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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Jueves, 19 de abril de 2012

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Ventorrillo y un sobrero (6º) de Montealto (desigualmente presentados, faltos de raza y casta, mansos; 4º y 6º devueltos a corrales por invalidez manifiesta).

Diestros:

Diego Urdiales. De verde pistacho y oro. Estocada, descabello (silencio); pinchazo, estocada desprendida, aviso (silencio).

Iván Fandiño. De verde esperanza y oro. Estocada (silencio); estocada desprendida, aviso (saludos desde el tercio).

Jiménez Fortes. De azul pavo y oro. Pinchazo, pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (silencio); estocada tendida, aviso, tres descabellos (saludos desde el tercio).

Picador que destacó: Plácido Sandoval “Tito”, de la cuadrilla de Jiménez Fortes, en el 3º.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: nublado con rachas de viento, fresco al final.

Entrada: más de media plaza.

Crónicas de la prensa: El Mundo, La Gaceta, La Razón, Diario de Sevilla, El País, COPE, MARCA, El Correo de Andalucía, Diario Vasco.

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Los de El Ventorrillo han hecho méritos en la Maestranza para que se les de descanso. Y eso que estaban bien de presentación y preciosos de lámina y variedad de capa, pero eso era todo. Dos se fueron a los corrales por aparente invalidez y alguno más también se pudo ir. Algo se dejó por la izquierda el primero y el primer sobrero necesitaba otra lidia por bajo que no tuvo. Urdiales parece que necesita otros toros con lo que pelarse y poner a la gente el corazón en un puño y con estos le resulta más complicado. Fandiño estuvo bien toda la tarde, hasta con el capote toreando despacio. En el burraco quinto estuvo muy voluntarioso y sacó alguna tanda estimable, por encima de su oponente. Jiménez Fortes -por cierto, debe ser el primer torero hijo de una torera de la historia- dejó muestras de su toreo en toda su actuación, hasta en un quite en el segundo. El tercero era peligroso y no se despeinó y en el último sobrero, de Montealto, con dificultades, estuvo siempre muy bien puesto y le sacó pases de gran calidad, rematando con un espadazo que no rubricó con el descabello. Bien el malagueño en esta difícil cita y cómo debe estar su madre Mary viendo tan firme a su retoño en la plaza. Por cierto, estupendo de nuevo el piquero Tito Sandoval, que ya destacó en la cuadrilla de Castaño, y que va para premio.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: detalles de interés

No pudo ser. El vasco Iván Fandiño sí cinceló, no obstante, varias verónicas de alelí, suaves y hondas, templadas y acompasadas. Su magnífica manera de embarcar la embestida, su forma de componer la figura y el estilo moviendo las muñecas y bamboleando los brazos merecen tenerlos en consideración. También estuvo muy decidido en el segundo de su lote. Un toro rebrincado en el que había que apostar y lo hizo sin miramientos. Se lo pasó cerca de la barriga en varias ocasiones porque no rectificó los terrenos y le dejó la flámula siempre en la cara. En esas circunstancias los toros o embisten o se rajan. Y el de El Ventorillo acabó haciendo lo segundo. Antes de acabar aculado en los terrenos de chiquero calamocheó pero Fandiño le robó dos o tres naturales largos y cuajados. Dejó las espadas en alto. La próxima vez que haga el paseíllo le esperan tres de Victorino, casi ná.

El jovencísimo Jiménez Fortes también protagonizó otro de los momentos más brillantes de la tarde. Se produjo en el quite al segundo: chicuelinas dulces, dúctiles, flexibles… en las que se dejaba llegar mucho el toro y con un leve toque de muñecas se lo enroscaba a la cintura. Quizá abusó, pero mereció la pena. Ante el sobrero de Montealto se fajó muy valeroso. Las miradas eran amenazas serias y se quedó quieto como una vela y se jugó la cornada una y otra vez. Algún natural salió bordado: lento, largo y bien embarcado. Habrá que seguirle la pista.

No debemos pasar por alto las buenas formas del picador Plácido Sandoval “Tito” que en el primer envite el toro buscó las vueltas y se puso por el lado contrario del peto. A base de tirar del bocado supo rápidamente poner la cabalgadura bien. En el segundo puyazo movió el caballo bien y señaló arriba. Bien

Lo peor: aparecieron las devoluciones

Hasta el octavo festejo del abono no habíamos sufrido las devoluciones de los toros. Con mayor o menor fuerza, todos los ejemplares titulares habían aguantado en el albero maestrante hasta que llegó la vacada de El Ventorrillo, que con un cierto fondo de nobleza, adoleció de fuerzas, de casta y de bravura. Mala corrida que inauguró la nómina de los sobreros: uno de la ganadería titular, con casi seiscientos kilos y otro de tal lustre de Montealto, que llevaba de sobrero desde el sábado…

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. El 'ventarrón' descastado

La ganadería de El Ventorrillo, que el año pasado dio un petardo de órdago, fue premiada por la empresa Pagés con su repetición en el presente ciclo. La corrida enviada desde tierras manchegas fue como un ventarrón descastado, con el añadido de la mansedumbre y flojedad. De hecho, cuarto y sexto fueron sustituidos por derrumbe, siendo sustituidos, respectivamente, por otro astado del mismo hierro y uno de Montealto.

Diego Urdiales e Iván Fandiño, acostumbrados a corridas duras, debieron pensar que era su día por aquello de que las reses de esta divisa, hasta hace muy poco, predilecta de las máximas figuras, tienen procedencia Juan Pedro Domecq. Pero sus sueños se estrellaron ante el juego infame. El joven Saúl Jiménez Fortes tampoco debió salir muy contento con su lote.

De la terna, el riojano Urdiales anduvo muy espeso; entre tanto el vasco Fandiño y el malagueño Jiménez Fortes dieron la talla; especialmente, se entregó con ahínco el malagueño, ovacionado en su lote. Para colmo, el viento hizo de las suyas en algunos pasajes de la lidia.

Diego Urdiales se perdió en un trasteo largo y sin emoción ante el que abrió plaza, que protestó en cada embestida. Con el cuarto, otro animal sin calidad alguna, volvió a una labor sin relieve, pasada de metraje y con el añadido de un desarme.

Iván Fandiño apuntó buenas verónicas de salida con el segundo. Jiménez Fortes le apretó en un quite en el que se lució por chicuelinas y con una media. La faena resultó insulsa, con un astado paradote, tardo y distraído. Con el flojísimo quinto, en faena que abrió de largo, en los medios, con un muletazo por la espalda, logró los mejores momentos en una tanda con la diestra en la que cinceló muletazos largos y templados y en un par de naturales de gran calidad en el epílogo. La labor resultó excesivamente larga.

Jiménez Fortes fue a por todas en su lote. Ante el manso y desclasado tercero, de acucharada y muy respetable cuerna, citó bien colocado y se cruzó una y otra vez para robarle muletazos muy meritorios. Acabó la faena con un serio arrimón.

Con el sexto bis, de Montealto, un toro repetidor, pero sin clase, el malagueño se la jugó sin cuento alguno. Muy firme, sobó y arriesgó para una tanda con la diestra con muletazos de buen trazo. Lo mejor, un manojo de naturales. Cerró con manoletinas. La chispa de emoción que prendió e impuso el torero se apagó en la suerte suprema, por la reiteración del verduguillo; precisando tres golpes. En una estocada previa se tiró con contundencia para encerrar el acero, Salió con la taleguilla rasgada.

Dos toreros, Fandiño y, fundamentalmente el malagueño Jiménez Fortes, muy firme y siempre con las plantas asentadas, consiguieron salir a flote en un ventarrón descastado de El Ventorrillo que decantó en gran medida que el espectáculo resultara plúmbeo.

El Mundo

Por Carlos Crivell. Una corrida para perder la afición

El aficionado se hizo una pregunta, entre otras, cuando conoció los carteles. ¿Por qué Fuente Ymbro y El Ventorrillo ya no la lidian las figuras? La primera demostró en la corrida del miércoles que hay casta en la divisa. La casta no les apetece mucho a algunos toreros. Puede ocurrir que en breve los mejores espadas vuelvan a pedir Fuente Ymbro.

Los motivos por los que las figuras no quieren El Ventorrillo se vieron en la corrida de ayer con meridiana claridad. No han pasado más que dos años desde que El Juli cuajara a los toros Ilusión y Botijito en una tarde gloriosa para el madrileño. Esa misma tarde, los otros cuatro toros que lidiaron Castella y Perera fueron malos sin paliativos, muy parecidos a los que ayer sembraron de hastío una corrida muy esperada y finalmente un espanto por culpa de la falta de raza, fuerzas y clase de las reses jugadas. Ya sabemos los motivos por los que El Ventorrillo no es una ganadería que se disputen los toreros con capacidad para exigir el ganado.

La corrida no fue mala, fue peor que mala. Dos toros devueltos por su invalidez manifiesta como dato aparente, pero lo más grave fue su falta de movilidad y la carencia de clase en las arrancadas. Se supone que no se anunciará en Sevilla en los próximos años.

Con una tarde nublada, que incluso llegó a presagiar la posibilidad de la lluvia, sin que faltara el viento como fiel acompañante de la primavera taurina maestrante, la corrida fue un soponcio de más de dos horas y media de duración. Fue el festejo no deseado en estos momentos. La Fiesta necesita corridas de triunfo como mejor publicidad de sus maravillas. Con estos toros no hay futuro.

Para que nada faltara, los toreros tampoco acertaron en momentos claves para mejorar el juego de los astados. La corrida, aparatosa de presencia, era lo de Juan Pedro Domecq seleccionado para plazas de primera. Pues esos toros no valen en ninguna plaza. Y dicho queda que la terna tampoco anduvo inspirada con ellos. Así, Diego Urdiales con el que abrió plaza. El toro se desplazó sin clase en los primeros compases de la faena del ya veterano espada, que no encontró nunca el sitio ni la distancia, posiblemente porque era complicado. Como invitado final para acabar con el cuadro sopló el viento y la faena fue un quiero y no puedo.

El mismo Urdiales tropezó con el sobrero del hierro titular de 589 kilos, una mole de carne mansa y descastada, al que el riojano intentó torear más sobre la diestra. El toro fue un bruto integral. Algún muletazo llevó aroma bueno, en realidad muy poco. El toro desarrolló a malo con cabezazos y Urdiales pasó por Sevilla sin dejar ningún eco.

Se esperaba a Fandiño, de valor contrastado, matador emergente en trance de torear en todas las ferias. Tampoco Sevilla pudo deleitarse con el torero vasco, de admirable trayectoria. El primero de su lote, melocotón según la ficha pero colorao a la vista, no tenía fuelle ni empuje. Una birria deslucida. El torero de Orduña estuvo firme sin posibilidades.

Las dudas llegaron en el quinto. Era un inválido muy evidente. El palco quería que movieran al toro para ver su comportamiento. Ni Fandiño ni su cuadrilla lo hicieron. Se quedó con el toro y lo pagó con una actuación voluntariosa pero incolora. Lo intentó en todos los terrenos de la plaza en tandas muy cortas y algo embarulladas. Harto de cambiar los terrenos bajo las órdenes de su apoderado, Fandiño insistió mucho sobre la mano diestra, cuando en los capotes de su cuadrilla el pitón bueno parecía el izquierdo. Cuando lo hizo hubo naturales de buen trazo pero ya era demasiado tarde. Estuvo valiente, pero su labor fue turbia. De Fandiño se esperaba otra cosa. Se supone que lo tendrá guardado para la de Victorino Martín.

Junto a dos toreros curtidos en batallas duras, un torero muy nuevo como Saúl Jiménez Fortes salvó el compromiso con acierto. Su valor conocido quedó patente en cada instante de la lidia de sus dos toros. No se le pudo ver torear con el capote, que maneja con acierto. El tercero, de pitón izquierdo apoteósico, se paró cual escultura de Nacho Martín. El malagueño se echó encima en alarde valeroso. Sólo hay que objetarle que no debe abusar de los circulares sin motivo. Se enfrentó al tremendo toro de Montealto lidiado como sobrero y volvió a estar firme, valiente y solvente, aunque el lucimiento era imposible. Compás de espera para el de Málaga, que sin poder triunfar ha resuelto esta papeleta de su paso por Sevilla con tan poco bagaje. En fin, un soponcio de tomo y lomo de larga duración.

El País

Por Antonio Lorca. ¡El grito… de aburrimiento!

En el silencio de la tarde, allá en las postrimerías del segundo toro, un grito profundo, desgarrado, largo y terrorífico resonó con fuerza y rompió el ambiente. Surgió de la garganta de una mujer situada en el tendido uno, y el vecindario, asustado, se levantó como un resorte temiendo lo peor. Las asistencias de la Cruz Roja surgieron de las profundidades de los pasillos maestrantes alteradas por lo que tenía tintes de tragedia. La plaza entera quedó por unos momentos desconcertada por esa sorpresa mayúscula que nunca se había oído entre estas paredes. Y pronto comenzaron las conjeturas. Un vecino sin relación alguna con la sanidad sentenció muy serio: ‘Eso ha sido una colapso’. Pero no lo parecía, porque la señora seguía viva. Y otro rumor se extendió como la pólvora: ‘Ha debido ser un síncope ante la visión del puntillero’. Ciertamente, el grito ensordecedor coincidió con la labor de Llaverito, que así se apoda el subalterno tercero de Fandiño, que trataba de apuntillar al toro ya claudicado. Y entre los comentarios propios de hecho tan extraño, un aficionado que había permanecido callado levantó la voz y dijo: ‘Eso es que la señora estaría aburría…’

No se supo, al final, el motivo cierto de aquella viva representación de El grito de Munch, pero causas había suficientes para lanzar un alarido desesperado ante el sopor insoportable que provocaron los toros de El Ventorrillo, muy blandos, muy mansos y muy descastados.

Así las cosas, los toreros no encontraron material para el triunfo y sufrieron el contagio habitual en tales casos: ellos también se afligen, se les nublan las ideas y se muestran incapaces de cambiar el signo de una tarde que, desde el primer toque de clarín, se plegó a las directrices del hastío.

Buen cartel de toreros sobre el papel. Tres hombres con razones y condiciones para el triunfo. Pero sus ilusiones se diluyeron; y quedará para siempre la duda si ante esos toros se puede hacer más que los intentos baldíos de la terna.

Quizá, no sería justo decir que Urdiales decepcionó las expectativas. Pero se esperaba más de este torero aguerrido y dominador. Transmitió una imagen de frialdad y conformismo, como si hubiera tirado la toalla. Reservón e incierto fue su primero, y dificultoso el cuarto. A ninguno de los dos le cogió el aire, ni el torero dijo nada de interés

Fandiño hizo un esfuerzo por agradar, pero tampoco lo consiguió. Muy soso su primero y de corto recorrido el otro, al que robó un par de naturales con hondura.

Y se presentaba el malagueño Jiménez Fortes, valiente, ilusionado y pesado, también, y aspirante a coger el trono de coleccionista de avisos. El tercero se rajó pronto, y el torero se arrimó de verdad. En el sexto, otro dechado de sosería, porfió hasta el cansancio, y de milagro no se escuchó otro grito desgarrador.

Urdiales capoteó bien por delantales; Fandiño se lució por gaoneras y a la verónica; y Fortes dibujó dos chicuelinas y una media excelente. Los únicos motivos para cambiar el semblante.

Diario Vasco

Por Víctor J. Vázquez. Una tarde para Alfred Hitchcock

Ya estaban en la plaza casi todos los franceses del sur y de Paris, toda una legión de buenos aficionados que peregrinan anualmente a Sevilla tiñendo la Maestranza y sus aledaños de un feliz color cosmopolita. Se las prometían muy felices al entrar de nuevo en el coso sevillano, pero seguro que no tardaron mucho en darse cuenta de que lo que allí se representaba era una película de terror. El cielo de Sevilla era propio de Transilvania, y el viento helado de este tonto abril parecía un fenómeno paranormal. Nadie estaba para muchas bromas pero estas empezaron pronto.

Abrió cartel Diego Urdiales quien quiso poner clara su voluntad de vencer los elementos con una serie de verónicas desiguales y unas ceñidísimas gaoneras que entonaron con el tremendismo general del ambiente. El toro apretó en banderillas donde dio alguna muestra del recorrido que demostró tener en el último tercio. Con mucha decisión, Urdiales planteó una faena con ambición de dominio. Irreprochable en su colocación, bien cruzado y dejando la muleta muy plana, quiso someter a un toro que embestía, pero al que nunca supo encontrar el sitio entre muletazo y muletazo, realizando una faena tan entregada como deslavazada. Todo fue un esfuerzo inútil y, como se sabe, estos provocan melancolía, que era precisamente lo que le faltaba al acto.

Salió también Fandiño con voluntad de sobreponerse a los elementos. Recibió al toro con dos limpias verónicas y lo cuidó en el caballo, consciente de la debilidad del animal. Ahora bien, aquí apareció un elemento con el que nadie contaba, y este fue un quite de Jiménez Fortes, al que con muy buena intención, se le ocurrió descalzarse para la ocasión, y a la plaza, que no es proclive a la sobreactuación y que no estaba hoy para este tipo de alegrías, no le hizo ninguna gracia, sino todo lo contrario. Así que de nada le sirvieron a Fortes esas verónicas con los pies al aire, que precedieron una faena también melancólica de Fandillo, quien no encontró pitón por el que el Ventorrillo no se quedara a medias. Dejó su estocada bastante caída el torero y, cuando estaba el subalterno en la tarea de descabellar, ocurrió lo inaudito: un grito de mujer, seco, agudísimo rechinó en la plaza como caído de los cielos. Creo que ni Edvard Munch ni el propio Alfred Hitchcock hubiesen podido imaginar un alarido tan terrible. La gente se puso muy nerviosa intentando adivinar el tendido del que procedida ese aullido, que muy probablemente no haya sido una psicofonía venida del más allá.

En fin que llegó el tercero entre el desconcierto y el miedo general y allí se escuchó una de las tres grandes ovaciones de la tarde que fue para Tito Sandoval, quien ejecutó la suerte de varas con gracejo y precisión, luciendo a un toro que, la verdad, no tenía mucho que lucir. Lo intentó Fortes de todas la formas y por ambos pitones, pero ninguna acometida pasó de la media embestida. Al final con un arrimón y una media muy trasera cubrió el torero el expediente.

En el cuarto de la tarde empezó el baile de corrales, absolutamente inválido, el presidente sacó su pañuelo verde, con la indignación de todos los presentes, menos de un grupo de chinos, cada vez más frecuentes en la plaza, que literalmente enloquecieron de emoción cuando vieron salir a los cabestros y llevarse al toro a los corrales, con la segunda gran ovación de la tarde, que fue para el pastor. Con inquebrantable espíritu, Urdiales volvió a intentar levantar la tarde con un sobrero también del Ventorrillo, bien presentado, al que recibió a la verónica. Lo brindó al público el riojano e inició su faena con una buena serie por el pitón izquierdo. Repetía el toro por ese pitón, pero tampoco consiguió el torero acoplarse a la embestida. Intentó llegar a los tendidos con una serie de naturales poco templados y ya con el toro muy orientado. No fue su tarde. Manso y de muy mala presentación fue el quinto de Fandiño. Eso sí, tenía cierta fijeza y respondía con nobleza a los toques, y el torero pudo sacarle unas buenas tandas en redondo con la derecha y al final unos naturales, estos más templados, que tampoco llegaban a transmitir dada la falta de clase del animal.

El sexto de la tarde fue también devuelto a los corrales provocando de nuevo el algarabío entre el público chino y la ovación, tercera de la tarde, para el pastor. Se justificó Fortes con una serie de derechazos que no acaban de tener profundidad, en gran medida, porque tampoco era mucho el recorrido del sobrero de Montealto. Otro arrimón y una estocada dieron fin a esta tarde tan llena de suspense.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. La preferia vuelve al hielo

Aquellos ladrillos que tanto dieron que hablar fueron los catalizadores de la compra de la gran vacada urdida por el genial criador Paco Medina en sus campos manchegos, guardándose un puñado de vacas para seguir haciendo experimentos y nuevas aventuras ganaderas. El constructor y empresario Fidel San Román, subido en el vértice de la inmensa pirámide inmobiliaria que ahora se desmorona, se hizo con la ganadería, que ahora parece pasar horas bajas a la vez que se marchitan tantas y tantas de esas banderolas que anunciaban paraísos terrenales y felicidad bajo techo en unos predios que hoy siguen siendo eriales.

Y un apunte más: a la ganadería se habían apuntado siempre la yema del escalafón y el carácter modesto -aunque esperanzador- del cartel de ayer también era un señal de alarma de los resultados que podía dar un hierro que ha brindado triunfos a los toreros. Pero, a pesar de todo, la tarde contó con la predisposición de dos toreros que salieron dispuestos a no dejar una oportunidad que, fueran como fueran los toros, no podían desaprovechar de ningún modo.

Y aunque hablamos del hielo ambiental que está marcando el inicio del abono sevillano, nuevamente hay que hablar del frío glacial que sacudió unos tendidos demasiado vacíos. Menos mal que torear, lo que se dice torear en el sentido más clásico del verbo, lo hizo el vasco Iván Fandiño, un sólido diestro al que le aguarda un trascendental mano a mano con su compi David Mora y los toros de Victorino en el Martes de Farolillos. A Fandiño se le vio muy dispuesto desde que se asomó al ruedo para recibir al segundo de la tarde con un bello y terso ramillete de verónicas que le revelaron como un estético y capaz capotero. Pero con la muleta fue otro cantar aunque el diestro de Orduña se fajó con su enemigo por el pitón izquierdo queriéndolo llevar siempre muy hacia adentro a pesar de los cortos viajes del toro. Fandiño se puso siempre de verdad por ambos pitones pero el animal se acabó aplomando y no quedó más remedio que matarlo con prontitud sin alargar más el trasteo.

Iván Fandiño volvió a salir muy mentalizado para aprovechar al quinto de la tarde, un ejemplar con fondo de nobleza pero muy escaso de fuerzas que fue muy protestado en los primeros tercios. Apostó el diestro vasco en los medios y lo pasó en varias series diestras dichas muy para adentro y en redondo, perfectamente bien planteadas y progresivamente desinfladas por el escaso brío del toro. Quizá erró tácticamente Fandiño descubriendo demasiado tarde el buen fondo del pitón izquierdo de ese ejemplar de El Ventorillo que fue el menos malo del decepcionante envío. Pero a esas alturas cabía muy poco que hacer y la tarde empezaba a enfilar el despeñadero definitivo mientras arreciaba el frío en los tendidos.

Afortunadamente hay más cosas que contar y tenemos que salvar y destacar el valor seco y la entrega consciente del joven matador malagueño Saúl Jiménez Fortes, que confirmó en la plaza de la Maestranza que las buenas sensaciones que había dejado en este mismo ruedo en su etapa como novillero no era ningún espejismo. Fortes se fajó de verdad con el tercero del frío festejo, un toro manso que amagó siempre con rajarse y al que enjaretó un toreo de cercanías y un angustioso arrimón que certificó sus ganas de ser hasta arrancarle una meritoria serie, muy encerrado entre las tablas, que constituyó una declaración de intenciones.

Pudo estar más a gusto con el sexto, un sobrero de Montealto que manseó de salida pero rompió hacia delante en la muleta con cierta brusquedad. Jiménez Fortes volvió a mostrarse firme como un roble aunque quizá un punto desacoplado en las mejores arrancadas de su enemigo, que con sus defectos, se abría en los embroques y dejaba a su matador colocarse como una vela para enjaretar el siguiente muletazo. El cualquier caso, el malagueño apretó el acelerador a fondo acortando las distancias y abusando un punto del metraje en un epílogo de faena dictado entre los pitones que puso a todo el público de acuerdo y al que, seguramente, le sobraron esas manoletinas que nada añadían a su demostración de entrega y valor.

No respondió a lo mucho que se cuenta de él el riojano y ya veterano Diego Urdiales aunque cuenta con numerosos aficionados y periodistas que ensalzan sus virtudes a pesar de que los años siguen pasando sin que se produzca ese despegue definitivo que aventuran sus profetas. Urdiales apenas se decidió a meter mano al brusco primero -que tuvo mucha movilidad- después de dar cien órbitas que encendieron el pilotito rojo de su flojo motor. También mostró demasiadas carencias e inseguridades con el manso sobrero de El Ventorrillo que hizo cuarto. Ese toro también tenía una descompuesta movilidad que exigía seguridad y mayor apuesta pero al riojano le cuesta un mundo echar la muleta abajo y mandar en las embestidas más allá de lo accesorio. Y así no se puede ser figura.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. El Ventorrillo arruina la tarde

Ya estaba la media luna de la sombra sobre la mitad del albero del sol. Diego Urdiales había despechado ya un torazo de El Ventorillo sumamente distaraído. Suelto, sin humillar, a su aire, el suficiente para que Urdiales galleara por chicuelinas al paso. Fandiño no desaprovechó su quite por gaoneras. Y casi lo barre con los cuartos traseros. Resolvió con airosa revolera. Diego. Urdiales tragó con las arrancadas que tenían más de eso que de embestida, arrolllando. Colocado siempre con pureza, el toro nunca se centró en su la muleta. Una trincherilla, andar en torero. Imposible más.

Fandiño esbozo buenas verónicas y una media superior. El castaño, bociblanco, armado y cargado de tren delantero, no tenìa fuerza. Fortes, que se presentaba em Sevilla como matador de toros, cuajó un buen quite por chicuelinas. Sobre todo las dos últimas y la media. Iván de Orduña se estrelló con el nulo recorrido del funo, que estaba a todo menos a la muleta. Otro que se coloca para torear. Lo mató de estocada atravesada, puede que algo contraria.

A Fortes le tocó para debutar como matador en Sevilla un tercero bizo que lucía un puñal izquierdo que era un puto alfiler. Escarbó de manera constante el toro, con la cara entre las manos. Picó sensacional Tito Sandoval. Un quite luminoso de Urdiales por delantales. Y una apuesta valerosa y estéril de Fortes con imposible material. Se arrimó el malagueño hasta apurar.

Un trincherazo de Urdiales refulgió con el basto sobrero que sustituía al renco cuarto. Bruto toro al que Diego tocó todos los registros. Esbozos siempre ante la fuerza cabrona y bronca del funesto funo. La gente fría sin saber valorar la exposición del puro torero en lo que pudo. Detalles como escape imposible.

Al burraco quinto le pusieron 560 en la tablilla como un demasiè para sus sueltas carnes. No podía ni con la penca del rabo. Pero en la muleta tuvo su nobleza contada. Fandiño lo cambió varias veces de terrenos en busca de la tranquilidad del aire o del punto donde el toro pudiese desarrollar algo mas. Consiguió momentos. Pero al rueda de cambios de brújula y sitios se hizo excesiva y al final sin medida ni fundamento.

Se devolvió el sexto por inválido y salió el segundo sobrero, que pertenecía a Montealto. Cornidelantero, astifino y castaño. Suelto de capotes y caballos. Pero encastado en la muleta. Fortes estuvo dipuesto. Tres series sobre la diestra Más velocidad el toro que temple. Distintas resoluciones del malagueño. De repente un circular invertido. A izquierdas algunos naturales logrados limpios. El toro no tenía ritmo, pero… Arrimón pererista final. Y una estocada a ley que le partió la taleguilla a la altura de la cadera.

La Gaceta

Por José Antonio del Moral. No se libró ni el apuntador

A vueltas con la taquilla, la corrida de ayer con dos de los matadores que más vienen apoyando la mayoría de la crítica y los aficionados que se tienen por entendidos, Diego Urdiales e Iván Fandiño, no logró ni media entrada. Y es que aquí se juntaron la dichosa crisis, la todavía poca fuerza de estos diestros entre el público generalista y, para colmo, su gris actuación con una mediocre y diezmada corrida de El Ventorrillo de la que medio se libró in extremis Jiménez Fortes con un sobrero de Montealto.

El primer toro, remató en tablas pero perdió las manos en la brega inicial. Urdiales renunció a quitar tras que el toro hiciera sonar los estribos en la primera vara. También en la segunda. Valiente quite de Fandiño por gaoneras. El toro estaba todavía inédito. Urdiales empezó la faena por alto y tardó en ponerse. Molestaba el viento y el toro también por echar la cara arriba en los embroques. Se dejó enganchar la muleta. Había que extremar el temple. Por el izquierdo solo logró una trinchera. Pero como el toro siguió embistiendo descompuesto, la movida porfía acabó en amago de cogida y en desarme. El arrebatado final también fue inútil. Labor irresoluta, pues, salvo al matar. En fin…

Muy serio el castaño cuarto. y muy flojo para empezar. También en varas. Fue protestado y devuelto. El sobrero, del mismo hierro, permitió estirarse con el capote a Urdiales. Pero manseó en varas, persiguió en banderillas y, como sus hermanos, se defendió en la muleta dejándose por el lado izquierdo. Urdiales, muy animoso, solo pudo luciese en los muletazos contrarios de trinchera, en algunos naturales ayudándose con la espada y en los doblones del final. Incompletos o sucios los demás. Devuelto el inválido sexto, se corrió un sobrero de Montealto.

Siempre que veo a Iván Fandiño, intento descubrir las muchas virtudes que tanto se cantan del vizcaíno para que no digan que no los elogio. Pronto vi una: buenas verónicas y media en el saludo al muy noble colorao que medio cumplió en varas. Bonitas chicuelinas bajas de Jiménez Fortes. ¿Y buen toro? Se defendió por el derecho. También por el izquierdo. Muy tardo y cortito, además. ¡Vaya por Dios¡ Esperemos que los seis de Bilbao le salgan mejores. Fandiño calcó lo irresoluto de Urdiales y la certera estocada. El más terciado burraco quinto solo admitió dos lances del de Orduña y se cayó. También tas aliviarlo en varas. No lo cambiaron. Mejor. Ya estábamos hasta gorro. Cuanto antes terminara la corrida, menos nos acordaríamos del petardo. Fandiño erró al arrancar el trasteo obligando al toro a que le llegara a los medios desde tablas. Sus muchos redondos habrían sido mejores de no haberlo hecho porque el toro los tomó con nobleza. Un toro para saberlo “administrar”, con perdón para mis detractores. Y pocos naturales completos. Terminó aburriendo al personal.

El tercero se tapó con sus astifinos pitones. Corto y escarbador para empezar. Mal asunto. Pero se arrancó dos veces al caballo como un tejón. Bien el picador Tito Sandoval. Delantales y buena media de Urdiales. Esperó y se dolió en palos. A Jiménez Fortes casi solo le vimos en la valerosa aunque nada lucida faena porque el toro fue el peor de los primeros por probón y avieso. Al inválido devuelto no cupo más remedio que devolverlo. De Montealto fue el muy alto, manso equívoco y noble segundo sobrero. Jiménez Fortes se justificó sobradamente dispuesto con la muleta que desmereció en parte por empeñarse en torear en muy corta distancia. No obstante, a su cuenta corrió la única faena completa de la tarde. Lástima que descabellara cuatro veces tras una ineficaz estocada.

La Razón

Por Patricia Navarro. De la borrachera a la resaca

Hubo momentos volcánicos. No lo dudo. Algunos de tragantón. Instantes que por la dificultad del desenlace apenas nos dejaban pestañear. Hubo, qué se yo, un pase cambiado por la espalda en el centro del ruedo de Iván Fandiño que nos puso al borde del infarto. Pero se libró. Más cerca no le pudo pasar ni tardar tanto en quebrar el viaje el animal. Hubo, un quite también del torero de Orduña así nada más empezar que nos hizo pensar en todo lo que nos daría la tarde.

Hubo buen toreo de capa por chicuelinas de Jiménez Fortes, ajustadas, comprometidas y una disposición de pasarse al toro por aquel lugar que desprecia al miedo. Pero lo que hubo, por encima de todo y capaz de hundir la tarde, fue una mala corrida de El Ventorrillo. Desesperante. Ni uno ni otro ni el de más allá. El encierro y sus dos sobreros, uno de Montealto, no embistió. Olvídense. Ni para hacer el esfuerzo. Orientados, parados, midiendo, sin entregarse, sin responder. Todo lo poco (o mucho) que sucedió en el ruedo corrió a cargo de los toreros.

Jiménez Fortes dio un pase al frente más en una temporada que se intuye clarividente. Sabe dónde quiere llegar y cómo conseguirlo. Hizo el esfuerzo con sus dos toros. Ninguno le regaló nada. El tercero se defendió, se coló, se rajó. Pero la muleta de Fortes buscó caminos en la cercanía, cruzado siempre, entre los pitones, jugando delante de ellos, retando al peligro, a milímetros de los puñales de acero. Meritorio el concepto con tan escaso bagaje. El sexto, sobrero de Montealto, se dejó hacer con menos impedimentos y tocó Fortes todas las vías de lucimiento, aunque aquello no llegara a trascender.

A Fandiño se le esperaba. Y mucho más después de verle en Valencia (y cuentan que en Arles). Mes después persiste el impacto fallero en las retinas. Con ese quite con el que irrumpió en el ruedo apuntó la estrategia. Se la fumó después sus toros. Uno a uno. Nada por aquí, nada por allá. Toreo cadencioso de capa, todavía en el recibo, y buenas intenciones cuando estaba todo perdido. Segundo cartucho. Quinto toro. Pase cambiado por la espalda de infarto. Y poco más. Orientado el toro evolucionó para mal sin dar opciones a que el esfuerzo tuviera recompensa.

A Diego Urdiales tampoco se le pusieron las cosas de cara ni en un segundo. Con el viento acechando sorteó las arrancadas del primero, que a veces le puso los pitones en la chaquetilla. No era para fiarse. Resolvió Urdiales. Poco quedaba por hacer. Se tiró a matar sin medir consecuencias: el camino recto y la pulcritud. El cuarto, que fue sobrero, resultó descompuesto, violento… Urdiales se propuso recomponer la faena pero resultó imposible.

Total, que la corrida de Fuente Ymbro revoloteaba por La Maestranza veinticuatro horas después. De aquella borrachera con tres toros buenos, nos llegó de pronto un resacón. Insoportable.

COPE

Por Sixto Naranjo. Los toros de El Ventorrillo se llevan las esperanzas de la tarde

Diego Urdiales se lució en un galleo por chicuelinas para llevar al primero de la tarde al caballo. Fandiño hizo un ajustado quite por gaoneras en este toro como carta de presentación. En la muleta molestó el viento. Eso, unido a una embestida descompuesta, deslució la labor del torero. Urdiales intentó sacar muletazos de uno en uno pero el toro desarrolló cada vez más complicación y lo puso en apuros. Se tiró a matar con decisión y tuvo que descabellar. Su labor fue silenciada.

El cuarto fue devuelto a corrales y en su lugar salió un sobrero del hierro titular al que Urdiales recibió con buen ánimo de capa. Brindó al público e intentó atemperar la brusca y a veces descompuesta embestida de su enemigo. Por el lado izquierdo logró mejores momentos pero la faena no acabó de concretarse. Fue bonito el final doblándose con el toro. Falló con los aceros y escuchó un aviso.

El segundo de la tarde fue un toro mirón y complicado que no dio opción a Iván Fandiño. El torero lo intentó por ambos pitones pero el toro se revolvía por el lado izquierdo y por el derecho se desentendía de la muleta. Lo más destacable de su actuación fue la estocada. Silencio.

Fandiño se encontró con un segundo toro que también fue protestado por su falta de fuerza. Comenzó la faena de muleta con un pase cambiado por la espalda en los medios y el toro perdió las manos en muletazos posteriores. Hubo dos series diestras que subieron el tono de la faena. Fandiño estuvo por encima del astado, aguantando incluso coladas en la última fase de la faena. Cuando cogió la zurda logró un par de naturales que fueron lo más estético de su actuación. En éste escuchó la única ovación de la tarde.

Jiménez Fortes se encontró en primer lugar con un toro bastante parado del que tuvo que tirar para sacar algún muletazo por el lado derecho. Al natural el toro se rajó, no quiso más pelea el del Ventorrillo. Fortes insistió pero no pudo sacar nada en claro. Silencio tras aviso.

Fortes lidió en sexto lugar un sobrero de Montealto que se dejó más que los titulares. Logró un par de series ligadas en el arranque de faena y, ya con el toro más aplomado, dio algunos naturales estimables. El final de faena fue de arrimón y mató de estocada y cuatro descabellos. Sonaron palmas para despedir al torero malagueño.

Marca

Por Carlos Ilián. Una bueyada de El Ventorrillo

Tarde insopoprtable en la Maestranza. Y no es de extrañar que un aficionado, en un momento de la pesada corrida,pidiera que por Dios no aplaudieran más para que no se animara el torero de turno y así no insistiera en aburrir más a la gente, intentando pegarle pases a un mulo.

El Ventorrillo tuvo su cuarto de hora hace ya varios años cuando las figuras la reclamaban y sus toros se lidiaban en los carteles de lujo. Pero el cambio de propietario y un manejo desafortunado de la ganadería ha dejando a esta en los arrabales o a punto de desapareecer de las grandes ferias. Por ejemplo, la infumable corrida de ayer en Sevilla, que todos los taurinos vieron por televisión, será la puntilla por mucho tiempo.

Ya me dirán a quien le quedan ganas de ponerse delante de los productos de esta casa después de ver la colección de mulos seminválidos de ayer. Una corrida que reventó una tarde en la que se esperaba mucho de la terna. El valor firme de Urdiales, bregando contra un lote desesperante para robar algún muletazo decente, resultó al final un estéril derroche de voluntad.

Y tampoco Iván Fandiño logró su objetivo de hacer crecer su cartel en Sevilla y eso que suyos fueron los mejores lances con el capote y los escasos naturales dignos de tal condición que los consiguió en el quinto toro. Le queda en la recámara la corrida de Victorino para que en la Maestranza valoren su auténtica dimensión.

Jiménez Fortes debe corregir esos detalles tan desafortunados como quitarse las zapatillas para un quite o hacer un desplante después de un desarme. ¿Quién será el que le ha enseñado a este muchacho?. Lo mejor que le vimos, un qu ite por chicuelinas en el primer toro de Fandiño. La verdad es que le salió bordado. El resto de su actuación fue valentona en el tercero y no se acopló con el sobrero, el unico que metió la cara en la muleta con cierta clase.


©Imágenes: Jiménez Fortes, Fandiño y Urdiales/Empresa Pagés. Diego Urdiales, en un momento de apuro con el primer toro / EFE


Sevilla Temporada 2012.

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