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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Viernes 18 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Fermín Bohórquez (correctos de presencia, en tipo pero de juego descastado). Un sobrero (5º bis) de Encinagrande (feo de hechuras y deslucido).

Miguel Abellán. División al saludar y silencio.

Arturo Saldívar. Saludos tras aviso y silencio tras aviso.

Víctor Barrio. Silencio y saludos.

Entrada: casi lleno.

Crónicas de la prensa: COPE, La Razón, El Mundo, El País, EFE, Marca, Sur.

COPE

Por Sixto Naranjo. Crónica de un petardo anunciado

Dicen que lo mal empieza, mal acaba. Sobra decir que cuando salieron los carteles y se vio anunciado el hierro de Manolo González hubo más de una duda. Duda que se confirmó cuando supimos que la corrida del hierro onubense no había pasado el fielato veterinario. Y duda que se acrecentó cuando la ganadería elegida para remendar el parche era la de Fermín Bohórquez.

El hierro de don Fermín es un clásico para los festejos de rejones, pero no en los de lidia a pie. Desde 2006 no se jugaba en Madrid una corrida de este pial y ocurrió que ninguno de los astados lidiados este viernes permitió el lucimiento. Estuvieron en tipo, pero desarrollaron un comportamiento pajuno que exasperó al personal. Y para rematar el desaguisado, un sobrero de Encinagrande, hierro propiedad de Manuel Caballero. Torero, ganadero y comentarista de la televisión de pago que emite la Feria de San Isidro. Si uno busca las estadísticas de esta ganadería ve que en los últimos años no ha lidiado ningún toro. A lo sumo, si se busca en Google, aparece algún novillo en festivales. Así está Madrid… Y así está el toreo y los intereses particulares de unos cuantos. Los mismos de siempre. Cuánta vanidad por parte de algunos y qué falta de ganas de ofrecer, por parte de otros, un espectáculo digno a quien pasa por taquilla.

Con semejante material el festejo tuvo tan escasos argumentos como casta en el sexteto de toros lidiado. Entre el sopor y por querer el vaso medio lleno, se puede rescatar algún pasaje del mexicano Arturo Saldívar ante el segundo del festejo, quizá el toro que más opciones dio en el último tercio. Muy medido en varas, el azteca acertó con la tecla del temple y la distancia que pedía el toro de Bohórquez. Ligó dos tandas compuestitas a derechas y una más a izquierdas mientras el toro duró. Bajó en intensidad el trasteo después para intentar retomarlo con unas bernadinas finales con las que abrochó Saldívar su faena. La espada viajó tendida y caída para saludar una ovación final.

El quinto, el feo sobrero de Encinagrande, llegó a voltear a Saldívar cuando se ponía al natural. Tanta falta de casta y celo tuvo el toro que no hizo hilo por el azteca cuando rodaba por el ruedo. Esfuerzo en balde el del torero mexicano.

Tuvo nobleza y clase en sus embestidas el toro de Bohórquez que abrió plaza. Sin embargo, su falta de fondo y raza le hizo venirse abajo rápidamente. Miguel Abellán se mostró templado y correcto, pero faltó toro y emoción para llegar al tendido. Lo mejor, la estocada en la suerte de recibir con la que dio muerte a su oponente.

El cuarto tampoco dio muchas opciones al torero madrileño. El de Bohórquez, justito de trapío pero astifino, protestó cada vez que Abellán le apretó por abajo. Lo pasaportó con dignidad.

Volvía Víctor Barrio a Las Ventas después de su alternativa el pasado Domingo de Resurrección. Y si en aquella tarde no hubo fortuna, tampoco en este paseíllo isidril ha podido mejorarla. Se fue hasta los medios para recibirlo con tafalleras. Pero duró un suspiro el toro, y cuando se desplazó, lo hizo con genio y mal estilo. Más entidad tuvo el sexto, que tuvo nobleza en los inicios pero le faltó duración. Faena correcta de Víctor Barrio pero de escasa conexión con un público que ya descontaba los minutos para abandonar los escaños del coso venteño.

La Razón

Por Patricia Navarro. Crónica de un sopor anunciado

La polémica vino desde antes. Días tal vez. Cuando los veterinarios pasaron reconocimiento a la corrida anunciada de Manolo González y la echaron para atrás. Y se acabó. En el campo bravo siguió la aventura hasta que acabó por lidiarse en Madrid una corrida de Fermín Bohórquez, unos seis años después de su última tarde con poco que reseñar. ¿Había motivos? No, más bien urgencia. Y esto en San Isidro, con la plaza llena, qué no pasará después. Y con esa urgencia nos topamos con toros nobles en muchos casos, pero tan sosos, con tan poca energía vital que lo que ocurría en el ruedo era un auténtico tostón (daba igual el esfuerzo del torero). Se pitó al primero casi de salida, flojera, inapetencia…

El presidente lo aguantó, pero ya no hubo argumentos para sostener al inválido quinto. Ovación de la tarde para Florindo, según el aficionado de arriba; Florito para el común de los mortales. Más de una regaló el vecino de localidad. La otra lectura de la Fiesta. Arturo Saldívar había hecho lo más interesante del festejo con el toro que más brío tuvo. Con difencia el segundo; se le quiso acercar el sexto. Lo contaremos después. Al quinto le vio entrar y salir de la plaza, pero la mundial se armó con el sobrero de Encinagrande, que estaba todavía peor de fuerzas que el que había visto el pañuelo verde en presidencia. Desplomado el toro debajo del peto del caballo tiró el presidente para adelante. Ojos cerrados, pañuelo blanco.

El orden se volvió en desorden, protestas en el tercio de banderillas. «Toro, toro». Y normal, el espectáculo se había convertido de pronto en un sucedáneo. Y se sabía antes de empezar. Mala señal. No se cayó el toro y lo que no pudo defender por bravo lo protestó sin humillar y ligero de cuello hasta que lo cazó. Ni una vez perdió las manos; ni una vez se entregó en la muleta. Se salvó del derrote Saldívar, y nos salvó. Poco a poco fue dejando la ilusión en un trasteo que estaba condenado a naufragar.

Con el segundo, el toro manejable de la tarde, con buen fondo, qué fácil lo tenía para llevarse reconocimientos, anduvo Saldívar bravucón, buscando el camino de ligar los muletazos, de conectar con Madrid, de contar una historia y de paso sorprendernos con algunos detalles. Eso hizo. En la distancia media, por uno y otro pitón, hasta cuajar una buena tanda de naturales, justo antes de jugársela en las bernadinas. Bien.

Miguel Abellán intentó darle forma a la faena del primero, tan noble, con tanta calidad como soso. Con lo justo iba el toro, o menos. Anduvo firme Abellán, entregado, pero desagradecido el conjunto. Mató bien, recibiendo, quizá al encuentro, ya no sé. Con una estocada fulminante dio puerta al cuarto, pegajoso, haciendo hilo, sin clase. Y sin emoción. Ruina.

Víctor Barrio se fue al centro del ruedo para recibir al tercero. Se le frenó en el capote, sin pasar, lo mismo que haría después durante la muleta, pero con el resabio que da el tiempo. Ya en la primera tanda, le tiró un gañafón a la altura de la hombrera de la chaquetilla. Ese fue el son del toro y Barrio no remontó la faena. El sexto pareció moverse más. O fue una alucinación bajo el sopor. Duró la ilusión por momentos, aquellos en los que toreaba por la derecha, sin acabar de rematar el toro iba al menos con más movilidad. Se orientó por el izquierdo y Barrio dejó un trasteo decoroso.

Rollo de tarde para despeñar a los toreros y aburrir al público. Y lo peor es que esto era una crónica de un sopor anunciado. Igual si alguien hace algo para evitarlo…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Destaca Arturo Saldívar en tarde de escasa historia

La corrida de Manolo González se sustituyó entera por una de Fermín Bohórquez. Y no hubo ni una sola devolución. O si la hubo volvió a salir por ventanilla. La plaza llena en la octava de San Isidro. Tarde ventosa. El primero de Bohórquez salió al revés y suelto. Tardó en fijarse. Poquita fuerza. El Chano lo puso en suerte en banderillas sin un solo capotazo. Miguel Abellán templó la faena perfectamente. Faltaba toro. Y por tanto emoción. Lo mató soberanamente de una estocada al encuentro. Aunque perdió la muleta, la espada se hundió por lo alto. Bella muerte.

“Malvista”, el segundo, tenía lindas hechuras. Cornidelantero. Buena disposición ya entonces con el capote a la verónica. Lo midió el torero mexicano en el caballo. Extraordinario el quite de Saldívar a pies juntos y superior la media. Barrio intervino por gaoneras. Planteó la faena en los terrenos ideoneos. En paralelo a tablas, entre el “10” y el “1”. En bandera y clavado en serio. Media distancia y sin obligarlo en principio, largos los muletazos y muy firme Arturo Saldívar. Ligado y por abajo a medida que se afianzaba el de Bohórquez. Por la izquierda una serie partida como en dos partes. Tres y tres. Muy de veras. Y vuelta a la buena mano del toro. Ya más apagado. Cerquita el plateamiento. Las bernadinas finales calentaron el ambiente que la defectuosa estocada enfrió. Pero bien el tipo.

Víctor Barrio se fue a los medios para recibir por tafallaras al tercero. Ya se frenó entonces. Apretó en banderillas hacia los adentros al peonaje. No humilló, fue desagradecido y geniudo. Oveja negra.

Abellán, que había participado en un quite breve a la verónica, sorteó un cuarto astifino hasta las cepas que se movió andarín, arisco y protestón cuando el torero madrileño le echaba la muleta abajo. La labor de Miguel Abellán se enredó. Cobró de nuevo una estocada con enorme seguridad.

Devolvió la presidencia a un enorme quinto que subía la corrida mucho y que no asimiló sus 595 kilos. O no podía con ellos. A punta de chaquetilla, Florito lo devolvió. Salió un sobrero de Encinagrande, de feo porte, alto de cruz, desgarbado y muy abierto de cara. Se movió desacompasado y sin humillar, no podía ser de otra manera. En una de estas, derribó a Saldivar por el izquierdo. En el suelo se salvó de milagro. Para colmo se sumó a enredar el viento. Imposible el lucimiento.

Muy largo era el sexto. Humilló en los capotes en los primeros tercios. Barrio abrió faena con un pase cambiado por la espalda. Noble la embestida. Mejor a derechas. Justa la llama. Faena normal y corriente. Faltó chispa. Y no sólo.

Marca

Por Carlos Ilián. Arturo Saldívar refresca una tarde espesa

Otro desfile de toros rechazados. Dos corridas completas, la titular, de Manolo González y una de Pereda, que nopasaron el reconocimiento. Al final echaron mano de Fermín Bohorquez que hace seis años no se anunciaba en Madrid para lidia ordinaria. Sólo en corridas de rejones. Y la verdad es que su procedencia Murube se echa de menos y duele ver estos toros en el exilio del rejoneo. Ayer mismo pudimos recordar la gran clase de la procedencia de esta ganadería. Algunos toros metieron la cara con infinito temple, pero ¡ay!, muy escasitos de casta y fuerza. Qué pena, porque aún queda un rescoldo de calidad en los murubes.

No había pues género para hartarse de torear pero al menos sí para hacer las cosas bien, como el mexicano Arturo Saldívar. Manejó el capote con soltura y variedad y aprovechó la bondad y la clase del blandito ejemplar que lidió en primer lugar. La faena tuvo argumento, ligando muy bien los templados redondos y algo desigual en el toreo al natural. Improvisó una arrucina y los del péndulo le apretadísimos. El quinto toro, un sobrero inválido de Encimagrande apenas le sirvió para justificarse en una faena de muletazos tan numerosos como inútiles.

Miguel Abellán estuvo templado ante el noble pero muy blando ejemplar que abrió plaza. Una faena tan aseada como desangelada. En el cuarto Miguel fue a más y el toro a menos en una faena larga, esxprimiendo lo poco que le quedaba al animalito. El segoviano Víctor Barrio hizo bien en abreviar ante el tercero, un mulo y en el sexto ligó muchos pases, muchos, y todo muy ramplón.

El País

Por Antonio Lorca. Misterios gozosos y dolorosos

La plaza casi se llenó, lo cual es un gozo. ¿Por qué? Ah, ese es un misterio. Carteles del mismo tenor que el de ayer solo alcanzaron los tres cuartos en días anteriores. Será que hay afición a pesar de los mantazos que recibe cada día. Y ¡cuidado!, porque como la empresa llegue a la conclusión de que un cartel barato llena la plaza, esto no lo endereza ni el que lo fundó. Pero los tendidos estaban llenos, y esa es una buena noticia. Es un misterio gozoso.

Hubo otros, pero tristes y hasta dolorosos.

Cómo se explica, por ejemplo, la actitud displicente de Miguel Abellán, otrora torero pundonoroso, y que hoy parece una sombra de lo que fue. ¡Qué desgana con el capote en sus dos toros! Ni verlos quiso, siempre presto a la huída. Y soporífero con la muleta, anodino, ventajista, despegado y mal colocado, como un pegapases vulgar. Y pesado, a pesar de las protestas del respetable, que le increpaba para espantar el sueño que provocaba su toreo. Mató bien, muy bien, a su primer toreo, en la suerte de recibir, y ahí acabó su grandeza. Misterioso el cambio de este hombre. Parece que le han abandonado la ilusión o la juventud.

Misterio el de los toros de Fermín Bohórquez. ¿Por qué si desde hace años se utilizan para los espectáculos de rejoneo, se les anuncia en plena feria de San Isidro en corrida de a pie? ¿Qué méritos pueden aportar? Si, en general, no lucían presentación ni belleza, y, encima, estaban inválidos y ayunos de calidad. ¿Acaso es que son más baratos? Misterio de los taurinos.

¿Por qué el presidente del festejo se empecina en mantener en el ruedo al quinto de la tarde, un sobrero completamente inválido, y le hace la pascua al público, y al propio torero, en este caso el mexicano Saldívar, al que le hurtó una oportunidad de triunfo? Misterio de la autoridad.

Allá que se marchó al centro del anillo Víctor Barrio cuando anunciaron la salida del tercero. Y cuando todos esperaban un recibimiento de alta intensidad, se puso a capotear al toro por las tafalleras más tristes y huecas que imaginarse puedan. ¿Y para eso crea usted la expectación? Misterio.

No cambó el serio semblante durante la desabrida lidia de este deslucido toro, que le llegó a poner los pitones en el corbatín y desarrolló variadas dificultades. Se sobrepuso en el sexto, se envalentonó y derrochó entrega ante un animal parado, pero que era el último de su feria. Dejó patente su ánimo, que es lo menos que se pueda exigir en estos casos.

Y el valeroso Saldívar fue, al final, el menos misterioso. Venía a triunfar y puso toda la carne en el asador, Lo demostró con creces ante su primero, noblote y sin casta; firme y seguro, muy por encima de las escasas condiciones de su oponente. Y ya queda dicho que el presidente le robó el quinto al mantener en el ruedo a un inválido descastado. Solo se escuchó la bronca del público al usía, pero no se pudo ver al torero.

Una pregunta final: ¿por qué todos los toreros son tan ventajistas? Misterio de la modernidad.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Toreros desprevenidos

No estaba prevista la corrida de Bohórquez, que vino a sustituir a la de Manolo González, rechazada en el reconocimiento veterinario.

Como es posible que tampoco se contara con el buen comportamiento de algunos toros, con la calidad que tomaron los engaños: las buenas embestidas que regalaron primero, segundo y sexto.

Aunque a la corrida le faltó fuelle, sin embargo, las fuerzas justas se tradujeron en dulces acometidas.

Pedían los toros manos más expertas y ambiciosas, y desde luego, mejores sentimientos. Toros para toreros de arte.

Les pilló desprevenidos a los tres, dio la impresión. Incautos. Claro que convendría distinguir en el grado de facilidades que tuvo cada uno. Por ejemplo, Barrio cargó con el garbanzo negro del encierro, el tercero, un toro informal, de mal estilo, imposible que tomara los engaños, con el que fueron vanos todos los intentos de faena.

Barrio tuvo mejor oportunidad en el sexto, con el que anduvo muy suficiente. Esta vez el toreo a derechas hizo concebir esperanzas de triunfo, pero la escasez de fuerzas en el animal dejó a medias la faena. También al tardar en caer el toro después de una buena estocada enfrió el ánimo del tendido.

Abellán anduvo con desigualdades en el primero, toro muy humillado y repitiendo; y por los dos pitones. Había que poner la chispa que le faltaba al dócil animal, pero ahí no estuvo el torero, unas veces más templado, otras entre tirones. No se explica que lo dejara escapar.

También se desplazó por abajo el cuarto, y aunque el primer tramo de los muletazos era bueno, al final salieron tropezados. El viento y lo poco resuelto que estuvo Abellán terminaron de sentenciar la faena.

El mexicano Saldivar fue el gran afortunado en el sorteo, aunque según se mire, puesto que a sus manos fue el toro de más calidad, el segundo, con el que finalmente no estuvo a su altura.

En el haber del torero un notable quite por delantales y, a mitad de la faena, una tanda por la derecha de mucho gusto y empaque, templado y muy encajada la figura. Pero hasta ahí.

El de Bohórquez se arrancaba para no parar, pero dejando los pertinentes desahogos, “abriéndose” lo suficiente para dar tiempo y espacio en la consecución del siguiente muletazo. Y eso que por culpa del viento no se atrevió Saldívar a plantear la faena en los medios, donde el toro hubiera roto más.

Faltó continuidad por parte del torero, que, no obstante, todavía encandiló con algunos remates de serie y, sobre todo, con las bernadinas finales. Tampoco la espada cayó en su sitio, y es que se tiró fuera.

Ya con el incómodo sobrero de Encinagrande se le vio a Saldívar más desconfiado, sin terminar de ponerse, y hasta se llevó una voltereta.

Sur

Por Barquerito. Una buena corrida de Bohórquez sin talla de los toreros

De los seis toros que los Bohórquez llevaron a Madrid tan inesperadamente -se jugaron por la corrida rechazada de los González Sánchez-Dalp- el mejor fue el sexto y último. Como legítimo murube, cumplió con dos ritos: descararse de salida y, con buenos pies, barbear las tablas para buscar punto por donde saltar. Tres amagos. Hasta que vino a fijarlo Víctor Barrio con un capote sin apresto, sin vuelo. Entonces atacó el toro con excelente estilo.

Cuando se soltaba, se estiraba con aire grande. No dejó de embestir el toro, que fue pronto y descolgaba siempre, pero empezó a perder fuelle. La distancia corta resultó agobiante. Algo agarrotado Barrio, que se tuvo, sin embargo, firme. Una trenza lograda con la mano diestra. Confianza cuando se echó del todo el viento. Ya tarde. Una estocada a capón. Murió de bravo el toro. La joya de la corona.

Había ganas de ver jugarse en Madrid una corrida de Bohórquez en puntas, y a pie y no a caballo. Pero se tuvo desde el principio la sensación de corrida improvisada. Porque lo estaba. Contra costumbre en la ganadería, fue corrida de desigual remate y, en apariencia, muy abierta de líneas. El primero, en tipo, guapo y peludo, acarneradito, muy llorón, fue tan noble como endeble, y hasta en exceso sumiso. Coser y cantar para Miguel Abellán, más pendiente de que el toro no se fuera de manos que de enredarse con él. Demasiado dulces los pies del toro. Y demasiado larga la faena que, fácil, se fue desinflando tanto como el toro. Una caída de Abellán en la cara, se hizo el quite él solo en una rodadita.

Galopó el segundo -cornidelantero, muy astifino- pero Arturo Saldívar no le cogió el aire con el capote en el recibo. Sí luego en un precioso quite improvisado casi en tablas: tres lances de caro dibujo. En la corta distancia, al fin, Arturo jugó la baza de la temeridad: las bernadinas -mejor la reunión que el cite- y un firme desplante. Y una estocada soltando el engaño. Y un descabello. El tercero sacó mal aire. Antes de asomar lo esperó Barrio en los medios. Es un gesto que prodiga. Dos tafalleras y una revolera sin vuelo, que no fue, por tanto, una revolera propiamente. Blandeó el toro en dos varas, se salió suelto, hizo hilo en banderillas y sacó en la muleta brusco temperamento. La cara arriba, genio. Lo mató por derecho y arriba Barrio.

Abierto de cuerna, el cuarto fue toro mutante. Una virtud: la prontitud. Un defecto: la falta de formalidad. En su quite Saldívar remató con un recorte cambiado de acento belmontino, antiguo, singular. Tes muletazos gloriosos a pies juntos. De toreo de Madrid.

Grandes hechuras las del quinto: amplio, alto, serio. Toro frágil, se desplomó. Pañuelo verde. Y un sobrero atanasio de Juan Manuel Criado (Encinagrande), altón y ofensivo, de malos apoyos, protestadísimo, lidiado con mimo impecable por Víctor Hugo y de juego pobre. De un porrazo con la pala echó al suelo a Saldívar, que no se atrevió a bajarle la cara al toro por temor de que perdiera las manos. Una porfía ingrata. Sacrificio.


©Imagen: Arturo Saldívar firmó los pasajes más lucido de un aburrido festejo. | EFE

Madrid Temporada 2012.

madrid_180512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:18 (editor externo)