando su cuerpo en una media. Brindó a sus compañeros de cartel, y llamó la atención de la afición madrileña por su valor seco y su buena colocación ante la cara del toro. Muy decidido y entregado, cinceló una obra de menos a más que echó por tierra por no acabarla cuando debió. A pesar de todo, fue la grata sorpresa de la tarde.

Por cierto, la corrida de Juan Pedro fue un fracaso en toda regla. Toros de justísima presencia, justísima fuerza, justísima casta y justísima nobleza. El toro del siglo XXI; el deseado por estas figuras, -que a tantos nuevos aficionados arrastran-, pero que, a buen seguro, serán los verdugos de la fiesta de los toros. Dentro de unos años, no habrá toros, sino ‘juampedros’, borreguitos del norit, y no habrá héroes artistas, sino bailarines. Así, la fiesta morirá sola, sin necesidad de políticos que le pongan zancadillas en el Congreso, como está ocurriendo con la ILP, paralizada sin razón desde el pasado 12 de febrero, ni detractores de la tauromaquia. Con toros como estos, sin poder, sin casta, sin sangre brava, se construirá la fiesta del futuro, esa que quedará para una pequeña minoría de turistas ávidos por conocer las barbaridades de los españoles de finales del siglo pasado. Solo faltó el velcro en el lomo de los toretes para que no asistiéramos al espectáculo de la sangre. Es lo que nos queda; pero es lo que quieren los que mandan y la inmensa mayoría claudicante de los que pagan.

La Razón

Por Ismael del Prado. Sólo el valor de Jiménez Fortes

Casi un mes después de dibujar esa media eterna a compás abierto en Sevilla que tiene aún enloquecido a medio orbe taurino, Morante pisó Madrid. Al menos, de cuerpo presente. Ya por la mañana, se había dejado ver por el albero venteño, supervisando a pie de obra el arreglo del piso, maltrecho tras la lluvia y la acelerada chapuza del día anterior, que desembocó en más de media hora de retraso. Por la tarde, trenzó el paseíllo con un precioso terno catafalco y plata, casi calcado al de Jiménez Fortes. Le correspondió primero en suerte «Deriva», negro que se protestó más atendiendo a la tablilla que a su presencia. Tras sujetarlo, Morante clavó las zapatillas, hundió el mentón y le pegó dos buenas verónicas. La tercera, sublime, meciendo el percal con suavidad y acompasando el cuerpo a la acometida. Pero el animal se entretuvo, embelesado, con el movimiento del burladero, y nos quedamos con la miel en los labios. No hubo más. Ni un posterior quite. Al revés, demasiados capotazos en su lidia que no colaboraron. Tampoco al burel le sobraban las energías. Morante dejó un par de buenos trincherazos para sacárselo al tercio. Preludio de la nada. Tan sólo una serie larga, muy larga, de más de una decena de naturales a media altura y sin apreturas, pero limpios. Con rumores y algún pitido en el tendido. Morante no alargó la espera y abrevió.

El cuarto fue toro con mucha más plaza que sus hermanos. Alto de cruz, zancudo y largo. Una pieza de puzzle imposible de encajar en este encierro.

Morante no sacó a relucir su excelso capote y, como en el primero, la lidia de su cuadrilla tampoco fue la mejor. En la muleta, hubo uno, dos, tres muletazos de castigo por abajo. Al cuarto, el animal se frenó y Morante aceleró, pero camino de las tablas. A por el acero. Lo despachó sin darse la más mínima coba en plena bronca desencadenada. Gritos de fuera, sonido de viento y hasta algún pañuelo blanco y no para pedir la oreja precisamente.

José María Manzanares también se estrenó en este San Isidro. Sevilla fue un frenético tobogán en el que la botella quedó medio llena, o medio vacía, al gusto del consumidor, como los palos y los halagos. Madrid en la lontananza era el salvoconducto para dirimir cuál de las dos sendas tomar. Y el alicantino sigue ahí, como esa pelota de tenis que pega en la cinta y no sé sabe de qué lado va a caer. Sorteó en tercer lugar un «Cotorra», lavadito de cara y sin remate, en el que trazó una faena aseada en los medios. Limpia, pero sin romper. Faltaba conectar con el tendido y lo logró con sendos cambiados por la espalda hilvanados con el de pecho, que calentaron al respetable. Luego, volvió a salirse de sus registros para terminar su quehacer por manoletinas. No tuvo la habitual soltura con la espada y lo pinchó.

Al quinto, en el que Morante logró redimirse con hasta tres quites providenciales a Jiménez Fortes –ni un papelillo de fumar cabía en su ajustado quite por chicuelinas– y Juan José Trujillo –notable con los rehiletes– por dos veces, le planteó una faena entonada en la que estuvo muy por encima de un animal que nunca se empleó. Hubo derechazos corriendo la mano y templando, pero no estaba aquello para remontar. Y más con un sector del «7», como ya hizo en su primero, tratando de reventar su labor. Esta vez sí, estuvo certero con la espada y saludó desde el tercio.

Saúl Jiménez Fortes completaba la terna y el póker de confirmaciones consecutivas iniciado el lunes. El malagueño rompió plaza con un bonito melocotón. «Odioso», de nombre, para que conste en las hemerotecas. Tan sólo quedará reflejado allí por ser el toro de la ceremonia, porque el toro no tuvo demasiada historia. Ni claridad en sus embestidas ni entrega. Manejable sin más, pasaba y se dejaba, pero no hubo demasiada emoción. Hubo algún natural estimable, suelto, pero sin continuidad. Jiménez Fortes, que antes sí pudo sacarle un ceñido quite por chicuelinas, estuvo asentado y dispuesto, incluso terminó acortando distancias para meterse entre los pitones. Sufrió una fea voltereta, sin consecuencias, al hacer la suerte suprema en el primer viaje. Tibias palmas.

Cerró su lote en el sexto ya al filo de las nueve de la noche. Pareció tener una pizca más de emoción en la pañosa del costasoleño, pero hizo honor a su nombre, «Engañoso», y después de una buena tanda en redondo, se lo pensó más. Entonces, Fortes puso todo el picante. Arrimón seco, aún mayor que al de la confirmación, para demostrar sus ganas de estar y de ser. Uno a uno fue robando muletazos en las cercanías hasta arrancar las palmas de aprobación de un tendido, ya para entonces, más que desangelado: ni Morante, ni Manzanares, ni toros… Y ese frío latoso que se resiste a partir. Tarde de expectación, tarde de decepción.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Simples saludos para Jiménez Fortes y José María Manzanares

Tarde de clavelazo. Y lleno de no hay billetes. Primero de la feria. A la llamada de Morante y Manzanares el tirón. Jiménez Fortes confirmó alternativa con un toro melocotón, muy bien hecho y rematado, llamado 'Odioso' y de odioso no tenía nada. Serio por delante y muy armonioso. Hacía un viento que condicionó la faena entre las rayas. Jiménez Fortes, que se había apretado en un quite por chicuelinas, empezó la faena por estatuarios. Al tercero o cuarto se le cruzó mucho la embestida y se produjo un desarme. Fortes le concedió distancia y lo tocó algo fuerte. Perdió las manos. Luego le encontró el temple. Toro bueno. No de duración. Al concepto del toricantano de llevarlo muy largo quizá le sobró tanta largura y le faltó más reunión. Dijo poco. La voltereta a la hora de matar volcándose sobre el morillo pudo ser grave. El derrote arriba le pudo herir. Escupió la media estocada tendida.

Morante de la Puebla con un toro bajo, recortado, enmorrillado y serio, no humilló nunca, causando el efecto óptico de falta de cuello. Una verónica por el izquierdo fue una gloria escasa con el toro cruzado. Los puyazos traseros no ayudaron a que descolgara. A lo peor ni por esas hubiera sido. Dos trincheras intercaladas de apertura y nada. Ni por el pitón que parecía más asequible que era el izquierdo. Manso el juampedro que se había escupido del caballo y apretado para dentro en banderillas. Breve Morante.

La bronca se aplazó al cuarto, un buey que desde que salió se defendió a cabezazos. Violentos los pitonazos. Morante lo tuvo claro. Y gracias que no llevase la de verdad… La pitada se oyó en La Puebla.

Manzanares con un toro castaño, muy abierto de cara y sin rematar, estuvo firme ante la falta de humillación de la embestida. Fortes no perdonó su turno de quite con el capote a la espalda. José María Manzanares le tapó mucho el defecto toreando a su altura en tandas de tres derechazos y el de pecho. El toro no se entregó nunca y siempre estaba aquí al pecho antes de obedecer a la muleta. En la última ronda se lo sacó tres veces por la espalda antes de atrancarse con la espada.

El quinto era poca cosa. Morante hizo el quite de la tarde, el quite del peligro que suele premiar Ramón Vila en Sevilla a un remate de rodillas en larga cambiada de un quite de Fortes. Providencial Morante de la Puebla entonces y otra vez a salida de un par de Trujillo, que en el siguiente se sublimó el tipo. Perfecto Morante de colocación de director de lidia. José María Manzanares ahora dio la de cal. O la de arena. Que nunca se sabe cuál es la buena ni la mala. No se pasó de verdad nunca un juampedro que se movió con chispa con mejor inicio de viaje que final y con mejor mano izquierda. Todo muy ligero y por fuera. No se embrocó jamás. Se tapó por la espada.

Buen saludo de Fortes con el recortado sexto y terciado sexto. Tiene el malagueño valor y los inicios de faena muy violentos para los toros. Tuvo el toro motor de inicio. Jiménez más reunido y firme, pero… Los toros no duran eternamente. Suyo fue el lote.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. De la expectación al fiasco

La corrida de mayor expectación, con el primer cartel de No hay billetes en este San Isidro, resultó un fiasco. Al encierro de Juan Pedro Domecq, de juego dispar, con varios astados con deficiencias en su presentación, también le faltaron arrobas de casta. A ello se unió que la terna formada por Morante de la Puebla, José María Manzanares y Saúl Jiménez Fortes, quien confirmó alternativa, tampoco logró levantar un festejo que no cobró vuelo en lo artístico. El viento fue invitado que jugó en contra. Ya en el paseíllo levantó las esclavinas de los capotes de paseo, abofoteando las mejillas de los toreros.

Morante, por un lado, irritó por una actuación en la que se inhibió ante su lote, sin duda el peor, y conquistó por su buena colocación y acierto en dos quites al riesgo en el quinto toro, que hizo a Jiménez Fortes, a punto de ser cogido, cuando cayó tras una larga cambiada de rodillas y otro al banderillero Juan José Trujillo quien, por cierto, prendió un par de banderillas extraordinario. Con el segundo toro, aceptablemente presentado, que resultó mansote y manejable, apuntó algunos destellos, como una bella verónica, en la que meció el capote con suma armonía o algún remate con sabor, como una trincherilla. Pero no armó faena. Mató mal. Al reservón quinto, protestado de salida, con cara anovillada, lo liquidó feamente tras dos mantazos y bajo un griterío de protestas y pitos.

José María Manzanares tampoco logró el triunfo en dos faenas de muy distinto corte. Con el manejable tercero, sin remate, protestado de salida, realizó una labor larga y que cerró de manera inusual en su estilo, con un fallero, circulares o manoletinas. Con la diestra se mostró entonado, entre tanto con la zurda fue protestado por torear al hilo y vaciar los muletazos hacia afuera. Estuvo desacertado con los aceros.

El quinto, de cara anovillada, noblón y mansote, nunca llegó a descolgar tras las telas. El alicantino anduvo fácil, con naturalidad y estética, en una faena desigual, en la que se entremezclaron desde un desarme con la diestra hasta algunos naturales de bella factura. En esta ocasión, mató al primer envite.

Jiménez Fortes destacó por su gran entrega ante su lote. Abrió plaza un precioso melocotón, en el tipo de la casa, que embistió con nobleza, pero al que le faltó fuerza y fuelle. El malagueño, que ya se ciñó en unas chicuelinas, concretó un trasteo correcto con este Odioso, tras recibir los trastos de Morante. Destacó en una serie diestra de muletazos suaves. Fue cogido al entrar a matar, a la altura de la ingle, pero afortunadamente el pitón no le caló.

Con el que cerró plaza, bien presentado, Jiménez Fortes lanceó bien. Brindó la faena a sus compañeros de terna. Una labor entusiasta y que, por alargarla en exceso, fue a menos. Contó con un toro manejable, aunque no humillaba. Lo mejor lo logró con la diestra, en un par de tandas en las que hubo ligazón; una de ellas rematada con un precioso pase de pecho a la hombrera contraria. El astado fue a menos y el malagueño acabó de manera encimista. Unas manoletinas abrocharon una faena mal rematada con la espada.

El público se marchó desencantado. Morante, sin actitud ante el peor lote, fue despedido con pitos y alguna que otra almohadilla; Manzanares, entre dos aguas, escuchó algunas palmas, y Jiménez Fortes, recibió una fuerte ovación por su entrega. Desgraciadamente, y como tantas otras veces, se cumplió el adagio taurino Corrida de expectación, corrida de decepción.


©Imagen: Manzanares en el tercer toro de la tarde. / CLAUDIO ÁLVAREZ.

Madrid Temporada 2013.

madrid_160513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)