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FERIA DE MÁLAGA

Miércoles, 15 de agosto de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Jandilla.

Diestros:

Javier Conde, (bronca en los dos).

Sebastián Castella, (ovación en su lote).

Alejandro Talavante, (oreja y oreja).

Entrada: un cuarto.

Crónicas de la prensa:

ABC

Notable Talavante en Málaga

Alejandro Talavante resultó el triunfador del festejo de Málaga y demostró el momento dulce que atraviesa tanto con el buen tercero como con el muy manso sexto con el que se inventó la faena.

Ya dejó su impronta en el vistoso quite por chicuelinas que ejecutó al segundo de Castella. Volvió a lucirse con el capote en el tercero, al que dejó crudo en el caballo. El jabonero de Jandilla tuvo la virtud de ir a más y embestía con transmisión y recorrido. Talavante lo aprovechó sobre todo con la diestra, por donde firmó los pasajes más hilvanados. Las series resultaran largas y contundentes, quizá un poco ligeras. Toreó más despacio con la zurda en naturales despaciosos. Mató con eficacia y consiguió un justo trofeo.

Le puso más dificultades para el triunfo el manso sexto que salía suelto de cada muletazo. Ahí tuvo mérito el extremeño porque consiguió robarle los muletazos a base de dejársela puesta en la cara. Inteligente, se metió en los terrenos del toro y en tablas le enjaretó series vibrantes. Mató en los medios de otro estoconazo y cortó otra oreja como recompensa al esfuerzo.

Javier Conde pasó un año más por la feria de Málaga con más pena que gloria. Le correspondió el mejor lote de Jandilla y no se acopló a ninguno de los dos. Frente al nobílisimo primero tomó unas precauciones innecesarias porque el animal metía la cara con franqueza y recorrido. Todo quedó en un esbozo de faena. Además pegó un mitín con los aceros. La bronca fue sonada. Igual que en el cuarto al que se enfrentó con más decisión pero la misma impotencia. Éste tuvo más casta y por ello resultó más interesante. Al menos lo cazó con la espada a la primera pero esto no le libró de la protesta.

Sebastián Castella firmó sendas faenas a menos porque ambos rivales fueron perdiendo fuelle a medida que avanzaba la lidia. El francés se mostró firme y templado, ejecutó muchos muletazos y acabó entre los pitones. En el quinto como mató con eficacia le pidieron la oreja que la presidenta con buen criterio no concedió pues la petición resultó insuficiente.

El País

Por Antonio Lorca. Pánico insuperable

Javier Conde es otro torero tocado por la gracia de Dios; y no por su pellizco, sino porque figura en carteles de categoría cuando lo que merece es estar en su casa. No es justo que este hombre haga el paseíllo en la feria de Málaga, por muy malagueño que sea, mientras otros toreros, llenos de afición y aptitudes, se desesperan al lado de un teléfono mudo.

La gesta que ayer protagonizó en la Malagueta no tiene más que un nombre: pánico insuperable e incapacidad total y manifiesta para estar, siquiera, a la mínima altura de las circunstancias de los dos toros de bandera que le tocaron en suerte.

No se sabe si quiere, pero lo que está claro es que no puede. Sus deseos parecen ir en una dirección, y es evidente que sus piernas van por la contraria. Y así no es posible.

El miedo es libre. Y respetable. Pero hay algo más: el respeto que todo torero debe al público, y, además, el sentido de la dignidad.

Castella y Talavante estuvieron muy por debajo de sus toros

Por lo visto ayer, Javier Conde no está para vestirse de luces. Pero no es eso lo más grave: para lo que nunca debe estar un torero es para que se rían de él. Todo, menos servir de choteo; todo, menos que el público te tome a broma. Antes de llegar a eso hay que tener la valentía de colgar el traje de luces.

Triste y penosa situación la suya. Claro que habrá muchos que piensen que se lo ganó a pulso.

Veamos: anunció su estado de ánimo en los capotazos con los que recibió al primero, ante el que fue incapaz de enjaretar una sola verónica. Acudió el toro en la muleta con recorrido y nobleza exquisita, mientras el diestro daba todo un concierto de desbandada, fragilidad, temor y palidez. Estuvo siempre desbordado ante un animal con las fuerzas justas y la casta adecuada para no molestarlo. Y mientras el torero pasaba el mal rato, la gente, —su gente— estuvo más pendiente de sus miedos que de su muy escasa decisión. Lo debió pasar mal el torero —se supone—, con la boca seca, el cerebro bloqueado y el eco cercano de los jocosos comentarios de desprecio.

Y salió en cuarto lugar un toro mejor, nobilísimo, al que recibió con cuatro verónicas y una media apretujadas que hacían soñar un cambio de signo, y al que banderillearon primorosamente José Antonio Trujillo y Oscar Reyes. Pero, qué va… Ya se sabe que lo que no puede ser es imposible. Y no es posible que Conde olvide sus precauciones. Y desperdició el buen son de ese toro que le ofreció un gran pitón derecho que no encontró muleta decorosa y templada. Lo dicho: un hombre con buena estrella; tan buena como injusta.

Lo acompañaban Sebastián Castella y Alejandro Talavante, dos figuras deslumbrantes del toreo actual, que aburrieron soberanamente y permitieron que sus toros destacaran por encima de ambos.

El problema es que los dos realizan, —o, al menos, esa fue su lección de ayer en la Malagueta— un toreo anodino y vulgar, ventajista y alejado de todo clasicismo.

Castella es un torero industrial, carente de la más mínima artesanía de la creatividad. Fue su actuación un compendio de pases y más pases, casi todos con la mano derecha, despegados, destemplados, sin hondura, sin gracia, y preñados, eso sí, de aburrimiento. No fue su lote el mejor, también es cierto, pero de su caché se debe esperar algo más.

Otro buen toro, noble y repetidor, le tocó en suerte en primer lugar a Talavante, y el torero permitió que el animal le ganara la partida de principio a fin. Lo muleteó despegado, sin mando, al hilo del pitón siempre, aprovechando todas las ventajas posibles, mientras el público jaleaba la faena con un entusiasmo desmedido. Pero el toreo es otra cosa; es mando, ceñimiento, ligazón, cruzarse y cargar la suerte, y nada de eso entró en el repertorio de Talavante. Le concedieron una oreja; sin duda, un injusto premio, porque el que estuvo bien fue el toro.

Hizo un esfuerzo en el sexto, un manso con clara tendencia a rajarse, y alcanzó momentos de brillantez, aunque, una vez más, a la faena le faltó unidad de conjunto. Unas manoletinas finales enardecieron a los tendidos, y, aunque le pidieron las dos orejas, solo le concedieron una. Menos mal, pero el toreo está como está, y a nadie le debe extrañar que hoy se cante a los cuatro vientos una actuación de Castella y Talavante por debajo de sus toros y que debería servirles a ambos de profunda reflexión. Así, no. Lo de Conde es otra historia.

EFE

Buena tarde de Alejandro Talavante

Talavante confirmó esta tarde en la plaza de toros de La Malagueta el buen momento por el que atraviesa con una oreja de peso en cada uno de los toros de su lote, en una descastada corrida de Jandilla.

Un Talavante que anduvo vistoso de capote en su primero, que fue noble y repetidor en la muleta. El torero pacense le bajó la mano y mostró un buen sentido del temple en series sobre ambas manos, e incluso destacó en estéticos cambios de mano y elegantes pases de pecho.

Faltó que el animal durara un poco más para que la faena fuera mucho más rotunda, pese a lo que se pidió con fuerza el trofeo tras una estocada certera.

Más enjundia tuvo la labor al sexto, un toro muy manso que quería huir de la pelea y al que, a base de consentirle mucho, sacó tandas de mucho gusto, siempre con la mano muy baja. Rubricó su actuación con manoletinas antes de ir a por la espada. Cortó otra oreja y hubo petición para una segunda, que habría supuesto la Puerta Grande, pero la presidencia no la concedió.

Castella no pudo completar en triunfo su actuación, a pesar de estar muy correcto durante toda la tarde con el lote más deslucido, en conjunto.

Estuvo bien el francés a la verónica en su primero, un astado muy justo de fuerzas al que instrumentó series cortas por los dos pitones. Intentó el arrimón como una opción, pero el animal se paró y no quiso pasar ni una vez más.

En su segundo apostó por un inicio de faena sentado en el estribo para caldear el ambiente. Pero la falta de casta y fuerzas de su oponente obligo a Castella a cuidarlo a media altura, por lo que la faena perdió emoción. Completó el cartel el torero local Javier Conde, que ofreció una tarde muy desdibujada que fue recibida con protestas en sus dos oponentes. Lo único destacable de su actuación fue el recibo capotero a su segundo, con el toreo a la verónica y remate con la media.


Toros en Málaga

malaga150812.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)