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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

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Domingo 27 de mayo de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: toros de Baltasar Ibán (bien presentados, en tipo, y de juego encastado en su mayoría. Destacaron 2º, 3º y 4º. Se desfodaron tras emplearse en varas 1º y 5º. Más deslucido el 6º). El toro Pistolero, ganador del Trofeo Taurino del Consejo General de Colegios Veterinarios de España, que califica al toro con mejores características de tipo zootécnico y bravura de cuantos se lidiaron en la Feria de San Isidro de Madrid del 2012.

Fermín Spínola. Silencio y silencio tras aviso.

Serafín Marín. Saludos tras aviso y silencio tras aviso.

Rubén Pinar. División y silencio.

Entrada: lleno.

Crónicas de la prensa: COPE, El País, El Mundo, La Razón, EFE, Marca, Sur.

COPE

Por Sixto Naranjo. Baltasar Ibán gana a los puntos

Entre el desierto del descastamiento generalizado que se está viviendo en este San Isidro, la corrida de Baltasar Ibán ha sido un oasis que reconcilió al buen aficionado con el concepto de casta. La corrida del hierro escurialense empujó en varas, con pelea de bravo en muchas ocasiones. Y en la muleta hubo hasta tres toros más que aprovechables, con embestidas temperamentales y nobles a la par.

Cada torero tuvo un toro con posibilidades y por unas u otras razones, no terminaron de aprovechar semejante material. El balance final de la terna no se correspondió con el juego de los toros que tuvieron delante.

La faena más entonada del festejo de la tarde la firmó Serafín Marín al buen segundo. También buenas fueron las verónicas de recibo del catalán y brava la pelea de ‘Pistolero’ en el caballo. Un torrente de embestidas llegaron al último tercio. Toro para apostar. Tardó en cogerle el pulso al ritmo Serafín, que cuando lo hizo hilvanó dos tandas en redondo muy logradas. Por el izquierdo hubo más desajuste y hubo de recurrir a unas manoletinas ajustadísimas para elevar de nuevo la emoción. Pinchó antes de agarrar la estocada y todo quedó en una ovación.

El quinto también se empleó en dos varas, recargando y quedándose en el peto demasiado tiempo. Por ello, el de Baltasar Ibán llegó desfondado a la muleta y echando la cara arriba. Serafín Marín estuvo serio y mostró firmeza para tirar del toro.

Quizá el lote más completo lo enlotó el mexicano Fermín Spínola. Su primero empujó en el caballo y quizá llegó algo mermado al último tercio, pero aún así tuvo veinte arrancadas nobles. El azteca estuvo correcto y templado por momentos, pero faltó más emoción.

Un toro bueno fue el cuarto, que embistió con codicia y casta. Spínola lo ahogó en demasía en un toreo encimista que no le fue bien al toro.

El tercero, hondo y serio, empujó en el caballo con clase para salir suelto. En la muleta fue un animal con movilidad, motor y mucha duración. Rubén Pinar hilvanó una faena larga, planteada en los medios, con muchos altibajos, más acoplada a derechas y más rotundo cuando bajó la mano y no acompañó la embestida. Por la izquierda hubo más ligerezas. División para el torero y ovación para el toro.

El sexto fue el toro más deslucido del sexteto, muy parado al final con el que Pinar estuvo solvente.

El País

Por Antonio Lorca. ‘Camarito’ y ‘Pistolero’

Se ha hecho esperar, pero, por fin, la casta y la bravura se hicieron presentes ayer en el ruedo madrileño. ¡Albricias…! Ya era hora de que se viera empujar a un toro en el caballo, y a otro repetir incansable en la muleta con fijeza y recorrido. El problema, el gran problema, es que no hubo ni una vuelta al ruedo. Algo fallaría…

Camarito se llamaba el tercero, un toro serio de 580 kilos. Su matador no pudo lucirse con el capote. Lo colocaron mal en el caballo, lo que suele suceder, y la pelea no resultó brillante; incluso en la segunda entrada salió suelto del encuentro. Se vino arriba en banderillas y acudió a la llamada como un tren, con un derroche de alegría y codicia. Y cuando vio la muleta del diestro la persiguió de manera incansable. El torero lo lució citándolo desde lejos y el animal respondía con tranco, a galope, y con fondo. Y repetía haciendo el avión; y así hasta en tres tandas con la mano derecha en la que sobresalieron el vigor, la clase, la codicia, el ritmo, el temple y la nobleza de Camarito. No pareció que destacara igualmente por el lado izquierdo, y el torero desistió con rapidez. Pero embistió una y otra vez, en cuanto veía muleta. Y se fue con las orejas colgando al desolladero no sin antes recibir una cerrada ovación de los tendidos.

El segundo respondía por Pistolero, y salió a galope tendido de los chiqueros. Acudió con brío al capote de su lidiador, y en cuanto atisbó el caballo acudió presto y empujó con insistencia, aunque con la cabeza a media altura, hasta encelarse en el peto. El puyazo fue largo y fuerte. Volvió de nuevo y cumplió sobradamente. Destacó, asimismo, en el tercio de banderillas, y llegó a la muleta dispuesto a dar guerra. Y la dio, vaya que si la dio. Obedeció al cite de lejos y repitió cuantas veces le mostraron la muleta. Le faltó, quizá, un recorrido más largo y rebosarse en su embestida, para que hubiera sido un toro de bandera. No obstante, presentó pelea, como todos los toros bravos, y fue largamente aplaudido en el arrastre.

Y ya se sabe: cuando hay toros…, pues, sí, no hubo toreros. A Pinar le tocó Camarito y fue una pena para el chaval; tantos deseos de que te salga un toro bravo y, cuando lo tienes enfrente no sabes qué hacer. Sí, bueno, dar muchos pases, todos fuera cacho, sin hondura, sin gracia, sin casi nada. Se empeña Pinar, como casi todos, en torear en línea recta, cuando el toreo es circular, y así pasa que no dice nada y aburre a las ovejas.

Y Pistolero cayó en las manos de Serafín Marín, y más de lo mismo. Así de duro, y así de triste. Le faltó confianza y seguridad; le faltó creérselo de verdad; le faltó dejarse matar para vivir la gloria. Se la jugó en unas manoletinas finales muy ceñidas, pero para entonces el triunfo ya estaba en los bolsillos del toro. Sin cruzarse, sin mando y sin sentido del temple es imposible emocionar. Claro, que en ambos casos habría que aceptar que a quien da todo lo que tiene no se le puede pedir más.

Pero Pinar y Marín saben, o deben saber, que la ocasión perdida ya no se recupera, y que un fracaso ante un toro bravo, y más en esta plaza, el gran altavoz del orbe taurino, es un recuerdo amargo para toda la temporada. Quede de manifiesto, no obstante, que no es nada fácil triunfar con un toro bravo y encastado.

El mexicano Spínola pasó de puntillas. Pulcro, frío, desangelado y aburrido ante su sosísimo primero, y con escasos recursos ante el noble cuarto, que se cansó de embestir pa ná y se paró.

Marín aguantó valeroso la deslucida embestida del quinto, que hizo una gran pelea en la primera vara (otro que se enceló con el caballo), y Pinar se limitó a despachar al blando y descastado sexto.

Al final, otro semblante en los tendidos, otra alegría en la cara… La que produce un toro bravo, encastado y noble, que es el verdadero cimiento de la fiesta.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Seria tarde de Marín y seria corrida de Baltasar Ibán

Interesantísima la corrida de Baltasar Ibán en el ecuador de la tarde. El duelo entre Serafín Marín y 'Pistolero' había sido apasionante de analizar. Un toro bravo en el caballo al que Marín de salida lo toreó espléndidamente a la verónica. El celo bajo el peto lo tuvo allá abajo tiempo, aunque Romualdo Almodóvar ya no castigaba desde hacía rato. Un quite a pies juntos de Pinar enseñó el pitón, que era el derecho. El catalán planteó la faena genuflexo haciendo por romper el toro hacia delante. La casta del toro hizo que cada acción de Marín tuviera que ser medida y exacta, porque dentro de la importancia de la embestida le costaba un mundo despegar. No así humillar. En el tercero, lo tenía encima. Serafín pidió calma. Para volver a empezar. La distancia, que el toro se tomaba andando, y una tanda cumbre por exigente, la muleta a rastras, estupendos cinco redondos y el vaciado de pecho. Y lo que aguantó el torero, ese tempo hasta que el toro colocaba la cara en los flecos. Máxima emoción. Como de suspense. No era igual la embestida a izquierdas, por donde pegaba un taponazo. Que evitó volviendo de nuevo a la mano derecha, para apurar. La faena no pedía mayor metraje. El remate de las manoletinas puso a tono a los que no se habían enterado de lo serio de lo acontecido. Si mata a la primera… Pero fue a la segunda y de manera tendida. La ovación sonó rácana; el ibán se llevó una más sonora.

El castaño tercero venía a ser de la misma condición, sólo que se escupió del caballo en el segundo puyazo y su viaje fue bastante más generoso por la mano derecha que el de 'Pistolero'. 'Camarito' se llamaba este. Y a decir verdad Rubén Pinar estuvo muy generoso con èl en las distancias siempre largas. Pero una vez en la jurisdicción del torero había que bajarle mucho la mano, y el toro respondía con enorme transmisión. Como el anterior, por la izquierda no se comportaba igual, gazapeaba y soltaba la cara. Pinar siguió entonces de manera diestra, todavía en la media distancia, y con el pulso de la faena perdido. Mató a carta cabal. Seria la corrida por fuera y por dentro hasta entones.

Fermín Spínola empezó con buen aire con un primero al que se dejó demasiado tiempo debajo del caballo dado su escaso fuelle. Luego interpretó un quite vistoso por crinolinas. El toro quería más de lo que podía. Lo estoqueó bien. De la lidia al cuarto, destacó El Chano con los palos. Como en otros Vicente Osuna y Juan Rivera. El toro repetía siempre algo encima, pero descolgando como toda la corrida. Spínola estuvo con oficio y exceso de maestría. Faltó arrebato.

El quinto subía en volumen a corrida. Serafín Marín tambien brindó a la Infanta Elena. Desgraciadamente ha vuelto la costumbre del monterazo en lugar de dejar la montera abajo. Hasta que llega a las manos de la obsequiada se produce el cachondeo, el monterazo va y el monterazo viene. El toro también se enceló en el caballo. Marín dio otra muestra de tipo serio con la embestida muy parada. A la hora de la muerte, echó la cara arriba como vino haciendo toda la lidia.

El serio sexto salió y desarmó a Pinar al derrotar en el capote. Se dejó en el peto sin emplearse. Se desfondó como en el anterior. Muy parado.

Marca

Por Carlos Ilián. Importante corrida de Baltasar Ibán

Qué alivio, una corrida encastada, desigual pero variada en su juego. Una corrida seria, de Madrid y lo mejor, una corrida que no procede de la zaga Domecq. Así fue la corrida de Baltasar Ibán, una ganadería que en Madrid ha dado tardes inolvidables, que ha catapultado a toreros como César Rincon y en otra escala de valores a Victor Mendes y a la que grandes figurones como Paco Camino y El Viti llegaron a elegir para anunciarse en esta plaza. Ibán vuelve a pisar fuerte en la capital mundial del toreo.

De los toros de Ibán habrá que destacar el juego de segundo, tercero y cuarto. Y me quedo con el tercero, un toro soberbio, que humilló de lo lindo y al que Rubén Pinar le consiguio ligar dos series sobre la mano derecha, sometiendo por bajo. Pero no hubo continuidad y el buen ritmo de la faena se rompió cuando Pinar se echó la muleta a la izquerda y no pudo someter la violenta embestida del toro por ese piton. Al sexto le pegaron muy fuerte en varas y el animal llegó desfondado a la muleta.

Serafín Marín se encontró con otro buen toro, el segundo, y lo embarcó en derechazos bien construidos.La faena adquirió un tono medio alto que bajó en el toreo al natural y que sube de emotividad en unas manoletinas de atragantón. El quinto se apagó muy pronto. Y el mexicano Spínola se dejó ir el templadísimo cuarto toro. Su actuación resultó totalmente irrelevante.

Sur

Por Barquerito. Serafín Marín y Pistolero, vibrante duelo

Abrió corrida un imponente cinqueño de apaisada cofia y muy buidos pitones. Toda la corrida de Ibán salió bien armada. Como ese primero, ninguno. Corto de manos, de buen aire: la postura, la nobleza, la fijeza. El mexicano Spínola lo toreó con sencillo temple de capa. Y sin ajuste, porque costaba tomar las medidas del sombrero. En un puyazo primero largo y durísimo vino a emplearse el toro pero a vaciarse también. No hubo manera de quitarlo del caballo, donde lo estuvieron moliendo. Maltratado por uno de esos capotes acartonados de tanto apresto, en banderillas se empezó a quedar sin aliento el toro, que luego descolgó y quiso humillar pero no empujó. Un trasteo sosegado y compuesto de Spínola. Una estocada de excelente ejecución. Sin puntilla el toro. Alto de cruz, soberbios el porte y el remate, el quinto, cinqueño, se estiró enseguida con tranco bueno y ágil. Cinco verónicas de Serafín Marín de más ajuste que vuelo, de más dibujo que poder. Y dos medias, porque la codicia del toro no consintió una sola. El primer puyazo fue interminable y debió de ser severo. Hubo una segunda vara de parecida dureza a toro entregado. Rubén Pinar quitó por mandiles. Todos los lances, por la mano derecha.

Y, en fin, comenzó la pelea, que no iba a ser ni corta ni sencilla. Sí de mérito y saque. El rabeo del toro, Pistolero, número 29, era señal de temperamento. Lo tuvo. Díscolo. La firmeza de Serafín, muy de verdad. En el tercio, casi al borde de las rayas, se fue librando el duelo. Prelimnares buenos en tandas cortas o cortadas. Sumaron como logros grandes, y fueron cuerpo del trabajo, dos tandas de cinco en redondo y el de cambiado de remate. Tomado el toro en la distancia precisa, tocado y no enganchado. Una serie final de manoletinas no comunes -ceñidísimas, con toques sutiles- se tuvo por acontecimiento. No de inclinar la balanza, pero casi. El toro tenía sus partidarios y los partidarios se dejaron oír con esas voces sueltas de las Ventas tan impertinentes.

Las dos tandas mayores fueron tandas ligadas, pese al punto temperamental del toro. Tanto que en un momento dado pareció que un picotazo de propina, delantero y no trasero, lo habría templado más. Tal fue el fondo del toro. Si lo abría Marín, se empleaba con mejor son que si se lo traía tan cosido a engaño y cuerpo. Con la zurda no se acopló Serafín o desplazó más de la cuenta. No le vio la muerte al toro Marín. Un pinchazo, una entera tendida y trasera que sin la rueda de peones no habría bastado. Fue el gran trago de la corrida de Ibán.

Precioso, alto de cruz, finos los cabos, castaño albardado, el tercero fue toro de otro calibre, pero del cupo de nota. No de salida -las manos por delante-, no en varas -volvió grupas al sentir la segunda-, pero sí en banderillas. Entonces pareció dispararse. Y galopó. Mugidor, se vino de largo con alegría. Repetidor, a gusto en los medios. Una primera mitad de faena de Rubén Pinar resuelta y brillante. Una tanda de cinco y el remate: otra de seis. El toro la pedía por abajo y, si no, pegó un cabezazo, dos o tres. De pronto, dos golpes de viento, los únicos en una tarde veraniega, pero en el momento más inoportuno, porque Pinar se vio descubierto y en renuncio al ponerse con la izquierda. Al volver a la diestra, ni el toro era el de antes ni el torero tampoco. Largo el trasteo con sus pausas. Una estocada entera.

Un aire diferente

Engatillado y astifino, apuntadito y abrochado, el cuarto fue tan bello como los tres primeros, pero de aire diferente. Menos cuajo, por despapado. Bravo en el caballo -un primer puyazo implacable, un segundo de atacar metiendo riñones-, desarmó a Marín en un quite por gaoneras, duró en la muleta más que el primero de la tarde pero menos que segundo y tercero. Dulce y, por tanto, con tendencia a apagarse. Corto de inspiración e ideas Spínola. Una estocada caída. Y un final de corrida chafado. Un sexto que parecía por contraste enano, pero que nadie protestó. El predominio de sangre Contreras de la ganadería. Pero toro chungo de flojo. Ni un punto sumado. El hermoso quinto, retinto, largo, esbelto -una joya-, atacó en el caballo pero se recostó contra el peto, salió distraído después de sangrar y, rebrincado, no metió ni los riñones ni la cabeza como no fuera para protestar. Suficiente Serafín con éste; breve Pinar con aquél.

La Razón

Por Patricia Navarro. Serafín y la emoción de «Pistolero»

El quinto y el sexto quisieron amargarnos el sabor final de la corrida. Pero imposible olvidar tres toros, muy distintos, cada uno con una faena por hacer. El triunfo a la vuelta de la esquina. En el talento para estar fino y la precisión en los momentos. Todo tiene su principio y su final. Y una faena sin final pierde el alma en plazas como la de Madrid. Eso le pasó ayer a Serafín Marín con el toro más encastado de la tarde, el segundo, el que más transmitió por la dificultad de hacerle faena. No regalaba los muletazos. Cada tanda era echar la moneda al aire, pero volaba la emoción por cada resquicio de Madrid. En la tercera serie, quizá, Serafín le puso la muleta muy de verdad, tragó ese veneno que anidaba entre pase y pase, y se quedó en el sitio para ligar un muletazo a otro y crear una tanda rotunda. Entró el público en la faena. Había material y necesidad de dar un vuelco a este San Isidro que consume ánimos y aficiones. Anduvo decidido Serafín y expuso en unas manoletinas, en las que se sabía que el toro iba a protestar por arriba, sin humillar. Así fue. Se ajustó en el encuentro y cuando tenía le oreja cortada, pinchó. Pinchazo que traerá muchos quebraderos de cabeza. Se ovacionó al toro, y a Marín. Hasta que el catalán volvió a salir a escena en el quinto embistió toda la corrida, con sus matices, claro, solo faltaba.

A Fermín Spínola le cayó un lote en las manos que ya lo firmarían muchos. Al primero le dieron de más en el caballo (no sería al único, al segundo y quinto también) y llegó con nobleza pero justo de fondo. La faena igualó. No destacó. La espada sí. Y en menos uno dejó la labor del cuarto, que fue un Baltasar Ibán con nobleza, largura en el viaje y toro para hacer faena de encaje y calidad. De uno en uno, el trasteo no sumó.

A Rubén Pinar le tocó otro toro bueno. El tercero. Repetía el animal, lo cantaba en la distancia y se prestaba a la ligazón con nobleza. Pinar firmó una primera parte de la labor muy a favor del toro, dándole espacio, enseñándole y ligando los pases. Después cogió la izquierda, algo peor el toro, pero cuestión de matices, y la faena no encontró el hilo conductor hasta perder el interés. Y las cuentas al final, arrastrado el Baltasar Ibán, no salían. Imposible se lo puso el descastado sexto, el que si hubiera sido por memoria sospechosa nos hubiera dejado mal sabor de boca junto con el deslucido quinto de Serafín. Segundo, tercero y cuarto pusieron a Baltasar Ibán en la segunda parada de San Isidro; Alcurrucén abrió camino. Y ni un puñetero trofeo. La feria no arranca y hace tiempo que pasamos el ecuador.

EFE

Por Juan Miguel Núñez. Los toreros no estuvieron a la altura de los toros

Una buena corrida de toros, y hay que recalcar lo de toros, ayer en Las Ventas, sin embargo no tuvo la oportuna respuesta por parte de los toreros, que dejaron escapar cada uno la posibilidad de un triunfo claro. Cinco toros embistiendo por derecho, cuatro avisos y ningún pase que mereciera la pena. La corrida, sin embargo, resultó entretenida.

La traducción de lo anterior se resume en los toros, el motor que tuvieron ‘los ibanes’. Para desgracia de los toreros, incapaces de dar un muletazo con aroma y profundidad, el público se lo pasó bien. Es lo que tiene la casta, la emoción por la bravura.

Hubo posibilidades de triunfo en cinco de seis toros. Algo que se estaba echando mucho en falta esta feria. Pero, el mundo al revés, cuando ha salido el toro resulta que no hay torero.

Al mexicano Spínola le asustó el nervio que sacó el primero en el caballo, así que decidió que lo masacraran en el primer puyazo. El toro tenía buen tranco, embistiendo por abajo, pero el picador de turno le quitó el fuelle. Aún así todavía regaló el animal unas cuantas embestidas en la muleta que Spínola desaprovechó haciendo los cites perfilero y sin bajar la mano lo suficiente.

El cuarto se arrancaba con temple, también humillado, y esta vez el mexicano lo toreó con demasiadas pausas, rompiendo continuamente el ritmo de las buenas embestidas. Defraudó Spínola después del buen ambiente que había dejado el 12 de octubre pasado en esta misma plaza.

Serafín Marín tuvo un gran toro, el tercero, con el que hizo un esfuerzo sólo a medias, tragándole lo justo, en series no más allá de tres y el de pecho, y a veces ni eso. Un toro exigente, con el que quiso estar el catalán en principio, dándole distancia, pero ahogándose pronto. El hombre se vino abajo por momentos, y con su desánimo, la faena no terminó de tomar vuelo.

También el quinto, que metía la cara abajo, llevó un primer puyazo desmesurado, lo que hizo que llegara a la muleta con viajes cortos y espaciados. Aquí hizo muy bien Marín el paripé del valor, en un proyecto de arrimón sin sentido, lo que no había sido capaz en el toro anterior, cuando había que esperar y conducir las embestidas auténticamente vivas.

Pinar lo intentó más que sus compañeros, con más cabeza y corazón, sobre todo en la primera parte de su faena al tercero, al torear por el lado derecho. Sin embargo, al natural se difuminó todo. El toro pegaba un tornillacito en los remates por el izquierdo y se rompió el buen tono. El sexto, queda dicho, fue el único toro que ‘no sirvió’, planteando inconvenientes al quedarse debajo. Un mal corolario de una buena corrida, de toros.


©Imagen: Serafín Marín durante la faena de muleta a “Pistolero”. | Iván de Andrés (COPE)

Madrid Temporada 2012.

madrid_270512.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:18 (editor externo)