Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_240512

PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

<img src="http://www.cope.es/file_upload/imagen_noticia/2012/05/290064_1337919454.jpg"/>

Jueves 24 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: cuatro toros de Núñez del Cuvillo (desiguales de presentación, la mayoría impropios de Madrid por terciados y vareados. Destacó el juego encastado del 4º), un sobrero de Carmen Segovia (3º bis, basto de hechuras y frenado). Otro sobrero más de Salvador Domecq (6º bis, correcto de presencia y de embestida rebrincada).

Sebastián Castella. Silencio y saludos tras dos avisos y petición.

Daniel Luque. Silencio en ambos.

Diego Silveti, que confirmaba alternativa. Palmas y silencio.

Entrada: Casi lleno.

Crónicas de la prensa: COPE, El País, El Mundo, La Razón, EFE, Marca.

COPE

Por Sixto Naranjo. Castella roza el triunfo en un nuevo tropiezo de Cuvillo en Madrid

De nuevo Cuvillo volvió a tropezar en la misma piedra. Dos tardes anunciado el hierro gaditano en Madrid y de nuevo no había toros. Como el año pasado. Esperemos que en la Corrida de Beneficencia sí salgan toros mejor presentados, por que los reseñados para esta corrida de San Isidro ha sido una escalera con varios toros impresentables para la plaza de Madrid. No entendemos el empeño en estirar un chicle en forma de dos corridas si al menos una no existe.

Taurodelta, cuando habló de su oferta para la gestión de Las Ventas durante el proceso de adjudicación, prometió rebajar el volumen del novillo que se lidiaba hasta ahora en Madrid. Pero parece que se le ha ido la mano y esta rebaja ha llegado a las corridas de toros. Este San Isidro está siendo buena prueba de ello.

Entre la quema saltó un buen toro, el cuarto. Un toro sin excesos que pasó sin pena ni gloria por los primeros tercios. Castella, una semana después de su percance en este mismo coso, se fue a los medios, brindó y se atornilló las zapatillas al piso para trenzar un inicio de faena explosivo. Pases cambiados, una trincherilla, uno del desdén, otro remate por bajo… la plaza en ebullición. En el primer tramo de faena, a derechas, faltó limpieza en los muletazos. No así intensidad con el toro embistiendo con fijeza y prontitud en los cites. Al natural llegaron los mejores pasajes, especialmente una tanda ligada, enganchando adelante y rematando atrás. Ahora sí, los olés sonaron rotundos. Y el toro embistiendo. Y el final, en los terrenos de Castella. Corta la distancia y larga la emoción. Pero un horrendo bajonazo en los sótanos y una estocada trasera redujeron el premio final en una fortísima ovación tras una petición no mayoritaria.

Antes, en su primero, Catella tiró por la calle de en medio con un sobrero de Carmen Segovia frenado desde que salió del caballo. A penas dos tandas duró el trasteo del francés.

Confirmó el mexicano Diego Silveti. Justo el mismo día que veinticinco años antes lo hacía su padre. David Silveti, “El Rey David”, en el recuerdo. Y lo hizo con el único toro de Núñez del Cuvillo presentable. Un animal cuajado, tocado de pitones que además sacó nobleza y clase durante su lidia. Le faltó fortaleza para ser de nota. Silveti presentó credenciales en un quite por gaoneras, cargando la suerte. Con la muleta hubo irregularidades en el temple y en los tiempos que pedía el toro. Hilvanó una tanda al natural de profundo trazo y después otra en redondo de semejante dibujo y la improvisación en forma de pase cambiado. Hubo manoletinas finales antes de pinchar dos veces antes de la estocada atravesada.

En sexto lugar, Diego Silveti se las tuvo que ver con un sobrero de Salvador Domecq que sustituía a una rata con cuernos de Cuvillo. El de Salvador tuvo movilidad pero escasa entrega y con el defecto de venir rebrincado. El diestro azteca se justificó pasaportándolo con dignidad.

Quien sigue en horas bajas es Daniel Luque. Tres tardes en Sevilla en tono menor y un estado de ánimo a la baja ratificado este jueves en Madrid. Luque ha perdido frescura y se le nota. El impresentable tercero, terciado y vareado de carnes, se vino arriba en banderillas. Al trasteo del torero de Gerena le faltó mando y le sobró ligereza. Y con el desfondado quinto, Luque sumó pases y trallazos con la muleta entre la desidia de los tendidos.

El País

Por Antonio Lorca. Un espeto de sardinas

Imaginen las brasas ardientes y humeantes junto a un chiringuito en una playa malagueña; y ese espeto de sardinas que te hace la boca agua con solo mirarlo. Pues ahí había que haber pinchado a los toros que trajo Núñez del Cuvillo a Madrid porque los seis era sardinitas malagueñas —pequeñitas, ya se sabe—, y aun así hubo que desechar dos de ellas porque eran tan blanditas que se deshacían con el calor.

Otro engaño, y van… Otro embuste a este público silencioso y generoso que aguanta lo que le echen, aunque venga envuelto en papel de mentira. Y una justa penitencia para los toreros, que se desviven por lidiar esta ganadería con la esperanza de que los encumbre a la cima.

De momento, los tres contemplaron la oscuridad de la sima porque los toros, en general, no valieron un real, y aquellos dos que se dejaron torear fueron desaprovechados por sus matadores. Lo que son las cosas…

Entre la basura destacó el cuarto de la tarde, manso y blando como los demás, que se vino arriba en banderillas y sacó la casta codiciosa en la muleta. Le tocó a Castella, recibido con cariño por los tendidos, a los que brindó con la sensación de que habría faena grande. Y más que grande, lo que hubo en demasía fue una faena larga, interminable, plagada de altibajos, irregular, en la que destacó, por encima de todo, la calidad del toro, que no se cansó de embestir. El comienzo fue espectacular, firme en el centro del anillo, con un pase cambiado por la espalda y una sucesión variada de destellos cargados de elegancia. Y, a partir de ahí, con el público ya en el bolsillo, Castella encadenó una y otra tanda por ambas manos, hasta ocho, de modo que sonó un aviso antes de perfilarse para matar y un segundo antes de que toro cayera. Y lo que pudo ser un triunfo por el ambiente creado más que por la calidad de su labor, se desvaneció como la espuma. El torero se cerró solito la puerta del triunfo, y puso de manifiesto lo importante que es en el toreo la gestión del tiempo. La emoción primera dio paso al sopor, y parece que el único que no se enteró fue el propio torero.

Ahí se acabó la presente historia. Su primero, sobrero, fue tan descastado que lo pasaportó con prontitud y nos ahorró el sufrimiento. Pero aún quedaba Daniel Luque, que da la impresión de estar bloqueado y con un hartazgo de vulgaridad en sus muñecas. Luque torea mucho mejor de lo que ayer demostró. Bueno, lo que dijo ayer es que es un pegapases con difícil remedio. Muy mal ante el birrioso segundo, y acelerado, embarullado y sin ideas ante el repetidor quinto, que se dejó torear y Luque no supo.

Confirmó el mexicano Diego Silveti, pulcro y frío ante el flojo y bonancible primero, y con pocos recursos ante el sexto, segundo sobrero, que exigía una muleta más poderosa y templada que la suya.

Al final, quedó para el recuerdo la casta de Fusilero —así se llamaba el cuarto— y la incapacidad de Castella para alcanzar el triunfo que su oponente le ofreció en bandeja. ¡Ay, lo importante que es pensar en la cara del toro…!

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Sebastián Castella hace la faena de la Feria

Confirmaba Diego Silveti y el ambiente mexicano que ponía el acento propio de la fecha: 25 aniversario de la confirmación de su padre, el llorado Rey David. Para la ocasión, 'Tarifeño', de 521 kilos, un toro colorado, tocado arriba de pitones y de franco galope. Montandito y suelto de inicio. Silveti pudo hacerse presente de verdad en un quite con el capote a la espalda. En la ceremonia, hubo un gesto de Castella, el padrino, al cielo. Y luego Diego brindó a su tío Alejandro. La faena fue de irregularidades. Una serie extraordinaria de naturales; otra en redondo. Y entre ambas y después falta de entendimiento. Las manoletinas finales pusieron un punto al alza que bajó la espada.

El segundo de cuvillo tenía más volumen que trapío. De cara lavada y un galope informal, le abandonaron las fuerzas, hizo varias sentadillas y fue devuelto. Lo peor es que el sobrero de Carmen Segovia era como hermano gemelo de piel y hechuras. Volumen y cara reunida. No más. Castella, que había forzado su reaparición, quiso a la verónica, pero el toro se le escapó suelto. Esperó en baderillas, tanto que un banderillero tan sobrado como Javier Ambel no pudo lucirse. El matador galo estuvo breve ante la imposiblidad.

El tercero de Cuvillo era una rata. Una rata con cuernos. De embestida tan informal como sus hechuras. Luque igual que el toro. Pinchazo y estocada pasada y atravesada.

El cuarto como que pasó desapercibido en los primeros tercios. Pero en la muleta de Sebastián Castella explotó. 'Fusilero' se llamaba. Bravo y encastado. El arranque de obra fue una eclosión. Un cambiado por la espalda y un lío gordo poir delante. El cambio de mano, la trincherilla, el del desprecio. Un nudo gordiano que resolvió por las dos manos. Si extraordinario toreó sobre la mano derecha, por encaje, elegancia y cintura, mejor aun sobre la zurda, con la muleta adelantada, el trazo inacabable, la muñeca por abajo. Un natural subió a la eternidad. Sensacional. Tanto que todavía perdura en la retina. Faenón con mayúsculas. De principio al enorme fin de cercanías y soltura. De resolución valiente y fina. La puta espada tiró todo por la borda. La longitud de la faena y la muerte acarrearon dos avisos. Aun así, la petición. Fría. La vuelta al ruedo hubiera sido de ley. La Puerta Grande de funcionar la tizona también. Castella pecó de timidez.

El quinto era un tío. La escalera de Cuvillo se definió. Duró poco. Pero lo poco que duró Daniel Luque estuvo a una velocidad terrible. Devolvieron al sexto. Y salió un sobrero de Salvador Domecq. Silveti le dio distancia para ayudarlo. Noble pero falto de final. Rebrincado. Lo desarmó por la izquierda. Sacaba la cara por arriba. Lo mató de estocada trasera.

Marca

Por Carlos Ilián. Castella, por encima de Cuvillo

Otra ganadería de lujo que pega el petardo en este San Isidro. Esta vez ha sido Núñez del Cuvillo, que empieza a hacer aguas a juzgar por las corridas lidiadas en Sevilla y esta en Madrid. Además lo que envió a la capital es impresentable para la primera plaza del mundo. Una vez más los veterinarios han tragado de lo lindo admitiendo, al menos, tres de los seis toros que saltaron al ruedo. Por ejemplo, el tercero era una rata con mcuhos opitones. Seguramente el equipo veterinario, pasándose de listo, pensaria que con tanta leña en la cabeza la gente se equivocaría. Pero esto es Madrid y el animalito fue protestado con bronca.

Los de Cuvillo dieron un juego muy pobre, salvándose tercero y cuarto porque se movieron, aunque no humillaron. En todo caso una corrida que debe serfvir de toque de atención al ganadero que en los últimos cimnco años ha vivido en el paraíso porque todo le embestía y porque ahi estaban José Tomás y más tarde Manzanares para encumbrar sus toros. Esperamos ahora a la de Beneficencia para calibrar hasta qué punto Cuvillo ha entrado en recesión.

En todo caso el ganadero ya puede estarle agradecido a Sebastián Castella que entendió muy bien al cuarto toro, que no lo molestó y que le ligó una faena muy reunida, un punto desigual, especialmente por el pitón derecho, pero que le dió importancia a ese ejemplar. Una soberbia tanda de naturales fue lo mejor de la larguísima faena de Castella a la que le sobró el mareo de muletazos al final, muy efectistas, muy periféricos. Y le faltó, sin embargo, mayor reposo y menos nervios a la hora de matar. Ahi perdió una oreja legítima.

Dieguito Silveti confirmó su alternativa y lo hizo con decoro ante un lote descastado. Un par de naturtales espléndidos a sau primero y la variedad con eñl capote, lo emnoir de su labor. Y mal, sin ideas, espeso y ramplón un Daniel Luque que no sale del socavón en el que anda metido. Lo desbordó el geniecillo del becerrote tercero y aburrió en sintonía con el juego plomizo del paquidérmico quinto de la tarde.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Dos avisos por dos orejas

No se puede pedir más: un gran toro frente a un torero muy dispuesto. O sí, porque después del entusiasmo en la plaza por las evoluciones de uno y otro en la faena, la perfecta conjunción entre ambos, todo terminó yéndose por la borda.

Castella marró en la estocada, y lo que pudieron ser dos orejas se convirtieron en dos avisos. Lamentable espada, pues no se merecía la obra un borrón así.

Fue en el cuarto de la tarde, un toro, hay que recalcar, de Núñez del Cuvillo. Uno de esos ejemplares que definen la calidad y alta cotización de esta ganadería. Toro enrazado. Con “motor” y transmisión, prontitud y fijeza, además de incansable en las infinitas embestidas que desarrolló, siempre a más. Todavía cuando Castella le estaba buscando la igualada para la muerte le quedaba una faena más.

Para no hacer de menos tan distinguido ejemplar, ahí estuvo Castella. Fino y resuelto el torero francés, valiente y muy compuesto. No había pasado nada relevante con el capote. Incluso en el tercio de varas no lució buen estilo el astado. Pero a partir de los dos pases cambiados por detrás en el inicio de faena, la plaza fue un jaleo de olés.

Toreo a derechas muy templado e hilvanado, aun llevándole sólo a media altura, no se sabe si para no obligarle y evitar que se viniera abajo, o quizás porque el animal por su propia condición no descolgaba lo suficiente.

Todavía algunos altibajos en lo fundamental, alternando ya la mano izquierda, con muletazos extraordinarios a los que seguían otros un punto embarullados. Así y todo nunca se rompió el buen ritmo de la faena.

El final fue de auténtico frenesí, en las cercanías, con un arrogante parón, haciéndole ir y venir al toro en tres ochos perfectos, sin pestañear el torero. La plaza boca abajo, es decir, aplaudiendo de pie, mientras Castella se acercaba con solemne andar a la barrera, en busca de la espada.

Ahí se enfrió todo. El toro ya no pedía la muerte como unos instantes antes. Así pasó, que Castella tampoco acertó a encontrarsela. Sartenazo se dice en el argot a la estocada tendida, cruzada y baja. Y la media siguiente tampoco arregló nada. Dos avisos y una ovación de gala. No era ése ni mucho menos el final que se esperaba.

En el anterior, que no terminaba de pasar, Castella cortó por lo sano antes de aburrir. Otro toro bueno en la tarde, el primero, con las fuerzas muy justas pero sin llegar a caerse, “empujaba” los engaños con mucho temple y muy humillado. El confirmante Silveti lo toreó por momentos dándose buen aire, pero sin mucho ajuste y también en ocasiones faltándole limpieza. El sexto, aún siendo noblón, se quedaba debajo, con embestidas muy cortitas, por lo que nada resolvió Silveti.

Luque pasó como una sombra. Fuera del toro en los cites a su primero, que se movió con cierta clase. Y sin reposo en el quinto, otro toro que no fue malo.

Lo cierto es que entre unas cosas y otras, los buenos toros de Cuvillo terminaron en el desolladero con las oreja intactas. Y no está “la Fiesta” para estos derroches.

La Razón

Por Patricia Navarro. Castella crea un faenón y lo destruye a espadas

Brindó Castella al público. Bien lo sabía él. El toro pasó con discreción por el caballo pero había faena, había toro. Un Cuvillo para sacarnos de la debacle; a ella íbamos encaminados sin que nadie pudiera remediarlo. No fue así. Una plaza da un vuelco, un giro radical en décimas de segundos, porque lo que ocurre ahí abajo es inmenso. No hay lugar al teatro. Castella se quedó en el mismo sitio que había brindado, en el centro del redondel. Dueño y señor. Arena y más arena a su alrededor. El momento de la verdad. Soledad a raudales. Desde allí llamó a «Fusilero», pongámosle nombre, la historia fue de dos, y el de Cuvillo se arrancó desde la otra punta de la plaza, raudo el toro, velocidad AVE con retraso, una barbaridad. Como si no fuera su cuerpo el que estaba en juego, Castella se lo pasó por la espalda en un pase cambiado. Un muletazo para cambiar el rumbo y situar la tarde: espacio, hora. Las Ventas. San Isidro. El todo por el todo se fraguaba en el ruedo. Después del huracán y sin tomar oxígeno, encadenó el francés una buena tanda de muletazos. Todos parecíamos otro. Ya había cambiado el sino de la corrida. El toro tuvo la virtud de acudir pronto a la muleta, en la distancia larga, y Castella, a favor del toro, así lo hizo una y otra vez. Aplomo para aguantar el primer envite y encaje para coser los muletazos. Crear. Construir. Cuando encontró el temple, la belleza del pase fue brutal. Hubo uno, al natural entonces, que todavía sigue vivo en algún lugar de la memoria.

Interminable encuentro, recreándose torero, entregándose el toro. Bravo Cuvillo. Una belleza. Antes de poner fin, de que aquello acabara, sacó a relucir Sebastián su toreo de cercanías, de circulares, aunque elevó la calidad del trasteo en los pases, con la rodilla genuflexa, con los que cerró al toro en el tercio. Se perfiló a matar y se sentía la tensión en el ambiente. Una oreja y media tenía en la mano, casi visualizábamos la incomparable puerta grande. Camino de la calle Alcalá. Pero, la espada envenenada, la suerte desviada, se fue la mano abajo, fea, media tal vez y después de otra entrada, quedó tibia la cosa. Cómo hubiera cambiado todo de ser estocada fulminante, de obra de arte en sí misma. Nada pudo hacer con el deslucido sobrero de Carmen Segovia.

Diego Silveti confirmaba alternativa y lo hacía rodeado de un halo de melancolía. La que dan las cifras, los años, el demoledor paso del tiempo. Justo se cumplían los 25 años desde que su padre, el Rey David, hacía lo propio en este mismo escenario. Brindó a su tío Alejandro, se cerraba el círculo: cielo y tierra. Todo lo puso ante el primero que tenía calidad pero escaso brío en el viaje o con el sobrero sexto de Salvador Domecq, que no humilló ni por error.

Daniel Luque tampoco las tuvo todas con él. El tercero tuvo movilidad y poco fondo. Lo que unido a que la gente estaba a la contra se traduce en poco que hacer en el camino. Se pasó de faena con el quinto, de escasa transmisión y eco. Qué pena que esa puerta grande que había cimentado el francés se cerrara a espadas. Pero un natural, cogiendo al toro muy adelante y saciándose de él mucho más allá de la cadera… De ése nos acordaremos también mañana.


©Imagen: Pase del desprecio de Castella en el inicio de faena al cuarto. | Iván de Andrés (COPE)

Madrid Temporada 2012.

madrid_240512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)