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Plaza de Toros de Las Ventas

Lunes, 16 de mayo de 2016

Corrida de novillos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: novillos de El Montecillo, complicados, encastados 3º y 5º.

Diestros:

Filiberto: de salmón y oro. ovación, herido con su espada.

Juan de Castilla: de blanco y oro. ovación, silencio, vuelta y oreja.

Luis David Adame: de purísima y oro. se presentó, oreja, herido.

Incidencias. Filiberto: Heridas en el dorso de la mano izquierda con sección completa del aparato extensor del segundo dedo y sección extensor común del tercer dedo. Menos grave. Luis David Adame: Heridas por asta de toro en cara anterior pierna izquierda de 30 centímetros, que produce destrozos en músculo tibial anterior alcanzando el borde anterior de meseta tibial externa, y otra de 25 centímetros en cara externa de la misma pierna, que produce destrozos en músculos peroneos y alcanza la cabeza del peroné, contunsionando nervio ciático poplíteo externo. Pronóstico: grave que le impide continuar la lidia.

Entrada: tres cuartos.

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=7034

Video: http://www.plus.es/video/san-isidro-16-05-2016?id=20160516220721

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Orejas a sangre y fuego para Luis David Adame y Juan de Castilla

La magnífica tarde invitaba a ir a los toros: una soberbia entrada registró Las Ventas. El día festivo en Madrid también ayudó a que los novilleros se sintieran arropados por 19.000 almas.

Filiberto no pudo arrancar oles ni palmas con un utrero tan guapo como montado, manso y geniudo de El Montecillo. A su nula humillación hubo de sumar los arreones. El joven murciano, dispuesto con el capote, sintió como un pésame cuando la embestida se dio a la fuga apenas desperezada la faena. En tablas casi tuvo que acorralardo. Lo grave de su afán fue que luego con la espada pasó las de Caín. A últimas, a la desesperada con dos avisos como espada de Damocles. Pudo herirlo en un par de amagos de voltereta. Y sin embargo la herida surgió como un corte con el acero. Un corte serio que seccionó varios tendones. No regresó de la enfermería, donde le operaron de urgencia.

Otro manso de El Montecillo se chupó Juan de Castilla. De libro el manso, huido y volviéndose al revés. Apretó en banderillas hacia los adentros y se puso en fuga. El aguerrido colombiano trató de sujetarlo en los medios con oficio, denuedo y apuros. Salvó una voltereta intacto. Lo mejor, una gran estocada. Le quedarían otros dos cartuchos más.

Se presentaba en Las Ventas el mexicano Luis David Adame. Ya había hecho su declaración de intenciones en un quite por gaoneras de firme y fina planta. Y ahora ponía el corazón en un puño con su marcha a portagayola. Pero desgraciadamente la cornada incierta surgió con la muleta, con Adame asentado de verdad sobre la mano derecha. Le había enjaretado ya dos series de redondos de peso cuando el mentiroso novillo de El Montecillo se le paró en seco y de un derrote le atravesó el gemelo. Ni se miró para seguir con el ensillado bruto sin una concesión a la galería. Aquellas tandas de mando habían sido todo lo que el ensillado utrero había “regalado”. Nada más. El hermano de Joselito Adame, a quien brindó, se fue detrás de la espada con la fuerza del corazón. Un pinchazo no se interpuso en el camino de la oreja. De ley. Vuelta al ruedo de torero macho y a la enfermería….

Juan de Castilla se quedaba solo. El cuarto de piel encendida traía una seriedad imponente pese a sus estrechas sienes. Aleonadas y bastas hechuras. Un monte de la penca al pitón cruzaba el monte de el montecillo tremendamente agarrado al piso. Al chico se justificó con creces, encajando algún que otro recado, antes de despachar el feo asunto con facilidad con la espada.

Tuvo mérito también Juan de Castilla con el castaño quinto, que se quiso quitar el palo en el caballo. El novillo contó con la movilidad y el punto de emotividad de su cambios en la embestida: por abajo lo sometió en un par de series de derechazos de solidez. El pupilo de El Montecillo escondía tanto o un punto más que lo que mostraba con su humillación. Y de pronto le ponía los pitones en el pecho por el izquierdo o rebañaba. Aun con todo, el rey en el país de los ciegos, que los ciegos fueron muy duros y malos. Faena concebida de las rayas hacia dentro. Para entrega la de Juan, otra vez un cañón con la espada. Justísima vuelta al ruedo tras una petición que no cuajó.

Apretó hacia los adentros el último de El Montecillo, al que Juan de Castilla lo esperó de salida con el capote a las espalda. Afortudamente rectificó a tiempo. Le robó con la muleta tres tandas muy por abajo en los terrenos del toro que, cuando se sintió podido, quiso comerse al colombiano por el nudo del corbatín. Un cabrón agazapado tras la masedumbre. Ni cuando aparentemente embestían fue verdad ninguno de los montecillos. Chapó para el Juan. Valiente y honrado a carta cabal. De nuevo contundente con la espada. Se le pidió la oreja, premio a toda una tarde de responsabilidad y tremendo mérito.

ABC

Por Andrés Amorós. Oreja y doble cornada de Adame en San Isidro

Después del sopor que produjeron los flojísimos toros de Juan Pedro, los novillos del Montecillo –también de ese encaste pero tan distintos– y el valor de los novilleros dan lugar a una tarde emocionantísima: toros serios, encastados, con gran movilidad y no pocas dificultades; el tercero, muy aplaudido. Hemos rozado la suspensión por cogida de los tres novilleros. Filiberto sufre una grave lesión, con sección de los tendones de la mano izquierda, al entrar a matar al primero. El mexicano Luis David Adame, que se presentaba, sufre una cogida que no le impide culminar la faena y cortar una oreja. El colombiano Juan de Castilla se queda solo con cuatro novillos, los mata con toda dignidad y corta una oreja al último. ¡Bravo por los valientes!

Filiberto, de Calasparra, tierra de arroz y gran afición taurina, conoce el oficio. El primer novillo tiene un comportamiento contradictorio: tardea pero arrea fuerte en el caballo; se raja a chiqueros pero embiste con fuerza. Es un manso encastado. Filiberto, sin dudarle, le planta cara en chiqueros, pasa varios apuros y un quinario a la hora de matar, al seccionarse con la espada los tendones.

Se presenta el mexicano de Aguascalientes Luis David Adame, hermano del matador Joselito (también, de los matadores Jorge y Gerardo y del becerrista Alejandro). Taurodelta ha apostado por él: lo apodera y es el único novillero anunciado dos tardes, en esta Feria. (No creo que pueda cumplir su compromiso del próximo lunes, día 23). Recibe al tercero a portagayola y encadena verónicas, que suscitan gritos de sus paisanos. Saluda Miguel Martín por dos grandes pares. Brinda el diestro a sus hermanos, comienza con dos muletazos cambiados; dando distancia, liga bien los derechazos. El novillo es bravo y el novillero luce gran facilidad y soltura. Es cogido pero, con un torniquete, traga en los naturales y se adorna con arte. Mata a la segunda, corta una oreja y todavía da la vuelta al ruedo. Nadie podía imaginar que llevaba dos cornadas graves.

El colombiano de Medellín Juan de Castilla –un apodo que parece sacado de una película de Tyrone Power– cuenta, entre sus partidarios, con el gran pintor Fernando Botero. Desde la salida del cuarto novillo, es el único matador que queda, en el ruedo, y nadie está seguro de lo que puede pasar. Logra culminar con bien ese trago –que a algunos toreros les hundió, en el pasado– : no sólo se muestra dignísimo sino muy valiente, con cabeza. Sabe bien lo que hace y es gran estoqueador. El segundo novillo es otro manso encastado que galopa, repite, tiene querencia a chiqueros. Juan evita que huya y liga los muletazos, sufre una voltereta, todavía saca buenos naturales y logra una gran estocada, atracándose de toro. Con una venda en la pantorrilla derecha, lidia el cuarto, que vuelve rápido, derrota al final de los muletazos. En ese momento, a todos parece pesarnos un poco la soledad del diestro, que todavía consigue naturales meritorios y vuelve a mostrarse eficaz, con la espada. El quinto flaquea y protesta, vuelve como una polvorilla. Juan entra en la pelea, sin amilanarse: adelanta el engaño, liga emocionantes naturales y de pecho. Está hecho un tío. El presidente le niega la oreja pero tiene que dársela en el último, en el que asusta a la gente, además de torear a gusto, despacio, y matar con decisión. Ha culminado la hazaña.

No nos gusta la tragedia pero la Fiesta auténtica es así, con riesgo y emoción. Lo dijo Manuel Machado: «Oro, seda, sangre y sol».

El País

Por Antonio Lorca. Broncos novillos, valerosos novilleros

Juan de Castilla, torero de Medellín, paseó una oreja al final del festejo como premio a su entrega, arrojo y cabal valentía ante los cuatro novillos que tuvo que matar tras las heridas sufridas por sus compañeros de cartel. Se jugó el tipo de verdad, acrecentó su hondura a medida que aumentaban las dificultades y, al final, se metió a la gente en el bolsillo por su desmedido afán de triunfo, por su valor sin mancha, y también por la calidad de algunas secuencias de su toreo.

Y no era nada fácil. La novillada de El Montecillo, bien presentada y mansa de solemnidad, fue toda una pasarela de reses con sentido, broncas, sin atisbo de clase, muy dificultosas, que impidieron no solo el lucimiento de los chavales sino la mera posibilidad de salir airosos de tan difícil trance. Una novillada para toreros heroicos que en ningún momento volvieron la cara, y prueba de ello es que dos acabaron en la enfermería: Filiberto, con una mano herida al entrar a matar a su primero, uno de los novillos más complicados que se puedan ver en una plaza; y Adame, con dos heridas en la pierna izquierda tras ser volteado cuando se gustaba por redondos en el tercero de la tarde.

Así, el torero colombiano se quedó con cuatro novillos para él solo; y salvó la papeleta con encomiable dignidad. No obtuvo el triunfo redondo que su buena actitud merecía por la extrema dificultad de sus oponentes, pero ofreció una imagen muy digna y merecedora de mejores oportunidades.

Aguantó con gallardía los gañafones y los parones de su primero, dibujó meritorios estatuarios ante el cuarto, antes que se parara obligado por su mansedumbre; se envalentonó de verdad ante el quinto, en una faena de menos a más, cuajada de méritos, sobre todo con la mano izquierda. Valentísimo, cuajó dos tandas de naturales muy estimables, ligadas con largos de pecho. Alargó la faena innecesariamente y los ánimos se enfriaron.

Echó el resto ante el sexto, tan marrajo como los anteriores, acobardado y refugiado en tablas. Le arrancó muletazos destemplados pero cargados de emoción, aguantó tarascadas directas a la yugular y no se amilanó. La oreja final fue un premio más que merecido.

Filiberto se llevó la peor parte: un novillo imposible. Pero dio el novillero una lección de firmeza y entrega, bien plantado en la arena. Fue muy complicado entrar a matar, y a punto estuvo de que sonara el tercer aviso, lo que hubiera sido muy injusto. Adame ofreció una buena impresión en el único novillo que mató. Lo esperó de rodillas con una larga cambiada a porta gayola y lo llevó al picador galleando por gaoneras. Tras dos pases cambiados por la espalda muleta en mano, consiguió dos tandas de redondos templados, con gusto y ligazón hasta que llegó la voltereta.

Moraleja: si los toros que exigen las figuras se parecieran a estos novillos, medio escalafón estaba prejubilado.


⊕El novillero Luis David Adame sufrió una cogida en Las Ventas en su primer toro. Fotografía de Emilio Naranjo (efe).

madrid_160516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)