Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_190509

PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del martes, 19 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales de presentación, nobles y muy justos de raza, destacando el 5º ovacionado en el arrastre.

Diestros:

Julián López El Juli: silencio y silencio.

Manuel Jesús El Cid: silencio y ovación.

Miguel Ángel Perera: palmas y silencio.

Saludó: Alcalareño de la cuadrilla de El Cid en el 5º.

Entrada: Lleno de No hay billetes.

Nota: Su majestad El Rey don Juan Carlos estuvo acompañado por la Infanta doña Elena.

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, ABC, Diario de Sevilla.


El Mundo

Por Javier Villán. Una conspiración amenaza la Fiesta

No sé qué pensará Su Majestad El Rey Juan Carlos que estaba en una barrera; pero yo creo que aquí hay una conspiración contra las corridas de toros; como corridas de toros, es decir, como expresión de la barbarie hispánica; y como manifestación del genio ibérico conquistador de mundos y de imperios. Una de las corridas estrella del serial isidril se convirtió en un simulacro, en una sombra difusa de lo que debe ser una corrida de toros.

La explicación es fácil y no es necesario recurrir a los textos sagrados de la tauromaquia eterna ni a los padres procesales de la cuestión: no hubo toros. Y si no hay toros no puede decirse, hablando con propiedad, que haya toreros. Hubo babosas reptantes, borregos claudicantes con morfología de toro; hubo gentes vestidas de luces, pero no puede decirse que hubiera matadores, héroes de esos a los que la voluntad popular ha ensalzado por encima de casi todos los mortales.

En el desdén de los aficionados, en esa indiferencia que oculta la cólera soterrada del español sentado, hallaron ayer El Juli, El Cid y Perera el castigo de sus culpas.

Un poco menos El Cid, pues al jabonero quinto, que no se cayó y se mantuvo gallardamente en pie, lo toreó muy bien con la izquierda. Pero también ese animal era un novillo. O sea que, tampoco El Cid. Y pensar que por este simulacro de corrida se pegan los primeros del escalafón. Es lógico: borreguez insulsa en vez de casta brava peligrosa.

Los tres ases entraron en Las Ventas como matadores de tronío y salieron como novilleros del montón. Y los tendidos de Las Ventas del Espíritu Santo, antes beligerantes con los desafueros, prácticamente sin rechistar: anestesiados. Y que conste que yo no quiero inducir a la revolución, pues todos sabemos que las revoluciones, taurinas y de las otras, acaban degradándose y devorándose a sí mismas.

Por lo tanto, aquí pasa algo y yo estoy dispuesto a descubrirlo a poco que almas inocentes y puras me ayuden a ello. Aquí hay una conspiración en la que participan todos los estamentos de la Fiesta: ganaderos que no mandan en sus casas, matadores que mandan en casa y en la del vecino, empresarios fenicios, picadores holgazanes y banderilleros ilustrados.

Por cierto, y antes de que me olvide, exculpemos de toda responsabilidad, al menos ayer tarde, a Alcalareño, que prendió un formidable par. Aquí hay una conspiración en toda regla, una conspiración interna.

Los antiespañoles y algún masón grado 33 y los extranjeros antitaurinos que nos tienen ojeriza -aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid- se han unido en contra de la Fiesta. Las conspiraciones judeomasónicas y antitaurinas son una especie de cama redonda. Y ya se sabe que la política y los toros forjan extraños compañeros de cama.

Y la verdad es que los propios matadores se resienten de estos cambalaches y tejemanejes. El Juli trataba de apuntalar la ruina primera y que no se le desarmase del todo; y el desarmado fue él que perdió sitio y muleta con la misma facilidad con que los núñezdelcuvillo perdían las manos.

Toros blandos de remos y un torero como Julián López, ¿a qué conducen? A nada. Otro torero poderoso es El Cid, quién lo duda. El de Salteras puede no tener literatura ni carisma, no le cantan los poetas. Pero dominio sobre los toros le sobra.

Cuando sale la babosa El Cid se diluye, es como un fantasma de sí mismo, un simulacro. Ante un simulacro de toro todo lo demás no importa: una farsa grotesca sin identidad. Y ¿Miguel Ángel Perera? ¿Qué decir del aguerrido extremeño que aspira, legítimamente, a ser el rey del mambo? Apenas un quite por gaoneras y unos cuantos redondos dan fe de su paso por esta plaza ayer. Demasiado, incluso, para tan poco toro.

Las tres figuras máximas se presentaron en San Isidro con toros mínimos. Los tres vinieron con la ganadería estrella del momento y la ganadería estrella del momento fue una novillada inválida. Los tres fracasaron, un poco menos El Cid, sin paliativos, sin vuelta de hoja: una farsa.


El País

Por Antonio Lorca. Gatos en lugar de toros

Apunten los nombres: Julián López, El Juli; Manuel Jesús, El Cid, y Miguel Ángel Perera. He aquí tres antitaurinos declarados, que ayer hicieron profesión de fe en la mismísima plaza de las Ventas. Son tres figuras, por supuesto; figuras que están acompañadas por una pléyade de veedores que van al campo, se reúnen con el ganadero, quien les muestra los toros que tiene apartados para Madrid. Los veedores los ven, que para eso están, y emiten su veredicto: “Éste, sí; quítame el 24; mueve el jabonero que me parece que puede embestir; ése, no; aquél tampoco me gusta…”. Y, claro, faltan toros, y el ganadero, que está para servir a su cliente, les enseña otros que tenía previstos para plazas de inferior categoría. Siguen los veedores: “Ese castaño sí que es bonito; vaya hechuras que tiene aquel negro listón…”. Y el ganadero guarda silencio, esconde los que tenía preparados, embarca la corrida elegida, la aprueban los veterinarios -porque no se olvide que el cartel lo forman tres figuras, la expectación está por las nubes y a ver quién es el presidente valiente que rechaza los toros y se expone a que los toreros se nieguen a torear- y los animales salen al ruedo de Madrid.

Y, entonces, el público se siente estafado porque comprueba que ha venido a ver toros y le ofrecen gatos que, además, demuestran una invalidez enfermiza y una mansedumbre y ausencia de casta desesperante.

Pero quede claro que, con la complicidad de la autoridad, los principales responsables son los tres toreros antes citados. Ellos son los que permitieron que ayer se celebrara un simulacro de corrida, una triste caricatura de una fiesta que está basada en toros encastados y poderosos, y no en tullidos borregos que se desploman antes de finalizar la primera carrera. Pero las figuras esperan que uno meta la cabeza, derroche nobleza y les permita demostrar todo el arte que llevan dentro. Pero cometen un error de principiante: esos toros que ayer trajeron a Madrid son idóneos para plazas de segunda y tercera, donde estas tres figuras les hubieran cortado orejas y rabos varios. Pero, en Madrid, no. En esta plaza, esos toros son el cuerpo de un fraude.

Sin embargo, hay algo inexplicable en toda esta historia: ¿qué necesidad tienen El Juli, un torero en un momento extraordinario de poderío y sapiencia; El Cid, un torerazo que, quizá, no atraviese su mejor momento; y Perera, que derrocha firmeza y valentía, de hacer este ridículo tan espantoso en esta plaza? Incomprensible, pero cierto. ¿Dónde está la inteligencia? ¿Quiénes son los consejeros de estos tres señores?

Pero lo cierto es que, entre los tres infligieron un feo bajonazo a la fiesta de los toros. Y si los toreros -las figuras- le pierden el respeto a la fiesta, al toro y al público, ¿quién defenderá este espectáculo de tantos sartenazos como está recibiendo? Si el milagro diario es que la gente siga llenando las plazas y pagando un dineral para que reciban a cambio una vergonzosa estafa…

No tiene explicación racional que El Juli se haya prestado a esta pantomima. Es, hoy por hoy, un torero que raya la perfección técnica, y así lo demostró ante su amorfo lote. Las dos faenas tuvieron pasajes de toreo auténtico, con el toro embebido en la muleta, por ambos lados, pero nadie le hizo caso. El ambiente estaba enrarecido desde el primer novillote y nada tuvo ya importancia.

El Cid tampoco tiene perdón. No parece que disfrute de un momento dulce, lo cual es normal en la vida de cualquier figura. Pero lo de ayer… Primero, intenta ponerse bonito con una birria de torete borracho, que fue el segundo de la tarde; después, permitió que lo desbordara un becerrote, al que banderilleó muy bien Alcalareño, que tuvo motor en el tercio final y con el que no se acopló en ningún momento. Algún natural surgió con largura, pero en un conjunto de pases acelerados y destemplados, en una pelea desigual de la que salió triunfador el novillo. Se colocó mal con la derecha, usó el pico y toda ilusión se diluyó con más pena que gloria.

¿Y Perera? Este torero necesita un toro codicioso para que luzca su firmeza y la hondura de su brillante toreo. Su primero, una birria; una buena tanda de derechazos en el sexto, y muy pesado cuando el toro se paró.

Si no hay respeto, señores toreros, ustedes y no otros acabarán con los toros.

Por cierto, la fiesta tiene la suerte de que el Rey sea aficionado. Pero don Juan Carlos tiene la negra: raro es el día que viene que no le dan gato por liebre. Si es que estos taurinos no respetan ni la Monarquía…


ABC

Por Zabala de la Serna. A la corrida le sobró calidad

Con los tiempos de cierre como espada de Damocles, suelo ver el último toro en la sala de prensa, porque no alcanzo el cierre. Y llego boqueando, que el ordenador no se enciende, no conecta, lo de siempre. Y además sin ideas. Pero de los altavoces de la televisión de plasma aterriza en mis oídos una frase de mi hermano Emilio Muñoz: «A la corrida le ha sobrado calidad». ¡Ole tu arte torero! ¡Qué bien dicho todo en tan pocas y elegantes palabras! ¿Ves por qué te quiero, trianero de la calle Pureza? Porque no se puede definir mejor una corrida, igual sin querer, sin querer hacer daño, me refiero. Estaba desnortado, sin rumbo, queriendo hacer justicia a las grandes figuras, y las grandes figuras fueron un bluf. Que de poderío con una corrida que no tenía nada que poder sino de bien torear. ¡Joder, con tanto poder!

No valió el engatillado colorado y pegajoso primero, pero para que un tío en figura, y perdón por la insistencia, esté a su nivel… Un tupido velo. Donde no los hay es con el cuarto, bajo, con cara, bueno. ¿Matices? ¡Pues súplalos usted! Se lo dejó sin picar, estuvo con el capote en son hacia delante, pero con la muleta no venía a cuento tanto poderoso estar, sino torear en armonía… El toro de la tarde fue un jabonero de 522 kilos que se tapaba por cara astifina. Y El Cid estuvo entonado sobre la zurda suya de oro, pero sobre las puntas de las zapatillas. Asentarse y hundirse con un toro es otra historia de diferencia abismal. No está Manuel Jesús en su punto, y con semejante toro es un petardo camuflado. Mucha calidad del toro. Pero qué malo es José Tomás. No pensaba entrar a vuestra estúpida muleta anti, pero al final lo hago en bravo La Serna: JT le corta a la corrida de ayer los huevos. Orejas jerezanas, orejas madrileñas, orejas sevillanas, o no…

El bizco anterior no gustó en general, y menos a su matador, El Cid, que se enmendó al menos en tres ocasiones en cuclillas, que ya forma parte de la tauromaquia cidista, estuvo en sí pero no. Miguel Ángel Perera volvía a la plaza regada con su sangre en otoño. Amagó una ovación, acorde de rácana con esta plaza que es una nevera de moscones en situaciones de sensibilidad. Estuvo bien en sus dos toros, en un quite con el capote a la espalda, asentado, reposado, plantado…

Al final, la frase de Muñoz cobró mas peso: sobró calidad.

Igual, o no, pensará Eduardo Arroyo, pareja de comida frente a Íñigo Oriol, con nuestros arroyos «on de rocks», en casa de Antonio Briones, el más grande bibliófilo taurino. El padre Pedro Álvarez me perdonará pecados, como yo espero perdonárselos a Julián, El Cid y Perera. La afición ha de ser comprensiva con las figuras… La talla es superior a la que han ofrecido en Madrid, y al margen de que Perera se anuncie con seis toros en Gijón y El Juli en Bayona, ayer había que romper el cántaro, porque material hubo.

Qué gran frase, Emilio: a la corrida le sobró calidad. La misma que le faltó a los toreros.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El Cid desilusiona con un gran toro

Máxima expectación. Estaban todos. De los del clavel no faltaba ni uno. Todos estaban allí. Hasta el Rey, que acudió acompañado de su hija la infanta Elena, ocupó una barrera. Pero la expectación duró lo que un suspiro. Corrida desigualmente presentada y manejable de Núñez del Cuvillo para tres maestros: Julián López El Juli, Manuel Jesús El Cid y Miguel Ángel Perera. Tres maestros que se fueron como llegaron: a pie. Del desigual encierro destacó el quinto, Aguafría, un jabonero de 522 kilos, con motor, exigente, pronto, que repetía y tenía recorrido y al que no llegó a aprovechar El Cid. El torero sevillano consiguió algunas notas positivas con su principal arma: la izquierda. Pero fue poco para lo que esperaba el respetable, a quien brindó la faena. Al toro, bravo en el caballo, lo toreó bien en los lances de recibo. El saltereño comenzó la faena con dos series con la zurda de alto nivel, con el público coreando varios de esos naturales en los que voló bien la muleta. En una tercera tanda, más corta, ligó dos naturales, con un farol y un pase de pecho. Luego, no llegó a centrarse y ahí la faena se acabó. Por la derecha, poco que rascar. Además, falló con la espada. Anteriormente, Alcalareño cumplimentó un gran tercio de banderillas, recibiendo la ovación más grande de la tarde. Una ovación al toro y palmas al torero, que recibió entrebarreras, fue la sentencia de la cátedra. Con el segundo astado, muy protestado por flojísimo, El Cid ejerció de enfemero. La labor no llegó nunca a cobrar vuelo. Con la espada, fatal.

El Juli pasó sin dejar huella. Con el flojísimo y noble que abrió plaza, abusó del toreo desceñido. El madrileño dio distancia al cuarto para una labor -con brindis al Monarca-, que resultó desigual cuando manejó la diestra y con naturales sueltos de calidad, de uno en uno.

Y Miguel Ángel Perera, muy entregado, tampoco consiguió triunfar. En el tercero, un animal muy flojo y noblón, estuvo firme, porfión y con mando en una faena brindada al Rey. Se hinchó de torear por el pitón derecho y utilizó la izquierda al final, pitón por el que embestía bien el astado. Pero su labor no caló en el público. Lo más impactante sucedió en el capote: un quite por gaoneras, ceñidísimo. Con el sexto, un toro con calidad y justo de poder, labor porfiona del diestro extremeño, cuyos pasajes más emocionantes sucedieron en el prólogo, con un par de muletazos por la espalda y una serie con la diestra. La labor, tan extensa que recibió un aviso antes de entrar a matar, se fue apagando a medida que al toro le costaba embestir.

El Juli, El Cid y Perera, de vacío tras lidiar una corrida de Núñez del Cuvillo, que en conjunto dio buen juego, aunque le faltó algo de chispa. Sin duda, el mejor, un gran toro, el quinto, que El Cid no aprovechó. Pobre resultado de los maestros para tantísima expectación.

Madrid Temporada 2009

madrid_190509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)