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Plaza de Toros de Las Ventas

Viernes, 31 de mayo de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Samuel Flores, 3º devuelto por sobrero de Aurelio Hernando, de mal juego general

Diestros:

Antón Cortés: pitos y silencio.

Pérez Mota: silencio y ovación, confirmó la alternativa.

Rubén Pinar: ovación y silencio.

Entrada: Casi lleno.

Galería fotográfica del festejo: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5382

Crónicas de la prensa: El País, El Mundo, La Razón.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

La “Samuelada” fue un pestiño. Antes no salían así, desde luego. Y lo del feísimo quinto con no se cuantos metros de pitones fue el horror que remató el encierro. Una decepción más y es la penúltima. Tarde de huracán y frío, que lo sentirían también los toros y los toreros. Hubo una confirmación la del gaditano Pérez Mota, que en el toro del doctorado no pudo hacer nada pero en el famoso y descarado quinto estuvo hecho un tío y lo mató de lujo. El chaval de El Bosque se reafirmó ayer cuando muchos ya no se acordaban de él. El padrino de la ceremonia ni estaba ni se le esperaba. Antón Cortés pasó por Madrid como alma en pena, casi de vuelta, y con esa disposición no se puede estar en tardes tan comprometidas. El que si se la jugo en el extraño sobrero que salió tercero fue Rubén Pinar, que se llevó una cogida, no sé cómo no tuvo consecuencias, de las de de órdago. Y estuvo allí firme para merecerse el respeto y la ovación del público. En fin, menos mal que nos queda Portugal. Digo, Cuadri, que nos queda Cuadri para el cierre.

El País

Por Antonio Lorca. Frío vendaval de cuernos

Hizo frío para dar y regalar, una tarde invernal donde las haya a pocas horas de que comenzara el mes de junio; el viento sopló con inusitada fuerza, de modo que los toreros no pudieron controlar capotes ni muletas, con el peligro añadido que ello supone. Y también hubo cuernos, gruesos, largos y llamativos; y algo más: mansedumbre y falta de clase y de casta. En una palabra, un horror. No puede extrañar a nadie que muchos espectadores escaparan de la plaza mucho antes de que finalizara el festejo porque el cóctel del frío helador, el viento molesto y los toros basura no hay alma que lo soporte.

Un año más, y van…, la ganadería de Samuel Flores ha vuelto a demostrar que lo único que puede lucir son pitones. Y se dice bien, porque sus toros no estuvieron bien presentados, pues detrás de la cara no había seriedad ni cuajo en la mayoría de los que salieron al ruedo. Y su comportamiento no tiene nombre. Ya el primero dio la voz de alarma; costó un mundo llevarlo al caballo y del encuentro salía en estampida cuando notaba la puya. Y así uno detrás de otro, a cual mayor calamidad, incluido el quinto, que solo tenía pitones y mala clase, o el sexto, que era un cobarde, que huyó de la muleta de Pinar por toda la plaza. Solo el lote de Pérez Mota, que vino a confirmar su alternativa, se dejó dar algún muletazo detrás de una nobleza tonta que más sonaba a simpleza. En fin, un desastre de corrida, propia de esta modernidad en la que nos hemos acostumbrado a ganaderías insoportables que, sin motivo alguno, vuelven año tras año para sufrimiento de todos.

¡Ya está bien con la ganadería de Samuel Flores…! Ya es hora de que aparque y deje de venir a esta feria por una larga temporada. Mientras tanto, no estaría de más que buscara algo más que cuernos, porque ha llegado un momento en que esos feos sombreros no producen asombro, sino sonrojo. Sobre todo, porque detrás de la fachada solo queda carne amorfa de un mulo. Así las cosas, y con el invitado del vendaval, no estuvo la tarde para el triunfo, que, sin duda, necesitaban los tres toreros, que cada uno lo buscó como pudo, y ninguno lo encontró. La verdad es que venir a Madrid a ver si suena la flauta suele ser una quimera. La flauta no suena. Venir a la desesperada puede ser humano, pero es una actitud condenada al fracaso. A pesar, incluso, del valor, la disposición, la buena voluntad y las maneras de cada cual.

Hizo el paseíllo un gaditano llamado Pérez Mota, que tomó la alternativa en el año 2007 y aún no la había confirmado. Torea poco y vino para probar suerte y, si fuera posible, relanzar su carrera. Difícil empeño. El torero se empleó a fondo, dio de sí todo lo que lleva dentro, que no es poco, se jugó el tipo de verdad, incluso le robó muletazos estimables a sus dos noblotes toros, pero al final se fue como vino. Eso de jugarse los cinco años de una carrera a una sola reválida es tarea harto difícil.

Mandó poco, porque su experiencia es corta, pero cuando se confió con su primero, le trazó una buena tanda de redondos; le aconsejaron desde el callejón que le bajara la mano al otro, lo hizo y dibujó un manojo de derechazos largos y templados bien rematados con largos pases de pecho. Pérez Mota estuvo muy por encima de sus circunstancias, pero él necesitaba un triunfo gordo que no llegó. Vuelve, con toda seguridad, al anonimato con el legítimo orgullo torero de haber estado por encima de su lote cornalón.

Menos suerte tuvo Antón Cortés, que hace años dejó aquí buenos recuerdos, y volvía para reverdecer laureles. Su lote no fue propicio para su toreo agitanado y todos los intentos resultaron baldíos, destemplados e insulsos. El primero embestía a tornillazos, sin entrega ni clase alguna, y el éxito del torero fue salir indemne del encuentro. Y el otro era la sosería andante que acudía al cite porque no tenía cosa mejor que hacer. Cortés dio muchos mantazos -quizá, no era posible hacerlo mejor ante tal oponente-, y todo pertenece ya al olvido. Todo, menos su deseo de volver a una senda que la tiene muy cuesta arriba.

El más joven de la terna, Rubén Pinar, se libró de milagro de una cornada cuando el sobrero lo volteó en los inicios de la faena de muleta y lo buscó con saña en el suelo. Felizmente, la sangre solo manchó el vestido blanco y oro del torero. Fueron evidentes sus ganas de agradar, y se peleó de veras contra la luz apagada de un toro sin entrega ni recorrido. El último fue el peor del encierro. Manso de solemnidad, sin una gota de casta en las venas, salió suelto del caballo, y huyó rajado de la muleta de Rubén, que lo persiguió con desesperación por toda la plaza.

El fin de la corrida fue un respiro. ¡Una manta, por favor…!

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Grata confirmación de Pérez Mota entre mansos de libro y un vendaval

Un viento intolerable azotó Las Ventas. ¿Cuándo se suspenderá por viento una tarde? Este viernes torear era un imposible. Un riesgo añadido para los toreros, descubiertos constantemente por los golpes de Eolo.

Merítisima fue la confirmación de Pérez Mota con un manso descompuesto que gracias a la firmeza del chaval se fue atemperando sobre una mano derecha puesta y predispuesta. A favor del samuel de pavorosa testa es que no tenía maldad y que no la acabó tomando mal por ese lado. Valentísimo Mota que se atracó a la hora de matar tanto que la espada se le fue contraria y la sacó para evitar que quedase el borrón. A la segunda volvió a entrar recto como una vela.

Empeoró la situación con otro manso pero orientado. Más viento. No quería el toro más que defenderse por arriba, cuando no coger. Antón Cortés mató en los bajos tras intentarlo lógicamente sin convencimiento y consecuentemente en vano.

El tercero con un flequillo feo y cara lavada bajo el armamento fue devuelto por inválido. Fue impresionante ver como un azote del viento dejo a Rubén Pinar desnudo de capote en los medios con el sobrero jabonero y afiladísimo de Aurelio Hernando. Terrorífico el trance. Peor cuando en la muleta se le volvió a vencer directamente al cuerpo. Se le picó poco. Estremecedor el volteretón; un milagro que Pinar se levantase indemne con esas puntas. Toro viejo y peligrosísimo desde capotes. Valentísimo Pinar, poderoso sobre la mano derecha. Ni uno por el izquierdo. Fabuloso el espadazo.

El cuarto tendría un metro de pitón a pitón. Un mamut. Se defendía con sus palas en las telas al viento. Otra faena al refugio del “5”. No cabía en la muleta. Antón Cortés muy abierto con el toro desentendido. Velas al viento sin humillar, como quereindo coger la muleta con el pitón de fuera. Bueyuno. Cortés precavido.

El castaño quinto rajaba el cielo con sus perchas. Se repuchó en el caballo. Pero tuvo mayor humillación en la muleta (dentro de un orden) de un Pérez Mota que se lo hizo todo por abajo. Muy arrastrada la muleta. Una en que por el viento o lo que fuese no lo consiguió se le enredó en las astas. Muy de verdad y toreando fetén. Faena diestra. Sorprendente el tipo si arredrarse con semejante pavo. Borda las trincherillas. Brutal el sopapo con la espada. Quizá por su leve travesía retrasó la muerte. El descabello enfrió la buena obra.

El sexto fue el de mayor remate y el más manso entre los mansos. Que ya es decir. Oleadas en banderillas y la cara por las nubes. Y más de lo mismo en fuga en la muleta de Pinar. Vuelta al ruedo completa tras el mulo en huida.

La Razón

Por Ismael del Prado. Tan cerca pero a la vez tan lejos

Afición con buena memoria, Madrid estrenó ayer la tarde con una fuerte ovación allá por la grada del «8». Con chaqueta azul y como un espectador más, ocupaba su localidad Adolfo Martín. En el recuerdo su buena tarde del día anterior. El misterio de la bravura al cuadrado. Por partida doble con sus dos encastados cárdenos. Pero la rueda siguió girando y cambiamos, sin desmarcarnos del clásico epílogo torista, bien pronto de tercio. De Albaserrada a Gamero Cívico. Encierro de Samuel Flores, fiel al tipo de este encaste. Toros acapachados, muy desarrollados de cuerna, con mazorca amplia y de comportamiento abanto que, por desgracia, no se atemperó en la muleta salvo en el lote de Manuel Jesús Pérez Mota, más manejable, que propició los pasajes más vistosos de un festejo en las Antípodas del día anterior.

Manuel Jesús Pérez Mota confirmó alternativa con «Cuchillazo». Hizo honor a su nombre: despampanante su arboladura, infinito el pitón izquierdo. Larguísimo. Se dolió mucho en el caballo. Huidizo, no hubo manera de recogerlo y se hizo el rey de la plaza. Mal lidiado. Tras la ceremonia, el gaditano empezó por estatuarios y continuó toreando en redondo junto a toriles. Hubo una buena tanda de derechazos, con más profundidad, en la que pudo correr más la mano y estirarse. Era el pitón de mayor recorrido del animal. Manejable por ahí. Lo intentó con la izquierda y volvió a quedarse más cortito y protestón. Regresó a la derecha, pero entonces el burel ya estaba demasiado parado. Un desarme en las bernadinas del final y el metisaca inicial con la espada terminaron de disipar la labor, brindada a su madre.

Exagerado y muy cornalón el quinto. ¡Vaya pitones! Se dejó hacer en el peto y se dolió del castigo en banderillas. Sin embargo, tomó por abajo la muleta, aunque sin terminar de romper, cabeceando y con las lógicas dificultades de embarcar semejante transatlántico en la pañosa. Pura Física. Pese a dicha aparatosidad, que posiblemente contribuyó a que aquello tuviera emoción, tiró de él con fe Pérez Mota, que echó la moneda y se confió ante un animal manejable. Dos tandas notables en redondo. Una de ellas, de mano baja. Era una quimera meter el acero entre semejantes guadañas, pero el gaditano lo hizo con mucha verdad y dejó un espadazo, una pizca atravesado, de justicia. Rotunda ovación que saludó. Rédito ganado.

San Isidro entero llevaba en corrales «Vieiro», jabonero sucio de Aurelio Hernando. Por fin pisó el albero para reemplazar al primero de Rubén Pinar, devuelto tras blandear varias veces. El de Veragua, astifino y bien hecho, cumplió en varas y banderillas. Con relativa movilidad. Por doblones, el torero arranque de trasteo. Deslucido y sin fijeza, desparramó la vista y rebañó en todo momento las embestidas. El susto llegó en la segunda serie. Lo prendió de la corva y lo arrojó contra el suelo. Allí, se ensañó e incrustó las astas en la arena. Emparedado el cuerpo del torero. Desmadejado. Segundos interminables en las fauces de la res. Milagro. No se amilanó el albaceteño y se cargó de tesón para robarle un par de tandas más. Meritorias. Más que por la lucidez, porque el esfuerzo fue grande. Lo despachó de buena estocada al encuentro y saludó desde el tercio.

Dos vueltas al ruedo completas se pegó persiguiendo al entipado sexto. Crudito se fue del castigo del picador, que sólo señaló en la segunda reunión. Pinar buscó cuadrarse y plantear el trasteo, pero era un imposible. Con el toro, aburrido y rajado, huyendo despavorido a la salida de cada muletazo. Por suerte, lo cazó hábilmente en el primer intento.

Antón Cortés regresó ayer años después de protagonizar tardes de honor en este escenario. Sorteó primero un castaño que se adueñó de la lidia a su antojo. Qué desorden. El burel se escapó de la improvisada capea con dos picotazos y se vino arriba en la franela del manchego. Bronco y a la defensiva, protestó a golpe de tornillazo a las probaturas de Cortés que, molestado también por el vendaval, no se confió nunca y tiró a las primeras de cambio por la calle de en medio. Tampoco se alargó en demasía con el cuarto, al que llevó a media altura durante buena parte de la faena. Pronto se aburrió el de Samuel y amagó con rajarse, instante en el que Cortés decidió cortar por lo sano. Cualquier tiempo pasado fue mejor.

Y es que la de Samuel Flores, tan cerca, 24 horas después, pero a la vez tan lejos del éxtasis «adolfista».


Madrid Temporada 2013.

madrid_310513.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:11 (editor externo)