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Plaza de Toros de Las Ventas

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Sábado, 25 de mayo de 2013

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros Los Espartales.

Caballeros rejoneadores:

Joao Moura: que se despide, silencio en su lote.

Pablo Hermoso de Mendoza: ovación y oreja.

Miguel Moura: que confirma alternativa, silencio y vuelta.

Entrada: lleno.

Crónicas de la prensa: Grupo Joly, La Razón, El Mundo, El País.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Hermoso toreo de don Pablo

Como es habitual, el público que acudió al festejo de rejones, muy distinto al que asiste al toreo a pie y con menores exigencias, llenó hasta la bandera la Monumental de las Ventas en un espectáculo en el que Joao Moura (que se despidió del público madrileño) dio la alternativa a su hijo, Miguel Moura, en presencia de Pablo Hermoso de Mendoza, con una corrida de Los Espartales, que dio buen juego en su conjunto.

El gran triunfador, como se esperaba, fue Pablo Hermoso de Mendoza, que retornaba a España tras una extensa campaña en América en la que ha alcanzado hace poco la escalofriante cifra de las dos mil corridas de toros.

Hermoso de Mendoza dio un recital de buen toreo. En primer lugar tuvo en suerte un toro bravo, con motor y cuerda, con el que cuajó una gran faena y en la que brilló especialmente a lomos de Disparate, un caballo nuevo y joven que se ha cuajado en la campaña americana. Toreo de costado, en el que el equino, de gran flexibilidad, remataba al final del recorrido, saliendo en sentido contrario, como si diese una media verónica. El detalle de colocar al toro, valiéndose Disparate de su grupa, fue sencillamente magistral. Soberbio al prender un palo de poder a poder. Cerró con fuegos de artificio, con demasiado aparato de espectacularidad, incluido el teléfono. Tres pinchazos y un rejón rebajaron el premio -probablemente, dos trofeos- a una fuerte ovación.

Con el quinto, otro toro noble, Hermoso realizó una buena labor, aunque no llegó a la lección magistral de su primera faena. En banderillas logró el momento más espléndido en un par de banderillas cortas a dos manos sobre Pirata. En esta ocasión, mató a la primera. El público llegó a pedir hasta dos orejas de manera muy exagerada; posiblemente, para compensar al navarro por su anterior labor sin premio. La presidencia le concedió de manera acertada sólo una oreja, ya que el rejón cayó demasiado trasero.

Joao Moura, quien también tomó la alternativa a los 16 años en esta plaza, se despidió del respetable madrileño, a sus 53 años, sin éxito, en una actuación desdibujada si se tiene en cuenta quién es y lo que representa en el rejoneo. Con los aceros dio un mitin, especialmente en su segundo toro. Ante su primero, manso -intentó saltar de salida al callejón-, pero manejable, apenas pudo lucirse, ya que el astado perdió en varias ocasiones las manos. Con el cuarto, manejable, al que aplaudieron en el arrastre, elaboró una faena desigual que remató pésimamente con los aceros, con protestas del público por el excesivo número de pinchazos.

La confirmación y a la par alternativa -era su estreno en Madrid- de Miguel Moura resultó precipitada. Con el que abrió plaza, que brindó a su padre, evidenció muchos nervios y erró en varias ocasiones al clavar. Cosechó palmas sobre Descarado, que sorprendió mordiendo al toro -al igual que hace el caballo Morante, de Diego Ventura-. Con el que cerró plaza, un buen toro, se mostró más tranquilo y consiguió una faena entonada.

El triunfo no fue ni para quien se despedía ni para quien se estrenaba, sino para Hermoso, para el hermoso toreo a cargo de don Pablo.

La Razón

Por Ismael del Prado. Oreja a la pureza de Hermoso de Mendoza

La redentora Puerta Grande de Alejandro Talavante, más propia del yaciente Cristo de El Pardo que de un torero –vergonzoso el comportamiento de algunos–, dio paso al segundo festejo de rejones del serial, que servía de eslabón para la despedida del gran Joao Moura y la presentación de su hijo menor Miguel. Entre ambos, el gran Pablo Hermoso de Mendoza que, parafraseando al genial Calderón de la Barca –de cuya muerte precisamente ayer se cumplieron 332 años–, nos demostró que su rejoneo, como la vida, es puro sueño. Perfección fantaseada, divinizada, que ayer Hermoso volvió a hacer terrenal, mundana, fácil a la vista. Pureza y clasicismo combinados en el centauro navarro, que perdió la Puerta Grande con el rejón en el segundo, pero supo dao otra clase magistral de toreo a caballo.

La faena de la tarde nos llegó en el quinto. Parado y sin fijeza, trató de fijarlo con «Manolete». Marró en dos ocasiones en el embroque, pero las piruetas en la misma cara del toro despertaron el interés del tendido. Mantuvo la intensidad con «Van Gogh» clavando al quiebro. Entonces, volvió a pisar el albero «Pirata» para poner toda la carne en el asador. Giros de 360 grados y adornos varios hasta llegar a la cara de la res. Primero, una corta, en lo alto. Después, la apoteosis. Un par a dos manos de banderillas cortas, que clavó reunido sobre el morrillo con el público ya rendido. Acertó esta vez sí con el rejón, que prendió en los medios y, aunque cayó abajo, paseó un trofeo.

«Ventanillo» fue el primer adversario del jinete estellés. Escurrido de carnes, fue el mejor del encierro de Los Espartales. Hermoso lo paró y lo enceló con «Dante». «Disparate» metió al público en el bolsillo con una exhibición de toreo a dos pistas. Las banderillas, en todo lo alto. Auténticos muletazos de costado. «Ícaro», otra de las grandes estrellas de su cuadra, completó la labor. Se lo dejó llegar cerquísima. Totalmente de frente al burel y la cabeza, casi entre las astas. Templadísimo. Remató con las cortas empleando a «Pirata». La oreja parecía segura, pero se esfumó tras pinchar hasta en tres ocasiones antes de dejar un rejón trasero. Fuerte ovación desde los medios.

Joao Moura navegó entre la nostalgia todo el festejo. Ovación de reconocimiento para el veterano centauro tras el paseíllo. Su tarde de despedida. Toda una vida a caballo. Una trayectoria que se remonta más allá de la democracia actual. En 1976, el joven Moura ya pisaba el patio de caballos de Las Ventas. Era su estreno. Ayer rompió plaza con un «Ronaldo» –nada que ver con Cristiano, aunque entre portugueses andara el juego– que salió con pies, incluso trató de saltar al callejón, pero no tardó en acusar sus justísimas fuerzas. Por ello, clavó un solo rejón con «Flamenco». Banderilleó con lucidez sobre «Jaguar», sobre el que templó en corto de costado. Bien «Pingüino» con las cortas. Delante, un animal que no se tenía apenas en pie y con el que poco más pudo hacer que despacharlo con premura. Al toro de su adiós en Madrid, «Clavel», le aplicó una lidia sin alardes, pero llena de sobriedad. Rejoneo clásico, que no terminó de calar en el respetable. De nuevo, con «Pingüino», obtuvo los mejores pasajes. Muy mal con los aceros, excesivamente apresurado, se fue de vacío y con un sabor muy amargo del ruedo venteño.

Previamente, Miguel Moura había roto plaza. Relevo cedido. Testigo pasado de padre a hijo. Emotiva ceremonia. El círculo, completado. Y el joven jinete, a lomos de «Xarope», paró a su primer toro en Las Ventas. Un «Taranto» muy distraído, que buscó el cobijo de las tablas reiteradamente. Tuvo transmisión, aun así, cada vez que se arrancó lo hizo con celo. Tras dos rejones de castigo caídos, Moura, con poco más de 17 años, acusó los nervios y algo acelerado clavó al aire hasta en tres ocasiones con «Quite». Mejor los garapullos sobre «Descarado», que ofreció el pecho y mordió la testuz del toro. Lo pasaportó de dos pinchazos y un rejón tan trasero como caído. Más bullidor se mostró con el que cerró plaza. El joven jinete porfió a un animal, que siguió la tónica desrazada del festejo –salvo el lote del navarro–. Entonado con los dos bayos de su cuadra, «Quite» y «Fandango», subió la temperatura con un carrusel de cortas sobre «Treintaytrés». Vuelta al ruedo tras leve petición.

Solitaria oreja en manos de Hermoso de Mendoza que, sin abrir la Puerta Grande, volvió a deslumbrar. Rítmicos latidos a caballo. Porque, ¿qué es la vida? Un frenesí, una ilusión, cuyo mayor bien es pequeño, que todo en el rejoneo es sueño, y los sueños, escritos por Hermoso, triunfos son.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Pablo Hermoso de Mendoza roza la Puerta Grande de Las Ventas

Recién aterrizado de México, Pablo Hermoso de Mendoza rozó la Puerta Grande de Las Ventas. Y lo hizo en una tarde emotiva para el apellido Moura. Joao cedía el rejón de alternativa a su hijo Miguel en el día de su despedida de la Monumental de las Ventas.

La faena de la tarde la realizó Hermoso al tercer toro. Temple a dos pistas con el toro cosido al estribo. Un recorte como un trincherazo por dentro. 'Ícaro' sostuvo la nota alta en niveles magistrales. Sobre 'Pirata' las cortas y el rugido de la Monumental en los desplantes. Cuando se presentía la Puerta Grande, el caballero navarro se atascó en la hora de la muerte.

La plaza le empujó en el quinto, quizá. A Pablo Hermoso de Mendoza sobre 'Manolete', 'Van Gogh' y 'Pirata' le quisieron recompensar con dos orejas que no procedían a pesar de la facilidad y la coda ardiente de la obra. El rejonazo se le fue Hermoso muy trasero y bajo. El presidente concedió una oreja.

Miguel Moura acusó los nervios en su primero, con el que cometió precipitaciones y fallos. Mejoró con el sexto y rayó a un nivel que promete, desde las incertidumbres de lo nuevo que está, mucha esperanza a sus 16 años.

Su padre, Joao, se le atravesó el rejón de muerte en el día de su despedida. Nada fácil el toro de su adiós. Nada fácil el toro de su adiós. El tiempo no pasa en balde. Superó los diez pinchazos…

El País

Por Antonio Lorca. Decepcionante rejoneo

A pesar de la oreja que paseó Hermoso de Mendoza a la muerte del quinto, el festejo de rejoneo no cubrió las expectativas. Quizá, el cartel no era el más acertado; muy desequilibrado, de entrada, entre una de las máximas figuras de todos los tiempos, un caballero que se despedía y al que se notó en demasía el paso de los años, y un chavalín, su hijo, que no demostró las mínimas condiciones para confirmar la alternativa en las Ventas.

Total, que a pesar de la habitual generosidad de los públicos que jalean sin medida a los caballeros, no había que ser un experto para entender que allí faltaba la sal necesaria para la emoción que requiere el toreo a caballo.

Es evidente que Hermoso impuso con facilidad su diferencia de gran caballero, aunque, ni de lejos, estuvo a la altura de actuaciones precedentes en esta plaza. Excesivas fueron algunas cabalgadas, falló en dos ocasiones con las banderillas y no protagonizó esas faenas macizas, completas e incontestables de otras ocasiones. Mejor la actuación ante su primero, al que templó de forma extraordinaria montando a Disparate e Ícaro, dos caballos que sienten el toreo. Con Disparate templó a dos bandas, dejándose llegar los pitones al pecho en una vuelta al ruedo magistral; y es una delicia comprobar cómo Ícaro desafía a su enemigo con la mirada, a centímetros de su cuerpo. Mató mal a ese toro y todo quedó en una cariñosa ovación. Dio la impresión de no estar a gusto con el quinto, al que le costó un mundo parar de salida, y solo levantó a los tendidos cuando acertó con un par de banderillas cortas a dos manos. Total, que el rejoneador navarro hizo un buen entrenamiento para aclimatarse al toro español tras su larga estancia en México. Puede dar más, mucho más de que ayer se le vio.

Muy distinto es el caso de la familia Moura, padre e hijo. El primero se despidió con lágrimas en los ojos que más bien parecían fruto de su decepción que de la emoción. Y el segundo, un niño todavía, no tiene la formación necesaria para confirmar en la primera plaza del mundo.

Estas situaciones de un padre que se retira y un hijo que llega son proclives a la sensiblería, que no tiene sentido en una plaza de tanta responsabilidad como la madrileña. Joao Moura ha sido una figura reconocida; se le nota la solera en la misma medida que la huella del paso de los años. Su rejoneo suena al pasado, ha perdido facultades y no ha evolucionado. No se pudo lucir con su primero, noqueado por una aparente lesión, y ofreció una lastimosa imagen a la hora de matar al cuarto. Triste despedida —pitos incluidos— que pudo haber evitado si no viene a Madrid. Y su hijo Miguel, que aún no ha cumplido los 17 años, carece del bagaje necesario para presentarse en esta plaza. Falló reiteradamente en su primero con rejones de castigo y banderillas, en una actuación muy deficiente; se vino arriba en el último y gustó al respetable a base de entusiasmo juvenil que no pudo ocultar su inexperiencia. A pesar de todo, dio una vuelta al ruedo.


Madrid Temporada 2013.

madrid_250513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)