Feria de Santiago
Sábado, 23 de julio: Toros de Torrealta para Alejandro Talavante como padrino, oreja y ovación, Pablo Aguado de testigo, silencio y silencio, y la alternativa de Manuel Diosleguarde, oreja y oreja.
Domingo, 24 de julio: Novillos de Núñez de Tarifa para Víctor Hernández, oreja y peticion y vuelta, Isaac Fonseca, silencio y ovación herido leve, y Marcos Linares, vuelta y ovación.
Lunes, 25 de julio: Toros de Juan Pedro Domecq para Morante de la Puebla, silencio y dos orejas, Diego Urdiales, oreja y oreja, y Juan Ortega Pardo, ovación en ambos. Crónica, abajo.
Martes, 26 de julio: Toros de Domingo Hernández, Jandilla, Pallarés, Juan Pedro Domecq, Antonio Bañuelos y El Parralejo, para Ginés Marín en solitario: ovación/oreja/oreja/oreja/ovación/2orejas.
Miércoles, 27 de julio:Toros del Puerto de San Lorenzo para Davila Miura (25º Aniversario de Alternativa), oreja tras tremenda cogida y vuelta al ruedo, El Juli, oreja y oreja, y Andrés Roca Rey, silencio y oreja. Crónica, abajo. Video AQUí
Jueves, 28 de julio: Rejones. Toros de Benítez Cubero y Pallarés (5º) para Sergio Galán, silencio y vuelta, Leonardo Hernández, ovación y oreja, y Guillermo Hermoso de Mendoza, ovación/2orejas.
Viernes, 29 de julio: Toros de La Quinta, 5° indultado aunque el presidente indicara que entrara a matar, para un cartel extremeño Antonio Ferrera, palmas y ovación, Miguel Ángel Perera, oreja y dos orejas simbólicas, y José Garrido, silencio y ovación.
* Empresario: José María Garzón
El Mundo, 28/07/2022. Por Vicente Zabala de la Serna. Terrorífica cogida de Dávila Miura, que vuelve a nacer en Santander.
Eduardo Dávila Miura volvió a nacer a las 18.57 minutos. Sólo un capote invisible evitó la tragedia cuando perdió pie -zancadilleado al vaciar un natural-, clavó la rodilla y no se pudo levantar. El toro lo cogió de lleno por el bajo vientre, lo levantó, lo soltó y lo volvió recoger. Como si colgase un fardo. No se sabía ni por dónde viajaban ya los pitones. Si por los intestinos, el cuello, la cara. Cuando las cuadrillas consiguieron quitárselo de encima, quedó en el suelo un hombre desbaratado, aturdido. El rostro bañado en sangre, la taleguilla destrozada, el corbatín fuera de su sitio. Como fuera de sí estaba la gente, aterrorizada. Manos desesperadas escanearon el cuerpo del sevillano que a sus 48 años volvía a ver la luz de la vida. No encontraron el temido boquete mientras el agua bendita lo despejaba por la nuca. Recuperado el aliento perdido y la mirada ida, Dávila Miura agarró la espada y, como si le hubiese estallado una mina bajo los pies, descalzo, hecho jirones el traje, también el ánimo, se dirigió de nuevo al toro, que había sido muy notable. Y lo mató de pinchazo y estocada para celebrar la resurrección con una oreja. La faena se sostuvo en el filo de la dignidad, con el estilo acamperado que siempre lo definió.
Paseada la vuelta al ruedo entre sonrisas, en la enfermería siguieron la exploración y la evaluación de daños. No voy a ser la voz estúpida de la conciencia, pues ya somos todos mayorcitos. Pero hay dos elementos que delatan, antes que el toro, el paso de los años, la inactividad: la taleguilla y la montera. Cuando tras ellas ves al civil, al comentarista, al director de aficionados prácticos, al padre de familia, al hombre amable, bueno, al Teniente Hermano Mayor de la Macarena, y no al torero, aunque sea de una manera puntual, se encienden las alarmas que dicen que ese no es tu sitio. Este miércoles pudimos haber vivido un drama irreparable.
Cuando pasó todo el eco, el ruido del miedo, El Juli dictó una lección de maestría con un sobrero gigantesco, también de Puerto de San Lorenzo, bravo en todos los tercios. Lo cuajó de principio a fin con una profundidad superlativa en su derecha, que fue la mano del importante toro. La faena desprendió un ritmo superior desde que arrancó rodilla en tierra. Ligazón, sincronía, la sabiduría del gobierno, incluso para hacerlo al natural, por donde el toro viajaba menos. Bramó Cuatro Caminos, también cuando Juli enterró la espada. Todos a una menos el presidente. Que se quiso distinguir dando una sola oreja, ¡con las que se han conocido aquí por menos y nada!
Todo los méritos de tacto que acumuló Roca Rey se fueron al traste cuando el débil tercero, ya muy encogido, se echó en mitad de faena y hubo que apuntillarlo.
Volvió Dávila Miura, reparado el vestido, recompuesto el espíritu. Y quiso Dios regalarle un toro de categoría y clase superlativas, una humillación aterciopelada. Qué calidad para completar el lote soñado. Miura cumplió. Incluso en alguna serie de principio de faena se sintió. Pinchó antes de la estocada y volvió a pasear el anillo, muy feliz, redivivo.
Juli le brindó la muerte del quinto, de La Ventana del Puerto, un tacazo de hechuras, de muy buen fondo el tiempo que duró antes de rajarse. Ese tiempo lo bordó El Juli en su templadísima muleta. Que lo sujetó, cuando pretendió irse, como decía El Papa Negro que salvó a un toro en el mar: a tironsitos. Redondo JL, colosal en su tarde, que acabó con media estocada arriba y otra oreja, llave de la puerta grande debida.
La plaza volvió a rugir, o rugió como nunca, ante un Roca Rey desatado por el palo espectacular ante un sexto que punteaba sin ritmo. En lo suyo, al final, armó un lío. Un desplante a cuerpo limpio incendió Cuatro Caminos entre gritos de «¡torero, torero!» que se apagaron con la espada. La fuerza de su inercia lo condujo hasta el trofeo.
Diario de Sevilla, 26/07/2022. Por Luis Carlos Peris. Un orfebre con alma de brujo. Dentro de la campaña del Norte, Santander es un puerto no digamos que puntuable pero sí muy agradable. Sin las dificultades que ofrecen Pamplona y Bilbao y quizás con el encanto que un día tuvo el Chofre easonense, la capital de Cantabria es un oasis para la torería. Toro que frisa con el deseado medio toro, público receptivo y ciertamente cariñoso, el santanderino coso de Cuatro Caminos es un lugar confortable para el torero y ayer, a pesar del desrazado juego de los toros de Juan Pedro Domecq, dos de los componentes de la terna salieron en hombros, mientras que el tercero abandonó la plaza por su pie a causa del lote que le tocó en desgracia.
Había esbozado un toreo de altura Diego Urdiales en el segundo toro de la tarde y se había estrellado Juan Ortega con su primero cuando por chiqueros salió Víboro, un jabonero que dejó sus credenciales de toro complicado ya en el capote de Morante. El cigarrero que siempre ve toro con el capote, apenas pudo esbozar alguna que otra pincelada, pero sin posibilidad alguna de remate, con lo que la ilusión se iba difuminando. Claro que si los designios del Señor son inescrutables, los de José Antonio Morante y Camacho por su señora madre entran de lleno en el pantanoso terreno de lo taumatúrgico.
¿Quién puede analizar lo que el cigarrero compuso con este jabonero de tan mal estilo? Complicada cuestión ésta, señor mío. No fue una faena de este tiempo y podríamos asegurar que de casi tiempo alguno, fue el invento que salió de las muñecas y del corazón de un orfebre con alma de brujo. ¿Redondos, naturales, cuál fue el argumento? Pues de todo un poco, pero trufado con molinetes, trincherillas, de pecho obligado y todo bien agitado antes de servirse. Era el enésimo invento de un torero único, como una maravillosa obra sin línea argumental. Y como mató al toro como dicen que mataba Frascuelo, pues las dos orejas para él. Y la vuelta al ruedo apoteósicamente solemne, despaciosa, la plaza hecha un manicomio y todo aficionado preguntándose qué era lo que había presenciado, qué es lo que había inventado este orfebre con vocación de brujo.
Anteriormente había hecho gozar a los sentidos Diego Urdiales con su toreo lleno de naturalidad, temple y con ese pellizco que parecía propiedad exclusiva de los de por aquí abajo. Pero es de Arnedo y hace el toreo como si hubiera nacido en San Bernardo. Toda la tarde cumbre con el capote, tanto a la verónica como en un precioso quite por chicuelinas, con la muleta da gusto verlo. Naturales solemnes a pesar de la poca colaboración del toro, lo mató por arriba y cortó una oreja. Fue el preámbulo de la faena despaciosa y preñada de temple que cuajó con el castaño Suscriptor, que fue el mejor del irregular envío de Juan Pedro. En este toro, Urdiales dio un recital al natural, pero el toro se le echó antes de tiempo, todo se enfrió y a pesar del estoconazo, el premio quedó en una sola oreja. Está en un gran momento Diego y todo el toreo se pregunta cómo no está acartelado en la Aste Nagusia bilbaína.
Al debutante Juan Ortega le tocó en desgracia el peor lote y a pesar de su buena disposición y de cómo persiguió el triunfo pasó por el duro cáliz de ver cómo sus compañeros se iban en hombros por la puerta grande. En el boca a boca del toreo no paran de alabar la tarde que el trianero dio la semana pasada en Manzanares y la verdad es que un torero de su clase ya necesitaba un aldabonazo que le devolviera al sitio que debe ocupar. Y Santander, con el efecto multiplicador de la televisión parecía el punto idóneo para esa llamada de atención. Nadie podrá discutirle su disposición, pero su lote sólo le dio para esbozos. Esbozos de calidad suma, pero sin el remate que le impulse a las alturas. Como dato importante en su haber puede decirse que se ha convertido en un matador que hace la suerte suprema como muy pocos. Y todo esto es lo que dio de sí el esperado festejo del día del Patrón de las Españas pasando a la historia del toreo cómo Morante de La Puebla se sacó de la chistera una faena que dejó estupefacto a cuantos tuvimos ocasión de presenciarla.