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Plaza de Toros de Las Ventas

Jueves, 23 de mayo de 2019

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Jandilla, 5º de Vegahermosa correctos de presentación pero de decepcionante juego - (soltando la cara el primero, deslucido el segundo, a menos el tercero, sin opciones el cuarto, noble sin humillar el quinto y aplomado el sexto.

Diestros:

Sebastian Castella: de malva y oro. Estocada casi entera y pasada. Aviso (ovación). En el cuarto, media estocada trasera. Aviso (silencio).

Emilio de Justo: de grana y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, gran estocada (silencio).

Angel Tellez: de tabaco y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el sexto, estocada desprendida (silencio).

Entrada: 22.035 espectadores

Incidencias: “Morenito de Arles” y Manuel Pérez Valcárcel saludaron una ovación tras parear al tercero.

Imágenes: https://www.las-ventas.com/la-tarde-tras-el-objetivo/las-ventas-23-de-mayo-de-2019

Video: https://twitter.com/i/status/1131664738344144896

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista Mala corrida de Jandilla en Las Ventas La terna se marchó de vacío ante el deslucido encierro extremeño. Solvencia de Castella, desdibujado De Justo y justificación del confirmante Ángel Téllez.

La resaca del huracán Roca Rey, contrarrestó con una mediocre corrida de Jandilla, que no terminó de descolgar. No era el día. Ni rastro hubo de aquel “Hebrea” que desorejó Sebastián Castella hace ahora dos temporadas. En realidad, ninguno de los Jandillas que trajo Borja Domecq a Madrid (el quinto con el hierro de Vegahermosa) tuvieron calidad ni clase para el envite. Hubo detalles sueltos de la terna, pero sin rubricar. Faenas largas, poco decorosas y muchas de ellas sin fuste ni ligazón. Los seis toros fueron un mazazo, uno tras a otro.

Precisamente Castella, tuvo una tarde apática y gris. Sufrió con el aplomado segundo queriendo extraer rédito tras componer una faena a merced del desclasado Jandilla. Su segundo, pareció arreglar la tarde en los inicios de faena en los medios, con el que ya nos tiene acostumbrados el francés pero la labor acabó diluyéndose en una contienda interminable de pases, máxime con el público tomando partido por el toro. Palmas y silencio.

Emilio de Justo, trenzaba su primer paseíllo en San Isidro tras su incontestable triunfo de la pasada feria de otoño. Madrid no tuvo memoria y no sacó a saludar al extremeño. Incomprensible. Pasó de puntillas ante un lote abrupto y duro, siendo silenciado. Trató de justificarse frente al tercero, pero la actuación nunca llegó a tomar vuelo. Con el quinto, no tuvo al público de cara ante una embestida irregular de su lote. Le quedan dos balas en la recámara: Victorino Martín y Baltasar Ibán.

Confirmó alternativa Ángel Téllez, tras su incipiente alternativa del pasado mes de abril en Guadalajara. Aquel día triunfó ante dos figuras: Morante y El Juli. Hoy, por contra no hubo rastro alguno. Sencillamente no dio la talla, y su precipitación a la hora de confirmar su doctorado puede dejarle en el limbo, de no ser por que cuenta con un equipo de apoderamiento de garantías. Se justificó dentro de la mediocridad con el que precisamente confirmó. Otro desclasado ejemplar de Jandilla de feo estilo. Se paró en la muleta, pero Téllez aguantó el tipo como pudo. Con el sexto, compuso otra faena larga de cara a la galería y con ánimo de agradar. Enfrente tuvo un Jandilla que rebañaba cada tanda. Un poema. Como la corrida de Jandilla. Para olvidar.

El País

Por Antonio Lorca. Digna confirmación

Digna confirmación de Ángel Téllez. Para empezar, no mereció el silencio que escuchó a la muerte de su primer toro. La gran estocada que cobró tras un pinchazo fue de premio. El animal cayó rodado y sin puntilla. Pero no fue lo único bueno de su estreno en Las Ventas. Soso, incierto, muy deslucido y reticente fue el toro de su confirmación, además de nada fiable por sus extraviadas miradas y un comportamiento que no admitía confianza alguna.

Pero allí estuvo el joven torero, firme y entregado, dispuesto en todo momento, aguantando parones peligrosos. Se justificó sobradamente, se jugó el tipo y decían en el tendido que a cambio de nada; no, hombre, a cambio de demostrar que quiere ser torero.

Con un quite por ceñidísimas saltilleras ante el sexto volvió a poner las cartas sobre la mesa. Muleta en mano, lo esperó de rodillas en el centro del anillo y a punto estuvo de perder la crisma si no echa cuerpo a tierra. A continuación, el toro se paró y solo pudo verse el arrojo y el pundonor de un chaval que ha dejado un buen sabor de boca por su valor y oficio bien aprendido.

Cuando nadie daba un duro por el cuarto toro, tan soso y manso como los demás, Sebastián Castella se dirigió al centro del ruedo y brindó al tendido. Allí, en el centro del ruedo, se quedó, derecho como una vela, y llamó a su oponente que andaba casi resguardado en el tercio. El animal fijó la mirada en la figura del torero francés y galopó con alegría hacia su jurisdicción. Aguantó Castella, estoicismo puro, hasta que no faltaban más allá de un par de metros —o eso pareció desde las alturas— para hacer casi un imperceptible toque con la muleta, suficiente para desviar la trayectoria del tren de 543 kilos que se le venía encima. El toro obedeció al engaño y pasó por la espalda del matador, rozándole la chaquetilla. Fue uno de esos momentos que desprenden emoción de verdad, sin hondura, sin ligazón, sin empaque; solo una demostración espartana de valor sin cuento. Y eso también es toreo.

Hubo un segundo pase cambiado por la espalda que perdió intensidad y un tercero, en el que el toro le robó la muleta, pero la plaza, como debe ser, reaccionó con una ovación de gala al gesto valeroso de Castella.

La faena fue breve porque escasa era la vida del toro, pero hubo tiempo para paladear un par de muy largos pases de pecho con la mano izquierda y poco más. El asunto acabó en silencio porque la buena disposición de Castella no encontró el eco debido en la casta del toro, que fue solidario con todos sus hermanos para protagonizar una tarde negra de la divisa jerezana. Dos tandas por el lado derecho permitió el primero de su lote y se pudieron ver algunos muletazos templados, largos y limpios a un toro que acudía con buen son. Pero pronto se le acabó el carbón, a pesar de que el torero insistió una y otra vez en un intento de alcanzar la cima entre los diestros pesados, que son tantos, en este San Isidro.

El más esperado de la terna, Emilio de Justo, no tuvo opción con su lote. Serio y maduro, solo destacó en la buena estocada al quinto.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Jandillas de luto y lija: De Justo mata tres duras

Volvieron los toros a lucir divisas negras. Los de Jandilla como el día anterior los de Parladé. Dolor y luto en la familia Domecq por Fernando. El toro de la confirmación de alternativa de Ángel Téllez podía llevarla por su bravura. Manso, distraído, sin fijeza, cruzándose en capotes, por dentro en la muleta, sin descolgar nunca. Una alhaja Gallego, de 537 kilos, número 44, de octubre del 14. Amplio de cara y estrecho de culata para más señas. Téllez se puso y le puso voluntad a sabiendas de la nulidad.

Cuando el toricantano le devolvió los trastos a Sebastián Castella, nadie daba un euro por el toro. Tan escarbador y arritmíco. Que parecía embestir, sin sangrar en el caballo, a taponazos de disparo. Como en el quite de Emilio de Justo de capote alado por el viento. Pero fue otro cuando Castella se dobló poderosamente en la apertura de faena. Y cuando lo sometió en su derecha tersa, mandona y ligada en un par de series, espléndida la segunda de ellas. De temple y trazo. Entre mugidos de jodida resistencia, las tomó. Fue eso y nada más antes de ponerse a escarbar con su astifina cara entre las manos. Reculó a izquierdas y ya no volvió a darse. SC insistió sin perder el orden de su algo más que firme faena.

Emilio de Justo eligió por derecho Jandilla sin sortear. Y los hierros de pedernal como moneda de cambio: Victorino y Baltasar Ibán. O viceversa. La cosa es que le salió rana el primer supuesto bombón: el bonito y hechurado domecq venía a su muleta con una falsa dormidera. De metirosa entrega su aparente bondad. Que se frenaba y soltaba la cara en los finales desde los andarines principios. Hasta que se quitó la careta en mitad de la suerte con un derrote revelador que lo desarmó. Ya muy avanzada la faena. De sordo eco y silencioso trago. Su espada leal lo traicionó.

Torcida la tarde como una mala escoliosis, los vendedores de bebidas subían y bajaban sin respetar las lidias. Como inquietas hormigas rosas por las escaleras graníticas. La gente empapaba lo que no entendía. O no trascendía. No fue fácil tampoco el áspero cuarto aunque desde arriba se antojaba «manejable». Por su fijeza y obediencia. Que costaba romper hacía delante. Desde el arranque en seco, su embestidas tenían lija dentro. Nunca fluidez sostenida. Ni generosidad. Castella construyó una faena profesional y seria. Sin apenas repercusión más allá de los péndulos de apertura. Los tendidos extendieron un manto callado tras defectuoso espadazo. Desdijo para su esfuerzo sin aspavientos el tiempo gastado.

Como otros dos hermanos, el quinto también salió al ruedo al revés. Un armario empotrado de cinco años que se subía por encima de la corrida de Jandilla. Marcado con el hierro de Vegahermosa, el galafate se anunciaba como Imperial. Y se movía como era: bruto, bronco, a caballazos. ¿Imperial o Imperioso? Emilio de Justo entendió entonces que le tocaba matar tres corridas duras este San Isidro 2019. Encajó pechazos y cabezazos sin perder su torera postura. Sin quebranto de su recio valor. Un estoconazo, esta vez sí, lo pasaportó al infierno del que procedía.

La arboladura del basto último quitaba el hipo. Cuando Ángel Téllez lo citó en quite de saltilleras, acongojó la plaza: el jandillaco no regalaba nada. Correoso sin irse de la suerte. De la apertura de faena de rodillas escapó milagrosamente. Rebañó los muletazos, gazapeó en hilo. Tenaz Téllez en su loable actitud. De un espadazo cerró la corrida de Jandilla. De luto y lija.

ABC

Por Andrés Amorós. Aunque sea jueves, no se repite el milagro en Las Ventas

Después de la gloria, volvemos a la grisura: ni una vuelta al ruedo. La gran faena de Roca Rey, el miércoles, ha impresionado a muchísima gente, más allá del mundo taurino: una gran noticia, en medio de las muchas, lamentables, que nos ofrece la actualidad política. Por los protocolos de los sabios de Sión (que me parecen una patraña), juro que ha sido una faena memorable. Volví a verla por la noche, en televisión, y volvió a emocionarme, igual que en la Plaza. Supongo que muchos aficionados harían lo mismo. De buena mañana, me llaman varios, para comentarme su impresión y felicitarse por haberlo visto. Mi amiga Isabel era la primera vez que acudía a una Plaza, nunca le había interesado, tenía prejuicios en contra, pero esa faena le causó una profunda impresión: «Me recuerda a Luis Miguel Dominguín», me dice. Y yo se lo corroboro: más allá del aspecto físico, les une a los dos la ambición, las ganas de comerse el mundo. Para ser gran figura, es indispensable.

La comunión colectiva que se produce en una plaza de toros es algo único: hombres y mujeres, de distintas edades, profesiones, nivel cultural y económico vibran, todos juntos, ante un fenómeno artístico que les conmociona. ¿Por qué es tan emocionante? Porque nace y muere en ese momento, para nosotros; porque es algo imprevisible, depende de las condiciones de un animal peligrosísimo, con lo que se une la admiración por haber superado el riesgo con el placer de la belleza… Sí, aunque algunos no se quieran enterar -ellos se lo pierden- la emoción de una gran corrida es algo único.

Volvemos a Las Ventas con la ilusión de que vuelva a suceder esto pero sabemos de sobra que los milagros no se repiten. Los toros de Jandilla tampoco repiten el éxito de Sevilla: se mueven pero con poca clase.

El veterano Sebastián Castella es muy respetado en Madrid, donde ha logrado varias de sus mejores faenas. El segundo sale manseando. Sentencia un vecino: «No es extraño en un gobernante». Resuelve bien en banderillas Chacón. El toro va de lejos, transmite emoción: es lo que conviene al estilo estoico de Castella. La res protesta y muge, pero repite (recuerden su nombre): la gente lo agradece. Cuando el toro comienza a pararse, la faena decae. El arrimón final suscita división. (Oigo al vecino: «En esta España…»). Prolonga, se pone pesado (no tanto como algunos parlamentarios). Suena el aviso a la vez que logra la estocada corta: saludos. El cuarto hace pobre pelea, en varas. Castella recurre a las inevitables chicuelinas. Lidia bien Chacón. Como el toro galopa, los cambiados, en el centro, resultan brillantes aunque acaban con desarme. El toro se come la muleta, transmite emoción, pero la faena se va diluyendo, con muchos pases sin relieve. Una vez más, ha tenido suerte, en el sorteo, pero la gente ha acabado poniéndose de parte del toro. Dilata el entrar a matar, como si pidiera informes a la Asesoría Jurídica, y acaba haciéndolo mal.

Emilio de Justo fue la revelación de la anterior temporada. Ha estado muy bien en Vista Alegre y en Sevilla. Hay que agradecerle el gesto de no querer entrar en el sorteo de ganaderías, para San Isidro, pero no por eludir la dificultad sino al revés, por exigir dos ganaderías tan encastadas como Victorino y Baltasar Ibán: ¡así se llega a lo alto! («Per aspera ad Astra», decían los clásicos: «Por lo más duro, hasta las estrellas»). Recibe con firmes verónicas al tercero, rebrincado. Se luce Morenito de Arles (de apellido, Rachid, como Harún). Muletea Emilio con clasicismo pero el toro se apaga pronto. Tragando, le saca naturales de mérito, aunque el toro derrota, al final de cada muletazo, y engancha la tela. Iba a más el trasteo cuando sufre un desarme: una faena seria pero mata a la tercera. En el quinto, se luce el picador Félix Majada. El toro topa en la muleta, engancha, desluce todo. Pocas series salen limpias, el trasteo no cuaja. Lo mejor, la buena estocada.

Confirma la alternativa el madrileño Ángel Téllez. De familia taurina, maneja los engaños con soltura y gusto. ¿Será eso suficiente para abrirse camino? El primer toro sale suelto, pega arreones, protesta en el caballo, le dan mala lidia. Como en la canción de propaganda , «se hace el amo de la pista». Téllez aguanta con valor con un toro incierto, que se para. La voluntad del joven diestro se estrella pero se libra de un percance. A la segunda, logra la estocada. En el último, con la tarde ya vencida, recurre a arriesgar, con el capote a la espalda. Un «pensionista» aguanta la mala lidia que le dan. Comienza de rodillas y por poco se libra del percance. Intenta templar las embestidas pero el toro es pegajoso, vuelve rápido. Suena un aviso y mata con decisión. Se agradece la voluntad.

Aunque sea jueves, no se ha repetido el milagro, como pasaba en la película de Berlanga. Es lógico. Quizá el próximo jueves… Al acabar, me aborda un señor. «¡Menos mal que a los presos catalanes no les gusta la Fiesta!» Ante mi cara de asombro, aclara: «Si les gustara, nadie les iba a impedir que vinieran a Las Ventas». Y yo sólo puedo esbozar una triste sonrisa y callarme…

La Razón

Por Patricia Navarro. Roca Rey, una losa indestructible el día después

La sombra de Roca Rey 24 horas después era alargada. Se hablaba del ayer como si el hoy no existiera. Algo así. Se notaba en el ambiente. Más pesado, ausente, recalculando la dimensión de lo que habíamos visto la tarde anterior e intentando jerarquizarla. ¿A cuáles de las vividas era comparable? De manera casi unánime quedaba bien situada. Había dejado Andrés el listón tan alto que el resto del mundo se antojaba anodino. Incluido lo que pasaba en el ruedo. No ayudaba para ello la corrida de Jandilla, que se debatió en gran parte entre la sosería y la falta de clase en las telas. Íntegra con la divisa negra en señal de luto, por la reciente muerte de su hermano Fernando Domecq el pasado lunes. Y la tarde se nos fue así, despejando dudas de si vendrá Roca a su siguiente compromiso que, por cierto, aprieta la reventa con la misma intensidad que apretó Roca Rey el día anterior. O qué pasará con las tardes de Antonio Ferrera, que sigue en la memoria colectiva, en la preocupación colectiva, con un manto de ánimo para su pronta recuperación. Y ahí, entre el ánimo y el desanimo nos debatimos toda la tarde. Ya con el primero se dilató el festejo hasta el sinfín. Era la confirmación de alternativa de Ángel Tellez. Y quiso, pero más allá de la cesión de trastos, a la vuelta de la ceremonia, le esperaba un toro con doble ración de sosería y poca entrega en la muleta. Lo que viene siendo una mezcla nada explosiva. Se alargó el confirmante con el ánimo de confirmar su buena voluntad. Se la jugó en el quite después con el sexto y en el comienzo de faena desde el centro y de rodillas… Si no se quita estaríamos inmersos en la tragedia. A la movilidad del toro le faltó entrega y de ahí que en alguna ocasión los pitones del toro deambularan por la barriga incluso por la hombrera. Firme Tellez en una labor extensa.

Hubo un momento en el que pensamos que todo podía cambiar. Fue en el primer toro de Sebastián Castella y en los albores por el pitón diestro. Las primeras tandas. Ahí fluyó el toreo que se apagó como una llama en cuanto tomó el francés el pitón zurdo, más inexpresivo uno y otro y venido a menos ya el toro de Jandilla. Algo similar ocurrió con el cuarto, que tuvo franqueza y corta la duración. De la expectación pasamos a la indiferencia.

Tampoco lo tuvo fácil Emilio de Justo con un tercero de cero transmisión. Lo intentó, quiso, desdibujado en el temple y sin un atisbo de conexión con el tendido. El quinto, con el hierro de Vegahermosa, no pasó a mayores y detrás de la movilidad se escondía la falta de entrega. La tarde era densa, abajo y arriba. La sombra de Roca Rey el día anterior era una auténtica apisonadora.

Madrid Temporada 2019

madrid_230519.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)