Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_180509

PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del lunes, 18 de mayo de 2009

Novillada con picadores

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Novillos de La Quinta (justos de presencia y de trapío y de juego desigual, siendo aplaudidos 1º y 3º) y dos sobreros (4º y 6º) de Jaral de la Mira lidiados (mansos).

Diestros:

Daniel Martín: silencio tras aviso y silencio.

Mario Aguilar: silencio y silencio.

Miguél Ángel Delgado: ovación con saludos tras dos avisos y palmas de despedida.

Entrada: Casi lleno.

Incidencias: El novillero Mario Aguilar fue atendido de una «herida por asta de toro en pene, de tres centímetros de extensión. Puntazo en tercio superior, cara posterior, del muslo izquierdo. Pronóstico leve salvo complicaciones». .

Crónicas de la prensa: MadridDiario, El País, ABC, Diario de Sevilla, El Mundo.

©Mario Aguilar/El País; Miguel Ángel Delgado/Las Ventas;


El Mundo

Por Javier Villán. Un rayo de luz en la novillería

El futuro siempre está ahí. Lo que cambia es su condición: la posibilidad de que sea bueno o malo. Futuro incierto es Mario Aguilar, al que un novillo por poco le rebana el pene; futuro cierto y poco alentador es Daniel Martín. Y futuro glorioso, acaso pudiera ser el de Miguel Ángel Delgado. Pero nunca se sabe.

Vamos a las novilladas en busca de la esperanza y el porvenir. Vamos a las novilladas con la certeza de que si el presente es vano, el futuro puede ser la plenitud. Una alegre tolerancia empapa los ánimos de los aficionados más severos. Podemos ser tolerantes con el presente, pero no admitimos la posibilidad de un futuro hostil o indescifrable. El mexicano Mario Aguilar anduvo siempre a merced de los pitones: desde que en un quite al primer toro fue volteado hasta que en un muletazo a su segundo novillo fue revolcado.

Se salvó de una cornada fuerte y yo creo que lo mejor de su futuro puede ser eso: salir indemne de una plaza pese a su bagaje técnico actual, del todo insuficiente. Demostró elegancia en unos lances iniciales, pero después todo fue azar incierto. Vamos, pues, a las novilladas, con buen ánimo aunque pocas veces se ven colmados nuestros deseos.

El futuro alentador, según lo visto ayer, puede estar en Miguel Ángel Delgado, por ejemplo. Frágil e inocente todavía, evidenció un exquisito sentido del arte de torear. Daniel Martín, en cambio, es menos frágil, pero ha aprendido demasiado pronto las triquiñuelas del oficio; o sea, que es un novillero resabiado y listo. Urge que pierda resabios, se centre y olvide los malos ejemplos de los mayores.

Miguel Ángel Delgado, en cambio, es un novillero frágil, con los duendes toreros saliéndole, a veces, a borbotones por los pliegues de la muleta. Bordeó ayer el abismo del tercer aviso. Pero también se alzó a los cielos del buen toreo. Los buenos aficionados, con todas las cautelas que se quiera, han visto en él un rayo de luz. Era patética su atribulada inocencia cuando, tras varios pinchazos, no sabía si descabellar o entrar de nuevo a matar. Estaba a punto de caer el tercer aviso maldito, y toda la dulzura del suavísimo toreo de Delgado se iba a los infiernos.

Dios aprieta, pero no ahoga, dicen. Bueno, será verdad y según y cómo; porque esa extraña deidad con frecuencia ahoga sin apretar. Delgado se salvó y me alegro de que así fuera; pegarse el batacazo desde los cielos hasta el polvo del santo suelo, debe de ser duro para un muchacho de 19 años.

Y más si ese suelo es el de Las Ventas y más todavía si se ha toreado con la limpieza aterciopelada con la que había toreado Miguel Ángel Delgado. El novillo, inválido, era también de terciopelo y almíbar, todo hay que decirlo. Desde las verónicas de recibo hasta el momento de entrar a matar, Miguel Ángel Delgado dibujó hermosas pinceladas: un ayudado alto, una trinchera, ayudados por bajo arqueando la pierna.

No quiero jugar a profeta ni sé lo que le espera a Delgado. Pero apunta los detalles hermosos del buen toreo. Se dio tiempo y dio respiración al novillo tercero que no se tenía en pie. Delgado anda bien ante los novillos, como si se mirase en un espejo. Como si estuviera en el salón de su casa. Toreó por naturales con hondura y limpieza, con más hondura que en el sexto, al que recibió con tafalleras en el mismísimo platillo y al que muleteó con pulcritud. Aquí no pasó de una limpia caligrafía.

Ya no aleteaban los ángeles toreros de una hora antes, ni el novillo era ese amigo que todos deseamos encontrar a la vuelta de la esquina. Crédito para Miguel Ángel Delgado, pero no siempre va a tener delante un ángel de la caridad como fue el tercero. Habrá que verlo con novillos de más fuerza y complicaciones.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Delgado torea a cámara lenta

La novillada de La Quinta, correcta de trapío, dejó mucho que desear en su juego. La mayoría de los novillos, de sangre santacolomeña, acabaron apagándose. El novillo más claro, por franqueza, fue el tercero bis, previsto como sexto, del hierro titular, que Miguel Ángel Delgado lidió, corriendo turno, por el tercero, devuelto tras flojear. El animal, noble, aunque de escaso brío, permitió a Delgado torear a cámara lenta. Lo hizo de manera fantástica a la verónica. La faena, inteligente y con gusto, la inició de largo, con estatuarios en un despliegue inicial con un bello pase de la firma y un mandón pase de pecho. El público estaba volcado con el torero ecijano y no paraba de ovacionarle. Con la derecha dibujó espléndidos derechazos, de sumo temple y suprema lentitud. Por la izquierda también afloraron naturales de gran belleza, con buen trazo y en los que parecía acariciar al novillo. Los cierres de las series fueron de categoría y también desplegó un amplio repertorio, que utilizó como recursos oportunos en cada momento. Hubo excelentes pases de pecho, trincherillas, cambios de mano… Y como postre, toreo genuflexo, a media altura. La suavidad fue tal que el torero parecía que estaba delante de un carretón. Pero esa faena de torero cuajado y preparado para la alternativa, que tomará próximamente en la Feria de Córdoba, quedó sin premio por el fallo con los aceros. Entró varias veces con la muleta casi a la altura de la espada y sin que el novillo humillara en el embroque, se sucedieron numerosos pinchazos. Lo que iba para premio quedó en una fuerte ovación, con dos amenazantes avisos.

Con el sexto novillo, un sobrero de Jaral de la Mira, que no humillaba, la labor fue a menos, tras un emotivo comienzo en los medios, con un par de muletazos por la espalda, capeína y un pase de pecho. Dos buenas tandas con la diestra y un arriesgado cierre con bernadinas se intercalaron en una labor que resultó desigual, con lagunas y que, nuevamente, remató mal.

Daniel Martín dejó escasa huella. En su primero, que no tragaba con franqueza más que un par de muletazos, se esforzó en una labor voluntariosa, en la que los mejores muletazos afloraron con la diestra. El novillo llegó a propinarle un puntazo a Mario Aguilar en la parte posterior del muslo izquierdo, tras un quite. Con el cuarto, un sobrero de Jaral de la Mira, que sustituyó a un titular devuelto por flojedad, únicamente brilló en una serie con la diestra. En esta ocasión no llegó a imponerse a un novillo con movilidad, que propinaba tornillazos.

El mexicano Mario Aguilar, con un mal lote, no llegó en ningún momento a sintonizar con el respetable. Con su primero, que no humillaba, faena a menos, que comenzó con una apertura muy torera y suave, cerrada con una bella trincherilla. Luego, no llegó a cogerle el aire a un novillo, que se fue orientando. Con el parado quinto, que cabeceaba y topaba tras la muleta, se mostró porfión. En un descuido, en el que se quedó descubierto en un derechazo, el novillo de dio un hachazo y le hirió en el pene.

La tarde tuvo un protagonista: Miguel Ángel Delgado, un novillero -de Écija, para más señas- que toreó a cámara lenta… ¡Casi nada!


El País

Por Antonio Lorca. Un estilista 'pinchaúvas'

Miguel Ángel Delgado es un estilista de categoría, lo cual es una condición fundamental para ser figura del toreo; pero también es un pinchaúvas de campeonato, lo que puede convertirse en un muro infranqueable para alcanzar la meta soñada.

A Miguel Ángel Delgado le sobran condiciones, pero ha de aprender a matar Cómo torearía el chaval de Écija al tercero de la tarde para que, después de un verdadero mitin con la espada y con la ídem de Damocles del tercer aviso sobre sus espaldas, el público lo sacara a saludar al tercio.

Pues sí que toreó bien, y conviene detenerse en la película de los hechos porque no todos los días se puede admirar el toreo que surge a borbotones de un alma sensible; el toreo fino, preñado de elegancia y personalidad.

A ver: tras unas verónicas de salida ejecutadas con gracia y compostura, tomó la muleta, se dirigió a los medios y desde allí citó a su oponente, noble pero con las escasas fuerzas cogidas con alfileres. Dos estatuarios, un recorte garboso, una trincherilla, otro recorte y un remate con un largo pase de pecho, suave de pitón a rabo. Estaba ya claro que el torero tiene planta y aroma.

Tomó la derecha, se cruzó como mandan los cánones, y dibujó muletazos de buen trazó ligados con otro, enorme, de pecho. La faena fue ganando en intensidad, a pesar del poco fuelle del novillo, que iba y venía sin la necesaria casta, que es la que hace brotar la emoción. Continuó con tres tandas de naturales, algunos de excelsa calidad, siempre con sentido de la colocación y de la ligazón, y todo presidido por la despaciosidad, la finura y el aroma de toreo caro. Antes de doblarse por bajo con torería auténtica, dibujó una trincherilla, un precioso pase de la firma y otro de pecho.

Miguel Ángel Delgado se había inventado una faena plena de sentimiento artista ante un novillo que en otras manos hubiera pasado inadvertido. Pero la personalidad, la inspiración y la creatividad dejan huella. Cuando montó la espada tenía cortada la oreja del novillo. Pero, para decepción de todos, comenzó un baile de desaciertos con el estoque que casi le cuesta pasar por el mal trago de escuchar el tercer aviso. Imperdonable. Después de torear como lo hizo y, además, en plena feria de San Isidro, es imperdonable que se demuestre tanta impericia a la hora de matar. Así, aunque se posea un alma sensible y artista, no se llega a figura en este país. Puede intentarlo en Portugal, donde no se matan a los toros, pero aquí, no. Aquí, o aprende a matar o acaba en los albañiles. Porque lo mismo le ocurrió en el sexto, al que volvió a despachar de forma horrorosa y lamentable después de una labor tesonera, de menor calidad que la anterior, ante un manso y soso novillo, con el que no acabó de entenderse. Tuvo la ocurrencia, sorprendente por inusual, de recibirlo en el centro del anillo, de espaldas a chiqueros con tres tafalleras que resultaron insulsas. Inició la faena de muleta con un pase cambiado por la espalda, pero la faena nunca alcanzó el vuelo deseado. Y lo dicho: condiciones le sobran con capote y muleta, pero aprende a matar a los toros o ya se está comprando el mono en las rebajas.

El resto del festejo tuvo otro color muy diferente. Abría el cartel Daniel Martín, un joven nacido en Alemania, pero que no es alemán, sino que sus padres trabajaban allí, que lleva casi cinco años como novillero, lo cual es mala señal. Sin que nadie le preguntara, él solito se encargó de explicar el motivo de tan larga espera. Le tocó un primer novillo de embestida repetidora, y un segundo, manso, encastado y noble, que acudió a la muleta de forma incansable los 10 minutos reglamentarios, y hubiera seguido si no lo mata. La faena a éste fue larguísima por ambos lados, y cómo sería la cosa que un espectador, a voz en grito, le pregunta al torero: “¿Quién te ha engañado, chaval?”. ¿Se entiende? ¿Cómo es que todavía nadie le ha dicho que en esta profesión no va a hacer fortuna? No tiene calidad alguna, se coloca siempre fuera de cacho, da medios pases, y nada tuvo sabor alguno. Alguien que lo quiera bien debe hacerlo llorar…

Y, por último, engañó el mexicano Aguilar. Da la impresión de tener maneras toreras, pero lo estropeó con pésima colocación y aparente indolencia. Resultó volteado por el quinto, que le produjo una herida leve de tres centímetros en el pene y un puntazo en el tercio superior de la cara posterior del muslo izquierdo.

Y la anécdota de la tarde: salen los cabestros para llevarse al devuelto tercero de la tarde. No consiguen arroparlo y, con esa cara de aburrimiento que tienen todos, deciden dejarlo allí y volverse por donde habían venido. Pero, hete aquí que el último cabestro se queda solo en la puerta de chiqueros, detiene el paso, gira la cabeza hacia el novillo, con una mirada circunspecta, como diciéndole: “Muchacho, que te estoy esperando…”. El toro obedeció, y, cuando llegó a su jurisdicción, el cabestro se retira de la puerta, lo deja pasar y sólo le faltó empujarlo con una mano. De arte total…


Madrid Diario

Por Migué Ángel de Andrés. Delgado, un desastre con la espada, brilló ante un buen encierro de La Quinta

Los aficionados madrileños, tan toristas ellos, tenían este lunes uno de sus platos fuertes con la lidia de una divisa que nunca falla y que ya es todo un clásico en las novilladas de San Isidro, la de La Quinta. Y no defraudó en general, aunque quizás le faltara un punto de picante, pero estos santacolomas son un seguro para el espectador.

Otra cosa es para los toreros.Sobre todo las figuras que no quieren ni ver a cualquier hierro de esta procedencia. Pero los novilleros no tienen otro remedio y saben que un triunfo ante esta divisa tiene mayor repercusión. Y a punto estuvo de lograrlo Miguel Ángel Delgado, en su primero con una faena inteligentemente adaptada a las condiciones de su enemigo, además de ortodoxa y clásica. Pero su fallo a espadas se lo impidió y le ganó dos avisos.

Algo similar en cuanto a calidad ocurrió en el sexto, al que recibió a porta gayola pero no con revoleras sino con airosas tafalleras.Tambbién con la muleta, sin alcanzar el nivel anterior, brilló mayormente por su ortodoxia y temple. Pero volvió a estropearlo con la espada y sonó uin aviso.

La misma disposición pero menor lucimiento fue la de sus compañeros Daniel Martín y el mexicano Mario Aguilar, que ya habían lucido en este coso en ocasiones anteriores, razón por la que se habían ganado su presencia en los carteles isidriles. Sin embargo no pudieron aumentar su crédito por no acoplarse.

Martín, que tiene buen corte pero es muy frío y no llega a los tendidos, hizo pensar en algunos momentos que iba a ligar faenas en sus dos enemigos pero no fue así. Y el mexicano, que sufrió una voltereta espectacular pero sin cornada, no logró acoplarse a pesar de su denuedo y sus esfuerzos.


ABC

Por Zabala de la Serna. Delgado y un novillo a la mexicana

Se ha cumplido el ecuador de San Isidro, que cumple a su vez con lo esperado… A buen entendedor, pocas palabras. Pero para los que no entiendan explicaré que el titular no se importa de la cocina de México, tan picante y sabrosa, sino del temple suavón de sus toros. Un toro a la mexicana es de una lentitud pasmosa en su embestida. Un pasmo de templanza. Así que el novillo amexicanado de La Quinta se traduce por dulzura. Y clase. Además desde que pisó el ruedo, una vez que se corrió turno y se devolvió precipitadamente el vareado utrero titular. Miguel Ángel Delgado voló con son y aire el capote a la verónica. Dos puyazos cobró el animal, bastante traseros, por cierto, apretando en el peto. Quedó resentido. Quizá un tanto demasiado sin fuelle o chispa a la que acostumbramos. Delgado planteó una delicada apretura por alto, en dos estatuarios, y por bajo, con una trincherilla delicada y un par de cambios de mano de pura delicatessen.

El chaval ecijano le concedió su distancia, y luego sus tiempos entre series, y lo meció en la mano derecha. Pero apostó por el toreo al natural, muy bien colocado, ofreciendo el medio pecho, con la paciencia suficiente para esperar y pulsar la embestida tranquila, pacífica, pastueña. Calidad en la muñeca de Miguel Ángel Delgado para apurarla a cámara lenta, en los pases de pecho vaciados con un temblor estremecido para alcanzar el final y la luz. En México se hubieran caído por los tendidos. Por bajo se dobló genuflexo, precioso el toreo ayudado. La cosa estaba para la oreja, creo, por no lanzarme a la piscina del triunfalismo. Pero Delgado se dejó la mano atrás en la suerte suprema, y ya se atacó una y otra vez, con los avisos pendiendo sobre su cabeza. Y aun así, con dos recados, saludó con merecimientos desde el tercio. Nada tuvo que ver el sobrero de El Jaral de la Mira lidiado como sexto, muy abierto de sienes, de embestida alocada al principio y después informal, de ir mucho pero cada vez distinto. Le puso voluntad el novillero con desiguales resultados, para al final igualarlo todo con la espada: un desastre.

Daniel Martín tuvo un lote con posibilidades. El novillo que estrenó la tarde punteaba algo por su noble pitón derecho. Martín demostró sequedad y oficio castellanos. El otro sobrero de Jaral —el palco anduvo ayer raudo con el pañuelo verde—, un jabonero que manseó en varas, rompió a embestir con velocidad, un punto rebrincado pero también con ese otro punto de abrirse en manso, a derechas, y el novillero salmantino se amontonó una barbaridad.

El mexicano Mario Aguilar evidenció valor de verdad con dos novillos complicados, especialmente el quinto, que le pegó una dura voltereta. Aguilar había bordado un quite por chicuelinas al primero. Obtuvo como respuesta la frialdad de una plaza que zumba como una nevera atascada de moscones.

Madrid Temporada 2009

madrid_180509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)