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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del jueves, 28 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Cebada Gago

Diestros:

Luis Miguel Encabo: silencio tras aviso, pitos tras aviso.

Fernando Cruz: silencio y silencio.

Salvador Cortés: resultó cogido en su primero.

Entrada:

Incidencias: Salvador Cortés resultó cogido en el 3º de la tarde. Parte médico: sufre herida en cara anterior, tercio inferior, del muslo izquierdo, con una trayectoria de 20 cm., que causa destrozos en el músculo cuádriceps femoral, con salida por cara externa del tercio medio. Pronóstico menos grave. Fdo: Dr. García Padrós.

Crónicas de la prensa: El País.

El País

Por Antonio Lorca. Cortés, menos grave, undécimo herido

Ayer le tocó el turno a Salvador Cortés, que hace el número 11 de los toreros que han pasado por la enfermería en esta feria. Pero no fue el único. Su subalterno Juan José Domínguez fue volteado por el mismo toro al salir de un par de banderillas, y sufrió una leve contusión con erosión en la pierna derecha, pendiente de estudio radiológico.

Pero pudo haber más: Encabo también estuvo a punto de un repique cuando le echó mano su primero en el segundo par de banderillas. Lo derribó y sólo la pericia del torero, que dio varias vueltas sobre sí mismo, impidió que los pitones hicieran carne. Y otro más: el picador del último toro salió despedido del caballo y se dio un costalazo en la arena del que se acordará en los próximos días.

De todos modos, el de peor suerte ha sido el sevillano Salvador Cortés, que vino a San Isidro para arreglar lo que no pudo en Sevilla, y toda su recompensa ha sido una cornada. Ese tercer toro fue el único que, de verdad, se dejó torear. Salió suelto de los caballos, sorprendió al banderillero Domínguez, y llegó al tercio final con casta y fiereza, con la cara alta y no buenas intenciones.

Requería, sin duda, una muleta poderosa. A fe que lo intentó Cortés y trató de estar a la altura de la codicia de su oponente. Sólo destacó una tanda con la mano derecha, en la que llevó al toro toreado y embebido en el engaño. Pero hubo poco más; quizá, porque al torero le faltó dar el paso necesario para dominar al toro; le faltó la confianza para aguantar tandas más largas, y le faltó cruzarse para que brillara su toreo. Se dejó enganchar mucho la muleta, y, cuando la faena caía por la pendiente de la sosería, el toro vio un resquicio al intentar Cortés cambiarse de mano el engaño, y le hizo presa en el muslo izquierdo. El torero se resistía a ser conducido a la enfermería, pero la sangre brotaba abundantemente y no le quedó más remedio que dejar inconclusa su labor. Su padre, el que fuera gran subalterno Luis Mariscal, estaba en el tendido 9, se quedó blanco; preso de los nervios, hizo una llamada telefónica, y voló hacia la enfermería.

El resto de la corrida fue una historia infumable e inaguantable a causa de la mala clase de unos toros muy descastados, imposibles para el toreo. Para empezar, a Cebada Gago sólo pudo lidiar tres toros; y los tres remiendos de Guardiola fueron una pura escoria.

¿Y los toreros? Encabo es la eterna promesa con un pie permanente en la decepción. Precavido y muy despegado ante el primer buey, al que mató de manera vergonzosa, y voluntarioso sin más ante el soso cuarto.

Fernando Cruz no tuvo toros. Su primero, de embestida descompuesta y deslucida; el quinto estaba tan parado que no tuvo un pase, y el que mató en sexto lugar sólo se dedicó a enganchar la muleta. Tampoco él fue el torero de agallas y pundonor de antaño.


El Mundo

Por Javier Villán. Salvador Cortés, herido en el muslo

Infortunada tarde la de Luis Miguel Encabo, un torero aguerrido que se las vio y se las deseó para matar al segundo remiendo de Guardiola Fantoni; pero más infortunada la tarde de Salvador Cortés que fue herido por un cebadagago con malas intenciones y mucho genio. Mejor, por supuesto, para Luis Miguel Encabo, por más que su prestigio de torero honrado y valiente haya quedado mermado en parte.

Ya lo decía Rafael El Gallo o quien fuese: «Las broncas duran unos minutos y las cornadas duran mucho más». Así que a Luis Miguel Encabo el recuerdo de los pitos y la casi veintena de descabellos será, dentro de poco, una pesadilla leve. La cornada, en cambio, de Cortés tardará varios días en curar.

Las ovaciones que en cascada acompañaban la carrera de las asistencias hacia la enfermería, con Salvador Cortés en brazos, saludaban el paso de un valiente abatido. El derrote del cebadagago fue seco y certero, a tiro fijo, cuando Salvador Cortés se descubrió imprudente o confiado. El cebada no estaba sometido y usó de su libertad para cargarse a Salvador Cortés. Golpe de navajero, de experto en las reyertas de chaira y cuchillo cachicuerno. Se vio enseguida que Salvador Cortés había quedado roto.

Extrañas reacciones tienen los toreros en trance de tribulación; y no lo digo por Sebastián Cortés que se desmayó cuando la cuadrilla y los compañeros lo llevaban al quirófano. Lo digo por el primer revolcón de la tarde que sufrió Luis Miguel Encabo. Apuró el madrileño el embroque en banderillas hasta límites irresponsables y el cebadagago lo derribó.

Rodó Encabo sobre sí mismo y se hizo el quite en su rodar vertiginoso. Cuando se levantó, indemne, se fue a la cara del toro, como un desafío o un alarde, lo provocó e hizo que lo persiguiera hasta el refugio del burladero. Después clavó un buen par por los adentros, me parece recordar; y al fin, nada: agobios y sobresaltos. Porque en el toro que casi se le va vivo, Luis Miguel Encabo tampoco había estado brillante. Un par de series por la derecha bastante apañadas y ahí se acabó lo que se daba.

Las banderillas con los cebada fueron un campo de minas. Una de ellas estuvo a punto de explotarle en el pecho a Juan José Domínguez; mas allí estaba el capote benéfico de Luis Mariscal que se llevó el toro con el toque seráfico de un ángel de la guarda. Ese capote providencial no pudo remediar la mala suerte de su hermano Salvador Cortés. El cebadita, el más canijo del terceto sobreviviente, tenía genio.

Lo entendió Salvador Cortés, citó desde los medios y surgió esa muleta poderosa que le ha dado al sevillano un sitio en este mundo de navajas y cornadas. Pero el sitio de Salvador Cortés ya no es el mismo del de hace tres temporadas o cuatro. No es el mismo, por lo menos en Las Ventas. No remató por el excelente pitón derecho y naufragó por el izquierdo. Con todo, el verdadero naufragio fue la cornada que, en el momento de dictar esta crónica, parece no haber sido muy grave: una cornada limpia. Joder con la jerga taurina: no hay cornadas limpias; cada herida es la constatación de un desorden indeseable y en ese desorden no caben las limpiezas.

En resumen, los cebadagago sacaron complicaciones y los guardiolafantoni fueron unos bueyes horribles y adormecidos. Y los toreros, Encabo y Fernando Cruz, a tenor de esos bueyes. ¿Dónde está Cruz, aquel diestro de toreo puro, mano baja, remate a la cadera y pitón contrario cuando la ocasión lo requería? Ayer pareció resucitar en algunos momentos con el cebada, una serie de derecha y detalles sueltos.

Pero los detalles sueltos en toreo, como los versos sueltos en un mal poema, no construyen una faena ni una estructura poética. Fernando Cruz anduvo casi siempre en tierra de nadie y a merced del toro de Cebada. En los otros dos asumió con resignación el muermo y la falta de raza que derrocharon a espuertas los de Guardiola Fantoni. Nadie ha demostrado todavía que sea posible torear a los toros de Guisando: de piedra y anclados en la nebulosa de los siglos. Pues eso parecían ayer los tres remiendos con que el ilustre equipo de veterinarios zurció la corrida de Cebada.


ABC

Por Zabala de la Serna. Salvador Cortés amplía el parte de guerra

Salvador Cortés amplió ayer el parte de guerra en que se ha convertido esta Feria de San Isidro. Miguel Abellán, Luis Bolívar, Antonio Ferrera, Gimeno Mora, Rafael Cuesta e Israel Lancho. (Rosario apunta en el margen de la lista a «Patanegra», el caballo de los ojos juanrramonianos, como muñeco animado y roto de Disney). Y ahora Cortés, que en un cambio de mano sobre la izquierda, cuando la faena tocaba a su fin, cayó prendido por la certera daga del cebada, que profundizó en el hueco abierto por la muleta. ¡Ay, Cebada! Cebada volvía a Las Ventas después de dieciocho años de ausencia, y para esto no haber regresado nunca: pasaron sólo tres toros, y de los tres, dos se intuían repescados por piedad y por cara, solamente. De ellos este tercero hiriente, mansísimo en el caballo, se movió sin embargo por el pitón derecho con nobleza en los albores de faena de un generoso Salvador Cortés en la distancia. Después de dos series, la faena, y probablemente el toro, entraron en fase cambiante de luna menguante y ácida. Cortés presentó la zurda, y por ahí el cebadita se rebotaba con la cara por encima del palillo con mala leche. Desde ese momento a la cornada sólo hubo un paso, una tanda diestra de nuevo y el cambio de mano… Luis Miguel Encabo lo mató, y por poco no entra también el asta por su axila de un violento derrote. Encabo ya había despachado el primero, el más rematado del trío cebadista. Manseó y rehusó el caballo, pero luego se durmió en el peto. El torero alcalaíno banderilleó midiendo mal el terreno y la querencia, en toriles. Ya había tenido que pasar una vez en falso por un arreón. Y en el siguiente embroque la voltereta sobrevino, milagrosamente inocua con esas puntas. Se apagó el toro sin fondo y muy sangrado. El quinto, de Guardiola Fantoni, un guapo lucero de mucho cuello, apuntó nobleza sin terminar de humillar. Y luego se consumió como una vela sin oxígeno en una faena de entonado prólogo a su altura. Se tapó mucho la muerte con el descabello, y Encabo se encasquilló sin remedio.

Fernando Cruz pasaportó al cebada de turno, estrecho de pechos y con la culata de Bambi. El hijo pequeño de la novillada de Guadaira era. Protestón, frenado y con recuerdos de la guasa de la casa. Cruz se estrelló más tarde con un guardiola cinqueño cuajadísimo que quiso con buen aire y no duró nada. Y menos el sexto, que salió como resentido de los cuartos traseros, como yo a estas alturas de la isidrada.

©Salvador Cortés/Las Ventas

madrid_280509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:24 (editor externo)