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Plaza de Toros de Las Ventas

Domingo, 29 de mayo de 2016

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Baltasar Ibán. Bien presentados y de desigual comportamiento; encastado el segundo; manso y encastado el tercero; cumplidor en el caballo, noble y apagado el primero, y dificultosos los tres últimos.

Diestros:

Iván Vicente: de malva y oro. Ovación y silencio tras dos avisos

Alberto Aguilar: de rioja y oro. Oreja y ovación

Víctor Barrio: de grosella y oro. Silencio y silencio

Destacaron:

Entrada: dos tercios de entrada

Galería de imágenes: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=7114

Video: http://bit.ly/1sWbtUx

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Bravo 'Camarín'; listo Aguilar

Un cartel de agosto, el tiempo de otoño y la Infanta de primavera. Doña Elena, ejemplo de afición. Y los toros de Baltasar Ibán como señuelo de nostalgias. Los míticos ibanes y el nombre de un toro de leyenda: Bastonito. Y la leyenda épica de César Rincón en el 94. Bastonito de 2016 distó mucho de su pariente lejano. Cinco camadas y 22 años después otras hechuras y 80 kilos más. Montado, aleonado, el lomo quebrado, la culata escurrida, la cara engatillada. Como dos toros en uno. No se quiso comer el mundo (y a Rincón) como aquél. Punteaba algo rebrincado y pronto se refugió en tablas sin maldad. Iván Vicente dejó su sello de estilista en un manojo de verónicas y en algunos pasajes de una faena larga rematada de soberbia estocada.

La casta de Ibán vino a reivindicarla Camarín. De armónicas líneas, bajo, chato, de morrillo astracanado y seria expresión. A todo tren puso sus 560 kilos de salida. Vibrantes verónicas de poder de Alberto Aguilar, ganadoras de terreno, un paso siempre por delante de la trepidante repetición de Camarín. Nota para una segunda vara en largo del toro; el primer puyazo corrido notablemente agarrado por Juan Carlos Sánchez. Quedó la parroquia con ganas de un tercer encuentro. Entre tanto, Alberto quitó por tafalleras, un farol invertido y un airoso remate.

Aguilar brindó al público con esperanzas. Los doblones de castigo trataron de ahormar a Camarín, que saltaba por encima de los muslos del torero y descolgaba con ambición de muleta. Su bravura marcó un ritmo bárbaro en aquellas dos series de un bravo Aguilar. Impactó a la gente hasta entonces el toro y desde entonces fue otra cosa. Exactamente desde el paso por la izquierda. Como si lo hubiera dado todo. Alberto Aguilar lo comprobó en su regreso a la derecha -la embestida ya no se iba de la suerte- y estuvo listo para darle a la faena la medida exacta y atacar la muerte de frente: del volapié salió colgado de un pitón. La espada en lo alto. Y la gente emocionada. Unos con el torero, otros con el toro. Y el cronista valorando los méritos contraídos de uno y otro con la emoción contenida. Paseó Aguilar una oreja.

Tercero y cuarto fueron como el día y la noche. De hechuras opuestas. Uno con 484 kilos y el otro con 606. Uno vuelto de pitones y el otro con la cara abierta. Uno castaño y otro negro. Aquel abordable pese a un tornillazo a mitad de muletazo que casi siempre enganchó a Víctor Barrio y éste un mulo cinqueño que derrotaba por arriba a la defensiva en una obra extensísima de Iván Vicente. Una desconexión excesiva con el espectáculo. O el sentido del mismo.

El basto quinto también con los cinco años cumplidos hacia preguntarse qué fue del tipo de Baltasar Ibán. Picado muy trasero al estrellón, los más nostálgicos quisieron ver lo que no había. Y así en la muleta se arrancó con estilo de bravucón en la frontera 10 veces antes de empalar a Alberto Aguilar en una trágica voltereta: el torero se agarró como si fuese el toro mecánico. Cuando lo despidió, rodó dolorido pero intacto. El Ibán se rajó como desengañado. Y volvió grupas. Alberto le dio mulé por lo bajini.

Un aguacero crepuscular se precipitó sobre la lidia del sexto, un zambombo de 599 kilos. A veces la tablilla funciona como los precios del Hipercor. Víctor Barrio se postró de rodilllas en el tercio. Ese lance de la larga cambiada sería lo único en limpio. Brindó a la Infanta Elena y se enfrentó a los topetazos frenados. Paró de llover. Vinieron los cascabeles de las mullilas. Y arrastraron la tarde. Sonaba el pasodoble de Victoriano de la Serna.

ABC

Por Andrés Amorós. Un «Camarín» repleto de bravura

Con los toros de Baltasar Ibán, comienza el último tramo torista de la Feria de San Isidro, en el que también vamos a ver reses de Adolfo Martín, Saltillo, Cuadri, Victorino y Miura.

Los aficionados no olvidan a aquel «Bastonito», con el que estuvo heroico César Rincón, el 7 de julio de 1994. Lo mencioné una vez como ejemplo de bravura y don Álvaro Domecq sentenció: «Si les sale otro toro como ése, se han de comer con patatas toda la ganadería». Yo apostillé: «Así va la Fiesta». Lo más triste es que no se equivocaba…

Abre la tarde otro «Bastonito», que tiene gran comportamiento en los primeros tercios: va de largo al caballo, embiste con nobleza. Brinda –como sus compañeros– a la Infanta Elena, acompañada por su hija. (Su hijo Froilán está en un burladero). En la muleta, el toro se apaga. Iván Vicente, molesto por el aire, que le impide sacar al toro más al centro, vuelve a mostrar el excelente estilo que le hizo triunfar aquí, el pasado agosto, logra muletazos clásicos y mata con facilidad. Al cuarto, más complicado, que se duele y corta en banderillas, lo ahorma bien por bajo y, tragando mucho, saca algunos notables derechazos. Vuelve a estar certero con la espada pero el toro no se deja descabellar y escucha dos avisos. A pesar de eso, me ha dejado la impresión de un buen profesional, que merece torear más.

Salto el orden para hablar del segoviano Víctor Barrio, que fue líder de los novilleros, en el 2011. En el tercero, se la juega Alberto Zayas, con los palos. El toro mete bien la cabeza pero pega un tornillazo, al final, y engancha la muleta varias veces. Le ha costado cogerle al toro el ritmo (no el aire, que sopla demasiado). En el sexto, ya de noche, bajo una fuerte lluvia, brinda a la Infanta y –me cuentan– a las mujeres, por extensión. Este toro es deslucido, se raja a tablas. Víctor insiste, sin brillo, y mata mal.

El bravo Alberto Aguilar, especialista en corridas duras, vio frenada su carrera por una grave lesión. Esta tarde, tiene la suerte/desgracia de que le toque un toro excepcional, «Camarín», de 560 kilos: desde el comienzo, repite, con gran fijeza. Acude dos veces de largo al caballo y surge la bronca por no verlo en el tercer puyazo. (¿En qué otra Plaza española sucedería esto?). A la muleta, acude con fiereza y gran emoción (lo que tantas tardes echamos de menos). Aguantar estas arrancadas, sin ahogarse, tiene mucho mérito. Mata Alberto de una estocada a cambio de un pitonazo y se le concede una oreja. Aunque el toro ha ido un poquito a menos, creo que merecía de sobra la vuelta al ruedo, reclamada por muchos. El quinto prueba y luego arrea, es encastado. El diestro no se arredra, es entrampillado y queda largo rato a caballo sobre el pitón: parece no llevar herida, sólo la paliza. Mete la mano con habilidad y se ovaciona su gallardía.

Toda la corrida de Baltasar Ibán ha tenido casta y, por ello, mucho interés. El gran toro «Camarín» compite ya con «Malagueño» para ser el mejor de la Feria. Un «camarín» es una capilla pequeña, donde de rinde culto a una imagen muy venerada y se guarda un tesoro. Este «Camarín», de Ibán, estaba repleto del tesoro que es la base de toda nuestra Fiesta: la bravura.

Postdata. ¿Qué tiene el fútbol para atraer tanto a las masas? Contestaba don Gregorio Corrochano: «Las dos porterías; es decir, la rivalidad. Eso es lo que necesita la Tauromaquia». Tenía razón. Si torearan mano a mano, en San Isidro, Enrique Ponce y José Tomás, con toros –por ejemplo– de Baltasar Ibán, ¿duda alguien de que se abarrotaría la Plaza?

La Razón

Por Patricia Navarro. Que nos libren del bueno y del malo

El todo y la nada vivió en sus carnes Alberto Aguilar en su tarde madrileña. A fuego. No era tarde de pasos en falsos. Ni se lo iban a permitir. El quinto fue un toraco de amplia cornamenta por lo ancho que era de sienes, pasar por allí debió ser un calvario. Ni me imagino verte colgado del pitón y cómo pensar en deshacerte de ese entuerto. Así se vio Alberto Aguilar. Se vio claramente cuando el toro le prendió, enfurecido, porque a la movilidad violenta del animal nunca le acompañó la entrega. Salió ileso y cuando quiso seguir en la pelea, el toro ya había desistido de ella rajándose camino de tablas. Se apagó la vela que quedaba. El último soplo. La cara y la cruz se había llevado con «Camarín», el segundo toro de la tarde. Un explosivo Ibán que fue dos veces al caballo y lo hizo desde lejos y con entrega y ocurrió después que llegó a la muleta con una acometividad extraordinaria, todo motor, furia. Bravo el toro. Una catarsis de embestida que le hizo caballo ganador y casi de manera exclusiva. La faena de Alberto Aguilar fue de más a menos, también el gas del toro, que según avanzó el trasteo le costó más distanciarse de la muleta, moría antes su embestida, y Aguilar se le afeó la faena también entre el viento y la falta de temple. Una cosa lleva a la otra. Una cosa se envenena con la otra. Le marcó en la barriga al entrar a matar y le cortó una oreja mientras el público se dividía. Unos se quedaban con «Camarín» y otros con el esfuerzo de Aguilar. El toro puso la emoción (otro cantar era la entrega).

Descastado y sin clase fue el Baltasar del estreno de Iván Vicente al que sumó el reto del viento; peor se le puso la cosa con un cuarto que desarrolló peligro mientras el airecito levantaba las telas. Entregado Vicente. Víctor Barrio se las vio con un tercero, que pasaba de largo siempre rebrincado y muy cambiante según si el muletazo remataba con temple o no. Tarea difícil tal y como estaba la tarde. El descompuesto sexto cerró el festejo bajo la lluvia y el frío. Nada había que hacer a estas alturas más que pasar el trago con la mayor dignidad posible. Y acabamos.

El País

Por Antonio Lorca. Grandísima ovación para ‘Camarín’

La plaza, puesta en pie, despidió con una grandísima ovación a Camarín, segundo de la tarde, de 560 kilos, que tuvo un comportamiento sobresaliente. Cuando las mulillas desaparecieron, las palmas se tornaron en una bronca dirigida al presidente por no conceder la vuelta al ruedo al toro.

Pero, ¿era merecedor de tal distinción? Al menos, fue un toro para la discusión, que debiera ser elemento fundamental en este arte, y que se ha perdido en aras de la unanimidad que propicia el aburrimiento.

Camarín embistió con fiereza al capote que le presentó Aguilar, quien consiguió una verónicas tan apasionadas como jaleadas. Acudió de largo al caballo y empujó al peto en primera instancia, aunque se aburrió y prefirió aliviarse con un solo pitón; tardeó, pero volvió a obedecer otra vez el cite del piquero, también a varios metros de distancia, pero no recibió más que un picotazo. Persiguió con alegría en banderillas, y llegó a la muleta con resuello y vida, y repitió la embestida con encastada nobleza en las tres primeras tandas por el lado derecho, bajó el tono cuando el torero tomó la zurda y se resintió del esfuerzo en los redondos finales.

Aguilar estuvo correcto con un animal muy exigente, que pedía a gritos una muleta con mucho mando y, quizá, con el conocimiento suficiente para no intentar el toreo actual. Al toro le faltó la calidad de la moderna nobleza artística y le sobró codicia; además, la impericia de su lidiador, que torea poco, no permitió el total lucimiento de su bravura. En fin, que a Aguilar le concedieron una oreja como señal de que no estuvo mal, pero ese toro exigía y merecía otro trato.

Pero, ¿era de vuelta al ruedo o no? Y surge otra cuestión: ¿en comparación con quién? Si se lo compara con el desierto de casta de una feria desesperante, sí era de vuelta. Si se le exige como toro bravo en el caballo, no. Bien es cierto, no obstante, que el presidente no autorizó un tercer puyazo, que hubiera disipado cualquier duda. En todo caso, un toro sobresaliente.

El resto de la corrida defraudó. Predominó la mansedumbre y la falta de clase. El propio Aguilar se llevó un tremendo arreón del quinto, rajado y aculado en tablas. Iván Vicente demostró maneras ante el agotado y noble Bastonito, que salió en primer lugar, y escuchó dos avisos ante el deslucido cuarto. Y Barrio se vio desbordado por el astifino y exigente tercero, y nada pudo hacer ante el parado sexto, cuya lidia transcurrió entre un aguacero.

madrid_290516.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:12 (editor externo)