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Plaza de Toros de Las Ventas

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Viernes, 24 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victoriano del Río

Diestros:

Sebastián Castella: silencio y oreja.

José María Manzanares: oreja y silencio.

Alejandro Talavante: dos orejas y silencio. Talavante salió a hombros por la Puerta Grande.

Entrada: Lleno de «No hay billetes».

Parte médico de Valentín Luján, cogido por el sexto toro: “Herida por asta de toro en fosa ilíaca con una trayectoria ascendente de 20 cms. penetrando en cavidad abdominal. Se practica laparotomia media infra y supra umbilical. Se encuentra hemoperitoneo, con rotura de mesenterio que se sutura. Revisión de cavidad observándose contusión de asas intestinales sin perforación. Cierre por planos. Pronóstico muy grave que le impide continuar la lidia. Intervenido bajo anestesia general en la enfermería de la plaza y se traslada a la Clínica La Fraternidad. Firmado. Dr. Máximo García Padrós

Recibe el alta hospitalaria el 3 de junio, aunque se estima en dos meses el tiempo recuperación.

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Grupo Joly.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Corrida triunfal, triunfalista, triunfalera o triunfadora, qué mas da. Los toros de Victoriano del Río, unos mansos y otros bravos, unos de dulce y otros con peligro, propiciaron una tarde exitosa y de emociones, que es lo que importa. Hasta Castella, que lleva unos años viéndolas venir y pasar, se contagió de sus compañeros y realizó una estupenda faena al cuarto, que mereció esa oreja. Antes, Manzanares había completado una faena primorosa al segundo, plena de temple, gusto y elegancia. Si a algunos, los del seven, no les gusta eso, lo respeto, pero para sufrir tanto como sufren con esas cosas yo no iría a los toros. Y Talavante se embraguetó ante un manso que pedía los terrenos que él le dio para hacer vibrar los tendidos con una faena de emoción, poder y transmisión. Si era de dos orejas o de una y media se puede discutir, pero en el calor de la tarde fue de dos. Eso es el toreo: tres faenas distintas, muy distintas, y un sólo objetivo, el de emocionar a través de la estética, la pasión, el riesgo o la belleza plástica. Qué pena lo de Valentín Luján. Ánimo, torero, a recuperarse cuanto antes.

El País

Por Antonio Lorca. Talavante, poderoso y heroico

Perdido el miedo escénico de la encerrona del pasado sábado, apareció el Talavante en plenitud, poderoso y heroico, y cortó las dos orejas a uno de los toros más mansos y violentos que puedan salir a un ruedo. Se sintió torero en el alma, se jugó la vida sin cuento, derrochó entrega y arrojo, demostró dominio y un aguante sin límite y la plaza quedó conmovida y arrebatada. Es lo que suele ocurrir cuando se encuentran, frente a frente, un toro agresivo y codicioso y un torero valiente y firme, dispuesto a ganar a pelea a costa de exponer lo más preciado que posee.

Fue una lidia intensísima, de esas que te llegan a lo más hondo, que te mantienen en tensión durante diez minutos que suenan a eternidad. Fue la película real de una secuencia mágica que parecía realizada por efectos especiales de tanta emoción como desprendía. Fue el toreo absoluto; la ciencia de un misterio inexplicable. Talavante vivió la gloria de la puerta grande, pero quién sabe si no se sintió como un dios pagano portentoso al ganar una pelea que parecía imposible.

Artillero, así se llamaba el toro, salió de chiqueros olisqueando la arena y mirando con desdén a los capotes. Huyó despavorido del caballo, recorrió varias veces el anillo, sintió hasta cinco veces la puya y en otras tantas puso pies en polvorosa. Huyó de su sombra en banderillas, puso en apuros a los subalternos, y creó el desorden y la desconfianza en el ruedo.

Para entonces, los tendidos rugían de sorprendente emoción. Citó, entonces, con la derecha, y tras un primer redondo, volvió a la izquierda y surgió, ¡ay, maravilla!, un natural tan grande, tan largo, tan hondo, tan lento, que fue un sobrenatural de ensueño.

El toro vendía cara su vida; embestía con violencia, metía la cara y no olvidaba que le estaban ganando la partida. Quizá por eso, tras el pase de pecho que rubricó ese instante misterioso, volteó al torero cuando este le perdió la cara.

Volvió Talavante a la pelea, firme, con encomiable arrojo, y volvió a deleitar con un toreo de quietud y riesgo, generando una gran convulsión. Hasta cuatro pases, dos remates y dos de pecho, sin mover las zapatillas, dieron paso a unas bernardinas que pusieron punto y final a una labor que fue toda ella pura vibración, de ilimitado estremecimiento, imaginativa y elaborada con un gusto exquisito. Cuando la espada se hundió en el morrillo del animal, los tendidos se poblaron de pañuelos y se le concedieron merecidamente las dos orejas.

Lo que son las cosas: el más manso permitió el triunfo más clamoroso. Así de emocionante puede llegar a ser esta fiesta.

Hubo más orejas, pero el diapasón ya no fue el mismo. Una de ellas la cortó Manzanares, en su primero, un manso y noble animal que le permitió sentirse lo que es: un torero tocado por la magia de la elegancia, con gusto, empaque y finura. Tanto, que su toreo parece celestial, pero no lo es. Luce más su figura que su obra. Cita al hilo del pitón, despegado, fuera de cacho, pero, he aquí la paradoja, queda bonito. Las opiniones se dividieron entre el público, pero paseó el trofeo porque gustó a la mayoría.

Y Castella no quiso ser convidado de piedra. Brindó el cuarto y se dispuso a ofrecer la mejor versión de sí mismo. Aprovechó la bondad de su oponente y sus muletazos desprendieron templaza y hondura. Comenzó con dos pases cambiados por la espalda en el centro del anillo, continuó por naturales de calidad y redondos de alta escuela. Fue un torero dispuesto al triunfo y lo alcanzó por méritos propios.

Las segundas partes no fueron exitosas. El primero de Castella se lesionó la mano derecha antes del último tercio y el torero abrevió con la espada. Hubo ocasión, sin embargo, para el deleite cuando Javier Ambel colocó dos pares de banderillas sencillamente extraordinarios, mientras su compañero José Chacón ofrecía una lección magistral de cómo se debe lidiar a un toro con el capote. Las palmas echaron humo.

Manzanares no pudo con el quinto; con la cara arriba y de corto recorrido, la labor del torero resultó desvaída y destemplada; incluso llegó a ponerlo en apuros en un par de ocasiones. Parte del público continuó las protestas contra el torero y todo quedó en un quiero y no puedo.

Quiso Talavante en el último, que cogió a Valentín Luján al salir de un par de banderillas y le infirió un puntazo en la ingle, pero era un toro desclasado y sin casta y lo mejor que hizo fue abreviar. A fin de cuentas, le esperaba la paliza gloriosa de la puerta grande, ganada a ley.

La Razón

Por Ismael del Prado. Talavante, cuarta Puerta Grande en tarde de redención

Fue la tarde del desquite. De la redención. A los Avernos se había mandado a Alejandro Talavante tras el desencanto de su gesto sin gesta. Tremenda, pese a todo. Seis de Victorino, sin orejas, pero el Everest había que escalarlo. Se congració a la primera oportunidad. Faena muy importante para desorejar al tercero de un mayúsculo encierro de Victoriano del Río –tres toros importantes–, y cuarta Puerta Grande en Madrid. Nuevo aldabonazo. Castella y Manzanares, oreja, tampoco se fueron de balde. No se lo puso fácil a Talavante de salida «Artillero», que se dolió muchísimo y manseó sin disimulo nada más sentir la puya. Sin embargo, dejó entrever un tibio rayo de esperanza en las sedas, que tomó humillando y metiendo la cabeza. Talavante no titubeó, vio la casta de su rival y muy firme le puso la pañosa. Con mucha transmisión la tomó el burel. Bien en redondo, muletazos de mano baja, el termómetro se disparó en una serie de naturales. Tuvieron mucha profundidad y la faena rompió definitivamente. Notables, dos cambios de mano por la espalda, bien ligados con el natural. El remate, por bajo, un cartel de toros. Perdió de vista a la res y lo empaló de espaldas. Sin consecuencias. Volvió a la cara y dos series más con la zurda para reventar la tarde y la feria entera. Precioso un cambio de mano por abajo, torerísimo, del que salió andando de la suerte. Colosal. Cerró por bernadinas citando por el pitón contrario y atacó el morrillo para dejar una gran estocada. De premio. Dos orejas sin discusión. Nada pudo hacer frente al genio del sexto. Complicado garbanzo negro del festejo. Empujó en varas, buena batalla con el picador Miguel Ángel Muñoz, y corneó de gravedad en la ingle a Valentín Luján. En la muleta, protestó y lanzó siempre un molesto gañafón que terminó haciendo desistir al pacense ya con la gloria de la Puerta Grande conseguida.

Tras toparse con el peor lote en el primero de sus compromisos isidriles, Sebastián Castella afrontó el segundo compromiso lidiando primero un «Batatero», que nos hizo concebir esperanzas. No le sobraron las energías y sangró mucho en varas, pero tras un ceñido quite por chicuelinas del galo, se vino arriba en banderillas, con movilidad, para hacernos gozar con dos soberbios pares de Javier Ambel. Podía ser. Valer para la muleta de su torero, pero no se había acercado aún al animal y comenzó el murmullo. Se había roto la mano izquierda. Castella, aún sin pegarle un muletazo, cambió la ayuda por el acero, que usó con eficacia. Inédito. La tarde se le había puesto a cara de perro a Castella, ya reposaban orejas en el esportón de sus dos compañeros. El galo no se quiso dejar ganar la pelea y atornilló las zapatillas en la boca de riego. Dos cambiados por la espalda en un inicio vibrante. Le otorgó distancia y le trazó una buena tanda en redondo. Mejor con la zurda. Allí, apareció la calidad del animal. Una serie a cámara lenta. Al ralentí. Tirando del animal en cada natural. La muleta barriendo la arena, como el hocico del burel. Un circular invertido muy templada, encadenado a un segundo y el de pecho, metió en el canasto al respetable. Lo despachó de estocada entera y descabello, que no enturbiaron la petición, rotunda. Oreja.

El alicantino se redimió de su primera, y sin demasiada historia, actuación en este San Isidro en el gran segundo. «Buenasuerte», al que habrá que tener muy presente para las quinielas, hizo honor a su nombre y se fue sin una de sus orejas al desolladero. Toro bravo y con movilidad, pronto a los cites, al que Manzanares supo vertebrar una faena perfecta. De estructura perfecta y con los tiempos bien marcados. No atosigó al toro y le dejó a su aire en dos primeras series, cortas, en redondo. Se echó la muleta a la izquierda y lo exprimió más, una tanda más larga, corriendo la mano, muy templado. Naturales limpios y con hondura. Regresó a la derecha e inició con el pase de las flores. Al galope se le arrancó el toro, sobresaliente. Más acople y empaque en estos derechazos. Sensacionales los cambios de mano y remates por bajo. Abrochó unos ayudados para epilogar el trasteo. Lo cuadró para la suerte suprema. El animal, a favor de querencia, directo a las tablas, lo citó recibiendo y enterró la estocada entera, una pizca trasera. Pese a la minoría, otra tarde más en su contra, paseó una convincente oreja. Un cetáceo de 600 kilos sorteó en quinto lugar, alto y con mucha plaza, el animal tuvo clase en los primeros tercios, pero se descompuso en la muleta del levantino. Muy pegajoso, toro cambiante. Protestó más y no se empleó en la franela, siempre con la cara por las nubes. Manzanares, de nuevo muy relajado, lo intentó por ambos pitones, pero esta vez no hubo fortuna y el castillo de naipes se derrumbó.

Gran tarde de toreros y sensacional corrida de Victoriano del Río, que propició la redención de los tres espadas, sobre todo, de un Talavante que, una semana después, encontró merecida recompensa a su órdago.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Puerta Grande para Alejandro Talavante

Mala suerte la de Catella con su redondo primero: se partió las mano izquierda en el tercio de banderillas. Soberbio Santiago Ambel con los palos. Un quite por chicuelinas de Castella y no hubo ocasión para más. La lesión provocó que el francés abreviase con lógica.

'Buenasuerte' le tocó a Manzanares. Un toro perfecto de hechuras y comportamiento. El soñado. Ideal de bonito. José María lo toreó también bonito en una faena basada sobre la mano derecha. Composición y empaque. Preciosismo en los cambios de mano que fueron muchos como broches de serie. Sin romperse ni arrastrarle nunca la muleta por abajo. De ahí la falta de emoción que no subía a los tendidos pese a las dos hermosas series finales en redondo. Mató con las tablas a la espalda en la suerte de recibir. Estocada atravesada y contraria de muerte demorada en una lidia larguísima. Justa la oreja.

Manseando salió el tercero. Al paso. Emplazado. Y se escupió de los caballos. Lidia de mover los jacos hacia las querencias. Agilidad mental de Talavante. Su cuadrilla es peor que mala. Ese Plaza. La sorpresa vino cuando tras los estatuarios de principio de faena le soltó la mano izquierda. ¡Cómo se estiró el toro! Esa era el pitón. Pero Alejandro se propuso la mano derecha. Hasta que en un cambio de mano el toro lo volvió a hacer de locura. El muletazo recordó a aquel de 2007 en Sevilla. Brutal. Sensacional. Eterno. Le perdió la cara al toro y se llevó una voltereta. Inocua. Estaba tan clara la izquierda que no hay Dios que entienda la insistencia en la derecha. Cuando regresó al natural, con el toro metido en tablas, se demostró. Final al alza con las bernadinas. Emotivas. Y torero final. Mucho. Intentó la arrucina. Y la cambió por un pase de las flores. La estocada fue a carta cabal y tal vez igualó las desigualdades de la faena para que le concediesen las dos orejas. Puerta Grande.

Castella toreó al hondo cuarto por la mano izquierda como en su vida. Acodado y acompañando. Clase y calidad del toro. Clase de Sebastián. Un lío gordo con la derecha al final. Que también fue tersa al principio. La estocada pasada retrasó la muerte. Un descabello. Oreja en justicia para redondear la corrida de la feria. Toda a más.

Manzanares estuvo espléndido con el capote en el saludo al hondo sexto. Extraordinaria la media a la cadera. Un quite por chicuelias de Talavante. Seiscientos kilos. Un tío. Le pesó. Sacaba la cara por encima de la muleta. No se empleó. Pinchó.

El sexto descabalgó a Miguel Ángel Muñoz, que luego picó superior. Cogió el toro a Valentín Luján. Y lo hirió. Como en dos tiempos. Tampoco embistió bien este zamacuco. Más cuestión de tipo que de peso. O las dos cosas.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Talavante cautiva en Las Ventas

Alejandro Talavante, que retornaba tras su actuación en solitario del pasado sábado 18 de mayo en Las Ventas, donde se hundió con una victorinada descastada, resultó el triunfador de una de las corridas con mayor expectación del abono isidril, en la que no cabía un alfiler. El pacense cortó dos orejas a su primer toro, saliendo en hombros en la monumental madrileña por cuarta vez en su carrera. Sebastián Castella y José María Manzanares consiguieron un trofeo cada uno.

Talavante desorejó a Artillero, un ejemplar de Victoriano del Río aceptablemente presentado, que manseó de lo lindo. Husmeó durante varios minutos en su salida y rehuyó la pelea en varas, tercio en el que descabalgó al picador de un par de testarazos. La faena fue breve, pero intensa y caló muy fuerte en los espectadores. En las afueras, preludio con telonazos. Prosiguió de manera entonada con la zurda y tras otra tanda con la diestra puso al público en pie con un cambio de mano. Tras cuajar una serie y salir andando tras el desplante, le perdió la cara al toro, que lo empaló por la entrepierna. Tras el susto, el extremeño logró los mejores muletazos, de mano baja, con la derecha. Con la izquierda, quietud para otra serie rotunda con la izquierda. Apostó fuerte con un puñado de bernadinas y se gustó en remates de categoría, aprovechando las querencias del encastado manso, al que mató de un espadazo en la suerte contraria. Petición unánime y concesión de dos trofeos. El sexto, a diez kilos de los 600, toro hondo y con cierta guasa, propinó un batacazo de órdago al piquero Miguel Ángel Muñoz e hirió en la ingle izquierda a Valentín Luján, al prenderle a la salida de un par de banderillas. Talavante no llegó a apostar decididamente ante el ejemplar más complicado de la corrida.

Castella sólo contó con un cartucho. El que abrió plaza, un ejemplar serio y que apuntó buenas condiciones, se partió la mano izquierda al salir del último par de banderillas y lo tuvo que finiquitar sin torear. Con el cuarto, un astado cornidelantero y altote, sin entrega en los primeros tercios, pero que embistió bien en la muleta, Castella realizó una faena sólida y templada. Comenzó con su habitual planteamiento, en los medios, para muletazos por la espalda intercalados con derechazos, una trincherilla, uno del desprecio, un pase de pecho. Un rosario de ovaciones acompañó a dos series por ambos pitones, en los que los muletazos fueron suaves. Cerró con un circular invertido. Entró a matar a ley para una estocada casi entera. Precisó de un descabello y cobró una oreja.

José María Manzanares, que lanceó a su lote ganando terreno y con buenas verónicas, consiguió un trofeo por una faena en la que prevaleció el buen gusto. El segundo toro, aceptablemente presentado, bizco del derecho, fue protestado de salida por algunos. Sin entrega en los primeros tercios, embistió bien en el último tercio. Manzanares concretó una faena estética, que fue creciendo en intensidad y que comenzó con sendas tandas desceñidas, con protestas por parte del 7. Luego, el alicantino se ajustó y con la diestra afloraron muletazos largos, de calidad y gusto. Una labor que coronó de manera soberbia, con una estocada casi entera, en la suerte de recibir. Fue premiado con una oreja merecida, aunque algunos protestaron el premio. El quinto, ¡600 kilos!, aunque bien conformado, no llegó a entregarse y Manzanares no llegó a encontrarse a gusto.

Al fin, un festejo con expectación que no decepcionó, en el que Talavante abrió la puerta grande, por la que salía zarandeado, entre tanto su banderillero Valentín Luján era operado en la enfermería de Las Ventas. Gloria y sangre: el toreo.


©Imagen: Talavante sale a hombros de Las Ventas. / CARLOS ROSILLO.

Madrid Temporada 2013.

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