Por Luis Nieto.
El arte del toreo en tarritos de esencia, con los que Romero perfumó los ruedos. El arte del toreo en la música callada de Paula, que cantara Bergamín. Dos mitos se funden en un abrazo en la primera entrevista al alimón que conceden. Un mano a mano en exclusiva para el Grupo Joly. Sevilla y Jerez. Jerez y Sevilla… y dos tauromaquias cargadas de misterio.
En el primer capotazo fijamos al toro hablando del arte del toreo. Por antigüedad, Curro dibuja su primera verónica: “El arte son las pinceladas que te pegan pellizcos y que te duele todo. Ese es el arte fugaz. Porque si durara mucho te morirías”. Entra Paula en su quite: “El torero puede improvisar, eso es genialidad. Por ejemplo, Rafael el Gallo era un torero con gracia torera. En el toreo hay una cosa que se llaman toreros de arte. Aunque no los he conocido. Por lo que me han dicho, son Cagancho, Silverio Pérez. Y puede ser Curro Romero. Y puedo ser yo. Yo soy un torero de arte, yo soy artista (se ríe)”. Y Curro sonríe y dice: “Ole, ole”. Y continúa: “Los más recientes son los Gallo, Belmonte, Chicuelo, Pepe Luis, un torero de Jerez, Juan Luis de la Rosa, del que no se habla -asiente Rafael-. El que deja huella es el arte. Ahora, si no has nacido para eso, no lo vas a conseguir. Uno debe beber de las fuentes. Debes beber de esas fuentes de todo lo que has visto magnífico. Y tú poner tu granito de arena para que sirva como otro grifito de agua cristalina para otro”.
Tras estas verónicas, comienzo de faena, con el fuego de sensaciones grabadas en el alma. Romero: “Al principio me destrozaba solo en el hotel. No quería que viniera nadie allí. Me daba vueltas la cabeza. Me decía: 'como me coja y me quite la vida…'. Yo salía sin fuerzas. Me tuvieron que poner inyecciones porque tenía la tensión en 9, en 10. Por esa presión que me metía yo. Y el estómago me hacía pim, pim. Luego, lo conseguí. Me dormía cuando venía la gente del sorteo. Me relajaba. No pensaba en ná”. Continúa Paula: “Para mí era muy importante dormir un mínimo de tres o cuatro horas para no estar inquieto. Eso era una señal buena, de que iba a estar bien”. Los ojos en el semblante del Faraón de Camas brillan ahora con más intensidad: “Es que ante un toro se sufre y se goza”. Y Rafael, que gira la cabeza, mira de frente a Curro, y afirma: “Así es. Desde que el toro sale por la puerta de chiqueros ¡tararí, tararí! hasta que lo arrastran las mulillas, nadie está seguro de lo que va a suceder. De nada. Aunque te creas que aquello lo controlas, el toro complicado es muy difícil y hay que estar muy preparado. ¿Comprendes? -me mira Paula absorto en su discurso-. Y el toro puede cambiar y te hace así -gesticula como si un toro lanzase un hachazo-: '¿Pero qué te crees, tonto?'. Aquí nunca se termina de aprender”. Romero, como si reviviera una de sus faenas, parece continuar muleta en mano: “La reacción del toro no la sabe nadie. Un toro es imprevisible. Eso sí, si te tiene que coger un toro, que sea el bueno; nunca el malo”.
Ahora se centran en sus tauromaquias. Romero define a Paula como “un genio, único”. Y Rafael destaca de Curro “el concepto que ha tenido del toreo. No se ha salido nunca de su corte, de sus formas”.
El Faraón de Camas alarga el elogio: “Admiro el arte de Rafael con el capote y la muleta. Otros compañeros han toreado y torean de rodillas. A mí, de rodillas, ni en la iglesia”. Paula, de su memoria, extrae una actuación en concreto: “Fue en Madrid, con una corrida de Garzón. Los dos y Antoñete. En una tarde esaboría. El quinto toro le correspondía a Curro. Un mozo. La catedral de Burgos. Llovía a mares. Hago mi quite. Hago así -aunque está sentado parece desplegar su enigmático capote-. Le hice un quite, ni bueno ni malo. No sé los que ha cuajado Curro, pero ese es de los mejores toros que he visto cuajar a Curro”. Su interlocutor responde: “Juanito Belmonte me acompañaba. Estaba en el callejón. Y tras pinchar al toro, me dijo Juanito: 'Es mejor que no lo hayas matado. ¿Tú sabes la que se podía haber formado aquí?'. El toro pesó en Las Ventas 635 kilos. ¡Tenía dos pitones…! Me vienen muchas imágenes a la cabeza. En Jerez, Málaga, Madrid, Barcelona. Hemos toreado en muchos sitios juntos. Ha habido tardes maravillosas y tardes en las que no sonaba porque esto no es dos y dos son cuatro. Los toreros de nuestra línea estamos muy agradecidos por haber recibido esa cosita que te viene dada”. Y Rafael, con la espina clavada por sus lesiones de rodillas, anhela y lo dice en voz alta: “A mí me gustaría la solución de mis rodillas. Operarme. Lo tengo en la cabeza. Y torear en el campo”.
¿Cuál fue la mejor faena de Paula en Sevilla? “El 12 de octubre de 1987. Y también un toro de Cubero”.
¿Y de Romero en Jerez? “He toreado bastantes toros en Jerez. Qué suerte, además, porque en Jerez hay mucho arte. Toreamos una corrida de Carlos Núñez Rafael y yo…”
Paula: “Y él estuvo mejor que yo”.
Romero: “Qué va. No digas. Fue una tarde de las que se queda en la retina”.
Pero para alcanzar esos momentos sublimes, está el tributo del miedo. Romero emplaza a esa perturbación negra y misteriosa en el platillo de la conversación: “Qué bonito es el miedo. El miedo es de las cosas más bonitas que existen en la vida. No hay palabras para describirlo. Cuando el toro no lo permitía jamás lo he intentado… He tirado por la calle del medio siempre. No me he traicionado a mí mismo. Me dijo una vez Emilio Romero, que en paz descanse, que yo era el torero que más irritaba a los públicos de España y le dije: '¿No es mejor eso que cansarlos?”.
Y Paula responde: “Pese a la fama de medroso, yo he tenido más valor que El Espartero. Con mis condiciones físicas nadie se pondría delante de un toro”. Curro añade: “El mensaje del torero es que cuando está toreando no le dé miedo al público que está sentado. Que esté gozando de ese torero y no que esté acongojado. Que te digan ole y se caiga un espectador encima de otro y no sepa por qué. Ese es el mensaje de un torero. Olvidar el dramatismo que sucede en el ruedo”. Y Rafael continúa: “A veces sale ese toro, que es como encontrar una aguja en el pajar, y es cuando hay que hacer el toreo. Porque el toreo es cabeza. En fracciones de segundo, el capote o la muleta -torea con las manos-. Hay que tenerlo pensado. Eso no quiere decir que te equivoques. Luego están los reflejos, las improvisaciones, la espontaneidad… Pero tienes que estar puesto. Eso sí. Eso se da en muy raras ocasiones”.
Del pasado al tema más candente. ¿Qué piensan del G-10 y de la televisión estos dos mitos del toreo? Romero: “Desconozco el tema del G-10. Como torero y compañero de los demás, cuando ha habido cosas interesantes para unirnos he dado el sí y tras salir de las reuniones faltaba formalidad. Los toros en televisión es como una película. Creo que el toreo, como la música, debe ser en vivo. Las almas vivas están sentadas en una plaza. En una casa, sentado, tú estás viendo una película, aunque sepas que la corrida es en directo. Paula asiente en este sentido y se mantiene en su conocida frase: “En televisión no se ve al Espíritu Santo, el público no puede verlo de la misma manera que en la plaza”; refiriéndose a la emoción.
Atrás quedaron los triunfos y los sinsabores. Pero no nos resistimos a la pregunta ¿Es una quimera la reaparición? Romero es tajante: “Yo me he ido entero y me voy a ir a la tumba, si Dios quiere, entero. A mí una becerra no me va a meter el pitón por aquí o por aquí -apunta con el índice a su cuello-. A mí no. Yo toreo con la mente. Es que ni de salón. Porque me voy detrás del capote y me cruje el cuerpo. Me desgarro toreando de salón. Toreando una becerra me desgarraría mucho más. ¿Y a qué viene todo eso?”. Paula, en cambio, anhela torear, aunque sea vestido de corto: “Si sale adelante la operación de rodillas que espero que algún día tenga lugar, sí que me gustaría torear en el campo”.
El mano a mano se cierra con la pregunta del millón ¿Qué es el toreo? Paula afirma: “Domingo Ortega me decía: 'El valor en el toreo es estar preparado”. Y Romero sentencia: “El toreo es puro sentimiento”.
Artículo galardonado con el V Premio ABC Periodístico Taurino Manuel Ramírez, que patrocina la empresa sevillana Persan, por su artículo Olor a Romero y sonidos de Paula, publicado en este periódico el 26 de febrero de 2012.