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Ricardo Paulo Chibanga

Lourenço Marques (Mozambique), el 8 de noviembre de 1942

Debut en público: en la plaza de Lisboa (plaza de Campo Pequeno), en 1965. Junto a Antonio do Carmo y Joaquín Barroca. El 9 de mayo torea con Solórzano hijo y un novillero que había estado en huelga a las puertas de la plaza. Da vuelta en sus dos novillos, ABC titula: “Un negro triunfa en extraña novillada en Lisboa”.

Debut en Madrid: el 19 de marzo de 1970, junto a Manuel Linares y Rafel Sánchez Vázquez, con reses de El Jaral de Mira y El Pizarral.

Temporada 1970: 64 novilladas.

Alternativa: el 15 de agosto de 1970 en la plaza de Sevilla (Real Maestranza). Padrino: Antonio Bienvenida. Testigo: Rafael Torres. Reses de Antonio Pérez Angoso.

Debut en Lisboa: el 19 de agosto de 1971. Padrino: José Luis Galloso.

Temporada 1973: 14 corridas.

Temporada 1974: 18 corridas. El 14 de abril confirma doctorado en Madrid.

Debut en México: El 14 de enero de 1979 debuta en cosos mexicanos, en la plaza de El Grullo, Jalisco, alternando con Humberto Moro hijo con toros de Matancillas. Completó el cartel el rejoneador Gerardo Trueba.

Otros datos: cosecha grandes triunfos en la plaza de Maputo. Es uno de los mayores exponentes de la tauromaquia mozambiqueña. De nacionalidad portuguesa. Su padre trabajaba en una pastelería y su madre era ama de casa. Ricardo provenía de una familia humilde. Fue desde pequeño aficionado a los toros por los que en su juventud abandona sus estudios de ingeniero agrónomo. Al comienzo de su carrera se apodaba “El Africano”. Quedará en la historia por ser el primer torero negro. Con miles de seguidores, muchos de ellos famosos: Pablo Picasso, Salvador Dali, Orson Welles.

Fallece: En Golega (Portugal) el 16 de abril de 2019 a los 76 años.

La leyenda del torero negro

El Correo de Andalucía, 15/08/2011. Por Juan Ramón de la Vega. Ya hace tiempo que la festividad de la Virgen de los Reyes, patrona de la capital hispalense, dejó de ser una de las citas más esperadas del calendario taurino. Sin embargo, merece la pena volver la mirada hacia atrás para recordar una de las tardes de glorias más singulares de la que hoy se cumple cuarenta años, pues tal día como hoy tomó la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla Ricardo Paulo Chibanga, el primer matador de toros negro africano de la historia.

Si ya de por sí cuesta trabajo pensar que un matador de toros negro pudiera consagrase en la catedral del toreo hispalense, aún más trabajo cuesta imaginar cómo fue posible que Ricardo, oriundo de Mozambique, llegara a ser figura del toreo.

Todo comenzó un 8 de noviembre de 1947, día en el que nace el joven Ricardo Paulo Chibanga en Lorenço Marques (actual Maputo), ciudad que por aquel entonces era la capital de Mozambique. El joven africano se crió en el seno de una familia pobre. Su padre regentaba una pastelería, mientras que su madre aguardaba en casa ocupándose de sus siete hijos, de entre los cuales Ricardo ocupaba el cuarto puesto en la línea de sucesión.

Gracias a la poca distancia que separaba el coso taurino de la casa familiar de los Chibanga, Ricardo comenzaría su primer empleo a los nueve años de edad, el cual consistía en repartir publicidad de los carteles taurinos por los aledaños de la plaza de toros, así como también en la estación de trenes para captar la atención de los turista africanos que llegaban a Mozambique cada fin de semana.

Y fue de esta manera como se fue despertando en el joven africano su pasión por el mundo de los toros. Según contaba Isabel, la hermana mayor del torero, cada tarde cuando Ricardo terminaba de trabajar, regresaba a casa con un par de amigos con los que jugaba con un paño rojo y dos palos que él mismo había adornado con cintas, parodiando a las grandes figuras de la época, tales como Diamantino Vizeu y Manolo Dos Santos.

Con el paso del tiempo, Ricardo se va integrando en el mundo taurino hasta que por fín, un apoderado portugués decide apadrinarlo con vistas a poner en marcha un espectáculo cómico en el que el joven africano fuera el protagonista. El joven Chibanga ve así una oportunidad para comenzar y decide aceptar, aunque poco a poco va demostrando que tiene hechuras de torero y que lo suyo va en serio.

Así fue como Ricardo consigue viajar hasta a Portugal en un avión de las Fuerzas Armadas portuguesas para que por fin se forme en una escuela de toreo en la localidad de Golegá. Allí el joven africano comienza una carrera apoteósica como novillero, llegando a participar en los años 68 y 69 en más de 70 novilladas. En ellas destacan sus salidas a hombros gracias a los numerosos trofeos que iría acumulando, tarde tras tarde, en cosos como los de Villafranca de Xiles, Santarem o Campo Pequenho.

Hasta que por fín, un nuevo empresario del mundo taurino sevillano pone los ojos en él, es entonces cuando Ricardo decide mudarse a Sevilla para trabajar bajo la atenta mirada de Manuel Carneiro, quien le ayuda a integrarse entre figuras de la época, como Rafael Torres y Paco Camino, con quienes solía entrenar en un pequeño solar que por aquel entonces se hayaba junto a lo que era el Cine Andalucía.

Es entonces cuando Chibanga comienza a aparecer en los carteles con el pseudónimo de “El africano”, título con el que le bautizó Antonio Maravilla en el año 67 en la Plaza de San Sebastián de los Reyes y que, sin duda Chibanga aceptaría con orgullo.

Y así fue como Ricardo se fue haciendo con un puesto entre los carteles de la época, hasta que por fín llegaría su gran día, pues el 15 de Agosto de 1971 Ricardo tomaría la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla, después de que Antonio Bienvenida le cediera la muerte de un toro de 517 kilos de la res de Pérez Angosto y con Rafael Torres como testigo.

Según el propio Ricardo, la gracia de Dios estaba con él, por lo que preparó el mejor su traje, de blanco y oro. Sabía que Sevilla no era una plaza más, sino que toda su carrera dependería que lo que hiciera esa tarde, por lo que no podía haber margen de error. Según cuenta el propio Ricardo Chibanga “la oportunidad que tenía era única, habían venido muchas personas de Portugal para verme y yo no los podía defraudar, de modo que antes de salir a la plaza le recé a la Virgen de Fátima y a la Macarena para que todo saliera bien. Entonces Bienvenida me dijo: Ricardo, buena suerte, tú puedes ser torero, hay que luchar, hay sufrir, hay que pelear, pero estoy seguro que lo vas a hacer bien. Mucha suerte Ricardo. Me dio un abrazo y yo me emocioné. Y así fue, maté al toro de la primera estocada y corte una oreja, la única que se cortó esa tarde”.

Al día siguiente los periódicos de la época destacaban el buen hacer del mozambiqueño en el coso hispalense. El Correo de Andalucía citaba textualmente: “contento puede estar el nuevo matador de toros. Al de su alternativa le cortó la oreja, la única cortada esta tarde. Justa y merecida. Toreó, banderilleó, hizo una gran faena de muleta y mató bien. Todo completo, todo sobrecargado de valentía y seguridad.”

A partir de esa tarde de gloria, el joven africano comienza a recorrer los ruedos de toda España codeándose con las grandes figuras de la época. Durante todo un año, el africano cosecha exitos en plazas como Barcelona, Madrid, San Sebastian y Sevilla. La fama de Ricardo se extiende hasta el punto que un año más tarde, repetiría cartel en el ruedo hispalense y de nuevo el día de la Virgen de los Reyes, esta vez acompañado de Rafael Torres y un joven Curro Romero que, sin duda, acaparaba toda la atención del momento.

Según el propio Curro Romero, “la tarde se presentaba calurosa y la gente acudía a la corrida atraídos por la excentricidad que causaba ver a un torero de raza negra, cosa que me preocupaba ya que no sabía nada acerca de Chibanga, no sabía si lo haría bien o mal”. Pero, una vez más, el torero africano dejaba buen sabor de boca entre los aficionados, y eso, a pesar de que esa tarde no hubo orejas.

Ya no cabía ninguna duda, Ricardo sabía torear, y lo hacía bien. Tal y como asegura su compañero Rafael Torres, “Ricardo no sólo sabía torear, sino que era un torero muy completo, pues era de los pocos que se atrevían a poner las banderillas”. Todo ello permitiría a Ricardo que se ganara la confianza, no sólo de sus compañeros, sino dentro de todo el ámbito taurino.

Conviene señalar, que por el color de su piel, Ricardo era un torero distinto a los demás, sin embargo nunca fue víctima de ataques racistas. Así mismo lo asegura el propio Chibanga, quien según dice, nunca llego a temer actitudes en su contra que le puedieran cerrar las puertas en un mundo a priori bastante reservado, y más aún en una ciudad como Sevilla con una idiosincracia un tanto clasista.

Tras los éxitos conquistados por toda España y Portugal, el africano comienza a probar suerte en países como México, Colombia, Macao, e incluso Francia, en donde casualmente conoce al pintor malagueño Pablo Picasso, gran aficionado a los toros, que casualmente había acudido a la plaza de Freijus para asistir a una corrida sin imaginar que se iba a encontrar con un torero negro. Según acredita Rafael Inglada, biógrafo oficial del pintor malagueño, a Picasso le impresionó bastante encontrarse con un torero negro, tras hacer el paseíllo el torero se acercó a este, quien a su vez lo saludó desde la barrera y más tarde invitaba al joven Chibanga a cenar con él y su mujer Jaqueline en el hotel donde se hospedaba. Esa misma noche, el pintor malagueño regalaría al joven Chibanga una de sus obras en agradecimiento por brindarle la muerte del toro.

Pero si había un país que Ricardo quería volver visitar, ese era el que le vio nacer, Mozambique, a donde regresó como matador de toros profesional en el mes de julio de 1973. La visita del joven torero a la Monumental de Lorenço Marques supuso todo un acontecimiento en el país. La plaza no sólo se abarrotó de mozambiqueños, sino que además llegaron muchos sudafricanos atraídos por la fama con la que se había hecho el joven matador de toros. Como cabía esperar, la tarde fue un éxito absoluto, y Ricardo salió a hombros por la puerta grande, siendo aclamado por las calles por sus paisanos.

Durante toda su carrera como matador de toros, Chibanga recibió varias cornadas que a punto estuvieron de quitarle la vida, de entre las que destaca la que recibió en el cuello mientras toreaba en la Monumental de Barcelona. Sin embargo, no sería un toro lo que le haría retirarse de los ruedos, sino los graves problemas de visión que le empezaría a afectar a partir del año 74, año en el que torearía oficialmente por última vez en la colonia portuguesa de Macao, en China. Tras ello, Ricardo decidió establecer su residencia en la localidad portuguesa de Golegá, para comenzar su carrera personal como empresario taurino. Ricardo decidió adquirir dos plazas de toros desmontables para organizar corridas de toros en aquellas localidades en las que no hay coso taurino, un negocio que le mantiene vivo y respetado en el mundo del torero, así lo asegura su compañero luso Victor Mendes. Tanto es así que, incluso, ya tiene una calle que lleva su nombre en la localidad en la que reside.

Hoy por hoy, a sus 75 años de edad, Ricardo es una persona plena, satisfecha, amigo de sus amigos, así lo asegura Rui Sousa, un forcado vecino de Golegá que se ha mantenido al lado de Ricardo desde sus comienzos en Portugal hasta la presente.

Puede que Ricardo no haya marcado un estilo, o una época, pero Ricardo Chibanga siempre será recordado en los anales de la tauromaquia por haber sido el primer matador de toros negro de la historia.

Chibanga

Diario de Sevilla, 24/04/2019. Por Charo Ramos. Hacía mucho calor en Sevilla aquel 15 de agosto de 1972 pero la Plaza estaba llena. Ricardo Chibanga compartía cartel con Curro Romero en la corrida que celebraba el día de la patrona, la Virgen de los Reyes. Aunque fue vitoreado y banderilleó muy bien, no obtuvo trofeos como sí hizo en su primera tarde en el coso del Baratillo, cuando cortó una oreja. Por momentos como aquellos Chibanga, el primer africano que toreó en la Real Maestranza, llamaba a Sevilla “mi ciudad” y la echaba de menos soñándola desde su finca de Santarem.

En sus recuerdos, según nos cuentan amigos próximos, la arena de Sevilla equivalía al paraíso. Aquí tomó la alternativa en 1971 de manos de Antonio Bienvenida y los aficionados se rindieron a su carisma y su valentía. Fue la cima de su carrera hasta ese momento, un logro que Portugal vivió con orgullo enviando cámaras para registrar la faena. El niño que había nacido en una de las barriadas más humildes de Lourenço Marques, la actual Maputo, y que repartía programas de mano de los festejos para conseguir entrar gratis en la Monumental de la capital de Mozambique, dejaba atrás la miseria, el racismo, el frío, la incertidumbre. Como el futbolista Eusébio entonces y como la fadista Mariza ahora, también nacidos en la antigua colonia, Chibanga se convirtió en los años 70 en uno de los artistas populares más queridos de Portugal. Cuando en 1973 toreó en la Monumental de su ciudad natal su fama se hizo global.

La prensa de la época señala que el color de su piel llamaba la atención al ponerse el traje de luces pero su carrera no fue anecdótica ni el exotismo de su estampa sirvió jamás para disimular carencias artísticas. Chibanga fue un buen torero, muy respetuoso con el público, hasta que una enfermedad de la vista le obligó a retirarse. Se reconvirtió como empresario taurino y durante un tiempo recorrió Portugal con su plaza portátil, llevando la fiesta a ciudades y pueblos que carecían de ella.

En las fotografías de sus tardes de gloria lo vemos sonriente en los cosos de Melilla, Valencia o el sur de Francia. Allí fue a verle el gran artista del exilio, Pablo Picasso, que le llamaba “el morenito matador”. Chibanga todavía tiene sangre en la ropa mientras tiende la mano al malagueño, pintor de celebradas Tauromaquias.

La muerte inesperada de Ricardo Chibanga la semana pasada pone de manifiesto lo poco que se le recuerda en su amada Sevilla. Si algún día vemos ampliarse el real de la Feria con su traslado al Charco de la Pava, sería hermoso encontrar que Chibanga tiene una vía con nombre propio entre los toreros de Sevilla, no demasiado lejos de Bienvenida y del faraón de Camas. Kanimambo, Ricardo Chibanga.

Quién fue Ricardo Chibanga, el primer torero negro de la historia

Diario de Sevilla, 8/11/2022. Por Álvaro Ochoa. Hoy, 8 de noviembre, cumpliría 80 años Ricardo Paulo Chibanga. Un hombre que hizo historia al ser el primer torero negro. Nacido en Lorenço Marques (actual Maputo, capital de Mozambique), creció en una familia humilde. Hijo de pastelero y con seis hermanos, empezó a trabajar desde muy joven para ayudar en casa. Algo que le llevó a trabajar como repartidor de publicidad en los aledaños de la plaza de toros de su ciudad. Ahí desarrolló su afición por la tauromaquia, la cual le animó a probar suerte en el difícil mundo de los toros. Un portugués llamado Manolo dos Santos lo descubrió y le dio una oportunidad que no desaprovechó. Viajó hasta Portugal y en la escuela de Golegá aprendió a torear. En dos años, 1968 y 1969, participó en más de 70 novilladas, , incluyendo las plazas principales del país, como Villafranca de Xiles, Santarem o Campo Pequenho, en Lisboa.

Ricardo Chibanga dio un pasó más en su carrera al mudarse a Sevilla para que Manuel Carneiro lo apoderara. El africano entrenaba con otros jóvenes que también soñaban con llegar a lo más alto como Rafael Torres o Paco Camino. Anunciado como El Africano, Chibanga fue haciéndose un nombre dentro del escalafón. El 15 de agosto de 1971, festividad de la Virgen de los Reyes en la capital de Andalucía, tomó la alternativa de blanco y oro en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla de manos de Antonio Bienvenida y en presencia de su amigo Rafael Torres, en una tarde en la que Chibanga causó sensación y cortó una oreja. Aquel trofeo le permitió Desde aquella tarde triunfal Chibanga recorrió prácticamente todo el país y con gran éxito de público en las corridas en las que participó. Ver a un torero de raza negra fue un atractivo importante en la España del ocaso del franquismo.

Una grave enfermedad de la vista, tan sólo tres años después de su alternativa, le obligó a retirarse los ruedos. Hasta ese día, pudo confirmar su alternativa en la madrileña plaza de Las Ventas y torear en varias ocasiones ante en su ciudad adoptiva: Sevilla. Y, además, lo hizo algunas veces junto al ídolo de la afición hispalense: el camero Curro Romero. Su carrera como torero tuvo como punto álgido una corrida en su Mozambique natal en el verano de 1973. Su presencia en la plaza de Maputo fue una acontecimiento nacional para el país africano. No obstante, tras su retirada, continuó vinculado con el mundo del toro prosiguió en labores de empresario.

Ricardo Chibanga murió en abril de 2019. Su pérdida hizo que muchos aficionados que lo vieron lo recordaran con cariño y su nombre volvió a estar en la palestra taurina. Prueba de ello es el homenaje que se organizó en marzo de 2020 en la localidad portuguesa de Chamusca. Morante de la Puebla, El Fandi o José María Manzanares participaron en aquel festival junto a otros rejoneadores y toreros lusos.

Además de este homenaje, su hija Anete mantiene viva su memoria en redes sociales, donde comparte con asiduidad imágenes y recuerdos relacionados con su padre. Precisamente Morante, que llegó a conocer a Chibanga en vida, inauguró un busto del torero mozambiqueño en la localidad que le vio llegar de África: Golegá. El cigarrero, acompañado del banderillero José Tinoca, hombre de confianza de Chibanga, fueron los encargados de descubrir el monumento.

®Imagen, arriba, Morante de La Puebla descubre un busto de Ricardo Chibanga en Golegá.

ricardo_chibanga.txt · Última modificación: 2022/11/08 17:27 por paco