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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del sábado, 30 de mayo de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Victorino Martín, desiguales de presentación, el 3º muy terciado y descastados, salvo el manejable 1º, aplaudido en el arrastre.

Diestros:

Diego Urdiales: silencio tras aviso y silencio.

El Cid: palmas y silencio.

Iván Fandiño: silencio y silencio.

Saludó: José Manuel Fernández 'Alcalareño' se desmonteró en el 2º.

Entrada: Lleno de 'No hay billetes'.

Crónicas de la prensa: El País, Abc y El Mundo.

©Iván Fandiño/El País

Madrid Temporada 2009


El País

Por Antonio Lorca. Decepcionante olor a torería

Los toros de Victorino fracasaron en toda regla. La alarmante falta de fuerzas, la ausencia de casta y las malas intenciones -sobre todo, las del sexto- acabaron con todas las ilusiones. Casi todos los toros renquearon de los cuartos traseros y salieron de los caballos agotados y sin vida. El público de Madrid, que acoge con cariño esta divisa, se enfadó de verdad en el quinto, un auténtico inválido, ante el que intentó justificarse El Cid entre una protesta generalizada, y la amenaza de una negra tormenta.

Pero que no cunda el desánimo. También olió a torería en tarde tan decepcionante. Y ocurrió durante la lidia -ejemplar, por cierto- del segundo de la tarde, al que El Cid recibió a la verónica con esa serenidad y suficiencia propias de este torero. Abrió el compás y cerró con dos medias, la primera, extraordinaria, y la segunda, añeja, belmontina. Lo llevó al caballo con suavidad; el toro derribó con estrépito, el picador Manuel Jesús Ruiz, quedó debajo del jaco y pasó el trago de verse los astifinos pitones en la misma cara. El Cid se llevó al victorino a una mano hasta el centro del anillo. Lo dejó en los medios para el segundo puyazo, y el picador, dolido pero ya repuesto, hizo la suerte como mandan los cánones: se dejó ver, movió el caballo, lo llamó levantando la vara, y el toro acudió presto, mientras el hermano de Espartaco se ganaba una merecida ovación.

Y llegó un quite a la verónica, dos y una media, elegante y suave.

El Boni lidió al toro en banderillas, sin molestarlo, con los capotazos precisos. Primer par enorme de Alcalareño; aceptable el de Pirri, y otro, aún mejor que el primero de José Manuel Fernández, que tuvo que desmonterarse para responder a los aplausos del público.

En ese momento, hacía tiempo que olía a torería en la plaza. Y a triunfo de un torero que venía a reivindicar su condición de primera figura.

El toro, en las tablas; El Cid, en los medios, y en los corazones, la esperanza de una faena grande, pues el toro había dado muestras de nobleza y recorrido.

Pero sólo hubo olor, que no es poco. Porque el animal, que ya había dado alguna muestra de flaqueza en banderillas, dijo que no podía con sus huesos, que lo sentía mucho, pero que estaba agotado.

Sus andares cansinos lo delataron, y, a pesar de la voluntad del torero, no surgió la chispa que encendiera la emoción; a pesar de que se cruzó y lo intentó por ambas manos, cuando no hay codicia ni casta, no es posible el toreo. Y toda esperanza se diluyó como la fuerza de la gaseosa.

Pero, por unos momentos, olió a torería y a triunfo. Porque hubo un torero y una cuadrilla que actuaron como figuras de verdad.

No hubo más. Lo volvió a intentar El Cid ante el quinto, un inválido total, entre la indignación popular, el viento, los truenos… En fin, imposible.

También lo intentaron, cómo no, sus compañeros de cartel, pero con menos preparación y la misma mala suerte. No se le vio fino ni suelto, aunque sí valentón, a Diego Urdiales con su deslucido lote. El primero, que fue aplaudido en el arrastre, fue un toro pegajoso, que se revolvía con celeridad e impedía la correcta colocación después de cada pase. La verdad, no se rompió con el toro, que salió vencedor del envite. Después, se dio el arrimón con el desclasado cuarto.

Y Fandiño salió de milagro por su propio pie. Resbaló y cayó en la cara de su primero, noble y muy desfondado, que lo tuvo a su merced, lo empaló y lo volvió a poner de pie. Muchas gracias. Y se libró como pudo de los gañafones de la alimaña que hizo sexto; esta vez, el toro le hizo una zancadilla, al suelo, pisoteo general, y, sólo, menos mal, el cuerpo molido. A Dios gracias.


ABC

Por Zabala de la Serna. Rotundo desastre de Victorino Martín

La corrida de Victorino Martín, tantas veces guinda de San Isidro, broche cárdeno y dorado, fue ayer la puntilla de una feria que barbeaba tablas desde su concepción y nacimiento. Desastre rotundo y sin paliativos de Victorino, que sólo se puede agarrar a una presentación seria, pero muy altona. Dos petardos consecutivos en Sevilla y Madrid, ni más ni menos, preocupan. La temporada pasada quebró al alza una racha anterior muy negativa que desató las alarmas. Vuelven las nubes de tormenta. Como las que se cernían sobre Las Ventas cuando El Cid agarró la muleta ante el flojo quinto. El Cid, contra los elementos. Contra un toro vacío; contra el viento. Cambió a los terrenos más protegidos del «5». Nada. No humillaba el victorino, no se empleaba. Demasiado sacó. Su último cartucho de la isidrada traía la pólvora mojada.

Las ilusiones se habían encendido con el segundo, el más bajo del sexteto. Galopó en el capote de un Cid tranquilo y seguro que voló la verónica ganando terreno constantemente hasta el platillo. Buena y enroscada la media. Lidió perfecto, incluso en el apunte de quitar a una mano el toro a su picador atrapado en un derribo. Del siguiente puyazo El Boni lo sacó por delante hasta casi rematar como un matador de toros… La cuadrilla de El Cid entró en fase de exhibición. Mientras el de Victorino iniciaba un cambio a peor en banderillas, Alcalareño se desmonteraba tras dos pares espectaculares. El toro ya había cambiado por completo cuando el torero de Salteras lo citó en largo sin probatura ninguna sobre la derecha. Empezó a meterse por dentro, a menos el recorrido, hasta el punto cero de capacidad de entrega. Un desarme anunció su transmutación, y el animal que presagiaba triunfo en los tercios preliminares se travistió de reservón gazapeador a media altura, sin permitir ni el lucimiento ni el asentamiento.

En los albores de la tarde, Diego Urdiales paró con el capote al primero haciéndolo todo para prolongar una embestida que ya entonces se anunciaba escasa. El victorino cortó el viaje en banderillas a Juan Carlos Tirado por el izquierdo, y Pirri estuvo oportunísimo al quite con el compañero en el suelo. Mantendría el toro la constante de rebañar a izquierdas. Bien Urdiales andándole hacia la boca de riego, y bien también sobre la derecha tratando de romper hacia delante ese tranco que le faltaba y al que se resistía. Dentro de un orden, ese pitón derecho fue lo más asequible de los seis victorinos. Buenos momentos, lejanos con el acontecer de la tarde, en buenas manos. Pero mala cabeza para concluir la faena por el lado izquierdo, el malo del toro. Qué absurdo, ¿no? La espada desdibujó definitivamente todo, aunque nada estropeó con el morucho, rajado e infumable cuarto.

Iván Fandiño sustituía a El Fundi, pero la oportunidad se volvió mentirosa. En sus dos faenas cayó a merced de unos enemigos que embestían con las pezuñas, que lo zancadillearon y lo derribaron. Suerte tremenda al final para enmendar un altón y complicado tercero que ni siquiera alcanzaba el título mítico de alimaña. Como el gigantesco último, un caballo que tumbó por los pechos a su primo del peto. Luego se defendió con violencia sin pasar. Las alimañas eran otra cosa. Y los victorinos también. Desgraciadamente.


El Mundo

Por Lucas Pérez. Decepcionante corrida de Victorino Martín

La Feria de San Isidro finalizó con la tradicional corrida de toros de Victorino Martín. No fue el colofón esperado pues, si tradicional es que el ganadero de Galapagar cierre el abono isidril, no lo es tanto que naufrague como naufragó con un encierro tan bien presentado como deslucido y sin la emoción ni la casta a la que tiene acostumbrados a los aficionados.

Tras el fracaso de Sevilla y el de este sábado en Madrid, el prestigio del ganadero de Galapagar queda algo devaluado.

Quizá el astado que más se acercó a lo que suele ser el comportamiento de un toro de Victorino fue el primero, que cumplió en varas, tuvo fijeza y embistió encastado aunque con complicaciones a la muleta de Diego Urdiales.

El riojano lo toreó en redondo llevando muy tapado al animal, pero al cambiarse la muleta al pitón izquierdo, comprobó el peligro y el sentido de este encaste. Pese a todo, Urdiales hizo un sincero esfuerzo que se quedó en silencio por el deficiente uso de los aceros.

Se sacó el cuarto a los medios, pero el toro, que también buscaba los tobillos del torero, se rajó y busco las tablas, por lo que el riojano desistió y se fue a por la espada.

Algo que también suele ser tradicional es el triunfo de El Cid frente a los toros de Victorino Martín, pero está claro que éste no es su año. Tuvo un lote muy deslucido pero, igualmente, el sevillano dio muestras de no atravesar por su mejor momento. Su primero fue un bravo animal que tuvo fijeza pero que llegó algo aplomado al último tercio.

Lo intentó sin la fe habitual El Cid pero, a decir verdad, tampoco había mucho de donde sacar. En el quinto llegó el escándalo debido a la falta de fuerza del 'victorino'. El presidente lo mantuvo en el ruedo y el astado, deslucido, no dio opciones al diestro sevillano en una faena que tuvo que desarrollarse en los terrenos del 5 debido al molesto viento.

Completó la terna Iván Fandiño, que entró en el cartel en sustitución de El Fundi gracias a su valerosa confirmación de alternativa a principios de Feria. El diestro no pudo redondear su buena actuación de hace semanas debido a un lote sin opciones. Su primero se vino abajo y lo cogió de fea manera, afortunadamente sin consecuencias mientras que el sexto, con peligro, le hizo pasar un mal rato.

Madrid Temporada 2009

madrid_300509.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:26 (editor externo)