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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 20 de mayo de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Alcurrucén (mansos y descastados).

Diestros:

El Juli: de verde botella y oro. Pitos tras aviso y silencio .

Sebastián Castella: de azul marino y oro. Palmas tras aviso y silencio.

José Garrido: de blanco roto y plata. Confirmó alternativa. Palmas y silencio tras aviso.

Entrada: lleno no hay billetes.

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=7058

Video: http://www.plus.es/video/san-isidro-20-05-2016?id=20160520222845

Crónicas de la prensa:

El País

Por Antonio Lorca. Espesa corrida de expectación

La corrida estaba cargada de expectación y resultó un fiasco de marca mayor, y a ello contribuyeron los toros y los que se vistieron de toreros. Muy mansas, descastadas, sosas y paradas resultaron las reses de Alcurrucén, pero los de luces y los de plata no contribuyeron a la mejora del espectáculo por falta de ideas, quizá, por desánimo o por cansancio, vaya usted a saber. La lidia fue un sucedáneo de torería, tanto la de a pie como a caballo; excesivo y incomprensible desorden en casi todos los toros, no hubo lucimiento con el capote, aunque sí intentos baldíos, ni un solo de par de banderillas que se sostuviera en el recuerdo más allá del momento de su ejecución, ni un puyazo medio qué… Y las faenas de muleta, un sueño soporífero, insulso y vacío y, a veces, eterno, como la labor de Castella a su primero, que no encontró la manera de acabar porque le quiso demostrar al tendido 7 no se sabe qué… Le dieron un aviso cuando andaba por la séptima tanda y continuó después de los clarines con otra que acabó en un circular inacabado. En fin, sopor. De ese mismo tendido 7 salió una voz al unísono que tituló el festejo en dos palabras: un petardo. Pues eso.

Y todo ello sucedió a pesar de los buenos deseos del joven José Garrido, que se presentó en Las Ventas muy serio, muy digno y muy valiente. Espectacular, sin ninguna duda, fue el comienzo de faena a su primero. Se plantó de rodillas en el centro del ruedo, citó de largo al toro, que acudió con codicia y velocidad; y lo muleteó con la mano derecha de verdad, con pases profundos, templados y mandones hasta cerrar la tanda con un espectacular pase de pecho aun de hinojos.

Pero el fundado rumor de faena grande se difuminó al instante. El chaval se plantó en la arena, pero la supuesta casta de su oponente desapareció y dio paso a una sosería impropia del toro bravo. Lo intentó Garrido, y se ganó una voltereta sin consecuencias. Pero no hubo más porque el toro acabó rajado. Y continuó en el sexto con el ánimo renovado y dispuesto a demostrar que a valor no le gana nadie. En un alarde innecesario volvió a arrodillarse en un quite para dar dos largas afaroladas y dos capotazos más con el percal en la espalda que a poco le cuesta un disgusto y no aportó nada a su labor. Lo intentó de manera infructuosa porque el toro no tenía gasolina en el alma, y acabó dándose un arrimón cuando ya el animal pedía a gritos su pase al otro mundo.

Tarde espesa la de sus mayores. El Juli escuchó pitos en su primero tras dar un inexplicable mitin con el descabello y una lección de destoreo muleta en mano. No era toro de triunfo ese segundo, como no lo fue el cuarto, pero de esta figura se espera otra actitud, otro conocimiento, otra torería, que brillaron por su ausencia. Fracaso sin paliativos del reconocido Julián.

También citó al hilo del pitón, mal colocado casi siempre, Castella, pesadísimo ante su primero, y aburridísimo ante el quinto.

ABC

Por Andrés Amorós. Voces de sopor sonaron en la plaza de Las Ventas

Conociendo mi afición, me preguntan con frecuencia si no me preocupa la situación actual de la Fiesta. Contesto siempre que mucho más me preocupa la situación actual de España. Y no es broma ni «boutade»: la lectura del ABC da motivos, cada día, para el desaliento. Claro que hay muchas cosas magníficas de nuestra Patria que «no son noticia». (¿Hace falta subrayar que no hablo de «este país» ni de otras lamentables perífrasis para evitar el nombre glorioso de España?). Tampoco es todo malo en los toros: en San Isidro, en todos los carteles «fuertes», se llena una Plaza donde –me apuntan– hay más banderas de España que en alguna comunidad autónoma.

Por ahora, hemos presenciado actuaciones brillantes, entre otros, de Paco Ureña, Talavante, Roca Rey, Ponce, Luis David Adame y Diego Ventura. No está todo tan mal, en la Fiesta. Siguen fallando los toros y la suerte de varas, pero eso como la educación en España– no tiene solución porque ninguno de los interesados quiere arreglarlo.

Una tarde más, se llena Las Ventas hasta la bandera (de España, naturalmente, no «estelada» ni escocesa) y asisten Don Juan Carlos, la Infanta Elena y su hija. Los toros de Alcurrucén no dan el juego esperado; salvo el primero, encastado, la mayoría son manejables pero se prestan poco al lucimiento.

En su primera actuación de la Feria, El Juli –caso raro– pasa prácticamente inadvertido. El segundo corta en banderillas y flaquea. Brinda a Don Juan Carlos y, con técnica, lo mete en la muleta pero, al surgir la división de opiniones, corta por lo sano. Y da el mitin con el descabello. El cuarto se mueve pero sin clase; también son movidos los lances de Julián. Después de doblarse, le saca algunos derechazos pero, evidentemente, no está a gusto: un trasteo profesional, sin brillo. Los intransigentes le han tratado con dureza pero él tampoco ha reaccionado para demostrar que eran injustos. Mata rápido pero con el habitual feo salto. Una tarde gris.

Castella triunfó el pasado San Isidro con un toro de esta ganadería. Esta tarde, lo intenta pero no consigue repetir el éxito. El tercero se va, flaquea pero mete bien la cabeza. Después de una escaramuza con el «7», Sebastián logra algunos muletazos lentos, se justifica pero prolonga y recibe un aviso, toreando. El quinto se mueve pero sale muy suelto. Brinda al público, inicia con los habituales y emocionantes cambiados y algunos derechazos buenos, hasta que el toro se para y comienza a derrotar. Suenan voces encontradas, en los tendidos.

Confirma la alternativa el extremeño Garrido. Como es lógico, no regatea esfuerzos pero no logra el triunfo. El primero mansea algo pero es encastado, recibe tres puyazos, embiste con viveza. Comienza la faena con siete muletazos de rodillas, en el centro del ruedo, que impresionan. Logra algunos derechazos con emoción; por la izquierda, se acelera; sufre una voltereta. Mata con decisión. Ha mostrado valor seco y buen oficio. Con la tarde ya hundida, intenta remontarla en el último, alto y astifino. Intenta quitar con faroles de rodillas, en el centro, y se salva tirándose a la arena. Brinda a Don Juan Carlos y se entrega plenamente pero el toro no repite ni humilla, se para por completo. Se justifica con los circulares y el arrimón. Mata con decisión pero sin acierto.

La tarde, en conjunto, ha sido muy decepcionante y plomiza. La emoción apenas ha aparecido. Encajaría aquí el título de «La Codorniz»: «Ni buena ni mala sino todo lo contrario». En tardes así, el público madrileño se desahoga con voces destempladas, no siempre injustas, que suelen levantar otras voces de réplica y hasta algún conato de pelea, de unos tendidos a otros. He recordado los versos que dedica García Lorca a Antoñito el Camborio, adaptándolos a la situación: «Voces de sopor sonaron/ en la Plaza de Las Ventas;/ voces sin temple ni gracia,/ las tristes voces opuestas/ de todos los que se aburren/ porque no hay brillo en la Fiesta». Y, mientras unos daban voces, otros hablaban de Otegui y de las esteladas, que es mucho peor…

La Razón

Por Patricia Navarro. Una mansada en el día de ¿por qué no te callas?

Garrido se inmoló a la desesperada mientras contemplábamos el espectáculo entre la expectación y el rechazo, al peligro inminente, se entiende. Una delgada línea nos vapuleaba de un estado al otro. El toro, el sexto, el último alcurrucén de una seria corrida pero de decepcionante juego, era alto de agujas y de descarados pitones. Una seriedad abrumadora para afrontarla con el capote y en el centro del ruedo y de rodillas. Ecuación de difícil resolución ante el raciocinio, ni te cuento para los que andamos justos de valor. ¡Qué le llevaría a eso! Pues ahí se puso Garrido a hacer el quite. Un farol rondando el milagro y otro más del que se salva, pero el definitivo, por el que merece la pena la capilla al completo de estampitas, fue con el remate. Si no hace un cuerpo a tierra no hay manera de salvar el entuerto. Como quien sale vencedor de la batalla se encaró con el publico. Ya estaban con él. Lástima que lo estuvieran todos menos el toro. Tan bajo de casta, tan hueco de emociones, que ni esos dos pedazos pitones perturbaban la tranquilidad del personal. Saciado de todo menos de interés. Puso todo en juego Garrido. Lo que tenía. Fibra. Valor. Seguridad y esperanza. Y cuando nada quedaba la ambición de un arrimón. Pero cuando el toro ni se mueve, aquello no cala. Al toro de su confirmación lo toreó bien de veras de rodillas nada más empezar, con los vuelos y hasta el final. Tenía nobleza el toro y buen aire, pero le faltó codicia, la misma que luego le salvó de la cornada cuando en el suelo le tuvo a merced. Confirmación confirmada.

El Juli no tuvo toros. Y tampoco se le dejó. Una tanda nos duró la incertidumbre con el segundo. Y la siguiente se vino abajo el toro, sólo mantuvo la bondad. Nobleza, El Juli y Madrid, mezcla explosiva para todo menos para ver torear. El descabello se le resistió feo feo. El descastado cuarto no dejó ni un hueco a pensar en un futuro mejor. Previsible desenlace en expectante tarde.

Todo de manso, como de manual, lo hizo el tercero, de salida, en varas, doliéndose en banderrillas. Quedaba la duda que lleva adosada el encaste Núñez de si al final del camino le daría por embestir. Y hasta lo pensamos. Pero las intermitencias le pesaron más. Descolgó la cara, que ya era mucho decir después de ver los seis de ayer, pero no acabó de emplearse nunca. La faena de Castella, azuzado también por un sector del público, tuvo esa parte de buscarse, de intentar dar con las teclas y de alargase hasta que el animal optó por rajarse. El quinto fue con todo, raudo y veloz, al previsible cambio por la espalda con el que comenzó Castella la faena. Aguantó impávido el francés ante ese toro que se había movido más pero le faltó casta para empujar de verdad en la muleta. Y otra vez nos quedamos dispersos, mientras parte del público increpaba, casi ante la nada y un aficionado respondía con un ¿por qué no te callas? Anillo al dedo con la visita, una tarde más, del Rey Emérito don Juan Carlos. Y así la corrida se nos fue sin un miserable toro que echar a la desmemoria.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Una de mansos aburridos

Un ambientazo desbordaba Las Ventas por las tejas. Un calor de verano apretaba duro el sol. El cartel sacudía de cemento los tendidos: Juli y Castella como un duelo secreto cantado a voces con José Garrido por testigo.Garrido confirmaba la alternativa. Vestido con un blanco roto, desteñido de un tenue azul, y plata. Lancero, como toro para la ratificación del doctorado, hacía honor a su nombre con dos lanzas. Lustroso negro en largas hechuras núñez. Generoso el cuello y degollado de papada. Bajo en verdad el de Alcurrucén. Respondió a su encaste con su fría y desentendida salida. Las verónicas tuvieron más expresión que la embestida. Lancero chocó con el caballo con ímpetu para escupirse como una pelota que pega en el frontón; del choque se desmadejó el caballo como una damisela. Otras dos veces más acudió. Sonó el estribo. Más el ruido que el castigo. De hecho el toro quedó muy vivo. Y en banderillas se movió a golpe de pistón. Apuros para Antonio Chacón.Descorchó El Juli la ceremonia de confirmación pidiendo permiso a la presidencia… Nervios o despiste, no procedía. Además así como quien pide la cuenta al camarero desde la mesa del fondo. José Garrido luego cumplimentó al usía. Y brindó al público. PUBLICIDAD

De rodillas en los medios prologó la faena con muchos metros. En los redondos humilló y se empleó el alcurrucén como nunca antes. Saltaron chispas. En pie José Garrido no mejoró los derechazos penitentes: el tornillazo que soltaba “Lancero” enganchaba casi siempre la muleta. Alguien le dijo “¡por abajo!”. Y si no se lo dijeron se lo debían haber dicho. Por la mano izquierda el núñez se acordó del capote y se desentendía y por la otra Garrido corrigió “¡por abajo!”), pero los cuartos traseros lo barrieron y en el suelo solo se escapó por el espíritu pacífico del toro. No pasó nada, ni entonces ni luego, con la embestida en regresión hacia como había sido con el capote. Mató en la misma boca de toriles, o casi, y fue ovacionado su tesón.

Una pintura era el colorado, bociblanco y girón segundo. Un tacazo de guapeza que apareció como deslumbrado por la luz. Pero se constató en seguida en el capote de Juli que se trataba de una mansa desgana. Ni los doblones del principio de faena le dieron celo ni ritmo. Quizá en una sola serie de derechazos Julián lo imantó; en las demás quiso echarle la muleta al hocico y al no obtener respuesta quedaba como desairado de postura. La media estocada pasada y al trascuerno, que diría Anson, trajo una debacle con el descabello y el toro con la muerte tapada. El personal se enfadó seriamente por los incontables golpes de verduguillo.

La lidia de “Milagroso” se antojó un tanto caótica con sus frenazos en el capote primero y sus huidas después. Fugado también del caballo el alcurrucén, apretó en banderillas hacia los adentros pero con apuntes en la capote de Isaac Mesa. Sebastián Castella no ofreció el toro a nadie, convencido de que no había nada que hacer… De las dobladas hasta los medios que “Milagroso” tomó con enorme humillación se sacó otra impresión. Puede que el propio Castella también. O al menos la obtendría en la siguiente serie de derechazos: ojo a la calidad que tenía el mansito. Otra calentó el gallinero: la plaza de Madrid es un constante cacareo. El galo andaba que si sí, que si no. Y el Rosco le sugirió con su voz de trueno lo más sensato que ha gritado en toda la feria: “¡Sal de la pala, Sebastián”. Uf. Castella se enfadó, pero no salió de la pala. Ni se la dejó en la cara. Cuando ya andaba rajadito “Milagroso”, todavía le pegó dos tandas más entre las rayas. Un aviso cayó mientras toreaba. Y una ovación luego. Algo habrían visto.

Un zambombo rompió la cuadrilla como cuarto: 607 kilos. Embestía igual de basto que era, con su tosca mansedumbre a cuestas. El Juli lo muleteó contagiado de todo. Y lo mejor que consiguió fue matarlo de un espadazo con fe.

Con la alargada sombra de “Jabatillo” planeando sobre el manso aburrimiento de sus “hermanos” de Alcurrucén -ningún cinqueño entre ellos como suele ser habitual cuando la casa lidia en Madrid-, Sebastián Castella se templó con el capote a la verónica y en un quite por chicuelinas después de elegante media. El colorado y hechurado quinto, que se había dejado más que ninguno en el caballo, prometió más de lo que dio su falta de fondo: Castella prendió la chispa con cambiados por la espalda y aprovechó las dos series de derechazos que duró con limpia tersura. Pero, si “Jabatillo” no apareció, tampoco Le Coq es el de 2015. Y desencantado de la respuesta por la izquierda amarró una estocada con facilidad.

Protestaron al ensillado sexto no por su trapío indiscutible sino por su renco apoyo posterior. Garrido puso el corazón de la plaza en un puño con un quite de rodillas en el que se echó el capote a la espalda. Los faroles o una suerte de caleserinas de hinojos que trataba de librar con el cuerpo ofrecido por delante a poco no le cuestan la cornada: si no echa cuerpo a tierra, lo ensarta. El extremeño brindó al Rey emérito, a la Infanta Elena y a su hija Victoria Federica. De una tacada. El alcurrucén no rompió la tónica de descastado bostezo y hueco contendio de la corrida. El toricantano se justificó con el toro parado y aburrido de su propia existencia. Como la misma plaza.

* Madrid Temporada 2016

madrid_200516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)