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PLAZA DE TOROS DE LAS VENTAS

Tarde del domingo, 31 de mayo de 2009

Corrida de rejones

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Flores Tassara.

Caballeros:

Joao Moura: silencio y silencio.

Joao Moura hijo: vuelta al ruedo tras petición de oreja y silencio.

Leonardo Hernández: silencio tras aviso, oreja.

Entrada:

Crónicas de la prensa: ABC, El País y El Mundo.

©Leonardo Hernández/Las Ventas.


El País

Por Antonio Lorca. El pollo fue para Hernández

Leonardo Hernández cortó una oreja y le regalaron un pollo. Es verdad que fue en el último minuto, pero se lo ganó a ley por sobreponerse a la extrema mansedumbre del sexto de la tarde. Un pollo para un caballero en esta plaza es algo muy serio.

La tarde fue muy irregular, y se veía a leguas que el aficionado de los pollos se los llevaba de nuevo a casa. Primero, porque los rejoneadores son unos pinchaúvas y lo estropean todo con el rejón de muerte. Delito tienen los Moura, padre e hijo, que no quieren descabellar ni a tiros, y prefieren deslucirlo todo a rejonazo limpio; segundo, porque los tres caballeros tratan de hacer un rejoneo clásico, al margen de las espectacularidades de algunas figuras, y eso desilusiona al público; y, por último, ninguno de los tres encandiló a los tendidos con una actuación completa. Por cierto, el público es de verbena. Ya se sabe que la inmensa mayoría de los públicos de toros es indocumentado y festivalero, pero el de rejones es de premio. Lo aplaude todo, eso sí, y se divierte, fundamentalmente, animando a los rejoneadores con esas palmas que se oyen en la tele durante las competiciones de atletismo cuando un deportista se dispone a dar un salto de longitud o altura. De verbena, sí, pero no hay otro.

Pero también hubo momentos buenos. Moura padre, que lleva tanto tiempo a caballo que parece un hombre a un equino unido, dijo ser un maestro en el tercio de banderillas a su primero, templando a dos pistas a la perfección. Su estampa añeja la emborronó con su desangelada actuación ante el cuarto.

Su hijo es hijo de su padre; es decir, que también templó de maravilla al segundo con las banderillas, e inexplicablemente le negó la oreja el presidente. Pasó un mal rato ante el mansísimo quinto, pero resolvió la papeleta con dignidad.

Y Hernández estuvo muy por encima del parado sexto, y entusiasmó con las banderillas al quiebro. Había dejado un buen sabor ante el tercero, con un rejoneo muy templado y animoso. El premio final, una oreja y un pollo, que no está nada mal.


ABC

Por Zabala de la Serna. Valor y garra de Leonardo Hernández

A las ocho orejas que se cortaron en San Isidro a pie, hay que sumarles la manita de ellas que se llevaron Pablo Hermoso de Mendoza (tres en su primera cita y la consiguiente Puerta Grande), Andy Cartagena y Álvaro Montes (una y una). Hermoso marcó una diferencia abisal con la fácil corrida de Los Espartales, pero el magisterio y la raza para superar una semana después lo mucho que apretó el sexteto de Bohórquez y la cornada de «Patanegra» adquirieron verdadera importancia, su auténtica dimensión, aun sin premio por el mal uso de los aceros. Antes, en el antiguo pliego, en San Isidro se programaban tres corridas de rejones; el nuevo las dejó en dos hace un lustro. Y, claro, hubo que inventarse esta guindita post-isidril de ayer a modo de parche subsanador, como la Feria del Aniversario.

El interés se centraba en los herederos homónimos de Joao Moura y Leonardo Hernández. Moura hijo acarició el éxito de un trofeo que la presidencia le denegó contra la petición popular. Pero lo cierto es que al toro de Flores Tassara le colgaban las dos. Sería el único con son y tranco que las ofrecería de una corrida mansa y complicada. El portugués anduvo bien, en una actuación de menos a más, templado a dos pistas y fácil y con oficio. La vuelta al ruedo fue su premio. Esperó también a portagayola al quinto, el toro que no amaba a los caballos. No embistió ni una sola vez a las monturas, pero sí a los capotes de los auxiliadores, como si estuviese acostumbrado en el campo a la cercana compañía de los equinos y los despreciase. Joao júnior se desesperó. Imposible de todas, todas.

Es una sensación, pero a mí me parece que Leonardo Hernández tiene más fibra. O al menos le pone más tensión a su toreo, que no sé si se podrá traducir por más valor. Leonardo chico venía de triunfar en Sevilla, y le sacó todo a un tercero que empezó poniéndose por delante y luego no embestía con continuidad, sino por arreones. Arriesgó al castigarle solo con un hierro. A eso se le llama apostar. Dentro de su escuela clásica, calentó el ambiente por otro registro, con las cortas al violín. Pero las circunstancias se le torcieron. Pinchó y se le partió el rejón por la punta de la hoja. Cuando iba a atacar el segundo embroque, ¡se disparó el aspersor! Y para colmo se tapó el bruto la muerte con el descabello.

Leonardo Hernández puso de nuevo toda la carne en el asador con el sexto, otro mulo. Pero lo fijó y lo lidió perfecto. Se dejó mucho ver en largo y arrancó una oreja de garra y valentía, haciendo las cosas de frente y por derecho: había que arrojarse para llegar al toro. Chapó.

Moura padre enceló con magisterio a un primero que volvía grupas, y nada pudo hacer con un cuarto infumable que a punto estuvo de derribarle. En ambos, como siempre, se atascó en la muerte.


El Mundo

Por Lucas Pérez. Una oreja a la entrega de Leonardo Hernández

Después de tres semanas de toros consecutivas, el festejo del domingo se hacía un poco cuesta arriba. Por eso, la tarde en Las Ventas se vivió como un festejo de transición y, en cierto modo, de relax, entre lo que ha sido la Feria de San Isidro y lo que será, a partir de este martes, la Feria del Aniversario.

Para la ocasión, y como ya viene siendo habitual en los últimos años, la empresa Taurodelta anunció un festejo de rejones, fuera de abono, televisado en la modalidad de 'Pay Per View' (PPV) que tan buen resultado ha dado en otras ediciones. Los tendidos de Las Ventas registraron una buena entrada, con tres cuartos del aforo cubierto de aficionados que disfrutaron, por momentos, de la belleza incuestionable del arte del rejoneo.

No fue, sin embargo, un festejo demasiado brillante en conjunto. Los culpables no fueron otros que los ejemplares escogidos de Flores Tassara, que mansearon y buscaron tablas, haciendo inútiles en ocasiones los esfuerzos de los caballeros por triunfar. Lo más puro de la tarde lo hizo Joao Moura padre en el primero.

A lomos de Merlín, el portugués templó al astado en un tercio de banderillas de gran ajuste. Su cruz, como en otras tantas ocasiones, fue el rejón de muerte, con el que falló, cambiando una posible oreja en un silencio al final de la lidia. Con el cuarto, manso, no pudo alcanzar el mismo buen nivel.

La única oreja de la tarde la cortó Leonardo Hernández en el sexto. Si en el tercero había realizado una labor ascendente malograda con los aceros, en este sexto no se le escapó la oreja después de brillar a lomos de Verdi a base de entrega, técnica y laboriosa labor en la que consiguió sacar al astado de su querencia.

Otro trofeo más debió pasear Joao Moura hijo en el segundo, pero el presidente César Gómez se lo negó de forma incompresible al no atender a la fuerte petición del respetable. Con el quinto, otro manso de la deslucida corrida de Flores Tassara, nada pudo hacer.

Madrid Temporada 2009

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