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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 20 de mayo de 2018

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de San Pelayo, complicados, salvo el buen 2º; con mucho peso: dos al borde de los 700 kilos.

Diestros:

Diego Ventura: rejón (oreja). En el tercero, tres pinchazos y rejón (silencio). En el quinto, rejonazo (oreja con petición de la segunda). Sale a hombros en su Puerta Grande número 15 en Madrid.

Leonardo Hernández: dos pinchazos y rejón (saludos). En el cuarto, seis pinchazos, rejón y descabello (silencio). En el sexto, pinchazo y rejón (oreja).

Destacaron:

Entrada: 21.243 espectadores, casi lleno.

Imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1643344999094939

Video: https://twitter.com/twitter/statuses/998291597535170560

Crónicas de la prensa

El País

Por Antonio Lorca. Rejoneo desangelado con seis erales

Eran toros hechos y derechos por edad —todos habían cumplidos los cuatro años— y peso —entre 569 y 689 kilos—, pero no por la cara. Por la cara, eran niños de teta. Quiere decirse que sus pitones eran más propios de erales —novilletes de dos años—, y no porque no les hubieran crecido convenientemente a lo largo de su vida, sino porque se los habían cortado más de la cuenta.

Dos figuras del rejoneo no pueden presentarse en Madrid con ese material de desecho. Pudiera parecer una broma de mal gusto si no fuera un engaño en toda regla.

El público del rejoneo es fácil, generoso y orejero, pero merece un respeto. A Madrid hay que venir con toros. Todo lo demás es un fraude.

Para colmo de males, la corrida de San Pelayo, propiedad de El Niño de la Capea, fue una mansada indecente de principio a fin. Todos huyeron de los caballos y buscaron el refugio de las tablas; el cuarto saltó limpiamente al callejón, y lo intentó varias veces más, aunque con las fuerzas abandonadas no alcanzó de nuevo su objetivo.

Por todo ello, a la corrida le faltó condimento, a pesar del interés mostrado por ambos caballeros y la categoría de sus respectivas cuadras de caballos. No hubo sensación de riesgo en el ruedo, y, en pura lógica, tampoco esa faena redonda y apoteósica que pudiera esperarse de alguno de estos dos maestros.

Diego Ventura salió a hombros por la puerta grande -la decimoquinta vez que lo consigue-, pero no fue el suyo un triunfo espectacular. Es un rejoneador de altura, el número uno actual, tiene caballos deslumbrantes -el mejor, Nazarí, torerísimo, con un sentido del temple admirable- y todo su quehacer está presidido por el dominio total, el buen gusto y el clasicismo innovador. Pero… hay que verlo con un toro, y con un eral manso y sin cara. Cortó dos orejas, se lució especialmente con Nazarí, y dejó la sensación de que puede dar más, mucho más.

Leonardo Hernández, otra figura, tuvo peor suerte con los rejones de muerte, y su buen hacer quedó muy desvaído. Trabajó intensamente para superar la mansedumbre de sus dos primeros toros, y se lució a lomos de Sol, un caballo torero que reta a los toros con la mirada. Consiguió embeber a su primero con Despacio, otro caballo extraordinario. Hizo lo que pudo ante el muy deslucido cuarto, al que colocó un buen par de banderillas a dos manos, y se vació ante el sexto, aunque, a causa de la precipitación, falló en dos pares de banderillas. Paseó finalmente una oreja, merecida por el empeño demostrado.

Las Ventas

Ventura, a lomos de Nazarí, conquista su decimoquinta Puerta Grande

Diego Ventura se sobrepuso a una tarde en la que los toros de San Pelayo, uno de los hierros de El Capea, no ayudaron a los rejoneadores. Ante el primero fue Ventura a lomos de Nazarí quien lo movió a dos pistas y cerrar con Remate y tres cortas. Oreja tras rejón entero. El tercero de la tarde fue un parado ante el que le tuvo que hacer todo y no le dio el movimiento necesario para lucir su cuadra. Fue silenciado tras fallar con los aceros. Los momentos más intensos de la tarde llegaron ante el quinto. Fue un toro que sin dar las embestidas necesarias para el disfrute del público, a Ventura le sirvió para lidiar y levantar a los tendidos con Nazarí y arriesgar y arrimarse con Bombón. Oreja tras estocada fulminante y ello suponía la decimoquinta Puerta Grande para Diego Ventura que volverá el próximo 9 de junio.

Leonardo Hernández se entregó con total disposición toda la tarde. Destacó en el segundo de la tarde con Sol a dos pistas y cierre con Xarope antes de pinchar y saludar ovación. El cuarto fue un manso que incluso saltó las tablas y que se lo puso difícil al rejoneador. Esa condición se lo puso complicado, a destacar el par a dos manos. Pegado a tablas, le dificultó la suerte suprema y fue silenciado. Faena meritoria al del sexto. Buscaba también tablas pero lo amarró en los medios para levantar con Xarope a parte del público. Pinchó en una primera ocasión pero el público pidió igualmente una oreja concedida.

El Mundo

Por Gonzalo I. Bienvenida. Diego Ventura fulmina su propio récord

Diego Ventura afrontaba en Madrid su primer compromiso de la temporada tras quedarse fuera de Castellón, Valencia y Sevilla como castigo empresarial a sus declaraciones en 2017 sobre la ganadería de Fermín Bohórquez. Su respuesta en solitario en Espartinas el mismo día de la corrida de rejones de La Maestranza fue un éxito. 20 años de alternativa conmemora Ventura este 2018. De sus tres tardes firmadas en Madrid la primera se culminó con la decimoquinta Puerta Grande de su carrera en Las Ventas. Fulminando records como reza el eslogan de su página web.La gran faena de la tarde llegó con el quinto murube de San Pelayo. El toro era precioso, muy en el tipo de su procedencia, aunque pesador como toda la corrida. Fue abanto de salida pero cuando se calentó adquirió un ritmo de una calidad importante. Diego Ventura refrescó una suerte campera como es la de la garrocha para recibir a porta gayola a este toro. La emoción llegó con los cites de punta a punta tras los que puso banderillas al quiebro con Nazarí. Hubo batidas imposibles a lomos de Bombón y piruetas muy ajustadas. El colofón llegó con las banderillas cortas al violín y una rosa con la que homenajeó al inolvidado Ángel Peralta. El rejón tuvo efecto fulminante. Los tendidos se llenaron de pañuelos hasta que se concedió el trofeo.Aquel premio se sumó al conseguido en el toro que abrió la tarde. Otro toro friote que cuando se calentó galopó con intensidad. Hasta tres rejones de castigo le propinó el luso-sevillano. En banderillas logró momentos de belleza galopando a dos pistas sobre Nazarí. El toro se aplomó pero Ventura logró de nuevo la espectacularidad con Lío. Un carrusel de cortas al violín caldearon el ambiente antes de un contundente rejonazo. La oreja se antojó algo excesiva.En el que completó su lote, Diego Ventura hizo un esfuerzo sin recompensa por haber pinchado en repetidas ocasiones. Fue un toro cambiante que midió y dificultó la labor del jinete.El contrincante de Ventura fue Leonardo Hernández, que cortó una oreja. Un mano a mano interesante pero no crucial. Ese llegará el día que se enfrenten en esta plaza Hermoso de Mendoza y Diego Ventura.Gran calado también encontró la faena que cerró la tarde. Leonardo Hernández dio respuesta a Ventura con una entonada labor ante un colaborador toro del maestro Pedro Gutiérrez Mora 'El Niño de la Capea' que pesó 689 kilos. Hubo emoción, continuidad y calidad en lo realizado por Leonardo que aprovechó las embestidas del murube con inteligencia. El final con las banderillas cortas al violín fue muy cantado por los asistentes. Otra oreja podía haber cortado en su primer turno donde dejó para el recuerdo un espectacular galope a dos pistas dando el pecho a lomos de Sol. El manso que completó su lote llegó a saltar al callejón y no le dio opción de lucimiento.Diego Ventura atravesó el arco de la Puerta de Madrid por decimoquinta vez en su carrera pero sin la contundencia de otras ocasiones.

ABC

Por Andrés Amorós. Diego Ventura abre su decimoquinta Puerta Grande en Madrid

El segundo cartel de rejones sí es digno de San Isidro, con dos caballeros de primera fila, Diego Ventura y Leonardo Hernández. Lástima grande –repito– que Pablo Hermoso de Mendoza se niegue al mano a mano con Diego Ventura, su máximo rival, en San Isidro y delante de las cámaras de televisión: el cartel que todos esperamos. La comodidad es lógica pero no deja en buen lugar al que rehúye la competencia. (Exactamente igual que le sucede a José Tomás con Enrique Ponce). Los toros de San Pelayo, propiedad del Niño de la Capea, tantas veces triunfadores, de mucho peso (los dos últimos, al borde de los 700 kilos), resultan complicados, salvo el buen segundo. Con esfuerzo y maestría, Diego Ventura corta dos orejas y consigue su Puerta Grande número quince; por los fallos con el rejón de muerte, se queda en un trofeo Leonardo Hernández. Los dos han tenido que entregarse a fondo, en una tarde más difícil de lo habitual.

Después devarias guerrillas, por fin sí viene a San Isidro Ventura, en dos mano a mano, con Leonardo y con Andy Cartagena. Aunque no se lleve bien con algunos empresarios, Diego es, ahora mismo, el número uno indiscutible: lleva 20 años de alternativa y había salido a hombros ya 14 veces, en Las Ventas. Ha atemperado sus gestos, mantiene su espectacularidad, posee una gran cuadra y logra faenas auténticamente emocionantes. En el primero, distraído y parado, ha de hacerlo él todo: lo lleva cosido con «Nazarí»; quiebra en corto con «Lío», haciendo honor a su nombre; con «Remate», logra un rejón sin puntilla: oreja. En el tercero, probón y parado, arriesga mucho con «Bronce»; se luce en piruetas con «Bombón» pero falla al matar. Recibe con la garrocha a portagayola al quinto, también manso. Con «Nazarí», la estrella, lo encela, midiendo las distancias y quiebra con mérito; arriesga en las piruetas con «Bombón», roza el percance: ha sido un gran espectáculo. Rejonazo: oreja (merecía las dos) y Puerta Grande.

Leonardo Hernández hizo lo mejor en el anterior festejo de rejones de esta Feria pero pinchó. Su cuadra ha tenido altibajos pero él llega mucho al público; arriesga, a veces, casi demasiado. Cuida al segundo, clavando sólo un rejón; galopa «Despacio» como su nombre y torea por dentro; quiebra en corto y certero con «Sol»; se adorna con «Xarope», tocando con la frente el testuz, pero pierde el trofeo al matar a la tercera. El cuarto, con 643 kilos, salta al callejón, rompiendo un tablón, barbea tablas, tropieza fuerte a «Enamorado», un caballo nuevo. Con esfuerzo, logra el par a dos manos pero pincha. Sólo 11 kilos le faltan al último para los 700: una mole, también mansa. Galopa a dos pistas con «Calimocho»; las corvetas de «Xarope» y los pares al violín entusiasman. Mata a la segunda: oreja.

A pesar de los toros complicados, Diego Ventura ha logrado, con mucha técnica y riesgo, abrir la Puerta Grande de Madrid por decimoquinta vez. Está en la cumbre. Aumenta la expectación para su mano a mano con Andy Cartagena. Y, sobre todo, los seis toros que matará en la Feria de Otoño supondrán un gran acontecimiento.

Postdata. En tarde de rejones, se impone el recuerdo a don Ángel Peralta, el ilustre caballero. Desde La Puebla del Río, me llega un díptico de homenaje que incluye «la que quizás haya sido su última poesía, un precioso soneto que tituló ‘La libranza de la amistad’». Así concluye: «Mis caballos relinchan de alegría…/ Y en mis sueños los veo cabalgando ;/ vienen por la vereda galopando / por llevarme en un vuelo hasta la gloria». Allí permanecerá don Ángel Peralta.

La Razón

Por Paco Delgado. Ventura bate un récord

Se abrochó el primer tercio, más o menos, de esta larguísima feria de San Isidro con un invento que para los amantes del toreo a caballo es todo un verdadero aliciente: un mano a mano entre dos de los más destacados rejoneadores de ahora mismo, como lo son, qué duda cabe, Diego Ventura y Leonardo Hernández. Una fórmula en la que la competencia se sublima al máximo y que para el espectador ofrece, al margen del espectáculo artístico, la lucha directa entre dos de los líderes del escalafón. Un cartel, además, que se repite en el ciclo isidril tras el éxito obtenido el pasado año, cuando ambos se midieron sin tercero en discordia con triunfo y salieron a hombros tras repartirse cinco orejas de toros de Niño de la Capea.

También ahora sirvió los toros Pedro Gutiérrez Moya, que trajo una corrida con el hierro de San Pelayo, con mucha romana y comportamiento desigual que no en todos los casos puso las cosas fáciles a los de a caballo y a punto estuvo de estropear la fiesta. Distraído y parado el primero; a más el segundo; sin entrega el tercero; manso el cuarto; manejable el quinto y a la defensiva el sexto.

Diego Ventura, que suma con esta 24 tardes en Madrid desde que, el 3 de junio de 2000, confirmó su alternativa, y desde entonces, había conseguido un total de 40 orejas hasta ayer. Pero ya tras acabar con su primero sumó otra. No fue fácil el del Capea, que tendió a ir por delante del caballo y acabó parándose. A lomos de «Nazarí», yendo al pitón contrario y dando la ventaja a su oponente, banderilleó con tanta eficacia como brilló, redondeando su turno con las cortas antes de acabar con un certero rejonazo que le valía su oreja número 41.

Su segundo resultó complicado, embistiendo a arreones y oleadas, tardando Ventura en encontrar terrenos propicios. Toro con volumen y kilos al que tramitó en el primer tercio con un único rejón de castigo y que no se acabó de entregar pese al empeño de su matador.

No quiso dejar pasar la ocasión de conquistar otra puerta grande y recibió a portagayola al quinto, torazo de casi setecientos kilos, al que hizo galopar con la garrocha y anular su querencia a tablas. De nuevo con «Nazarí» le llevó a dos pistas fijándole ya definitivamente en el caballo. A partir de ahí ya sólo él fue quien tuvo el mando de la situación, poniendo en pie a la gente con las piruetas que hizo interpretar a «Bombón», amarrando un triunfo que le suponía su cuadragésimosegunda oreja y salir a hombros por la Puerta Grande de Madrid por decimoquinta vez, superando así a Santiago Martín «El Viti», que lo hizo en catorce ocasiones.

Tampoco es desdeñable el palmarés de Leonardo Hernández en la Monumental madrileña, donde ha conseguido 20 orejas en la última década. Justo de fuerzas y desentendido su primero, todo lo tuvo que hacer él para meter al toro en la pelea y calentar al público clavando las cortas montando a «Xarope», perdiendo su premio al pinchar.

El cuarto salió barbeando tablas y buscando la huida hasta que saltó al callejón. Se dolió al sentir los hierros, evidenciando su condición y poniéndose casi imposible para su lidia, obligando al joven Leonardo a demostrar su capacidad y recursos para poder sacar algo en claro, siendo lo mejor de su faena un par a dos manos y las cortas. Pero volvió a fallar con el rejón de muerte.

Mal se le pusieron las cosas cuando el sexto salió también suelto y apretando a la defensiva y buscando el refugio de las tablas. Aceptó la lidia en esos terrenos hasta encelarle para sacarle luego a los medios, donde a base de arrojo y exposición, fue sacando una labor entregada y meritoria, siempre in crescendo que le valió una muy justa oreja. La vigesimoprimera. Tampoco está mal…

Madrid Temporada 2018.

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