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Plaza de Toros de Las Ventas

Miércoles, 17 de mayo de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fuente Ymbro desiguales hechuras, serios, deslucidos, bueno el 4º.

Diestros:

El Fandi: de azul marino y oro. Pinchazo, pinchazo hondo y dos descabellos (silencio). En el cuarto, estoconazo (petición y saludos).

Miguel Ángel Perera: de azul turquesa y oro. (silencio). En el quinto, estocada (silencio).

José Garrido: de rioja y oro. Pinchazo hondo y dos descabellos. Aviso (saludos). En el sexto, dos pinchazos y media estocada defectuosa. Aviso (silencio).

Asistió el Rey emérito en una barrera de preferente.

Entrada: tres cuartos de entrada

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1295411227221653

Video: https://twitter.com/toros/status/864953478858371073

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Garrido, un torero contundente

Ciertamente, lo estropeó al final con dos feos pinchazos al sexto, pero José Garrido se había mostrado toda la tarde como un torero de una pieza, hecho y derecho, valeroso y artista, muy serio y contundente.

Lo demostró sobradamente ante el tercero. Brindó a Don Juan Carlos, se marchó hasta la boca de riego y allí recibió al toro con dos ceñidos estatuarios y dos ayudados, tres naturales y el obligado de pecho que supieron a gloria. Continuó con la mano derecha y las dos tandas siguientes resultaron premiosas por la escasa fortaleza del animal, pero se notaba que allí estaba pasando algo importante. Tomó la muleta con la zurda, obligó a embestir de verdad a su oponente y surgieron notables naturales, y uno ellos monumental. Ante la tenue luz de la casta del toro, se cruzó y volvió a lucirse antes de ejecutar unas ajustadas bernardinas que acabaron por convencer al respetable. Mató mal, y la oreja que tenía ganada a ley se esfumó justamente.

Volvió a intentarlo con el sexto, con menos brío que el tercero, comprometido y responsable, y a fe que se mostró como un torero a tener muy en cuenta. Exprimió la muy escasa clase del toro, y todo lo emborronó con la espada. Pero está empezando, como quien dice, y merece todo el crédito. Ahí hay figura.

Él fue el mejor torero de la tarde, y el mejor toro fue el cuarto. No coincidieron, lo que suele suceder para decepción nuestra. El buen toro, que hizo una pelea desigual en varas, galopó en banderillas y derrochó encastada nobleza en la muleta le tocó a El Fandi, quien ofreció la mejor

versión de sí mismo, lo que no fue suficiente para emocionar a la parroquia. Se esmeró con cuatro pares de banderillas -en el primer toro falló en uno de ellos y el presidente no le permitió continuar con los garapullos-; inició la faena de muleta de rodillas y se lució de verdad con dos redondos, un circular completo y muy templado y, ya de pie, cerró con un meritorio pase de pecho.

A estas alturas, el toro había enseñado el carné: clase, prontitud, fijeza y transmisión. Hasta siete tandas dio El Fandi, dos de ellas con la izquierda, pero no consiguió emocionar como el toro merecía. Acabó con manoletinas de rodillas en un ardid desesperado para animar los corazones, pero no. Una estocada baja acabó por deshacerlo todo.

Dibujó dos sentidas verónicas y una media en el recibo a su primero, al que banderilleó con prisas y escaso acierto; y la muleta no dijo nada. Tampoco el toro era de muchas palabras.

Y Perera pasó desapercibido. Tuvo el peor lote, es verdad, pero no fue el torero poderoso de otro tiempo. Bien de verdad su subalterno Curro Javier, torerísimo con el capote.

¿Y la corrida? A excepción del cuarto, otra birria.

Marca

Por Carlos Ilián. Grosero toreo de El Fandi con un toro de triunfo

Lo que cuesta que salga un toro que se emplee con codicia y recorrido en la muleta, que transmita el fundamento del toro bravo y cuando sale, como ayer el cuarto, de nombre Hortelano, va y se encuentra con El Fandi que lo ofende a base de trallazos, de torear a distancia cósmica, de groseras situaciones como citar del revés abusando del ventajismo más descarado. Intentó El Fandi, en una serie sobre la mano izquierda, componer mejor, templar y, al menos, situarse algo más a tono con la clase del toro. Pero aquello fue apenas un espejismo.

Las protestas de los aficionados cabales lo terminaron de descomponer y ya al final se echó de rodillas para torear por manoletinas que a nadie conmovieron. Y es que ya estaba vendido todo el pescado. Ni la estocada rinconera y efectiva le sirvió a pesar de que el sector más blando de la plaza pidió una orejita. La muerte fulminante del toro tiene esos efectos para el público. Por supuesto que no hubo trofeo y si una fuerte división de opiniones. En su primero quiso enmendar un fallo en banderillas colocando un cuarto par cuando ya se había cambiado el tercio. Insistió descaradamente pero el palco se mantuvo en su sitio. Fandi tal vez pensó que estaba en Brihuega…

Lo más serio de la tarde llegó en la muleta de Joisé Garrido en el tercero, un toro que sacó mucho genio y que el joven torero le plantó cara en la distancia corta, embarcçandolo en unos naturales, no perfectos pero con mucha verdad. Las bernardinas cambiando el viaje fueron de mérito pero la espada lo dejó sin una oreja que le hace mucha falta en Madrid.

Perera insistió con cierta pesadez ante un lote de cara alta y movimientos trastabiullados., como el sexto.

COPE

Por Sixto Naranjo. Una faena de Garrido y un toro de Fuente Ymbro

No habíamos visto que el cuarto toro pudiese meter la cara como lo hizo en el inicio de faena. Sin romper en los primeros tercios, el de Fuente Ymbro descolgó y persiguió con celo y humillación la muleta de El Fandi cuando éste se puso de rodillas para comenzar el trasteo. Ya en pie, el toro tuvo un gran pitón derecho. Con clase, repetición y colocando la cara perfectamente. El torero de Granada realizó una faena correcta, muy templada, muy técnica. Pero aquello no pellizcaba. No se remataba nada ni se ajustaba el torero. Ya había quien tomaba partido por el toro. Al natural el pupilo de Fuente Ymbro no era tan claro, pero aún así tuvo una tanda aprovechable. El Fandi tuvo que recurrir a unas manoletinas de rodillas para intentar conseguir lo que en otras plazas le vale para amarrar las orejas. Pero en Madrid no valió. La espada cayó desprendida y pese a que se pidió la oreja, el presidente consideró que no había mayoría.

El poco feeling entre palco y Fandi ya se había iniciado en el abreplaza. David marró a la hora de colocar el tercer para banderillas. Un palo al suelo y otro al costillar. Cogió un cuarto par pero presidente denegó la posibilidad. Cariacontecido, el torero junto a parte del público no entendieron la decisión. Muleta en mano e imbuido en un bucle melancólico, David no se dio mucha coba cuando el de Fuente Ymbro acrecentó su mansa condición.

Fue en el tercero cuando la tarde se calentó de verdad. El de Fuente Ymbro salió áspero. Sus movimientos eran exigentes. Sabiendo siempre lo que había a su alrededor. No dudó José Garrido. En los medios por estatuarios. Firme la planta como base de la faena que siempre fue a más. Fue rompiendo hacia adelante al toro a base de mandar siempre sobre su voluntad. El engaño por delante, seguro el toque y largo el muletazo. Al natural hubo una tanda de gran ajuste y expresión. Rotunda. Como el final por bernadinas, las últimas cambiando el viaje al toro. Con la plaza entregada, el extremeño dejó un pinchazo hondo y marró en el primer golpe de verduguillo. La posibilidad de puntuar se esfumó.

El desclasado sexto no dejó opciones a Garrido. Expuso el torero, pero no tuvo recompensa por parte del toro, que siempre tendió a quedarse en las espinillas del torero.

Quien se estrelló con un lote infumable en su primer paseíllo isidril fue Miguel Ángel Perera. Estrechito de sienes, mostrando las puntas y acodado de cuerna fue el castaño que saltó en segundo lugar. Muy ‘jandillón’ el de Fuente Ymbro. El toro pareció desplazarse mejor por el pitón izquierdo en los primeros tercios. Sin embargo, cuando tocó la hora de embestir a la muleta de Perera aquello empeoró. Andarín, sin ritmo, entrega, ni clase en sus viajes, el toro no regaló ninguna embestida potable. Se puso por los dos pitones el extremeño sin suerte y lo liquidó de un feo espadazo caído.

El quinto fue un ‘barrabás’. Siempre pendiente de la anatomía de Miguel Ángel, éste abrevió cuando vio que aquel pozo estaba seco.

ABC

Por Andrés Amorós. El Fandi divide al público en San Isidro

Haciendo un hueco en su trabajo, me acompaña a los toros mi amigo Ramón: es un hombre culto, que ha viajado mucho y conoce bien, por ejemplo, la importancia de la Fiesta en Hispanoamérica. No presume de ser gran entendido pero sí le gusta la Tauromaquia; probablemente, ahora mismo, le gusta más, como reacción contra los ataques que está sufriendo. (No es el único caso que conozco). Ramón tiene algo de «bicho raro», en el momento actual: conocer muchos países no le impide amar a España, sentirse orgulloso de ser español. Por eso, se alegra de ver en los toros, una vez más, a Don Juan Carlos. Como sabe que San Isidro dura un mes entero y debo hacer 31 críticas, me propone ayudarme, con sus comentarios. Yo acepto, encantado.

Los toros de Fuente Ymbro le parecen serios, bien armados, pero de escaso juego, en general. El primer toro embiste suave pero tardea y flaquea. Lógicamente, a Ramón le admiran las facultades atléticas de El Fandi, con los palos. El tercio de banderillas desata la primera división de opiniones, tan española. Mejora el segundo par: «Ahí sí que se ha asomado». Al fallar en el tercero, pide permiso para poner un cuarto par pero el presidente no lo concede. «¿Por qué?» No sé darle razón. Los enganchones deslucen la faena y platicamos sobre los misterios del temple. El diagnóstico de Ramón es implacable: «Si el toro se cae, la faena se cae». Y añade: «Descabellar, sin estocada, está fuera de lugar». El cuarto mansea pero se viene arriba. Para compensar lo del toro anterior, El Fandi enlaza dos pares y pone a la gente en pie: «Nunca lo había visto». Los muletazos de rodillas provocan una fuerte división: «¡Qué gana de venir a no disfrutar!» Después de buenos muletazos, recurre El Fandi a manoletinas de rodillas y el vendaval de opiniones encontradas se desata: «A mí me ha encantado», dice mi amigo. Como buen observador, apostilla: «Así de dividida está la sociedad española. Estoy cansado de ver a Revilla, en los toros, y ahora escucha a los de Podemos…»

El segundo sale manseando, no quiere caballo. Recordamos a Palomo Linares, cómo cronometraba el tiempo que actuaban los picadores, y a Andrés Pastrana. Vuelan los papelillos: «¿No se puede hacer algo para paliarlo?» Parece que no. Perera, firme, realiza un trasteo voluntarioso: «Muy empeñoso», diría Borges. Mata mal. El quinto se llama «Valdivia», como el conquistador y la ciudad americana: flaquea, mansea, se para. Perera se justifica y alarga. Sentencia Ramón: «Esto no da más de sí».

José Garrido brinda el tercero a Don Juan Carlos: «Por el Rey y siempre por España». «Es muy de agradecer», comenta. Aunque el toro flaquea, el diestro tira bien de él, lo engancha, liga emocionantes muletazos. «Le ha sacado todo lo que tiene». Suena el aviso, antes de entrar a matar; lo hace mal y pierde el posible trofeo. «Hay que medir el tiempo…» El último no se entrega, queda corto y soso. Garrido vuelve a estar muy firme pero, esta vez, sin brillo.

No ha sido triunfal la corrida pero hemos pasado una buena tarde, juntos. Por un par de horas, nos hemos olvidado de los disparates y tonterías de la política nacional. Sus sensatos comentarios me han ayudado a pergeñar esta crónica. Le propongo que la firmemos los dos, al alimón, pero dice que no quiere quitarle el pan a mi familia; también, que le gustará volver: ésa ha sido mi mayor alegría.

Postdata. El ABC de Sevilla ha concedido su Premio de Periodismo Taurino Manuel Ramírez a Andrés Calamaro. Más allá del artículo concreto, quiero subrayar que este enamorado de la Fiesta es un músico argentino de rock: una prueba rotunda de lo falsa que es la identificación, que algunos hacen, de los toros con la España más vieja y casposa. ¡Pamplinas! La Fiesta es un arte y, como todas las artes, a unos les gusta y a otros, no; depende de su sensibilidad y de que se hayan familiarizado o no con él. Calamaro ya le dedicó dos temas, en su álbum «Alta suciedad» (sic): «Media verónica» y «El tercio de los sueños»; prepara ahora un libro de fotografías taurinas que él ha realizado, en su peregrinar por los ruedos españoles.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. José Garrido, la única luz entre la grisalla

Otra tarde de clima bochornoso. Regresaba Fuente Ymbro con el aura de la grandiosa novillada que levantó el telón de la temporada en Madrid. Contra esa inercia de esperanza jugó el primer toro. Tan montado y alto de agujas como escarbador. Con tan poco dentro. Por fondo y por fuerza. El Fandi libró largas cambiadas de rodillas y jugó los brazos a la verónica. Mejor a izquierdas el fuenteymbro en la nada que regaló. La brevedad se impuso en la muleta. Cuando todavía duraba el raro eco de la negativa presidencial a que Fandi clavase un cuarto par de banderillas tras haber fallado el anterior. Ni siquiera debió pedir permiso el matador, a quien le corresponde la potestad y la decisión. Al menos así era antes. Salvo que la nueva reglamentación haya aumentado los parámetros invasivos.

Sin vida alguna apareció el castaño segundo de extrañas hechuras. Aquellos andares al paso los mantuvo durante toda la lidia. Un incómodo gazapeo dormido que Miguel Ángel Perera consintió y esperó siempre. A su favor contaba con la humillación como máximo argumento. Perera extendió la faena por las dos manos con toda la voluntad de romper hacia delante de su parte. Un sartenazo como un inmenso despropósito echó aún más tierra que el fuenteymbro caminador y letárgico.

Otras líneas traía el tercero. Bajo, armónico y entipado. Una seriedad más prometedora. Y así fue. José Garrido cumplimentó al Rey emérito como sus compañeros. Y justo enfrente del Monarca se clavó por estatuarios. Una corta intervención como carta de presentación. Una declaración de intenciones antes de presentar la zocata. Esa fue la mano del toro. Garrido se acinturó, hundió los riñones y bajó la mano ahondando en el profundo fondo del toro. Cuando se daba y cuando no tanto. Los pases de pecho a la hombrera contraria sublimaban cada tanda ligada y maciza. Aunque en redondo hubo en los albores de la obra notables rondas, fueron la últimas de arrastrados naturales las que sacudieron la plaza. Como las bernadinas de impacto súbito. Un pinchazo agarrado en firme y el descabello enfriaron el ambiente y el más que probable premio. Que según está el patio nunca se sabe.

El cuarto y colorao fuenteymbro desbarató todas las teorías de las hechuras con su cuerpo de caballo: que embistiese como embistió por el pitón derecho no atendía a la lógica (si la hubiere en el toreo). El Fandi se desquitó del agravio dictatorial y clavó cuatro pares, el último como un dos en uno. Explosivo el tercio con una reunión por los adentros de tremenda exposición. La sorpresa del fuenteymbro sobrevino cuando Fandi citó de rodillas casi en la boca de riego. Y el toro descolgó su embestida en un circular sin solución de continuidad. Aquella nobleza la aprovechó Fandila, muy despatarrado y encajado, más en su corte de siempre que como en Sevilla. Pero dándolo todo. Tanto que, cuando el toro se negó por el izquierdo a la defensiva y perdió el celo, El Fandi volvió a la guerra de rodillas y por manoletinas. Entre el torero postrado y la cabeza del uro cabía un rascacielos. Como ofendido por el trato de la afición, se volcó en un espadazo de rabia incontenida. Quizá levemente rinconero pero ejecutado con una sinceridad que caló en los tendidos. La pañolada, tal vez insuficiente, no aflojó a la autoridad. Que le devolvía así al granadino sus reverencias versallescas.

Imposible encontrar peor suerte que la de Perera. Como gafado. El rebrincado, geniudo y saltarín quinto de Gallardo había sido protestado por su aniñada expresión. Y, sin embargo, fue un cabroncete en fase de desarrollo.

Para terminar de completar las desigualdades de hechuras de la corrida de Ricardo Gallardo, el basto sexto vino a poner la guinda. Otra conformación de encornadura. Más playera. Respondió con nula clase y entrega a todas las voluntariosas propuestas de José Garrido. Y para colmo se puso gazapón. Para sumar a sus cabezazos. Qué lejos de la novillada de apertura. A última hora se le fundieron los focos a la plaza. Como los plomos a la corrida de Fuente Ymbro. Sólo Garrido encontró una rendija de luz entre la grisalla.

La Razón

Por Patricia Navarro. Al borde de todo, en medio de nada

Habían pasado veinte minutos de las siete y estábamos en el tercio de banderillas del primero. Era el turno de El Fandi, que llegaba a Madrid con los ecos de Sevilla. No quiso caballo el fuenteymbro y comenzó después el tercio estrella del granadino. Sólo que al tercero se estrelló y no clavó. Quiso un cuarto par, como es costumbre en él y suponemos que resarcirse del paso en falso, pero el presidente no tragó y con las mismas le dijo que no. Desigual y punteando el engaño en la muleta el toro. Se justificó con brevedad Fandi y cerró aquello. No tenía el cuerpo para más vueltas y en verdad nosotros tampoco. El segundo nos cayó a plomo. Toraco para el pecho. simbólico claro. Descolgó. Nada más hizo. Bueno sí, puntear el engaño, ir y venir sin entidad ninguna, aburrir como las ostras. Al Rey emérito fue a parar el brindis. ¡Cómo no!

Todo cambió en el tercero. Como un huracán fue a la muleta de Garrido y de paso a redimirnos. El desafío ocurrió en el centro del ruedo, a ojos de todos y por estatuarios, quietud que rebosaba los límites del torero, como en las espeluznantes bernardinas finales, pero para eso quedaba mucho. Tanto que sonó un aviso mientras tanto, pero no nos habíamos aburrido ni un segundo. Empujamos todos la espada. Toreó con mucha armonía en los primeros compases, cuando el toro acudió con más boyantía y pudo ligar el torero, descolgaba y reponía. Cambió la cosa al poco. Más parado el animal, más a la espera y protestón, se tragaba el primero y el segundo; al tercero se olía el percal quedándose corto por abajo. Le buscó las vueltas Garrido, cruzadísimo, casi de uno en uno, en busca de los tiempos que le dieran la llave del toreo. Y la encontró. Supo poner el broche con las bernardinas y de pronto, cuando Madrid estaba con él, la espada se le atravesó.

Un gol por la escuadra metió El Fandi al presidente en el cuarto. Cuatro pares sacó del tirón en tercer lugar, pidió permiso, como dice el reglamento, pero sin dar lugar a mucha opción y clavó y a decir verdad lo hizo en la misma cara. Volcánico fue el comienzo de faena de rodillas por la derecha, con un circular antológico. ¡El avión hizo el toro! Y estuvo El Fandi en su mejor versión en la primera parte de la faena. Dio todo lo que tenía hasta que se puso al natural y dejó mucha distancia entre uno y otro, se vaciaba el toreo por ahí, bajó revoluciones el toro, se perdió la intensidad y se alargó. Mezcla explosiva. En negativo. Y estocada caída de fin de fiesta. Se pidió la oreja y no se le concedió. Dividido el público. Buen “Hortelano” había sido. Poco se pareció un quinto rebrincado que le tocó a Perera y que no le podías perder de vista y con el que sacó poco en claro el extremeño. Complicado el sexto que amagó en un par de ocaciones con llevarse a José Garrido por delante. Se esforzó en la faena pero no trascendió. La sensación era haber estado al borde de todo. Y en medio de nada.

madrid_170517.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:08 (editor externo)