Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


madrid_250617

Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 25 de junio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Martín Lorca tres cinqueños (2º, 5º y 6º), serios, muy pesados; sin fondo ; y un sobrero de Cortijo de la Sierra (6º bis), cinqueño y bueno.

Diestros:

Uceda Leal: de verde hoja y oro. Ovación y ovación

Ricardo Torres: de verde manzana y oro. Silencio y silencio

Iván Vicente: de rosa palo y oro. Silencio y oreja

Se guardó un minuto de silencio en memoria de Gregorio Sánchez.

Entrada: 6455 espectadores

Galería de imágenes: https://www.facebook.com/pg/PlazaLasVentas/photos/?tab=album&album_id=1333552953407480

Video: https://vimeo.com/223052981

Crónicas de la prensa:

ABC

Por Andrés Amorós. Faena de categoría de Iván Vicente en Las Ventas

Los negros nubarrones que se cernían sobre Las Ventas nos hacen apreciar más el volver a ella, aunque el cartel no sea de relumbrón. Podía haberse cerrado para un año o más y eso hubiera sido un golpe muy duro para la Tauromaquia. Felizmente, se ha disipado el peligro inminente pero hace falta un estudio serio, que sitúe a la Plaza a la altura del siglo XXI.

Los toros de Martín Lorca, bien presentados, son manejables pero se apagan. En el último, un sobrero de Cortijo de la Sierra, Iván Vicente cuaja una gran faena, corta un merecido trofeo y deja una magnífica impresión. Se guarda un minuto de silencio (bien la novedad de que lo marque el pañuelo del presidente) por el maestro Gregorio Sánchez, al que brindan los tres espadas.

Vuelve a Las Ventas Uceda Leal, tan querido por este público. Lo he dicho muchas veces: tiene todas las condiciones para ser una primera figura… salvo, quizá, el carácter. Siempre puede dar una gran tarde de toros. En el primero, luce sus buenas maneras pero el toro se queda corto y puntea el engaño. Mata a la segunda: lo suficiente para saludar al cariño de los aficionados. En el cuarto, se dobla con empaque, dibuja derechazos con maestría pero, al tomar la izquierda, el toro ya se para y el posible éxito se diluye.

Hace justamente un año, en la primera corrida de agosto, un gran encierro del Ventorrillo, sorprendió gratamente el aragonés Ricardo Torres: el palco le negó la oreja pero dejó notable impresión. Se acerca a la cuarentena; le dio la alternativa Espartaco, en el 2001: ha de aprovechar sus ocasiones… En el segundo, intenta hacer el toreo clásico, a pesar del viento y la lluvia, que arrecian. Con valor seco, le saca estimables muletazos, citando de frente, pero la escasez de actuaciones se nota a la hora de matar. Algo parecido en el quinto: un toro que flaquea y corta; un trasteo valeroso, sin recompensa. Vuelve a matar mal.

Mulelazos magníficos

Varias veces ha mostrado aquí su buena clase el madrileño Iván Vicente pero su carrera no remonta. En el tercero, luce muy bien estilo en ayudados y naturales de categoría; ha faltado que el toro repitiera más. Pincha antes de la estocada; si no, le hubieran pedido la oreja. Pero le queda otra bala en la recámara. Devuelto por flojo el sexto, el sobrero de Cortijo de la Sierra sale manseando mucho pero va a más. El comienzo de faena, con doblones rodilla en tierra, levanta ya un clamor; adelanta la muleta, tira de él, lo lleva prendido, con suavidad y mando. Algunos muletazos son magníficos. Todavía logra algún natural interminable: una faena muy «de Madrid», rematada con una estocada y premiada con un trofeo de mucho peso; sin el descabello y con más público, le hubieran pedido la segunda. Es un diestro claramente recuperable.

Se abrió el cielo del buen toreo de Iván Vicente, a pesar de la lluvia constante. Sigue la amenaza del «tiempo tormentoso» (en la canción, «Stormy Weather») sobre Las Ventas. Los políticos han de capear este temporal, que ellos mismos han suscitado. En la forma de hacerlo demostrarán su nivel.

Posdata. Lamenta el maestro Antonio Burgos que la mayoría de los diestros que han actuado en San Isidro llevaban, con el vestido de torear, una camisa normal, de pechera blanca y lisa, como la que cualquiera de nosotros usa; no la tradicional camisa torera, con chorreras o tableada. Tiene razón Burgos, por supuesto. ¿Qué decir de los toreros que, apenas comienza la faena, arrojan a la arena las zapatillas, sin que exista barro ni motivo alguno que lo justifique? ¡Algo lamentable! La Fiesta es también un rito, una liturgia que hay que respetar, si no queremos degradarla. No importa sólo el qué se hace sino el cómo: así sucede en todas las artes…

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La cadencia de Iván Vicente bajo la lluvia

El cielo encapotado de nubes cárdenas oscurecía el granito de los tendidos vacíos. Cielo y piedra fundidos en el gris, negro futuro. La memoria de la plaza recordó al maestro Gregorio Sánchez con un minuto de silencio cronometrado, legislado por el pañuelo del presidente. Cuánta lucha para que la Comunidad de Madrid reconociese su intachable carrera en Las Ventas -10 Puertas Grandes- y su fértil labor que tantos toreros forjó en la Escuela de Tauromaquia. La cruel vejez le impidió asistir a la inauguración de su placa el pasado año, casi forzada por suscripción popular, ¿verdad Maxi? Y todo porque Gregorio se declaró “rojo” de toda la vida. Yo creo que a la decrepitud se sumó la mala leche de los hombres que se visten por los pies y no quiso ver su propia lápida. Ni a la cuerda de necios del Consejo de Asuntos Taurinos. Recio tipazo. Como su seco estilo de toreo castellano. Tan orteguista.

Uceda Leal e Iván Vicente, discípulos de aquella Escuela suya que ya ni se llama igual, elevaron sus monteras más allá de los nubarrones. La lluvia se manifestó poco a poco. Hasta que cayó en firme. Una cortina tormentosa que desertizó los tendidos aún más. La plaza ofrecía una imagen desoladora a la muerte del tercer toro. Las palmas bajaban escasas para la faena de Iván desde las gradas que servían de refugio. Allí cabía todo el aforo. El viento enredó la muleta cuando más prometía su izquierda. Todo lo demás se desdibujaba por los golpes de Eolo, intermitente como las buenas cosas del cuatreño de Martín Lorca. Una pareja de derechazos caros vinieron a decir que sin aire hubiera sido otra historia.

Uceda había sido todo voluntad con un toro grandón y basto que embestía a codazos. Escaso el celo y parco el interés en seguir los avíos. Como si se defendiese siempre. Con la amplia báscula de la pesadora corrida de Martín Lorca, salió el cinqueño cuarto con sus 629 kilos a cuestas (sólo uno bajó de los 600). Un tío con otras líneas morfológicas distintas al anterior del lote ucedista. Y por momentos pareció que podía ser. Pero faltó empuje para hacer de los apuntes de buen embroque una embestida continua. La elegancia clásica de Uceda quedó de manifiesto cuando pudo ser. Hasta que se paró el toro. La espada hizo palanca y la estocada se frenó en una media perpendicular y rara. José Ignacio volvió a saludar otra ovación. Había parado la lluvia.

Ricardo Torres afrontó la lidia del inmenso quinto de altura descomunal con la convicción condicionada. Dos contratos en 2016 y dos en 2015. No había pasado nada con un segundo que se apoyó constantemente en las manos. Torres se atascó con los aceros entonces y ahora. Un sartenazo e incontables descabellos. El caballazo se negó a descolgar y a embestir. Y casi a morir. Dos avisos reverberaron con eco contra la soledad de la montaña venteña y vacía.

Devolvió el presidente al sexto por sus reiteradas caídas ya en banderillas y la concienzuda brega de la cuadrilla de Iván Vicente. Un acierto finalmente. El sobrero de Cortijo de la Sierra, también con los cinco años cumplidos y feo de hechuras como el pliego de condiciones de Las Ventas. Sólo que entre sus estrechas sienes -por ahí se salvaba- habitaban buenas ideas. La clase de Iván asomó en el prólogo de faena y en los lentos derechazos que siguieron. Y en la izquierda que esperaba la embestida dormida. Iván Vicente lo gozó como si de un concierto unplugged se tratase. Un recital acústico. Una interpretación íntima de su repertorio. Los últimos muletazos por bajo fueron colosales. Por cadencia y temple. Llovía de nuevo. Un estoconazo cortó la misma lluvia. Y la oreja.

COPE

Por Sixto Naranjo. Iván Vicente vuelve a contar

Hubo toros en Las Ventas este domingo. Pero los aficionados no olvidan lo ocurrido en esta esperpéntica semana y sigue esperando explicaciones. Se ha jugado con fuego.

La tarde se iba por el sumidero de la indiferencia y todo se enturbiaba aún más cuando el sexto fue devuelto con el tercio de banderillas bien avanzado. El palco de Las Ventas… todo en orden. El sobrero de Cortijo de la Sierra llevaba asomando por los programas de mano desde hace unos meses. Era su día. Como lo fue el de Iván Vicente. Entendió a la perfección el sitio y la distancia que demandaba el toro. Cruzó la línea que otras veces le ha gustado cruzar. Y así emergió la mejor versión de este torero. Al natural lo bordó. Ajustado el embroque, dando dimensión y largura a los muletazos. Se gustaba Iván. A derechas también se manchó la taleguilla. Todo con un gusto exquisito. Sobre todo en el final de faena, con un epílogo que estuvo preñado de torería y empaque. La estocada entera pero algo atravesada. Se demoraba la muerte del toro. El descabello cobrado al primer intento elevó la obra a la oreja que paseó Iván.

Los mejores pasajes de la primera mitad de la tarde también los firmó Iván Vicente con el tercero. Un toro que sé dejó más que sus dos primeros hermanos de camada. Hubo algún natural sobre todo que tuvo trazo y expresión. Pero al toro le faltaron finales y la faena del madrileño no acabó de compactarse.

Uceda Leal brindó al cielo su primera faena. Gregorio Sánchez en el recuerdo y en su paso por la Escuela de Madrid. El de Martín Lorca que abría plaza fue un ejemplar sin raza ni ritmo al que el madrileño apenas pudo hilvanar algún muletazo con continuidad. La espada de Uceda funcionó al segundo intento.

El cuarto fue un torazo. Hondo, cuajado, musculado y serio de pitones. El animal se desplazó mejor por el pitón derecho, por donde Uceda ligó un par de tandas con limpieza y mano baja. Pero la faena nunca rompió. Ni por el toro ni por el torero. Ambos firmaron tablas.

El primero del lote de Ricardo Torres fue un animal al que le costó romper. Sin muchos contratos, el torero aragonés hizo el esfuerzo, intentó abrirle los caminos pero el de Martín Morca fue poco agradecido. Se atascó con la espada.

El apagón con los aceros llegó con el quinto, un animal sin raza ni clase al que Torres pasó de muleta sin historia y con el que estuvo errático con la espada y el descabello. Sonaron dos avisos. El toro se echó cuando se descontaban los segundos para escuchar el tercero.

madrid_250617.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:19 (editor externo)