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Plaza de Toros de Las Ventas

Sábado, 1 de junio de 2013

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Cuadri, salvo el quinto descastados y de nulo juego

Diestros:

Fernando Robleño: silencio en su lote.

Javier Castaño: ovación y gran ovación.

Luis Bolívar: silencio en su lote.

Entrada: Lleno

Otros datos: La cuadrilla de Castaño con el picador Tito Sandoval, a petición del público, dio la vuelta al ruedo, extrañamente después del segundo tercio del quinto toro, desentendiéndose del toro que estaba en el ruedo y tenían que lidiar.

Galería fotográfica del festejo: http://www.las-ventas.com/noticia.asp?codigo=5388

Crónicas de la prensa: El País, La Razón, El Mundo, Grupo Joly.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

A mí, qué quieren que les diga, me parece muy mal que una cuadrilla completa dé la vuelta al ruedo desentendiéndose del toro que tienen que lidiar por mucho que lo pida el público. Es una falta de respeto al toro, al torero y a la fiesta, pues su obligación es estar en permanente atención hasta que arrastren al toro. Después, pueden dar las vueltas al ruedo que quieran y hacer el pino. La cuadrilla es extraordinaria, nadie lo pone en duda, pero el toreo es una cosa muy seria y el torero se está jugando la vida hasta que acaba con el toro. En tiempos de Belmonte no habría sucedido: los habría echado a todos en la fonda. Joselito -pero no el de Belmonte, sino José Miguel Arroyo- los hubiera echado en el coche de cuadrillas. Castaño es, además de un torero valentísimo, muy buena persona. Y a él la cuadrilla le sirve para el espectáculo. En la última de San Isidro volvió a estar hecho un tío con unos Cuadri desrazados, grandes y sin movilidad. Fernando Robleño, a pesar de su voluntad, no pudo hacer nada y Luis Bolívar se quedó inédito con un lote imposible. Lo dicho: aunque algunos me tachen de antiguo: el toreo no es así, desde los tiempos de Pedro Romero hay un orden, una jerarquía y unos principios. Que esta tarde no se cumplieron.

El País

Por Antonio Lorca. Histórica vuelta al ruedo de una cuadrilla

La corrida de Cuadri tampoco alcanzó las expectativas que cada año despierta la vacada del buen ganadero Fernando. Grandones, de enorme caja, muy bien presentados, pero con la casta y la codicia tan excesivamente justas que ni lucieron como era de esperar, ni colaboraron al triunfo de una terna valiente y entregada, con mención especial para un bravísimo Javier Castaño, que deslumbró como héroe inteligente ante sus dos toros.

Pero hubo toreo grande, vaya que si lo hubo, y corrió a cargo de la cuadrilla de a pie del citado Castaño, —David Adalid y Fernando Sánchez, con las banderillas, y Marco Galán, con el capote (por un acuerdo previo entre ellos siempre ponen los garapullos los dos primeros)—, y del picador Tito Sandoval, un catedrático del toreo a caballo. El tercio de varas del quinto de la tarde fue sensacional. Hacía tiempo que esta plaza no vibraba como ayer con el magisterio de un picador como la copa de un pino que para, templa y manda, mide el castigo y torea con arte exquisito desde la altura del caballo. Los tendidos se venían abajo ante la maestría de un hombre sabio que demuestra un conocimiento de la suerte sencillamente fuera de lo común.

Y llegaron las banderillas. Ya en el segundo de la tarde clavaron con precisión y la plaza vibró. Pero lo del quinto fue inenarrable. Otra vez, de nuevo, dos toreros crecidos, cargados de ilusión y torería, se dejaron ver, se acercaron al toro con precisa lentitud, cuadraron en la misma cara, levantaron los brazos y dejaron pares que rayaron la perfección. Ver a Fernando Sánchez acercarse al toro con andares chulescos y las manos bajas es un espectáculo. Cayó al suelo un palo del segundo de Adalid y pidió permiso para colocar un cuarto que acabó con el cuadro.

Como sería la que se formó en la plaza, que el público, puesto en pie, arrebatado por la emoción, no cesaba de aplaudir una vez que la pareja, a la que se unió merecidamente su compañero Galán, se desmonteró para saludar, y pedía a gritos que dieran la vuelta al ruedo.

Javier Castaño, en un gesto de generosidad que le honra como hombre y torero, concedió el permiso, e iniciaron un paseo apoteósico, que contó con la presencia de Sandoval, al que tuvieron que obligar para que saliera al ruedo, y el momento que se vivió con aquellos cuatros artistas recibiendo los honores de unos tendidos conmovidos fue realmente histórico. No se habrán vivido en esta plaza momentos de tantísima intensidad como los que ayer nos hicieron disfrutar tres toreros de a pie y uno a caballo.

El propio Castaño se vino arriba cuando cogió la muleta y se entregó en cuerpo y alma ante un toro agresivo y violento que no admitía la más mínima duda. Su actuación fue heroica por ambas manos, en la que no lució el temple ante la bronquedad del animal, pero sí la heroicidad de un torero que quiere ser figura a toda costa. Su valor le costó una herida en la nariz que le hizo el toro en uno de los muchos tornillazos que tiró al aire buscándole el corbatín. Mató mal, y se perdieron los trofeos, pero quedó patente que es torero grande, a tener muy cuenta.

Valentísimo estuvo también ante el segundo, al que le faltó codicia, como a toda la corrida, y el torero puso el corazón, el arrojo y el pundonor necesarios para robarle muletazos imposibles, y ganarse el respeto de los tendidos. Se metió entre los pitones, se dejó rozar la taleguilla, asustó al público, y, al final, su actuación estuvo muy por encima de apagado toro. Una pena que una tarde tan completa de Javier Castaño no se viera coronada por el triunfo.

Valiente, también, sin dudarlo, Fernando Robleño, que se jugó el tipo muy de verdad ante su primero, con poco fuelle y recorrido corto. Todo lo que le faltó al toro lo puso el torero; tanto, que en un pase de pecho resultó atropellado, el toro lo buscó en el suelo sin alcanzarlo y a punto estuvo de desplomarse encima del cuerpo diminuto del torero, lo que hubiera podido ser fatal pues el peso del animal era de 628 kilos. El cuarto no tenía un pase, muy deslucido, y Robleño no tuvo más remedio que abreviar después de exponer más de lo necesario.

No tuvo toros ni tampoco su tarde Luis Bolívar. Su lote fue infame. Ante el primero, muy reservón, abrevió entre la sorpresa general; sobre todo, después de las machadas de sus compañeros. Y en el sexto, lo intentó de veras con otro toro sin recorrido y escasa bravura en las entrañas. Estuvo digno Bolívar, sin la alegría de actuaciones precedentes, pero sobrado ante las dificultades de su lote, que no fue, ni mucho menos, para florituras.

En fin, que la grandeza la escribieron con letras de oro los hombres de plata y protagonizaron uno de los momentos más emocionantes que se hayan disfrutado nunca en una plaza. Y algo más, y lo más importante: todos ellos demostraron que las banderillas y el tercio de varas pueden ser espectaculares, de insospechada alegría. Gracias, pues, a estos hombres que han engrandecido la fiesta de los toros. Qué buena manera de acabar la feria.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Histórica vuelta al ruedo para una cuadrilla de oro

Visto el primer toro de Fernando Cuadri con sus redondos 628 kilos y su tremebunda alzada, asustaba el punto óptico que fijábamos. Ya el contraste con Fernando Robleño aumentaba la diferencia es escalas. Brutal. Paró al torazo en los terrenos del “6”. Las manos por delante en el capote. Protestó en el caballo, cogido en corto. La faena también fue bajo el sol. Parecía mentira que cupiera entre la muletaa y Robleño. Tres series diestras tapándole mucho la feota cara a su altura. Templada la sosa nobleza. Se apagaba la embestida. En el remate de la tanda zurda derribó al matador, que en el suelo se escapó de milagro. Sus compañeros salieron desde el burladeros de capotes. Hay que estar más encima de la lidia. La estocada se fue baja. Hasta donde daba el brazo, quizá.

Javier Castaño con un cuadri más fino y bajo, dentro del universo de Cuadri, volvió a querer lucir la lidia total. Muy en largo el toro en el caballo. Pero la cara arriba en el mismo. Adalid ofreció de nuevo un tercio de banderillas memorable; impresionante el ultimo par. También Fernando Sánchez. Y por sumar también la brega medida de Galán.

No fue el prólogo de faena el más adecuado por alto. Tardeaba el toro. Por la mano derecha la faena creció. Y en una segunda serie alcanzó el cènit muy arraastrada la muleta. Desde ahí se aplomó la cosa frente al aplomo de Castaño que le hacía por llegar la muleta al hocico, muy metido entre los pitones al natural y montado prácticamente encima para exprimirlo en redondo. A toro tan parado intentarle la suerte de recibir, no sé, como que no. Pinchó finalnente el volapié doliéndose de la mano herida en la corrida de Adolfo. Después de media estocada y tres descabellos, oyó una ovación al valor.

El tercero salió ya como malandado. Raros los movimientos más allá de la evidente falta de fuerza. Luis Bolívar obtuvo en el capote lo más lucido del deslucido cuadri.

El imponente tercero le pegó un frenazo a Robleño en el capote como para cortar el hipo. Un sifonazo de bisonte. Derribó al caballo con empuje bárbaro por encima del estribo. Volvió a empujar con celo con el mismo estilo en un fuerte puyazo. Lógicamente el primero no había existido. Arreaba en capotes. El ataque sin irse. Zapatillero también en la muleta. Reponiendo pronto la embestida. Sordo peligro cuando pasaba. Sabía siempre lo que se dejaba atrás. Soberbio el espadazo. Desarme incluido. Tardó en echarse con la espada en la bodega. Apelotante la ovación para el toro en el arrastre y los pitos para el digno Fernando ante la adversidad de la casta revenida.

Tito Sandoval y la cuadrilla de Castaño incendiaron la plaza de Las Ventas con el quinto. Tito se sublimó no ya en los puyazos, sino en el puyazo que no dio con el cuadri metido debajo. Toreó a caballo en una segunda vara sensacional. La gente en pie. De verdad. Ya cuando se sumaron Adalid y Sánchez explotó el volcán. Tremendo el par del tercero. David al fallar su par puso un cuarto. Las Ventas estalló y les hizo dar una vuelta al ruedo histórica. También a Galán. Se unió Sandoval. Yo en 40 años viendo toros no había visto una vuelta así en mitad de la lidia. Todo lo más a Esplá con Anderson Murillo al acabar con el toro. Un pasote, opino, a petición popular. Sufragio universal, mayoría absoluta. Ea.

A su matador le quedaba el papelón de un toro que no humillaba pero se venía. Castaño volvió a ser tan generoso con el toro como con su gente. La otra cara de la moneda para él. Salía el cuadri con la cara por las nubes y por el derecho se los sacaba por abajo lo que costaba para evitar el derrote y el enganchón que a veces se produjo. Por la izquierda, ya muy en corto, un taponazo en la misma boca. Como si le hubiera partido la nariz también. Un gancho perfecto. En el momento exacto en el que el personal empezaba a murmurar… Sale el pobre Castaño a leñazo por día de San Isidro.

El último era otra barbaridad contra las leyes de la física. Qué alzada. Remoloneó en el caballo y esperó con guasa en banderillas. En la muleta no se entregó nunca. Reservón y siempre como fuera de la muleta. Sin entrega.

La Razón

Por Ismael del Prado. Metidos en el túnel del tiempo

Tan fundamental en el toreo es la emoción como la sorpresa. Ayer la cuadrilla de Javier Castaño, al que se debe agradecer su esmero por desempolvarlo, nos rescató ambas de un plumazo. Ese impacto de atrapar al aficionado, de conquistarlo y de embriagarlo a puras sensaciones. A flor de piel. Desde 2001, con el bravo picador colombiano Anderson Murillo a las órdenes de Esplá, no daba la vuelta al ruedo un subalterno en Madrid. Cuatro de una tacada ayer en la última de San Isidro. Salió «Pilarico», hondo, cuajado y por encima de la media tonelada como casi todo el lote de Cuadri. Primero, llegó la lección a caballo de Tito Sandoval. ¡Qué manera de mover el caballo! Elegante y vistoso hasta que el recelo del astado se vació en el peto. De manual. Dos puyazos extraordinarios. Sobresaliente la brega de Marco Galán toda la tarde, ni un capotazo de más. David Adalid y Fernando Sánchez tomaron los palos y nos regalaron un tercio de antología. Descomunal el primero de Adalid, llamando al animal y sacando los garapullos de abajo a arriba para clavar en la cara. La torería de Fernando Sánchez, andando hasta casi el embroque para salir despacio de la suerte, caló aún más en el tendido, ya rendido para entonces. Marró Adalid, sólo un palitroque en el tercero, y pidió permiso para otro más. Concedido. Lo embrujó con su voz y se lo dejó llegar cerca para clavar en todo lo alto. Madrid, desencadenada. Patas arriba. Una bendita locura que comenzó a murmurar pidiendo la vuelta al ruedo para los tres subalternos a los que se unió, presto, Sandoval. Puro éxtasis que no pudo redondear Castaño, que recibió un fuerte pitonazo en el rostro mediada la faena, con la franela. Valentísimo, dibujó buenos naturales ante una res descompuesta, pero la espada cayó defectuosa.

Por la misma vereda había discurrido la lidia al segundo, que metió bien los riñones en los dos puyazos. Mayúsculo Galán, ayudando y enseñando a embestir al de Cuadri, y económico en capotazos. Mientras, Adalid y Sánchez, a lo suyo. Tres pares muy meritorios, de cartel de toros, con un adversario que se lo pensó antes de la arrancada. Madrid entero en pie, otra vez, ovacionando a los rehileteros. No fue toro fácil para la muleta, aunque sí permitió dos series en redondo con brillo. Ligadas y tirando Castaño del animal. Cuatro derechazos muy macizos. Profundos. Poco a poco, fue perdiendo fuelle y al diestro no le dolieron prendas a la hora de arrimarse. Terrenos muy comprometidos, completamente metido entre las astas para arañarle los pases. Titánico esfuerzo que supo valorar el respetable. Posible oreja en el aire que se esfumó con la espada. Tras no arrancarse en la suerte de recibir, pinchó y dejó casi media que, tras dos descabellos, pasaportó al animal. Muy dolido, por cierto, el salmantino de la mano derecha, reciente aún el pitonazo del jueves.

Fernando Robleño rompió plaza con un animal mastodóntico, en tipo, aunque no muy ofensivo por delante. Con feas hechuras y 628 kilos. Más que «Jabato», jabalí y medio. Faena que no terminó de romper por la sosería del burel. Manejable por el derecho, le costaba por el pitón zurdo. Oficio y seguridad de Robleño con un astado de embestida boyante al que le terminó costando mucho desplazarse. En las postrimerías de su labor vino el susto. El de Cuadri arrolló al torero dispuesto a rematar con el de pecho. Le resbaló el pitón por la espalda. Cara a cara con el diestro en el suelo frente al animal. Tratando de recular ante la arrancada del burel, que lo pisoteó y buscó con saña. Angustiosos segundos entre las patas. Por fortuna, no hizo carne.

Rara avis fue el cuarto. Pelaje castaño muy inusual en este encaste para un burel que, lastimado, no pasó de chiqueros en 2012 y regresó a la dehesa. Este «Brigada» derribó en el primer puyazo, empujando, pero luego desarrolló la casta mala. Muy orientado y con genio, Robleño se justificó dignamente antes de despacharlo de una gran estocada.

La única comparecencia de Luis Bolívar en este San Isidro comenzó con el toro de menos peso (529) del encierro. Blandeó en los primeros compases y se le protestó, pero el animal resistió sin llegar a claudicar. No obstante, quizás por esa falta de fondo, se vino espectacularmente abajo en la muleta. Un marmolillo sin un pase que apenas tenía media arrancada. Bolívar no titubeó y enseguida fue por la espada. Tampoco conectó su labor al sexto, sin transmisión y a menos, al que sólo robó una estimable tanda de derechazos.

Daba igual. Madrid, metida en el túnel del tiempo por la cuadrilla de Javier Castaño, se fue toreando, soñando, calle Alcalá arriba.

Grupo Joly

Por Luis Nieto.

madrid_310613.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)