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Plaza de Toros de Pamplona

Domingo 9 de julio de 2017

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Puerto de San Lorenzo y el 6º de Ventana del Puerto

Diestros:

Curro Díaz: ovación y silencio.

Paco Ureña: oreja y silencio.

José Garrido: silencio y oreja.

Parte médico de Pablo Saugar Pirri: “El paciente ha sido intervenido de urgencia en la Enfermeria de la Plaza, presentando una herida por asta de toro con disección de uretra y evisceración intestinal, rotura completa de pared abdominal y múltiples perforaciones intestinales. Se ha procedido a realizar resección intestinal y reparación de la lesiones intestinales mas pequeñas. Múltiples lavados. Reparación de pared. Además presenta múltiples heridas perforantes en labio que se suturan. Intervenido por Dres: Ciga- Zazpe- Hidalgo- Goicotxea- De Carlos. Pronóstico grave. Ingresa en URPA de Hospital B de CHN. Firmado Ángel M Hidalgo, Cirujano Jefe Plaza de Toros de Pamplona”.

Entrada: Lleno

Galería de imágenes:

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus//20177/8/20170708210307_1499542108_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa:

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. Terrorífica y grave cornada al banderillero Pirri en Pamplona

La mente de Curro Díaz no quería hacer sitio a los recuerdos. “Ahora mismo estoy pensando en la corrida de hoy”, confesó en el patio de cuadrillas. Hace exactamente un año fue testigo de la tragedia de Víctor Barrio en Teruel que ningún torero olvida. Y menos, si la vida te hace mirar los ojos de la muerte. Curro recorrió el ruedo con la carga emocional a cuestas y desmonterado; Paco Ureña se destocó por el camino; y José Garrido paseaba la montera en la mano por su condición de debutante. Ureña y Garrido hacían el paseíllo envueltos en capotes negros. A la pesadumbre anímica y ambiental se sumó la feísima cornada de Pablo Saugar “Pirri”. A la salida del par de banderillas, el tremendo toro cinqueño con el que Puerto de San Lorenzo se presentaba en San Fermín derrotó con certera violencia. La descomunal largura del pitón izquierdo se hundió por el bajo vientre del peón, que quedó colgado por el garfio durante segundos interminables. Cuando lo soltó, los derrotes salieron de su bárbara cabeza como uppercuts al mentón del torero de plata vestido de azabache. En el suelo quedó tendido Pirri agarrándose la barriga y palpándose la barbilla milagrosamente íntegra. La gravedad se sintió en los rostros de los profesionales y en el silencio de los tendidos cuando lo transportaban a la enfermería.La corpulencia del cinqueño, llamado Tanguisto, alucinaba. Como su arboladura. Por los pechos, el morrillo, la culata, la hondura global de sus 635 kilos. Como si no cupiese en la muleta de Díaz. O entre el brazo y la muleta. Por pura ley física. Por volumen. Curro Díaz tocó con fibra. Accesible y un punto tarda la embestida por la mano derecha. Necesariamente cortas las compuestas series. Los derrotes por el sanguinario pitón zurdo tenían poco trato. Así que CD siguió por el lado más bonancible -ya más desentendido el bruto- con idéntico planteamiento. Media estocada tendida no fue suficiente aunque el veterano jiennense pretendió descabellar. Desistió cuando comprobó la entereza del “buque”. Volvió a tirarse a matar con acierto. Y recogió una ovación.

La finura, la estatura, el cuello y la elasticidad hacían del segundo toro como de otra corrida por comparación. Aun dentro de la seriedad. Paco Ureña voló el capote a la verónica con bien. Y abrió la faena por estatuarios barriéndole el lomo. Ureña le propuso la derecha con generosos metros y Pompitose estiró con ímpetu y transmisión. Por abajo en pos de la muleta en una tanda de largura y ligazón. La más redonda de una faena que luego la firmeza del lorquino sostuvo sobre las desigualdades. Las del encastado toro y las del enrazado torero cuando se acortaban las distancias. Más velocidad que ritmo en el empleo de Pompito. No hubo caso al natural. La tela se desprendió raramente del estaquillador. La estocada cabal igualó y elevó todo hasta la oreja.A José Garrido le abandonó la suerte con un tercero manso y desabrido de marcadas querencias. Tiraba los derrotes incluso con el pitón de fuera. Cargados de genio y veneno. Garrido lo intentó como si fuera bueno. No se enteró el personal hasta que se puso todavía más complicado a la hora de matar. Tapándole al matador todas las escapatorias.Careció de opciones Curro Díaz con el rematado cuarto. Mal estilo en sus acometidas. Los tornillazos saltaban de los pitones como chispas. Y ensuciaban con enganchones cada cite. Por un momento pareció que a izquierdas… Pero era mentira. Díaz optó por abreviar viendo cómo se agriaba a pasos agigantados el fondo ya de por sí amargo del toro.

No contaba la corrida del Puerto entre las duras sanfermineras y sin embargo… el quinto cerraba el envío de cinqueños -junto al primero y el tercero- y ampliaba la cuota ácida: se arrancaba con todo. Como en bloque. Costaba un mundo estar delante. Paco Ureña estuvo haciendo un ingrato esfuerzo demasiado tiempo.Para José Garrido fue el toro Huracán que demarró de la manada en el encierro como si fuese Indurain en el Tourmalet. Hierro distinto -La Ventana del Puerto- para una procedencia distinta -Aldeanueva- que su pelaje castaño delataba. Y no sólo. Garrido le dibujó el toreo a la verónica en un quite acompasado. La dulce embestida se hacía arcilla. Garrido quiso impactar con un improvisado arranque de faena rodillas por tierra. En su faceta más clásica jugó las dos manos. Acinturado y hundido. Sin toques más fluido, templado y mejor en su afán por romper la embestida hacia delante. Bueno Huracán y bien el extremeño. Cerró por manoletinas, pinchó una vez y ató el merecido trofeo en el siguiente ataque espada en ristre.

ABC

Por Andrés Amorós. Dramática cornada al subalterno Pablo Saugar “Pirri” en Pamplona

La tarde comienza dramáticamente: en el primer par de banderillas, el toro hiere en el vientre a Pablo Saugar, Pirri, de muy respetable dinastía: lo mantiene prendido del pitón un largo rato. Se ve claro que lleva una fuerte cornada. Después de casi tres horas de operación, concluida ya la corrida, el parte médico firmado por el doctor Ángel M. Hidalgo confirmaba la seriedad del percance. Pirri fue intervenido de «una cornada con disección de uretra y evisceración intestinal, rotura completa de la pared abdominal y múltiples perforaciones intestinales. Se realiza resección intestinal. Múltiples lavados. Reparación de pared. Además, presenta múltiples heridas perforantes en labio que se suturan. Pronóstico grave».

Dos diestros llevan capote de luto por Víctor Barrio. ¿Por qué no se guarda un minuto de silencio? No lo entiendo. Hace justamente un año, en este mismo ruedo, Iván Fandiño le dedicó su brindis al cielo…

En su debut, en San Fermín, los toros de El Puerto de San Lorenzo son grandes, serios, pero complicados y deslucidos. Se salva el último, de La Ventana del Puerto. Cortan un trofeo Ureña y Garrido.

En el primero, Curro Díaz traza notables derechazos y mata a la segunda. El cuarto, manso, puntea en la muleta; sólo puede apuntar algunos muletazos estéticos.

El segundo flaquea pero derriba: apenas le pican. Paco Ureña logra algunos muletazos lucidos pero el toro embiste desigual, como la faena. Mata con facilidad: benévola oreja. El quinto derriba espectacularmente dos veces (gran quite de Garrido), es incierto y violento, pega arreones. Ureña salva con dignidad la papeleta pero pincha.

Debuta en Pamplona José Garrido. Recibe con larga de rodillas al tercero, huido y brusco. Aunque porfía, decidido, el toro no se deja torear ni matar: una prenda. El último, de La Ventana (de origen Aldeanueva), es el que, en el encierro, se adelantó a sus hermanos y embiste mejor aunque flaquea. Garrido, arrebatado, echa las rodillas al suelo; luego, se templa en muletazos por los dos lados y recurre al arrimón, en tablas. Mata a la segunda: oreja.

El País

Por Antonio Lorca. Dramática cornada al peón Pablo Saugar ‘Pirri’

El festejo no había comenzado con buen pie, pues la Casa de Misericordia decidió, erróneamente, que no era oportuno que la plaza guardara un minuto de silencio en memoria de Víctor Barrio en el primer aniversario de su muerte en Teruel; después, cuando Pirri se encontró con Tanguisto, de gran estampa e impresionante arboladura, en el primer par de banderillas, el animal lo enganchó por el vientre con su muy astifino pitón izquierdo, lo elevó a las alturas, lo zarandeó con estrépito y aún tuvo tiempo de herirlo en la cara cuando caía al suelo. Fue una cogida dramática y espeluznante, y la impresión que quedó es que había sufrido una muy grave cornada. El parte médico confirmó que, tras ser intervenido en la enfermería de la plaza, su estado era grave. El banderillero sufrió una herida por asta de toro que le seccionó la uretra y le provocó evisceración intestinal, con múltiples perforaciones en los intestinos.

Cuando Curro Díaz tomó la muleta, la plaza entera continuaba sobrecogida, y con el cuerpo cortado. A pesar de ello, toreó con decisión, aunque los muletazos carecieron de hondura por el corto recorrido del toro, su evidente sosería y continuos cabezazos y derrotes. Fue una labor entonada y aseada, pero de escaso lucimiento.

El cuarto engañó a todos al empujar en el caballo y acudir con cierta alegría en el tercio de banderillas, pero volvió a sus orígenes en la fase final. Demostró ímpetu y movilidad en los primeros compases, y genio, después, con el que lo emborronó todo. A pesar de ello, Díaz trazó un par de buenos naturales y ahí quedó todo, no sin antes pasar un calvario con el estoque.

Tampoco alcanzó el vuelo deseado Paco Ureña con el segundo, al que recibió con unas aceptables verónicas. Fue otro toro de incierto comportamiento, que solo embistió de largo en el inicio de faena, en unos ajustados estatuarios que reflejaron la encomiable actitud del torero. Destacaron algunos derechazos, pero la labor de Ureña careció de unidad y profundidad. Mató de una estocada y lo premiaron con una oreja de muy escaso contenido.

Derribó el quinto al caballo de picar con más aspavientos que bravura —el picador cayó de bruces sobre el suelo y el costalazo fue de aúpa—, y no tardó el toro en mostrar también su falta absoluta de clase y nobleza. Quedó constancia del esfuerzo de Ureña, pero absolutamente baldío ante las complicaciones evidentes de su oponente.

Brusco, violento y sin atisbo de clase fue el tercero, con el que debutó Garrido en esta plaza. Su actitud fue de torero responsable y decidido, pero se impusieron las malas artes de su oponente, manso, suelto y sin calidad alguna. Lo había recibido con dos largas cambiadas de rodillas en el tercio y un par de buenas verónicas, pero pronto demostró el animal su pésima condición. A la hora de matar, pasó más apuros de los previstos y deseados.

El toro más noble fue el sexto, Huracán, el que encabezó la carrera del encierro matinal. Humilló como ninguno de sus hermanos, mostró mejores ideas y se dejó torear. Garrido protagonizó un lucido quite a la verónica, y consiguió congraciarse con las peñas al iniciar de rodillas la faena de muleta. Decepcionó, no obstante, su labor, sin la ligazón y la hondura requeridas

La Razón

Por Patricia Navarro. Feria de San Fermín: Una terrorífica cogida y un imperdonable olvido

Nos encontramos de lleno con el día X y la hora Y. E imposible olvidar. Ni debemos. Nos pertenece, como cicatriz de los horrores y de los honores casi al mismo tiempo. Aunque duela, aunque hiera el recuerdo. Fresco todavía. El del aniversario. El de la gran pérdida. Hacía más de tres décadas que no ocurría, que no perdíamos a un matador de toros, a uno de los nuestros.

Muchas son las heridas infinitas en ocasiones que surcan sus cuerpos. Demoledoras las imágenes. Pero nos habíamos hecho de hierro. Hasta nosotros y la muerte nos resbalaba porque nos había dejado de pertenecer, hasta que “Lorenzo”, aquella maldita tarde de hoy, para ustedes lectores, ya ayer de hace un año, le infirió a Víctor Barrio una cornada mortal. Mortal de necesidad de las que rezan los partes médicos. De las que no dejan lugar a dudas. Como la de Yiyo en Colmenar. 365 días atrás en el calendario nos encontrábamos justo aquí en el mismo lugar. Es fácil recordar hasta el calor.

El sol en Pamplona, a pesar de estar en la sombra. La fiesta que bulle y retumba en el interior porque es imposible que pase indiferente, hasta que la tragedia explotó en la plaza de Teruel y las redes sociales se inundaron con ese #FuerzaBarrio que hemos vivido otras tardes. Nos hemos hecho al milagro con tanta asiduidad que la muerte se nos convirtió en algo ajeno. Toreaba Alberto Aguilar en Pamplona y a decir verdad ya es lo único que recuerdo. Nada más de lo que pasó en el ruedo. Aquella noticia. La de verdad. La de la muerte. Agarró el estómago y lo molió.

Se convertía Víctor a sus 29 años en un mito. Nada volvería a ser igual. En verdad. Mucho menos podíamos imaginar que la tranquilidad de tres décadas se vería usurpada de esta manera con la desgarradora muerte de Iván Fandiño antes del aniversario de Víctor. Se dice que en la plaza se muere y mata. Y es verdad. Pero la piel ya no es la misma. Ni la sensibilidad.

No nos esperábamos que Pamplona olvidara al cabo de un año y no hubiera minuto de silencio. No es esta casa huérfana en respeto. Pero pasó. Tampoco nos esperábamos esa espectacular cogida a Pirri cuando clavó el par de banderrillas al primero. El toro era enorme. Qué cara. Qué pitones. Qué miedo más infinito hasta desde la grada. No lo puso fácil el de El Puerto de San Lorenzo a Curro Díaz que se justificó ante inciertas arrancadas. Y una oreja cortó Ureña del segundo que medía y acudía al engaño con cortedad aunque colocaba bien la cara. Correoso y con peligro fue el tercero en la muleta de José Garrido, que pasó bastante tiempo en la cara del toro, pero de ahí a disfrutar debe haber un mundo. Incluso dos. Le metió la mano como pudo y le dimos la vuelta al reloj para meternos de lleno en el toro de la merienda que es como un kitkat a mitad de tarde para los oídos. Se hace el silencio o algo parecido. Tuvo mejor son el toro, y Curro Díaz le metió en vereda en un par de muletazos al natural que amagaron con despertar a Pamplona pero ahí quedó la cosa y el toro, que tardó poco en rajarse.

No acabó de definirse nunca el quinto, que derribó al caballo en un par de ocasiones. Daba la sensación de que con un pitón se echaba a los lomos el universo si fuera necesario. Irregular y sin demasiado fondo en la muleta. Así la faena de Ureña, en la búsqueda y sufriendo los arreones en la suerte suprema. No fue fácil la corrida. El sexto tuvo mejores condiciones. Le faltaba un tranquito, pero colocaba bien la cara. Garrido se ganó al público con el comienzo de rodillas y contó con su atención toda la faena. Si bien ocurrió todo con mucha rapidez. Como un “Huracán”, pero ambos. La versión populista le acercó al éxito. No nos alejaba el tiempo de la memoria de Víctor. Víctor Barrio. Uno de los nuestros.

pamplona_090717.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:14 (editor externo)