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PLAZA DE LA OLIVENZA

TEMPORADA 2012

Tarde del domingo, 4 de marzo de 2012

Corrida de novillos

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Novillos de Núñez del Cuvillo (justos de presentación, blandos y muy nobles).

Diestros:

Juan José Padilla: de verde esperanza y oro. Media estocada (oreja). En el cuarto, dos pinchazos, estocada rinconera y desprendida y descabello (oreja). Salió a hombros.

Morante de la Puebla. de negro y oro. Media estocada. Aviso (oreja). En el quinto, media estocada (división de opiniones).

José María Manzanares. de obispo y oro. Estocada en la suerte de recibir (oreja). En el sexto, pinchazo y estocada en la suerte de recibir (petición y ovación de despedida).

Entrada: Lleno de “no hay billetes”.

Crónicas de la prensa: ABC, El País, El Mundo, El Correo de Andalucía, La Razón.

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.net/archivos/18961328200600.png"/>Por Andrés Amorós. Padilla, verde esperanza

Hay momentos, en la vida, en los que la fuerza de los sentimientos se impone legítimamente a la razón y hasta al espíritu crítico: así debe ser. Esta tarde, en Olivenza, hemos vivido emociones taurinas y humanas auténticas, sin trampa ni cartón. Reaparece en los ruedos Juan José Padilla, poco más de cuatro meses después de la cornada de Zaragoza: un verdadero milagro. Pero, más allá del gesto torero y de la emoción colectiva, hay que torear. ¿Estará Padilla en condiciones de hacerlo con brillantez? Felizmente, pronto se resuelve la incógnita: corta una oreja a cada uno de sus toros y sale en hombros.

Viste Padilla un traje verde esperanza, con hojas doradas de laurel, que evocan a los héroes clásicos. Desde el primer momento, ni una duda. Recibe al primero con lances rodilla en tierra, que enlaza con verónicas, abriendo el compás, y remata con una excelente media. Quita por delantales, clava tres buenos pares de banderillas. Brinda a los doctores Val-Carreres y García Perla. Conduce bien la embestida del toro, lo empapa en la muleta pero se para demasiado. De cerca, lo desafía, le saca todo lo que lleva dentro y mata con decisión: una oreja. Lo que más importa es la sensación que ha dado de seguridad, de seriedad. Si no fuera por el parche en el ojo, no se imaginaría su percance…

Pasada ya la emoción primera, en el cuarto, noble pero justo de fuerzas, echa toda la carne en el asador: larga de rodillas, verónicas, chicuelinas, media, galleos… Ofrece banderillas a sus dos compañeros: los tres lo hacen brillantemente, en un tercio extraordinario. Con la muleta, el diestro está lanzado, muy «en Padilla»: comienza de rodillas, algo acelerado; se va templando, logra series emocionantes, pasa apuros en un circular, se adorna, rodilla en tierra. Suenan cantes flamencos. Por aclamación, corta una oreja: si no hubiera pinchado, habrían sido dos. En la vuelta al ruedo, besa un puñado de arena y se toca el corazón…

Brindis de sus compañeros Disculpen Morante y Manzanares, buenos compañeros: el protagonismo, hoy, le corresponde a Padilla. Los dos le brindan su primer toro. La primera faena de Morante es un puro primor de estética sevillana: ayudados por alto, cargando la suerte; derechazos de categoría; doblones. Todo, con torería, con salero, con aroma de buen toreo: merecida oreja.

El quinto es pegajoso, puntea, le pone en apuros. Lo prueba sin éxito y machetea: lo lógico, en ese toro. Mata mal, a paso de banderillas. Pero deja el recuerdo de su preciosa faena.

A Manzanares le tocan dos toros complicados. El tercero es rebrincado; por la izquierda, se para y busca. José María porfía para alargar la embestida. Es una faena de mérito, menos estética que otras suyas. Estocada al encuentro: una oreja.

El sexto, con genio, levanta el caballo de Chocolate, que aguanta bien; Trujillo coloca dos grandes pares; Curro Javier es aplaudido en un magnífico lance. Mejora el toro en la primera serie de muletazos, muy estéticos, pero enseguida protesta, impide la gran faena que se veía venir. Mata a la segunda.

Al final, la gente se lanza al ruedo, para sacar en hombros a Padilla, un torero y un hombre cabal; se van turnando su amigo Adolfo Suárez y sus compañeros matadores: El Juli, Talavante… Es el justo remate de una tarde inolvidable. En la oscuridad, resplandece el vestido verde esperanza de Juan José Padilla: ése es, hoy, su color.

El Mundo

Por Zabala de la Serna. Todos los toreros sacan a hombros a Juan José Padilla en su reaparición

Cuando las puertas se abrieron, del portón de cuadrillas tardó en salir Juan José Padilla. Vestido de verde esperanza y oro bordado en espigas de laurel. Esperaban ya en las rayas del tercio Morante y Manzanares. Y Padilla miró al cielo y le dio gracias a Dios. El paseíllo fuera una catarata incontendida de emoción. El Ciclón con su parche en el ojo izquierdo, delgado como nunca y desmonterado por ser su debut en Olivenza.

El público volcado lo obligó a saludar en medio de la admiración por la hazaña milagrosa de su recuperación. Compartió con sus compañeros el cariño. Y se caló la montera, la ajustó sobre el ojo ciego y esperó la salida de “Trapajoso”, de Cuvillo, número 53, apretado y regordío. Lo paró con soltura, garbosa la media verónica y otra del quite. Padilla no ha perdido fuerza ni tino con las banderillas. Ciclón.

Brindó el toro a los doctores Val Carreres y García Perla, que han reconstruido al hombre, el hombre que ha reconstruido al torero. Pero el toro de Cuvillo se paró a plomo. Juan José en porfía se creció. Se afianzó y mató de una a “Trapajoso”. Media estocada en su sitio. Muerte segura. Una oreja para un esfuerzo de cinco meses menos tres días contra el reloj y el destino.

En el callejón estaba la torería andante en pleno: El Juli, Talavante, Ferrera, Serafín Marín, Antonio Barrera… Y Suarez Illana amigo en la aventura y la desventura, en los cielos y en los infiernos.

Morante le brindó el segundo toro a Juan José Padilla. De tronco a tronco, colega. El de Cuvillo traía la cara lavada, muy chivata. José Antonio el de La Puebla habia dormido los brazos en tres lances a la verónica. El torete a su aire se desentendió. Y luego volvió a entenderse cuando el torero le propuso cosas a dos manos plenas de torería. Por el derecho, el mejor pitón, Morante hundió el mentón y dibujó el redondo con clasicismo. A izquierdas el toro viajaba menos. Esbozos de sabor. Un trincherazo soberbio luego y una trincherilla grácil. Tardó mucho en verle la muerte.

Se desmayó el padre de Padilla en el callejón, se despistó la gente y se enfrió la petición de manera tonta. Por aroma la oreja y por sentido del presidente: había que premiar a los toreros que no den un circular.

El tercero se descoordinó en un mal movimiento, en un derrote contra la madera. El sobrero, también de Cuvillo, se lo brindó José María Manzanares a Padilla. Tras la apariencia de novillote de engorde, habitaban problemillas de toro gazapón, pegajoso, agarrado al piso, con el freno de mano puesto para desplazarse. Sobre todo al natural. La solvencia técnica de Manzanares y un espadazo en la suerte de recibir (perdiendo el engaño) taparon todo. Especialmente ese cañón de estoque.

La fuerza de Juan Jose Padilla adquirió potencia cinco con el cuarto, 'Reposado', suelto de carnes y chorreado, armado por delante. No se lo pensó a la hora de tirarle una larga cambiada de rodillas, entremezclar verónicas y chicuelinas. Y en plan reto total les ofreció banderillas a sus compañeros. Morante lo bordó al cuarteo y se acordó de todas las mulas de Padilla a la salida del par. Con una sonrisa claro. Manzanares también cumplió con garbo y Juan José con poder. Revolución Padilla, que brindó a su padre en largo abrazo. Y revolucionado siguió de hinojos con el cuvillo de raza y nervio. En pie también. No apretaba poco con su movilidad y su cara suelta, que apretó, valga la redundancia, a Padilla en el refugio de la tabla del cuello. Chispas por el izquierdo. Recursos, guerra, reto. Un desplante rodilla en tierra y otro más. Y cantares por fandangos desde los tendidos a la batalla del guerrero. No importaron los pinchazos. Otro trofeo llave de la puerta grande. La oreja se la entregó Juan José Padilla a Paloma, su hija, en una barrera, vigilando el capote de paseo. Paloma,la niña de sus ojos.

Morante no vio al desagradecido, sieso y escaso quinto por ningún lado y abrevió con sentido de la economía y el tiempo, que vale oro.

La lección de brega de Curro Javier fue de 10 con el sexto. Y de pundonor de Trujillo muy apurado con los palos en la salida de los pares. Bondadoso el cuvillo en la muleta de Manzanares en los medios pero con contado fondo. Dos tandas de redondos como tope. Y ya, hacia los adentros, porque encima se quedaba. Cerca de tablas la despedida y la intentona de la suerte de recibir, o al encuentro, muy forzada. Perdió las manos el funo y el pinchazo se quedó congelado en una instantánea. Repitió la suerte y hundió la espada ahora con habilidad.

Todos los toreros del callejón se tiraron a sacar a hombros a Padilla. Finalmente Suarez Illana izó a su “hermano” del alma. La proeza reconocida por la torería andante: Juli, Talavante, Antonio Barrera, Francisco Rivera, Ambel Posada, Serafín Marín, banderilleros, gentes del toro, admiradores del héroe.

El País

Por Antonio Lorca. Emotiva tarde de gloria

Juan José Padilla, con un parche en el ojo izquierdo, que el pitón de un toro le arrancó de cuajo la tarde aciaga del pasado 7 de octubre, reapareció esta tarde en la plaza extremeña de Olivenza. Y, en verdad, que no defraudó. Lidió con suficiencia, sobrado de facultades, se gustó con capote, muleta y banderillas, y gozó de una merecida y emotiva tarde de gloria en un ambiente amable, rodeado de amigos, partidarios y enfervorizados admiradores que presentaron sus respetos a un héroe de nuestros días.

Se le vio sosegado, sereno y dispuesto a demostrar que el toreo de sentimiento no le es ajeno. Se le vio cómodo, y motivos tenía para ello. Su lote, como toda la corrida, fue de bonitas y enjutas hechuras, como corresponde a plaza de tercera categoría, generoso en nobleza y corto de casta. Y Padilla toreó con gusto al toro primero con garbosas verónicas, una media de cartel y un jaleado quite por delantales. Puso banderillas con facilidad, y, muleta en mano, fue un torero nuevo, alejado del tremendismo habitual. Tenía motivos, ciertamente, para ello, pues su oponente, escaso de fuelle y recorrido cansino, le permitió un par de tandas de derechazos trazadas con sabor torero.

Pero no era ese el torero alegre que encierra este heroico Padilla. Se le vio cohibido y superado, quizá, por la emoción de un momento tan especial para él. Quizá por eso, el torero de Jerez resurgió en el cuarto, un toro con más nervio, al que Padilla recibió con una larga cambiada de rodillas en el tercio y se lució a la verónica y por chicuelinas con las manos muy bajas. Invitó a banderillear a sus compañeros de terna; Morante clavó un par de categoría, y Manzanares se sobrepuso a su inicial sorpresa y salió con bien del trance. Padilla tomó la muleta, se arrodilló en la arena y muleteó enrabietado con el público en pie. Fue una labor del Padilla más auténtico auténtico, sin perder nunca la compostura y mostrándose como un torero dominador, pero con un toreo alegre que exprimió la embestida de su oponente. Mató mal y todo el premio se redujo a una cariñosa oreja.

Acabó así la reaparición de este héroe que ha sido capaz de superar un calvario para volver a la cara del toro. Tuvo un recuerdo para los médicos que lo han atendido, a los que brindó su primer toro, y para su padre, al que le dedicó la muerte del cuarto. Y sus compañeros de terna, muy cariñosos con él, le brindaron sus primeros toros.

Morante y Manzanares no tuvieron oponentes con la codicia que exige su toreo. Detalles hubo de ambos porque calidad atesoran, pero faltó la faena redonda y maciza. El primero destacó en algunos compases en la faena al segundo, y Manzanares y su cuadrilla evidenciaron que siguen en racha; especialmente con el sexto, el más codicioso de la tarde.

Padilla salió a hombros, entre los gritos de “torero, torero”, pero eso es lo de menos. Alguien ha escrito que debió llegar a hombros a la plaza porque su reaparición ha sido el triunfo de la vida sobre la adversidad. A partir de ahora, apagada la emotividad, le espera lo más difícil: la vida de torero.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Puerta grande para Padilla en una gloriosa reaparición

Imagen histórica ayer en Olivenza (Badajoz), al término de la cuarta y última corrida de la Feria: Adolfo Suárez corre a izar en hombros a Juan José Padilla, absoluto triunfador de la tarde; se le suma El Juli, Talavante, Barrera, Serafín y otros muchos toreros y aficionados que desbordan el coso para abrir la Puerta grande. Así fue una de las reapariciones más espectaculares que se recuerdan en los últimos años, tanto por el buen hacer sobre la arena como por la carga dramática que le precedía, aquella cogida en Zaragoza que arrebató al jerezano la visión de un ojo y le produjo serias lesiones, de las que aún no está completamente recuperado.

La localidad de Olivenza tributó a Padilla el recibimiento que se reserva a los héroes, colmado de sensibilidad. Fue tremenda la carga de emoción desde que irrumpió en la plaza el diestro, luciendo con altivez un llamativo parche en el ojo.

En pie el cónclave, el paseíllo largo y cadencioso, con música de fondo pero sobre todo acompañado con gritos de torero, torero. Fue invitado a saludar desde el tercio y al saludar la carga emotiva se acrecentó. Se fundió en un abrazo con sus compañeros y después volvió el Padilla de siempre. La corrida de Cuvillo no acabó de ayudar, pero al menos permitió la salida en triunfo del protagonista y algunos chispazos de sus compañeros de terna, según informa la web especializada mundotoro.com.

Vistoso con el capote, el mismo con los palos, brindó a los doctores Valcarreres y García Perla, el toro del regreso, pero el único que no se enteró que hoy era día de homenaje fue el animal, que poco ayudó. Sin embargo, Padilla recetó algunos muletazos con mucho gusto. Volvió el espectáculo con el cuarto, el mejor del envío, con el que Padilla volvió a ser el vendaval. Lo saludó con una larga cambiada y compartió banderillas con Morante y Manzanares.

Los tres la armaron en el segundo tercio. Excelente par de Morante, muy bueno el de José María y espectacular el del jerezano, que brindó a su padre para protagonizar una faena vibrante, amenizada con varios cantes flamencos espontáneos, en la que se abandonó en algunos muletazos.

También Morante cortó una oreja del segundo. El sevillano brindó a Padilla la lidia del animal, toro con calidad al que el de La Puebla fue desgranando muletazos muy morantistas que llegaron mucho a los tendidos. Los mejores momentos llegaron con la zurda. El quinto en cambio no colaboró y el sevillano optó por abreviar.

Manzanares cortó otra oreja al tercero bis, toro rebrincado al que el alicantino consiguió empujar sobre todo por el lado derecho. Sin embargo lo más destacado de su labor, que también brindó a Padilla, fue una gran estocada en la suerte de recibir, por sí sola merecedora de premio. Con el sexto no pudo redondear.

A título anecdótico, cabe señalar que el padre del Ciclón de Jerez, Pepe Padilla, sufrió un desmayo durante la faena, debido a una bajada de tensión.

La Razón

Por Patricia Navarro. Sevilla se da a El Cid

Contábamos con la emoción de nuestra parte. Estaba escrito en algún lugar. Quizá en ese mismo lugar donde hace apenas cinco meses un toro le arrancaba el ánimo, le negaba la visión de su ojo izquierdo y a punto estuvo de robarle también la vida. Ver de nuevo a Juan José Padilla pisar el ruedo nos devolvía de un porrazo la fe. Y la admiración eterna por esa capacidad de superación que no encuentra límites. Ayer veíamos a Padilla vestido de verde esperanza y oro. Y vislumbrábamos, orgullosos, a ese héroe que respira humanidad, que agradece el aplauso, la entrega del público, y que multiplica por dos lo que recibe. Padilla volvía. Regresaba. Resucitaba. Y con él esa parte que muchos perdimos en una interminable noche del 7 de octubre en Zaragoza. Era la vuelta del torero. El regreso del héroe. El triunfo del hombre. Pasados diez minutos de la hora anunciada, se abría el portón. Salieron primero Morante y Manzanares. Y en tercer lugar, mientras la plaza crujía, se hundía, grande y pequeña a la vez, emocionada, apareció Padilla, con ese parche que le acompañará de ahora en adelante. Pocos saben lo que de verdad dejaba atrás con ese paso al frente. Gallardo. Voraz. Esa capacidad de silenciar el dolor y crecer sobre las heridas. Olivenza se entregó, como se hubiera apasionado cualquier público, y le sacaron a saludar con gritos de «torero, torero». Estaba ahí. Impensable. Inimaginable. Antes, roto el paseíllo, incluso previo a que esto ocurriera, se abrazó Padilla a su apoderado de toda la vida, inseparable, en lo bueno, lo malo y lo regular, Diego Robles, y a su amigo Adolfo Suárez Illana. El coso estaba a reventar. Expectante. Tardamos poco en resolver el enigma. Las dudas. Los miedos. Salió «Trapajoso» para devolver a Padilla su lugar en la vida: torero. Lo lanceó con soltura con el capote y quitó por delantales con una media verónica sobresaliente. Y sin pensárselo mucho, como si nada hubiera ocurrido, cogió los palos. Tres pares. En la cara, asomándose al mismo balcón que le costó la gravísima cogida en el mes de octubre. De tú a tú el primero, por dentro el segundo y el tercero al violín. Brindó a sus médicos: a Valcarreres, el primero en atenderle en Zaragoza, y García Perla, quien le operó ya en Sevilla. Después, se paró el toro ante una muleta sin fisuras y se tiró a matar con la misma fe que ha obrado el milagro de volver a los ruedos.

De rodillas, con una larga en el tercio, recibió al cuarto. Pero lo mejor estaba por llegar. En el turno de banderillas dejó boquiabiertos a los tendidos y en shock a sus compañeros al invitarles a parear. Morante y Manzanares, nada menos. ¿Puede haber más arte? El de La Puebla lo bordó. En corto, por derecho, saliendo andando de la suerte. El olé se escuchó en Sevilla. Pero Manzanares no se quedó a la zaga. Aguantó al toro, clavó en la cara y se agigantó ante el derrote del Cuvillo. La guinda la puso Padilla, aunque ya nos habíamos devorado aquel pastel. Qué buen momento, toreros. Sacó el toro movilidad pero también soltó la cara. El ciclón de Jerez se había convertido en huracán. Poder en los derechazos y alegría en el repertorio: rodillas, desplantes. Padilla en Padilla. Así, sin más. A su padre, que sufrió un desvanecimiento en la primera parte del festejo, le brindó el toro. Un abrazo de los que deben doler.

Morante le dedicó su primero. Noble animal, suave embestida, caricias de Morante para entusiasmar. Prólogo de faena de los que dejan soñar y retahíla de derechazos encajados, profundos, pasándose al toro por la barriga y dejándonos deleitar. Embriagadores los remates del colofón, justo después de habernos regalado el toreo por naturales. Hasta ahí podíamos leer, ¿para qué más?

Con el deslucido quinto no perdió el tiempo. Manzanares maquilló con una expresiva estocada recibiendo la faena a un toro que nunca se llegó a entregar. Protestaba, cabeceaba… Manzanares superó a su antagonista. Impuso suavidad al trasteo en el que cerraba plaza. Se movió más el toro, pero sin rematar. Antes, Morante y Lili habían hecho un buen quite a Trujillo, que se desmonteró tras parear. A Manzanares le ovacionaron. Pero hasta él se entregó al milagro Padilla. Por la puerta grande abandonó el coso el día de su reaparición. Y henchidos de orgullo, primero Suárez Illana y después los propios toreros: Juli, Talavante, Manzanares… Le sacaron en hombros. Cambiándose. Turnándose. La emoción a estas altura formaba parte de nuestra piel. El #fuerzapadilla, el ciclón de Jerez, se había convertido en huracán y estábamos todos presos.

Olivenza: temporada 2012

olivenza_040312.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:09 (editor externo)