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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 23 de mayo de 2017

Corrida de Toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Valdefresno y Fraile Mazas (5º y 6º), dos cinqueños, serios en sus diferentes hechuras y dos sobreros, el devuelto de Adelaida Rodríguez (4º), y Carriquiri (4º bis), que tenia maneras pero se apagó.

Diestros:

Daniel Luque: de grana y oro. silencio y silencio tras aviso.

Jiménez Fortes: de gris perla y azabache. Palmas tras aviso y silencio.

Juan Leal: de malva y oro. saludos tras aviso y silencio.

Se guardó un minuto de silencio por las víctimas del atentado de Manchester.

Entrada: Media entrada larga.

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1300746416688134

Video: https://vimeo.com/218689229

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Fortes y una corrida moribunda

El cementerio de granito de los tendidos de sol incitaba a la reflexión sobre la vigencia del actual modelo de San Isidro. El último pliego de licitación de Las Ventas fue una ocasión perdida para abordar en serio los problemas taurinos de Madrid. Más allá de exprimir económicamente al empresario y “revolucionar” la capital del toreo con pueblerinas desencajonadas y festejos populares… A la alegría se incorporó un peludo cinqueño de Valdefresno que, más que un toro, parecía un wookiee. Por si había alguna duda de lo derrengado que andaba, tan sostenido con alfileres, Fortes intervino en un quite por chicuelinas para mostrarlo. Aun sin caerse entonces, no podía con la penca del rabo. El presidente, que había esperado pacientemente, asomó el pañuelo verde. Daniel Luque se encogió de hombros con resignación y corrió turno. Algo más de fuerza aguantaba el esqueleto hechurado del nuevo toro. Una diferencia mínima. A Luque se le venció por dentro las veces que citó sobre la derecha y se le frenó por debajo en las que llamó por la izquierda. Abrevió. Las acaloradas gentes ya no corren a apagar su sed porque se venden bebidas durante la lidia de los toros. La modernidad era eso. En Preferente los vasos cogen ritmo de trilero.

Fortes volvió a no desmonterarse durante la faena. Como el otro día, cuando cruzó la línea de la importancia. Como señal de lo antiguo. Y así se clavó de rodillas en los medios con el cartucho de pescao pepeluisista. Los naturales brotaron con largura y pulso. Ese son de suave temple y caro trazo desprendió la faena. Todo dibujado desde una colocación cabal. Pero aquello se quedaba en nada con un toro bajo mínimos de poder. La intuida calidad no valía ni para que brotara un esqueje de emoción.

Las banderas a media asta de la Puerta Grande recordaban a los muertos de Manchester. Como el minuto de silencio de los albores de la tarde. Juan Leal recordó a Pedrés con la pedresina del prólogo de faena. El veleto y bajo tercero de Valdefresno le tiró unos cuantos recados enveneados. No le daban sus tremulas carnes para desarrollar la guasa. Y se rajó. Leal se pegó un arrimón bárbaro con el toro aculado en tablas. Las protestas que le indicaban que no abusara tampoco lo arredraron. Ni el susto de ser derribado con los cuartos traseros le hicieron desistir.

El sobrero de Adelaida Rodríguez que se soltó como cuarto volvió por donde había salido. Otro inválido. Al cuajado reserva de Carriquiri, de cinco años pasados, costó encontrarle la querencia. Tan huido del caballo. El tal Perseguido traía unas hechuras perfectas. Apuntó cosas esperanzadoras con la colocación de su cara en los capotes. Pero echó el freno de mano en la muleta de Daniel Luque. Aquella humillación careció de desarrollo. Pesaba la bochornosa tarde como una losa.

La seriedad del quinto -herrado con el fuego de Fraile Mazas- se tambaleaba. Cruzaron los dedos los más supersticiosos. Si no se cayó más, fue por su falta de empleo. Fortes fue enfermero mayor de la corrida moribunda. Imposible más. Sobrevoló la falta de opciones su renovada imagen.

Juan Leal se estrelló con el grandón último. También de Fraile Mazas. Tan vacío como todos. A Leal no se le abrió otro camino pisar los terrenos de cercanías. Un amago de voltereta y la afición le animaron a finiquitar el funeral.

La Razón

Por Patricia Navarro. Tres naturales inolvidables en tarde para el olvido

Parar un paseíllo en Madrid y guardar un minuto de silencio, de los que duelen, porque un suicida decidiera reventar la vida a 22 personas y sus 22 familias cuesta. Cuesta reconciliarse con un mundo de locos con pellizcos de felicidad, mientras nos dejan. El minuto de silencio fue de los sepulcrales, endemoniado incluso por la tragedia a la que nos abocaba la cabeza. Volvimos a la plaza. A nuestra propia tragedia griega de pureza a pesar de que el primero tal cual salió de toriles volvió. Minuto arriba minuto abajo. Pena del toro de Valdefresno. Corrió turno Daniel Luque en su única tarde de San Isidro, pero no le dio el hierro titular, bis, mayor alegría. Deslucido en el último tercio y metiéndose por dentro. No pudo hacer más que justificarse. Fue bis también el cuarto y de Carriquiri. Nos mantuvo alerta el toro desde el principio: frenado y a la defensiva, y sin querer ver al caballo ni loco, pero luego tragó en la muleta aunque con menos duración de la esperada. Y se evaporó todo. Una pena.

Hay hombres dispuestos a morir, a pesar de que la realidad ya les haya puesto a las puertas. Y en más de una ocasión. Ese es Jiménez Fortes. Saúl de nombre. El mismo que el otro día dejó un gran sabor de boca en esta misma plaza, el mismo que en otras ocasiones nos ha dejado con el corazón roto y a la espera de noticias que nos empujaban al abismo. Ayer se puso en el centro del ruedo para empezar la faena al segundo con un cartucho del pescao, pero además de rodillas, y no sólo aguantó ese envite sin moverse lo más mínimo mientras el toro galopaba desde la otra punta, sino que además le sopló tres naturales grandiosos, templados, largos y tremendos. Lástima que la nobleza del toro no se encumbrara con la largura del viaje. Y de ahí que la faena no alcanzara la dimensión del torero que tenía delante. Seguridad, paz, temple y buenos argumentos tuvo la faena de Fortes. No había más. El quinto tampoco dejó puertas abiertas a la felicidad. Pero dejó temple, gusto y armonía. Y ganas de volver a verle.

Con una pedresina homenajeó Juan Leal al maestro. Fue buen comienzo de faena al tercero, que apretó por dentro cual demonio. De demonio a asesino en serie fue su evolución. Al natural tampoco regaló nada. Cada muletazo suponía jugarse los muslos. Valor tuvo hasta parecer que le sobraba. Invasivo con los terrenos del toro, a pesar de que abusó de intentar basar la faena en circulares y eso en Madrid no acaba de encajar. Asustó al miedo. Esa línea siguió con el sexto, de media arrancada y paradote. La tarde, en gran parte, había sido para el olvido.

ABC

Por Andrés Amorós. Continúa el desastre ganadero en San Isidro

Con buena entrada, aunque el cartel no sea de los mejores, el fracaso rotundo vuelve a ser el de los toros (incluidos dos sobreros): flojos, mansos, parados, descastados. El resultado, un verdadero tostón, algo que echa al público de las Plazas.

Los aficionados conocen las notables cualidades de Daniel Luque; sin embargo, ha dejado de estar en muchas Ferias. ¿Le ha flaqueado el ánimo, es una cuestión de carácter? No lo sé. Sigue siendo de los que mejor torean con el capote. Derrengado de atrás el primero, se corre turno: también este toro flojea, tampoco se le pica; en la muleta, se cae y se para: un nuevo desastre, que encrespa con razón al personal. No hay nada que hacer. El sobrero de Adelaida Rodríguez, flojísimo, también es devuelto. Mansea de salida el de Carriquiri, se le dan demasiados capotazos, logra picarlo Jabato. Luque se dobla bien, le saca algunos muletazos notables pero el toro se para pronto. Con pocas opciones, ha mostrado su capacidad pero no un triunfo para remontar su carrera.

En su segunda y última actuación, el muy valeroso Fortes se muestra reposado, seguro. El segundo sale suelto, sin celo y flojo: la bronca crece. Comienza con el cartucho de pescao, en naturales de rodillas. El toro es noble pero muy soso, se desentiende: los suaves muletazos tienen un eco sólo moderado. Mata con decisión. El quinto flaquea, echa la cara arriba, embiste sin celo, rebrincado. Fortes se muestra muy firme pero no cabe lucimiento alguno y no acierta con la espada.

El francés Juan Leal dejó buen recuerdo, en su confirmación de alternativa. El tercero, huido, se mueve, no humilla. Brinda –me dicen– a Pedrés y comienza con una pedresina. Varias veces está al borde de la cogida. Recurre al encimismo, estilo Ojeda, con más corazón que cabeza: tiene mérito pero es necesario dominar más para no estar a merced del toro. El último, grandón, no se entrega, sale del caballo coceando y perdiendo las manos. Los intentos del diestro francés se truncan por las caídas de la res. El arrimón final no arregla nada y recibe un trompazo. Mata mal.

Concluye la corrida con el grito coreado, ya habitual: «¡Toros! ¡Toros!» Es lo que estamos echando de menos, lo que la afición reclama, con toda razón, lo que da sentido a este espectáculo. ¿Qué remedio piensan poner los profesionales a este repetido desastre ganadero? Desgraciadamente, no alcanzo a imaginarlo. ¿Hasta cuándo?

Postdata. Por la mañana, en Las Ventas, el ministro Zoido ha presentado el libro de Carlos Crivell y Antonio Lorca, «Pepe Luis Vázquez, torero de culto». El «Sócrates de San Bernardo» (así lo bautizó Vicente Zabala padre) no tenía sólo la gracia atribuida tradicionalmente a los sevillanos: era un gran lidiador, un técnico, con una cabeza privilegiada para ver las condiciones del toro: por eso lo admiraba tanto Marcial Lalanda, el discípulo de Joselito; por eso era capaz de matar, todos los años, la corrida de su amigo Eduardo Miura, en la Feria de Abril. Lo definió poéticamente Gerardo Diego: «La esencia de un toreo de cristal fino, fino, / la elegancia ignorándose de la naturaleza, / la trasparencia misma hallaron ya su cauce». Todo eso se resume en dos palabras: Pepe Luis.

El País

Por Antonio Lorca. ¡Borrachos…!

Salió en cuarto lugar Vaporito,un sobrero de Adelaida Rodríguez, todo ufano y altivo. Así recorrió parte del ruedo, no hizo caso al capote de Daniel Luque, y acudió al caballo con enorme desgana. Apenas recibió castigo, pero cuando salió del encuentro se le notaron unos gestos raros, se le aflojaron las manos, parecía que perdía el equilibrio, y la sensación que dio es que tenía los ojos vidriosos y la lengua trapajosa. Dicho en cristiano: que estaba borracho. El presidente lo mandó a los corrales a que durmiera la mona eterna y ahí acabó la efímera vida taurina del muchacho. Pero el primero de la tarde demostró los mismos síntomas. Una salida con la mirada arrogante y una invalidez manifiesta en pocos segundos.

En fin, que el tema no es nada nuevo, pero la ganadería brava padece un serio problema. Quizá, esta corrida de Valdefresno sea la peor de lo que llevamos de feria y de muchas ferias. Pero la enfermedad no es de este hierro, sino que está contagiada por los cuatro puntos cardinales del campo taurino. Con varias corridas como la de ayer, tan inválida, mansa, descastada y birriosa, se acaba la fiesta; y se acabará porque no habrá alma humana que aguante tamaña decepción y tan profundo aburrimiento.

Lo curioso es que nadie investigue la causa del mal. Ni la autoridad, ni la Unión de Criadores, ni el ganadero afectado. Ni siquiera hay lamento. Ha salido mala y esperamos que la siguiente sea mejor. Y ahí finaliza la investigación. Pero quedan muchas preguntas. ¿Estaba la corrida enferma? ¿Alguna comida o bebida le habría sentado mal? ¿Es un problema de selección?

Una ganadería es un coto cerrado y los manejos del ganadero son piezas secretas de la tauromaquia. ¿Cuáles son los métodos de selección de este ganadero y de este otro? ¿Por qué no existe un organismo que los supervise? ¿Por qué no hay unas normas precisas para el sector? ¿Por qué el presente y el futuro de un tesoro de la zootecnia de este país como es el toro está en manos exclusivamente privadas en un momento en que sufre un grave peligro de extinción?

No se entiende casi nada de esta fiesta; y, mientras tanto, continúa cayendo por el precipicio de la degeneración entre el silencio cómplice de todos los responsables y la desesperación de quienes pasan por la taquilla.

La corrida en la que participaron Luque, Fortes y Leal fue insufrible; y bien es cierto que no por responsabilidad de los toreros, que poco tuvieron que ver, con toda seguridad, en la elección de los toros. Pero a los tres, —los toreros— los llevaron al matadero y los despachos les pasarán factura por la tarde en blanco que dejaron pasar en San Isidro.

Luque está en horas bajas profesionales. Nadie cuenta la verdad, pero parece que son múltiples las causas que han llevado a este torero de tocar la cima con la yema de los dedos o enfangarse en la sima del olvido. No tuvo toros para demostrar nada —y cuánto tenía que demostrar para volver a empezar— y su expediente no cuenta con ningún apunte positivo y no por su culpa.

Fortes venía a corroborar la buena impresión que dejó el pasado día 16, lo intentó de veras, se arrimó, se cruzó, trazó algún muletazo más que estimable, pero no pudo ahormar faena. Lo mejor, en su primero, tres naturales de rodillas, una tanda de aceptables redondos y mucho valor frente a un toro inservible. El quinto no tenía un pase.

Juan Leal no tenía más remedio que jugársela, y demostró valor ante un primer toro incierto y brusco. Se dio un arrimón junto a las tablas, se empeñó en dar circulares entre las protestas de parte del público y su intención no resultó meritoria. Una birria resultó ser el sexto, quiso torearlo sin éxito y a poco se lleva una cornada.

COPE

Por Sixto Naranjo. Un castañazo muy isidril

Toda feria tiene su tarde de pestiño. Estaba tardando en aparecer en este San Isidro, pero llegó. Y todo por culpa de la corrida de Valdefresno-Hnos. Frailes Mazas. Un petardo en toda regla. Un muestrario de toros de muy desiguales hechuras y seriedades pero igualados en su nula casta. Un castañazo muy isidril.

Tardó más de la cuenta el palco en sacar el pañuelo verde con el toro que abrió plaza. El de Valdefresno se había derrumbado en el capote y allí no había visos de que la fortaleza apareciese por arte de magia. Así que hubo de entrar al caballo para terminar de corroborar que el toro debía volver a los corrales. Corrió turno Daniel Luque pero no mejoró el panorama. El que salió por chiqueros tampoco estuvo sobrado de fortaleza. Bruto, embistiendo por dentro y sin una brizna de clase. El sevillano quiso ponerse, pero pronto se dio cuenta que no merecía la pena seguir insistiendo.

Como segundo plato, Luque tuvo que parar de salida a dos toros. Primero un sobrero de Adelaida Rodríguez de preciosas hechuras pero que acabó derrengado sobre el ruedo y un segundo remiendo de Carriquiri que manseó en varas y que hizo albergar alguna esperanza cuando se movió con cierto brío en las primeras tandas de la faena de muleta. Ligó Luque mientras duró el toro. Después, el animal se desfondó rápidamente. No hubo opción a mucho más para el sevillano.

Bien hecho y con su seriedad ‘lisarda’ salió el primero del lote de Jiménez Fortes. Blandeó en los primeros tercios pero el presidente optó por aguantarlo. De rodillas y con la mano izquerda comenzó la faena el torero malagueño. En el centro del ruedo, con temple y relajo toreó de hinojos Fortes. El toro embistió con calidad y despaciosidad. Pero esa velocidad ralentizada no sirvió cuando el diestro se puso en pie. Le costaba un mundo pasar al de Valdefresno. Compuso muy bien Saúl, embrocándose con el toro. Pero allí faltaba la emoción que poen la casta y que no apareció.

Con el descastado y nulo cuarto fue otro querer y no poder. El de Fraile Mazas resultó un buey de carretas. Sin vida. Sin casta. Sin nada de nada. Fortes lo intentó pero allí no había oponente al que hacer frente.

Con el descarado tercero, que nunca se empleó en el peto, comenzó Juan Leal su faena con la pedresina. Éste de Valdefresno fue otro animal ayuno de casta, sin humillar y que nunca se desplazó. Se la jugó en la distancia el torero francés. Mucho valor pero escaso toro delante. Se pasó los pitones por el fajín, pero el toro se acobardó en tablas.

Juan también quiso justicarse ante el sexto. Insistió en alargar el trasteo y a punto estuvo de llevarse un susto en forma de pitonazo en el bajo vientre. Tras ello, el diestro galo optó por irse tras del acero.

madrid_230517.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:16 (editor externo)