Tokio (Japón). Radicado en Sevilla
Debut en público: en 1995, en Alcalá de Guadaíra, junto a John Fulton Short “El Yanqui”.
Temporada 1995: el 16 de agosto, en la plaza de toros de Pedro Bernardo (Ávila) es empitonado por “Vergonzoso”, sufriendo una grave parálisis que desde entonces le mantiene apartado del toreo.
Apoderado: Fue John Fulton Short “El Yanqui”.
Otros datos: vino a Sevilla para ser torero, después de ver la película Sangre y Arena (versión de Sharon Stone). Tenía entonces 23 años. Aprendió en la Escuela Taurina de Alcalá de Guadaíra, donde se instaló. Es uno de los primeros japoneses en la historia de la tauromaquia junto a Masashi Yamanaka Terremoto de Japón y Taira Nono.
¿Qué fue del torero japonés El Niño del Sol Naciente?. ABC, 23/01/2015. Nació en la capital de Japón, Tokio. Y su vida cambió de forma radical cuando vio en el cine la película «Sangre y arena», en la versión protagonizada por Sharon Stone. Desde aquel momento, Atsuhiro Shimoyama se conjuró para venir a España y convertirse en torero. Es el comienzo de una historia con sabor agridulce pero que tiene como moraleja la superación personal. Atsuhiro Shimoyama era bailarín y gimnasta en su Tokio Natal. Pero desde aquella revelación en forma de película se esforzó por conocer más y más del mundo del toro.
Consiguió, en una librería de Tokio, uno de los tomos del «Cossío», con cuyas fotografías «empapeló» su habitación. Decidido a ser torero, su familia no lo entendió. Pero él siguió adelante e inició el viaje recalando, como no podía ser de otra forma, en Sevilla. Dos aspectos claves en aquel inicio a primeros de los años 90 del siglo pasado: por una parte, la desaparecida plaza de toros de Alcalá de Guadaíra y su Escuela Taurina, donde se formó y tomó sus primeras lecciones del arte de Cúchares. Y por otra, la figura del matador de toros norteamericano y pintor John Fulton, quien apostó por Atsuhiro y lo convirtió, en los carteles, como «El Niño del Sol Naciente».
Comenzaba así una andadura exótica y pintoresca para muchos pero con un trasfondo trascendental e incluso existencial para Atsuhiro. Porque el toreo, para él, era una forma de realización personal. Debutó en público en la temporada de 1995, precisamente en la plaza de toros de Alcalá de Guadaíra. Su nombre comenzó a sonar quizá más por la singularidad de sus rasgos y el apodo en los carteles. Pero Atsuhiro tenía muy claro que quería ser torero.
El año 1995 fue su principio y su final en los ruedos. El 16 de agosto de aquel año, El Niño del Sol Naciente era cogido en la plaza abulense de Pedro Bernardo por el novillo «Vergonzoso». Un percance que le paralizó el lado izquierdo de su cuerpo. Le dijeron, en el hospital, que no volvería a torear. Mas él, convencido de los contrario, no cejó en su empeño. En su recuperación para poder volver a andar tuvo mucho que ver quien hoy es su esposa, y con la que tiene un hijo. Ella le ayudó a salir adelante, a volver a incorporarse, a seguir luchando por querer ser torero.
Y más adelante, otra persona crucial en su vida: Antonio Corbacho, descubridor de José Tomás (a quien admira Atsuhiro), quien le hizo ver la vida como si fuese un samurái: el honor por encima de todo, la superación por encima de todo. E intentar volver a ponerse delante de una becerra. Señala que está preparado para ello pero no le han dejado. En cambio, él sigue adelante.
Vive en Sevilla actualmente junto a su esposa, su hijo y tres perros a los que suele sacar a pasear él mismo por el Parque Infanta Elena. Quiso ser paralímpico en Esgrima pero no le llenó. Ahora vive de su pensión de invalidez y del trabajo de su esposa. Pero no tira la toalla. Porque Atsuhiro Shimoyama sigue pensando, viviendo y sintiendo en torero. Sigue siendo El Niño del Sol Naciente.
Atsuhiro Shimoyama: un samurái en el albero. ABC, 02/07/2022. Por Félix Machuca. Es posible que, en algún momento de su vida, Atsuhiro hiciera suyas las palabras de un escritor compatriota suyo, Yukio Mishima , que dijo para la posteridad, antes de proceder con el ritual del harakiri para morir con honor, que «es absolutamente erróneo suponer que los demás están en condiciones de comprender nuestros sentimientos más profundos». Eso le pasó a nuestro héroe muchas veces. Primero en su Tokio natal, donde la familia rompió con él cuando les confesó que su corazón no lo llenaba lo que hacía: gimnástica y el baile clásico. Y que quería hacerse torero en España . Y también le debió espinar el corazón su propio padre, que le recriminaba que tuviera las paredes de su habitación repletas de imágenes sacadas de un Cossío que se agenció en Tokio, vaya usted a saber cómo. El disgusto familiar bien pudiera haber inspirado un drama del Kabuki, el teatro japonés más universal. Su padre llegó a extremos tan innegociables que o Atsuhiro entraba en razón o él dejaba de practicar el golf. Y, claro está, las disyuntivas casi siempre se vuelven en contra del que las plantea. El padre dejó el golf y Atsuhiro voló hacia Sevilla para ser torero…
La vida se empeña en pintar existencias paralelas para que, una vez reveladas, nos cueste cerrar la boca que nos abre la sorpresa. John Fulton y Atsuhiro nacieron con un destino similar, pero con distintos pasodobles acompañando la música de sus sueños. El torero de Filadelfia encontró su vocación viendo en el cine la versión primera 'Sangre y Arena' . Atsuhiro sintió idéntica llamada viendo la misma película, pero esta vez interpretada por Sharon Stone , el mejor cruce de piernas que jamás ha visto Hollywood. En Sevilla, ambas vidas convergen en los ruedos. El hijo de Fulton, Federico, residente hoy en Florida, me cuenta que lo vieron torear una becerrada en Alcalá de Guadaira, donde el japonés aprendía en la Escuela de Tauromaquia de la ciudad de los panaderos. Cuando Fulton y su hijo Federico lo vieron romper plaza se miraron a los ojos y se dijeron: «Qué estampa más torera tiene». Luego le vieron torear la becerra que, por la altura del japonés, se le colaba por entre las piernas y la gente se reía, pero Atsuhiro le arrancó un par de buenos y artísticos muletazos. Fulton lo apoderó, lo bautizó como 'El Niño del Sol Naciente' . y comenzó a buscarle novilladas por donde fuera. El hijo de Fulton, Federico Fulton Short , fue su mozo de espadas. En el Castillo de las Guardas toreó su primer eral, al que le cortó dos orejas y el rabo. La misma gente que, antes de conocerlo, le llamaban chino de mierda empezó a encariñarse con aquel exótico aspirante a ganar la gloria de las plazas de España.
Todo se vino abajo un 16 de agosto de 1995, en una plaza de polvarea, en la abulense Pedro Bernardo , dando un pase de pecho con la derecha para rematar su tanda de muletazos. El toro le dio con la pala del pitón en la mandíbula, levantándolo unos metros de la arena. Federico salió en su auxilio y en enfermería le dijeron que solo tenía una fuerte contusión. Y tan fuerte. A los pocos días, en Sevilla, dio la cara aquel palazo brutal que dejó al Niño del Sol Naciente con la parte izquierda del cuerpo inmovilizada. Desde entonces, su único sueño fue volver a ser el sol naciente de su recuperación torera. Uno de los médicos le llegó a decir que no volvería a andar y que se acostumbrara a la silla de ruedas. No sabía que los samuráis no se rinden y que el bushido, código de honor de tan señoriales guerreros, prepara al que inicia su camino en el arte de vivir sin miedo a la muerte. O sea, el mismo principio metafísico de la torería…
En la habitación del Virgen del Rocío donde se recuperaba le confesó a Fulton y a Federico que, a una señorita con la falda muy corta, le vio su más íntimo secreto, pero que él no sintió estirarse nada cerca de su ingle. Le dijeron que eso pasaría pronto. Y pronto, igualmente, le organizó Fulton un festival en su honor. Dicen que, tras ver abatido su sueño de ser torero, entró en una profunda depresión y que solo ansiaba morir. En ese estado se lo encontró por la calle Antonio Corbacho , otro personaje de novela tremendista, especialista en descubrir toreros. Dicen que Corbacho, engorilado con la filosofía japonesa, lector de los códigos samuráis del bushido, fervoroso de las películas de Kurosawa que iba a verlas cargadísimo de sake, le dijo: «O te pegas un tiro o peleas para ser tú. Pero así no vas a ninguna parte.» Y entre aquel consejo a quemarropa y los cuidados de una japonesa guía turística, que luego fue su esposa, el sol de aquel muchacho lo convirtió en el renacido. Se hizo amigo de José Tomás , llevaba en su móvil una estampa del tomista de las plazas y lo intentó convencer de que en su interior vibraba el código de los samuráis. Ni el triunfo ni el dinero importan, solo mantener una actitud irrenunciable. «Por eso José Tomás se entrega siempre, incluso en las plazas de segunda», sostenía Atsuhiro en un reportaje que le escribió el brillantísimo David Gistau . Siempre soñó con el día de su regreso. Y en cierta ocasión le dijeron: «Pero si no puedes correr, ¿cómo vas a torear». Y respondió: «Mejor así, porque no me quedará más remedio que torear parado, igual que José Tomás.» Por las calles, la gente le preguntaba cuándo volvería. Y convencido, contestaba: «Pronto, miarma.» Ese sueño vivo, ausente del miedo a la muerte de su quimera, es lo que lo hizo un auténtico samurái, dándole la razón a Mishima: es un error suponer que los demás están en condiciones de entender nuestros sentimientos más profundos…
Seguir soñando Nuestro querido compañero Fernando Carrasco, que en los callejones de las plazas de la gloria esté, lo recordó en un estupendo reportaje en febrero de 2015. Nos dibujó una persona que había encontrado su camino, viviendo en Sevilla junto a su esposa, con un hijo y paseando a sus tres perros por el parque Infanta Elena. Hablaba Atsuhiro Shimoyama. Pero sentía El Niño del Sol Naciente.