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Plaza de Toros de Las Ventas

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Miércoles, 22 de mayo de 2013

Corrida de la Prensa

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Parladé

Diestros:

El Cid: silencio, ovación y palmas, en el que mató por Fandiño.

Iván Fandiño: oreja y herido grave al matar al 2º

Daniel Luque: silencio en su lote.

Entrada: casi lleno.

Parte médico: ”Herida por asta de toro en tercio medio cara interna de muslo derecho, con una trayectoria ascendente de 25 cms. que causa destrozos en músculo cuadriceps, contusiona el fémur y alcanza cara externa en tercio superior de este muslo. Contusión de vasos femorales con rotura de colaterales. Contusión en región dorsal. Pronóstico grave que le impide continuar la lidia. Es intervenido bajo anestesia general en la Enfermería de la Plaza y se traslada a la Clínica La Fraternidad”. Firmado: Dr. García Padrós.

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Grupo Joly.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La corrida de Parladé ha sido interesante. Y me ha gustado más, infinitamente más, que la Victorino, por poner un ejemplo y sin querer molestar. Toro bravo, complicado y codicioso el de Fandiño al que hizo la faena adecuada que casi nadie del escalafón actual hubiera hecho. Buen toro el cuarto y dejándose el sexto que se apagó. Es verdad que Luque tuve el peor lote, pero como tiene hechos muchos contratos este chico no sale a lo que hay que salir. Hasta que le dure. El Cid es veterano y Madrid ya pesa mucho, por lo que es más justificable. Y después está Fandiño, qué torerazo, al que en muchas partes niegan el pan, la sal y la consideración de figura, por aquello de que muchos de los que se llaman figura no quieren verlo ni en pintura. Vade retro, dicen cuando se lo proponen en los carteles, cuando no lo vetan directamente. Y es porque no hay un torero con más verdad que el vizcaíno en el momento actual. Otros tienen más arte, otros más oficio y otros más técnica, que, como decía Paula, es lo que tienen los que arreglan los frigorificos. En fin, Iván a reponerse y a seguir dando lecciones de torería por ahí. Que esta oreja de sangre y verdad vale como un porrón de las otras.

El País

Por Antonio Lorca. Fandiño, un bravo torero herido

Cuando un torero llega dispuesto a triunfar, no hace falta que lo pregone. Se ve, se nota, se siente. Y es la forma de andar, de colocarse, de saludar, de citar… En una palabra, la pasión por el triunfo es una forma de estar. Y ese mensaje tan claro, tan concluyente, se expande por los tendidos como la pólvora. Es algo inexplicable, pero hasta el más profano entiende que allí abajo pasa algo importante.

Y Fandiño llegó a las Ventas con la encomiable decisión de salir por la puerta grande; y no lo consiguió, sobre todo, porque un pitón astifino se cruzó en su camino y lo mandó a la enfermería. Pero ese pitón atravesó el muslo porque el torero estaba donde los toros pueden coger.

Todo ocurrió a la hora de matar. Había pinchado el torero en el primer intento, lo que no entraba en sus planes. Se perfiló de nuevo con la consigna de que esta vez no se le escapaba. Se volcó materialmente sobre el morrillo del animal, y al tiempo que cobraba una estocada hasta la bola, el toro lo enganchó por la pierna derecha, lo levantó en peso, lo lanzó contra el suelo y aún tuvo tiempo de alcanzarlo otra vez con un tornillazo. Quiso esperar el torero la muerte del toro e, incluso, logró zafarse de las asistencias. Pero sus propios compañeros, a la vista de la gravedad de la herida, decidieron tirar por la calle de enmedio y trasladarlo al quirófano.

Ciertamente, Fandiño tenía muy claro que no venía a Madrid a pasearse, sino a demostrar que este tiene que ser su año. Así, sin más probaturas, recibió a ese, su primer toro, con unas verónicas tan vistosas como apasionadas; tanto, que terminó en una postura tan forzada -medio cuerpo doblado cuando la verónica es pura naturalidad- que a punto estuvo de perder el equilibrio.

Fandiño lo citó de lejos por estatuarios, y hasta cuatro dibujó con la planta firme y derecho como una vela; cuando cerró la tanda con un remate y una trincherilla, la plaza crujió de emoción.

Se alejó del toro, convencido, quizá, de que aquella sería una lucha de poder a poder, y que ninguno de los dos se dejaría ganar la partida. Acudió el animal al galope y allí los espero el torero y lo sometió con deslumbrante capacidad en una tanda intensísima en la que el toro pretendía comerse la muleta. Otra más, de igual factura, desde lejos, con la mano baja, con sobresaliente mando y desbordante torería.

No tenía la embestida la misma calidad por el lado izquierdo, y aun así, consiguió robarle unos naturales preñados de poder. Entonces, con la plaza conmovida, era el momento de montar la espada y cortar las dos orejas. Fandiño prefirió contar una tanda más sin entender que los ánimos son como la gaseosa. A pesar de ello, la oreja fue merecidísima, de las de verdad, porque un torero venía a triunfar y triunfó, aunque esté ahora pagando su necesidad vital en la cama de una clínica. Pero, amigo, eso es lo que les puede pasar a los toreros bravos.

La corrida se acabó ahí. Luque y El Cid lo intentaron, pero ni sus toros ayudaron, ni ellos venían con esa actitud que se transmite misteriosamente. Luque se justificó con el capote por delantales y chicuelinas, y, muleta en mano, se encontró con un primer toro que no tenía clase alguna, y el segundo, soso y descastado, le permitió que le diera muchos pases de esos que antes de verlos ya se han olvidado. Hacer como que se torea mientras la gente come pipas debe ser muy frustrante.

El Cid tuvo que matar tres toros. Y ayer parecía muy contento a pesar del serio compromiso. Capoteó por delantales en dos ocasiones sin mayor relieve. Intentó justificarse ante su primero, hundido y parado, que acudía a regañadientes cuando no doblaba las manos y hundía los pitones en la arena. Brindó la muerte del cuarto, más encastado, y dibujó una tanda extraordinaria de redondos y no hubo más. Bajó el interés con la zurda y la ilusión no cuajó; tampoco pudo ser en el que mató en sustitución de Fandiño, que brindó a la cuadrilla de su compañero herido. Parecía que…, pero el animal se vino abajo y todo se acabó. Al final, persiste la creencia de que a El Cid le ha pasado ya el tiempo de los resonantes triunfos. Es un gran torero, qué duda cabe, pero le pueden las prisas y transmite algo así como una inseguridad manifiesta. Dio, una vez más, la impresión de querer y no poder. La cabeza, por un lado, y el corazón, por otro. Y, al final, la nada.

Por cierto, asistió la Infanta Elena y ningún torero le brindó un toro. Extraño suceso que parecía responder a una consigna para evitar alguna guasa. Mejor así.

La Razón

Por Ismael del Prado. Fandiño, como si fuera la última tarde

A un día de cumplir un siglo desde que tomó antigüedad, Parladé volvió a lidiar sus toros en la primera plaza del mundo. Ayer, en la Tradicional Corrida de la Prensa. Fecha señalada. De las de clavel. Para la ocasión, un encierro que volvió a evidenciar que, a día de hoy, Juan Pedro Domecq tiene mucho más en la mano este hierro, en el que hace y deshace desde un buen puñado de años, que el titular y heredado en 2011 de su fallecido padre. Un buen cuarto y un bravo segundo, para tener en cuenta, que hirió de gravedad –25 centímetros de tabaco– a Iván Fandiño. Mayúsculo, que firmó la mejor faena de lo que va de serial.

El de Orduña era uno de los últimos nombres propios en dejarse caer por este mayo madrileño. Adolfo Martín y Alcurrucén, todavía en la recámara. ¿Para qué esperar más? Debió pensar. Una oreja de enorme peso del segundo, que paseó su cuadrilla, ya con el vasco en la enfermería. Había pinchado en el primer embroque. El trofeo estaba ya más que asegurado y Fandiño no quiso dejarlo escapar. Se volcó sobre el morrillo y el animal, certero, hizo carne en la pierna derecha. Con saña, la voltereta. Mucho pitón dentro del muslo. Fea la caída. Desmadejado, volvió a lanzarlo por los aires desde el suelo. Tan sólo el zarandeo esta vez de un «Grosella», que de dulzura sólo tuvo el nombre. Toro bravo, muy importante, pero con mucho que torear. Nada fácil. Lo había cuajado bien su torero con el capote. Buenas verónicas. Se desplazó con buen trote en banderillas y en la muleta, aunque algo rebrincado, también galopó con clase. Inició el trasteo por estatuarios. Sin enmendarse, enorme el del desprecio para rematarlo. Le dio sitio, y llegaron dos buenas tandas de derechazos. Macizas, bien ligadas y con el mando necesario para domeñar la encastada embestida del animal. Menos acople en la primera al natural, pero en la siguiente, volvió la rotundidad. Buenos muletazos con la izquierda, largos y con despaciosidad, de un firme Fandiño. Entregado sin reservas como si no hubiera mañana ni dos tardes más. Alabable.

Mientras, El Cid y Daniel Luque volvían a compartir miedos y responsabilidad. De la mano, el martes pasado; ayer juntos de nuevo en Madrid. De hecho, en un improvisado mano a mano entre ambos quedó la tarde. El de Gerena sorteó primero un burel que se quedó corto y se orientó enseguida. Frenado a mitad del lance, sabía lo que se dejaba detrás y buscó los tobillos de Luque muy pendiente de él.

En el quinto, en realidad sexto tras correrse turno, Luque lo intentó. Muy ajustado el quite por chicuelinas. De cortar el hipo. Fue lo mejor de una lidia en la que pudo rascar una buena tanda en redondo y algunos pases sueltos estimables, pero sin ligar. No había continuidad por la sosería del toro y ni siquiera acortando el joven torero las distancias pudo arañar más. Silencio en su lote.

Por su parte, El Cid rompió plaza con un ensanado muy ofensivo por delante, que enseñaba las puntas. Justito de fuerzas, en parte por una vuelta de campana al final del saludo capotero, se le protestó mucho. Se rehízo en banderillas y arreó lo suyo a los rehileteros. El último tercio fue un constante quiero y no puedo. No resistió una sola tanda sin perder las manos o hincar los pitones en la arena. Muy deslucido y sin clase, se quedaba también cortito en la embestida, por lo que El Cid no tardó en despacharlo. Bien con la espada.

Volvió a verlo claro con los aceros en el cuarto, en el que saludó una ovación. Toro astifino y muy abierto de cuerna. Veleto. Tuvo recorrido y rebrincado son en las telas, especialmente, en el comienzo de faena del sevillano que le otorgó distancia y supo tomarle la medida. Dos buenas tandas por la derecha, una tercera aún mejor. Largos y a la hombrera contraria los de pecho. Perdió fuelle –para no volver a recuperarlo– la faena por la zurda. Menos acople y más incómodo con el animal, que protesta más.

A pies juntos y por delantales recibió al «falso» sexto, que no tuvo la mejor lidia. Demasiados capotazos. Lo brindó El Cid a la cuadrilla de Fandiño en un bonito gesto que no encontró posterior refrendo. El torero hizo el esfuerzo, pero no encontró colaboración de una res que escarbó mucho y se lo pensó bastante antes de cada acometida. Estocada fulminante en el segundo encuentro.

Mientras, el titán venido del Norte, camino del hospital, con una oreja arrancada a ley, a sangre. Como si fuera la última tarde, como si no hubiera mañana.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Grave cornada de Fandiño, que corta una oreja de figura del toreo

Cuando hay tanta entrega como la de Fandiño, con un toro tan vivo y tan entero como se lo dejó, se paga caro. Iván pagó su cuota de sangre al volcarse a matar en la suerte contraria. En los terrenos del “4”. El toro echó la cara arriba y le caló de lleno. Un estoconazo y una cornada segura, a espensas de saber su gravedad (25 centímetros que le atravesó el muslo derecho se supo luego y alcanzó el fémur). El torero se resistió a la enfermería. Pero no hubo otra. La oreja que paseó la cuadrilla inapelable. Por cómo había estado IV de firme y torero, a carta cabal, con la muleta por abajo y una colocación pura, clásica, la suerte cargada y el muslo ofrecido. El juampedro arreaba muy entero. Iván había apostado. Encajado, firme, valiente y toreando de purísima Madre y oro, calibrando cuándo lo apretaba más y cuándo lo soltaba. Embroque. En figura del toreo. Bravo el toro de Parladé y los toros bravos no perdonan.

Al toro cinqueño que abría plaza se le juntó todo. Un volatín de salida, un lanzazo en la puerta de cuadrillas en mitad del espinazo, su condición cobardona y escarbadora, otro puyazo también trasero y El Cid que no le terminó de fluir el temple a una embestida a empellones que no era fácil de templar. Clavaba los pitones en la arena ora sí y ora también entre tirones.

Fue un toro de importancia y galope el cuarto, con los pitones vueltos, negro y hondo, que ya de salida colocó la cara en los vuelos del capote de El Cid a la veronica. El Cid que lo paró con acierto en los terrenos del “7” de menos viento. Fue generoso Cid con el juampedro en cuatro series por la mano derecha. Se puso muy pronto a torear y el toro marcó un ritmo trepidante. En los medios la cosa y el viento, que retrasó la izquierda la la quinta tanda. Faltó algo más por parte del torero. Un paso, unas dobladas previas para ahormar… Frío eco y tímidas palmas al toro en el arrastre que fue, ya digo, importante.

Daniel Luque tuvo enfrente un toro muy montado y complicado que rebañaba y se venía por dentro y luego un quinto, cuando se corrió turno, bonancible, especialmente por el izquierdo, con el que estuvo siempre por fuera. El Cid brindó el cinqueño sexto a la cuadrilla de Fandiño. Muy serio el toro. Un tío. Sangrado en el caballo, le faltó en su nobleza y se vino abajo dentro de un conjunto de Parladé que puntuó al alza por su movilidad.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Fandiño: firmeza, sangre y triunfo

Navajazo seco y rotundo. La sangre brotó de inmediato. Fandiño se había tirado en corto y por derecho como mandan los cánones para enterrar el acero, tras un pinchazo previo arriba. Y el toro, segundo de la tarde, de nombre Grosella y pinta negra, con dos buenas agujas, le infirió una cornada brutal en el muslo derecho. La fiera recogió con saña, por debajo del cuerpo, al torero y lo volvió a arrojar por los aires en un abrir y cerrar de ojos. La escena sucedía junto a la enfermería, desde donde las asistencias trasladaron de inmediato al espada.

Grosella, al que no castigaron en varas, había embestido con vibración tras el capote de Fandiño, que lanceó con gusto a la verónica, abrochando con una media belmontina. Gran ovación. El toro persiguió la muleta con brío, con un punto de calamocheo. Fandiño, para evitar el viento, se marchó al 5, el tendido refugio donde menos sopla Eolo en Las Ventas. Cuatro estatuarios a pies juntos, un pase del desprecio y una trincherilla pintaron un prólogo soberbio, que ovacionaron con fuerza. La faena, medida, fue coreada con oles. El torero de Orduña corrió bien la mano en muletazos por ambos pitones, que fueron jaleados. Luego, como está escrito arriba, se pasó del voltaje artístico al cortocircuito de la cornada y el drama. La cuadrilla de Fandiño paseó la quinta oreja que corta un torero de a pie en este ciclo isidril y que mereció con creces por su firmeza y toreo.

Atención. Curioso nombre y… ¡vaya preciosidad de toro! En el tipo de la casa, de Juan Pedro Domecq, bajo, ensabanado, capirote, salpicado. Una lámina preciosa, pero sin fondo. Tras una voltereta sobre el pitón derecho, el animal manseó. La labor de El Cid, porfiona, con un animal noble y blando, no contó para el público.

Con el muy astifino cuarto, un gran toro que embistió con brío, El Cid lanceó con gusto por verónicas y delantales. En la muleta, aunque calamocheando, el sevillano comenzó su faena con la diestra, con dos tandas de nota alta. La faena se rompió con la izquierda -peor pitón- y se diluyó, con el toro a menos, cuando continuó el torero con la derecha.

Ante el sexto, un ejemplar altote, que se fue quedando corto, la labor del saltereño, que brindó a la cuadrilla de Fandiño, no pasó de porfiona.

Daniel Luque, con el peor lote, quemó su segundo cartucho de los tres que tiene San Isidro. Con el tercer toro, no tuvo opción al lucimiento. El ejemplar de Parladé, serio, que derribó al piquero por la mala colocación del caballo, manseó y desarrolló sentido de inmediato tras la franela.

Con el quinto, un colorao de buena presencia, manejable, la labor de Luque careció de emoción.

Iván Fandiño ya había advertido que iría a por todas en la Corrida extraordinaria de la Prensa. Para que conste en los escritos, el protagonista orduñés cumplió con creces, firmando una gran faena, que da pie al titular. Fandiño: firmeza, sangre y triunfo.


©Imagen: Cogida de Fandiño. | Efe

Madrid Temporada 2013.

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