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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del miércoles, 20 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Tres toros de Peñajara (escasos de fuerzas y deslucidos), un sobrero (1º) de Torres Gallego (sin transmisión), un sobrero (3º) de María Cascón (sin transmisión) y otros sobrero más (6º) de Pío Tabernero (manejable).

Diestros:

Miguel Abellán: silencio y silencio.

Serafín Marín: silencio tras petición y silencio.

El Payo, que confirmó alternativa.: silencio y vuelta al ruedo.

Entrada: Lleno.

Crónicas de la prensa: Excelsior, El País, El Mundo, ABC.

©Miguel Abellán/El País;El Payo/EFE


Excelsior

Por Alfonso López. Hazaña de El Payo en Madrid

Una verdadera hazaña realizó el queretano Octavio García El Payo, al confirmar alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, pues, en el de la ceremonia hizo tres quites, por dos del padrino, Miguel Abellán, muy ovacionados, y lástima que el toro Arábigo, de Torres Gallego, se haya parado en la faena, aunque le sacó algo de partido.

Pero lo muy bueno fue en el otro, de Pío Tabernero, con más de 600 kilos y sin mucha movilidad pero en el que hizo una labor de lo más valiosa y bien coronada con el estoque, así que la vuelta al ruedo fue en verdad de ley. Lamentablemente, como es tan usual en Madrid, salieron al ruedo nueve toros y fueron devueltos tres de los seis de Peñajara, por muy débiles, dos de ellos los que tenía que torear el de Querétaro.

De sus alternantes, tanto Abellán como Serafín Marín tuvieron silencio después de cada uno de sus dos toros, de Peñajara los de Abellán y uno de María Cascón y otro de Peñajara los del catalán Marín.

Octavio, acerca del larguísimo festejo, opinó que tuvo que “luchar con todo”, porque él tuvo que esperar tres horas y media para poder enfrentarse a su segundo toro, que tal vez no debieron torear tanto con la capa al de la confirmación, pero que “el público de Madrid capta las ganas que muestra un torero” y él le puso todas porque, quiere, dijo, “ser figura”, y ahora espera que lo realizado dé frutos.

El Payo cree poder torear unas 20 corridas esta temporada por allá y regresar después para hacer campaña en México. Una verdadera hazaña realizó el queretano Octavio García El Payo, al confirmar alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas del Espíritu Santo, pues, en el de la ceremonia hizo tres quites, por dos del padrino, Miguel Abellán, muy ovacionados, y lástima que el toro Arábigo, de Torres Gallego, se haya parado en la faena, aunque le sacó algo de partido.

Pero lo muy bueno fue en el otro, de Pío Tabernero, con más de 600 kilos y sin mucha movilidad pero en el que hizo una labor de lo más valiosa y bien coronada con el estoque, así que la vuelta al ruedo fue en verdad de ley. Lamentablemente, como es tan usual en Madrid, salieron al ruedo nueve toros y fueron devueltos tres de los seis de Peñajara, por muy débiles, dos de ellos los que tenía que torear el de Querétaro.

De sus alternantes, tanto Abellán como Serafín Marín tuvieron silencio después de cada uno de sus dos toros, de Peñajara los de Abellán y uno de María Cascón y otro de Peñajara los del catalán Marín.

Octavio, acerca del larguísimo festejo, opinó que tuvo que “luchar con todo”, porque él tuvo que esperar tres horas y media para poder enfrentarse a su segundo toro, que tal vez no debieron torear tanto con la capa al de la confirmación, pero que “el público de Madrid capta las ganas que muestra un torero” y él le puso todas porque, quiere, dijo, “ser figura”, y ahora espera que lo realizado dé frutos.

El Payo cree poder torear unas 20 corridas esta temporada por allá y regresar después para hacer campaña en México.


El Mundo

Por Javier Villán. Alabanza y defensa del toro cojo

Ayer salió al ruedo de Las Ventas otra recua de inválidos y ya van no sé cuántas. Este parece ser el signo maldito de esta Feria: los medios toros con frecuencia y muchos, además, cojos. El primer peñajara no sé si era cojo o sencillamente tullido; salió de telonero, como los secundarios de un mal espectáculo y con las urgencias de quienes llegaban tarde, no pude entrar en matices.

Fue a los corrales y se supone que con todo el merecimiento, pues el palco de Las Ventas no es dado a despilfarros inmoderados. Por eso es digna de toda alabanza la escabechina que hizo ayer don Julio Martínez. El sobrero tenía más fuerza y El Payo no logró imponerse a esa fortaleza. Lo mejor, el tercio de quites con Abellán, más emotivo que brillante.

El segundo estuvo más tiempo de rodillas que de pie; puesto que no puede hablarse de piedad religiosa en los toros, supongo que algún mal aquejaba su esqueleto. El cuarto se echaba en la arena como preguntándose qué delito he cometido para sufrir este calvario. Los peñajaras, se arrodillaban ante Abellán como ante un dios omnipotente; pero no era acatamiento sino, sencillamente, postración total. Con todo, el segundo no se merecía el infame e inmundo bajonazo que le atizó Abellán.

Aquí nadie tiene compasión de los toros cojos. A mí, en cambio, me despiertan instintos paternales de protección y por eso, el tercero, al que colearon para sacarlo del caballo en que se apoyaba para no derrumbarse, me daba una pena infinita. Me alegré cuando el palco tiró de pañuelo verde, aunque ese gesto me produce últimamente indisimulada aprensión; ya explicaré porqué.

Salió el sobrero de Gascón y Serafín Marín no supo qué hacer con él. Y encima casi se lleva la cornada. Así que entre un toro con fuerza y un toro inválido, preferible es el tullido que agobia menos y propicia el triunfo. Lo malo es que ni siquiera a esos animales indigentes son capaces de cortarles las orejas los matadores; que conste que ayer no había orejas que rascar, salvo en ese sobrero de Gascón. El quinto tampoco andaba muy allá y el sexto, otro sobrero, -el tercero-, con hierro de Pío Tabernero, también se caía y, encima, lo masacraron en varas.

El aficionado de Las Ventas es cruel con la cojera de los toros, con los huesos quebrados de los toros. Hay leyendas urbanas de cojos que son verdaderos cuentos ejemplares y descojonantes. Yo, en una plaza de toros, veo un pañuelo verde en el palco presidencial y salgo disparado hacia el hotel o hacia mi casa. Yo entiendo muy bien a los cojos, su psicología de la derrota, su amargura de la impotencia.

Y el público de Las Ventas ¡hala! venga de gritar: cojo y tullido de mierda, a nada que un toro pegue un tropezón o resbale. Sabrán ellos lo que es ser cojo o lo que duelen los huesos con los cambios de tiempo. Al amparo de esta conmiseración por los cojos, yo vengo desarrollando la teoría de que son imprescindibles para la Fiesta y para el lucimiento de los matadores. El toro cojo permite al torero afinar su arte y predisponer su voluntad para el triunfo. No siempre éste se produce; mas la ilusión es imprescindible en la vida del ser humano.

Cojo era el sobrero de Pío Tabernero que cerraba plaza y gracias a ello El Payo dibujó naturales y redondos aislados que gustaron mucho al personal. Dado todo lo que había pasado, es comprensible el júbilo. Además, defiendo al toro cojo porque me permite un ejercicio lingüístico de vocabulario. Por ejemplo y a vuelapluma y de memoria, cojo viene a ser lo mismo, o parecido, que renco, lisiado, tullido, cojitranco, baldado, estranquillado… No incluyo patizambo y estevado, porque eso es otra cosa. Como otra cosa fueron los muletazos finales de El Payo que reverdeció las buenas sensaciones de su tarde novilleril el año pasado. O sea, no tendremos toros, pero nos sobran palabras.


Por Zabala de la Serna. El Payo no se hundió con la debacle

La tarde se asemejó a un anuncio de televisión, a un fragmento de película, a alguna historia visual que en algún lado vi, donde de repente se congela el movimiento de la gente, el aire, el mundo, y el reloj no corre, no pasa, no camina. A las 21.00 horas de la noche lidiaba Serafín Marín el quinto con la losa de 120 minutos infumables de invalidez. La plaza al límite de la revuelta pero sin rebelarse. Este petardo de Peñajara ocurre en los últimos años de Manolo Chopera o primeros de los Lozano y arde Troya. El personal está cansado incluso de protestar en el desierto. Por la mañana desvelaban en el patio del desolladero un azulejo a Peñajara como la corrida más completa de San Isidro 2008. A las 21.15 el azulejo se había hecho añicos… O daban ganas de destrozarlo. Ya fue un fiasco peñajaresco en escalera en Otoño, reflejado en aquella crónica titulada «La suerte de llamarse Florito», que trabajó ayer a destajo. A Floro sería injusto mentarle sólo en los fracasos, porque de su mano también vino la corrida de Núñez del Cuvillo de anteayer y nadie se lo ha reconocido. A las 21.25 volvían a salir los cabestros para recoger al sexto… Y el sobrero, tercero ya de la tragedia, no quería ni salir. Un galán gigantesco de cinco años y medio de Pío Tabernero de Vilvis elegido con cariño y categoría para una feria como la de San Isidro. El Payo venía a confirmar con Peñajara y terminó matando uno de Torres Gallego y otro de Pío pío que yo no he sido.

Octavio García «El Payo» confirmó alternativa con el de Torres, veleto con cara de viejo. No humilló y tiró derrotes en movimiento. El Payo y Abellán rivalizaron en quites: el mexicano entró por gaoneras, chicuelinas y delantales clásicos; el madrileño, por verónicas y delantales también. Cinco quites, cinco. Después Octavio se durmió demasiado y se dejó enganchar mucho, salvo en una tercera tanda diestra más enfibrada.

Al otro suplente de Tarbernero, un tráiler, lo majaron en el caballo. No es excusa para el derrumbe de la corrida, pero en el peto estuvo de más para lo que era. Ante este sexto bis El Payo no se amilanó, y eso que era su primera corrida en España como matador. Planteó las cosas bien y el toro le respondió por el izquierdo. Tal y como estaba el ambiente ya era un mérito que le prestasen atención. Y la captó con afán y sitio. En un par de muñecazos dejó constancia de su asentado concepto, y también el toro de su proyección. El toro se proyectaba más de lo que realmente daba de sí, y El Payo lo supo exprimir. Una estocada y una vuelta al ruedo ya son dignos datos para avalar una confirmación. La clave fue no hundirse con la debacle ganadera.

Serafín Marín demasiado obtuvo de un sobrero de María Cascón que embistió sin ritmo ni clase en una muleta siempre puesta en manos de un torero dispuesto. Sufrió un fuerte volteretón. El quinto de Peñajara se desfondó a plomo. Como los de Abellán, un carbonero suelto de carnes que no descolgó hasta que lo asó con un bajonazo por los costillares… El cuarto se desmoronó con sus patas de cristal, imposible de todas, todas.


El País

Por Antonio Lorca. El toro, una especie en extinción

Un escándalo; un gran escándalo… La corrida de ayer fue otra vergonzosa estampa del toro tullido, amuermado, enfermo, borracho, o vaya usted a saber qué, que con tanta y desgraciada frecuencia aparece en los ruedos. Toros imposibles, incluso, para el toreo de cursis bailarines en el que se ha convertido la fiesta en la actualidad.

Los toros -con perdón para los toros bravos- de Peñajara fueron pura escoria, rodaron sin descaro por la arena y ofrecieron un lamentabilísimo espectáculo. Pero así está la fiesta llamada eufemísticamente de toros, cuando ya no hay toros bravos, ha desaparecido la especie, y lo que se cría es un raro animal, resultado de una mutación genética que, más pronto que tarde, pondrá punto y final a una tradición ancestral de este país. Y se acabará por obra y gracia, exclusivamente, de quienes tienen la obligación de cuidarla y velar por su integridad y pureza.

Como es lógico, la gente se enfadó mucho con la autoridad y algunos se acordaron de la familia del presidente. Pero quede claro que él no es el único responsable. Debieran compartir banquillo los toreros, en primer lugar, los ganaderos y los empresarios. Hace mucho tiempo que se sabe que la cabaña brava sufre una enfermedad terminal, pero nadie quiere poner remedio. Y no lo hacen porque, desaparecido el aficionado sabio y exigente de antaño, no tienen quienes les presionen para que, sencillamente, cumplan con su obligación. Cada año vuelven los mismos toros, los más inválidos y descastados, porque ésos son los que exigen las figuritas de la modernidad; y los ganaderos los crían porque, de lo contrario, se les acaba el negocio; y los empresarios los compran porque nos les importa el público; porque saben que esta fiesta ya no es más que un acto social, y que cada vez hay más abonos en manos de empresas e instituciones que utilizan las entradas para agasajar a sus clientes. Un acto social en el que se bebe mucho, muchísimo, y se fuman unos puros enormes que deben costar, en el estanco que ha habilitado la propia plaza, una barbaridad de euros. Protestan los del tendido siete y algunos que se unen por imitación, pero a los invitados, que parecen mayoría, les trae al fresco lo que ocurra. Por eso, los taurinos -las figuras, los primeros, que no se olvide nunca- engañan y manipulan, y están acabando con este espectáculo que alguna vez fue maravilloso.

Pero algo se puede salvar del desastre. Primero, el torero mexicano El Payo, que sorprendió a todos con su arrojo, valentía, disposición e inteligencia. Mató dos sobreros; al primero, un toro bronco que lanzaba gañafones al final de cada muletazo, lo sometió con gran pundonor y le robó un par de tandas muy meritorias. El sexto era un soso zambombo con el que estuvo hecho un tío, un torero de los pies a la cabeza, y trazó muletazos hondos por ambas manos, aunque sin la necesaria continuidad. Tiene pinta de torero este mexicano. Será lo que tenga que ser, pero su forma de estar en la plaza y su disposición le auguran un futuro prometedor. Que no se olvide el tercio de quites que él y Abellán protagonizaron en el primero. Hasta cinco quites entre ambos: El Payo, por gaoneras, chicuelinas y delantales, y Abellán, por verónicas y delantales. No fue un tercio grandioso, pero sí alegre, emotivo y novedoso en tiempos de tanta uniformidad.

Dispuesto se mostró en todo momento Abellán con dos muertos en vida, y Marín hizo un titánico esfuerzo con el agresivo y violento segundo, ante el que le aguantó con gallardía un par de estimables tandas, pero le faltó corazón.

Madrid Temporada 2009

madrid_200509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)