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REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

Tarde del sábado, 25 de abril de 2009

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Ventorrillo (de distinta presentación y buen juego; el 5º fue devuelto a corrales por debilidad en los cuartos traseros; el peor, el 6º).

Diestros:

El Juli. De grana y oro. Estocada en lo alto (oreja); tres pinchazos, estocada tendida (vuelta).

El Cid. De rosa y oro. Pinchazo, estocada desprendida (silencio); estocada trasera (saludos).

Alejandro Talavante. De caña y oro. Estocada entera (dos orejas); estocada baja, descabello (silencio).

Presidente: Juan Murillo.

Tiempo: Sol, nubes, rachas de viento y fresco al final.

Entrada: Hasta la bandera.

Crónicas de la prensa: ABC, El País, El Mundo, Diario de Sevilla.


Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Parece que el sino de la Feria ha cambiado. Los de El Ventorrillo, sin nada del otro mundo, sirvieron para que los toreros hicieran sus cosas y hasta el sobrero, de nombre Terciopelo, ayudó a que la tarde fuera la mejor hasta ahora. Yo sigo esperando mucho de esa ganadería que va a debutar en la Maestranza. El Juli es un torerazo, el de más poder, el de más conocimiento y el de más entrega. Con dos toros con los que sus compañeros de escalafón apenas habrían saludado, estuvo a punto de salir por la Puerta del Príncipe. Importantes sus dos faenas. Y lo que está claro es que el portón se abrirá para él. Falta ponerle fecha. La tarde fue facilona de orejas, menos para El Cid, que no encontró pañuelos en esos tendidos que dicen que son los que los presidentes miran para ver si las dan. Por justicia distributiva debía haberse llevado una. Y por la misma razón no debía haberse llevado dos Talavante. Otras veces ha estado mejor. Y le faltó ambición al final. El Juli sin embargo ratificó en Sevilla, una vez más, que sigue siendo el más importante. Y que me perdonen los ausentes.


Lo mejor, lo peor

Por Carlos Javier Trejo.

Hemos presenciado una gran tarde de toros. Lección magistral de Julián López “El Juli” en una faena de esas que deben ver todos los jóvenes que quieren ser algo en esto. Pulcra y templada en los primeros compases en los que el toro repetía. Una vez que éste se paró, le ofreció los muslos y aguantó parones hasta “montarse encima” demostrando que hoy por hoy es un figurón del toreo. Raza y pundonor que terminaron sometiendo y acobardando a su oponente, quedando el morlaco muy dificultoso a la hora de entrar a matar. Lástima que no entrara la espada, hubiera abierto la Puerta del Príncipe sumando la oreja del 1º. Alejandro Talavante cuajó una gran faena al 3º de la tarde, un ejemplar noble y repetidor con el que dejó excelentes pases por ambos pitones. Al natural brilló el toreo del extremeño de forma especial, despacio, arrastrando la muleta, llevándolo con las muñecas hasta atrás, donde sólo alcanzan los elegidos. Talavante ha resucitado de sus propias cenizas formando un alboroto tremendo.

Mal hoy la música. Si en Sevilla se guarda el privilegio de que la música se toque cuando pasan cosas excepcionales no puede arrancar el pasodoble cuando por muy bien que se ejecuten las suertes caiga algún palo al suelo, como ocurrió a Alcalareño al banderillear al 5º de la tarde. Los grandes toreros hay tardes en que no se hayan, y en que las cosas no salen como deben de salir. Pasó y seguirá pasando, como hoy ocurrió con “El Cid”. Tuvo la “suerte” de encontrarse con un gran toro: Terciopelo. Un animal bravo, pronto y repetidor con el que Manuel Jesús “El Cid” no llegó a entenderse. Tras el aldabonazo de Talavante en el 3º, pudo estar mejor en el 6º, un manso rebrincado con el que debió apostar para conseguir un premio mayor. De nuevo apareció el Talavante abúlico, destemplado y poco resolutivo de sus peores momentos.


ABC

Por Zavala de la Serna. Profundo orgullo de El Juli para hacer del toreo una pieza maciza en verso

En el pregón de Enganches, Peralta Revuelta enlazó el verbo en prosa, rima y verso; en la tarde maestrante, El Juli enmacizó el toreo haciendo de la prosa, verso, hundiendo la rima en un mar profundo e inmenso. «Es verdad que hay algo en ti que nunca ha podido someterse, una cólera, un deseo, una tristeza, una impaciencia, un desprecio, en suma, una violencia…» Se lo hubiera escrito igual Aime Cesaire para concluir que sus venas portan oro, no barro, orgullo, no servidumbre. Esa faena al cuarto de la tarde pasará a los anales de la historia con la izquierda a rastras, encajada la cintura en el enganche, Rafael, rota en el nudo en calesa y quebrada en el desenlace en potencia. Juli respondía con toda la armada templada a una faenita de Alejandro Talavante que había sido premiada con dos orejas pacenses, o sea, de su tierra. ¿Quieren ustedes saber qué es una faena honda, redonda y rotunda, digna de ese doble trofeo de la Real Maestranza de Sevilla? Pasen y vean: los pases por alto de apertura clavado en el albero, y el trincherazo de ensueño, y la muleta por delante, y el gobierno de la ligazón con el de pecho, y la zurda del Rey que ha sido, Rey desde siempre, no siempre reconocido. Apabullante el sitio, el terreno pisado, explotado, encanecido de rabia, entre los pitones ya del toro abrumado, con la banda de la taleguilla deshilachándose en sus puntas, asustado ante el poder, encogido. La plaza bramaba con la autenticidad que sólo brota de la verdad. Tan encogido quedó el ventorrillo que El Juli lo pinchó precipitado, sin amarrar un triunfo seguro de Puerta del Príncipe, que sumaba también la oreja del primero, y ya eran tres. Oreja ganada a pulso, en mando de derecha entonces por abajo, tragando coladas por la izquierda, pero con una coda final al alza de apoteosis, hacia tablas, exprimidas todas las posibilidades del toro, sin respiro, una trinchera a uno del desprecio cosida, una trincherilla seguida de la firma, y el pase del desdén definitivo, o en otro orden, pero en definitiva una cadena aquilatada de adornos hasta la raya, donde fundió el espadazo de acero.

Lo de Talavante entonces se veía como un garbancito al lado de Gulliver. Y eso que uno o dos naturales de seda tuvieron la semejanza con aquel inmenso de 2007 al toro «Saeta» de Torrealta, también precedido de un cambio de mano por la espalda. Varias veces fue ese el planteamiento. El toro era un tacazo de bonito y bueno, y el gentío percibió algo inexplicable porque no existía. Si a Alejandro Talavante le valen las orejas para medio salir de la ruina de la encerrona de Madrid, sea. Hundió la espada y la gente se volvió tarumba con una obra concebida entre las rayas. Cerraba la notable corrida de El Ventorrillo un sexto engatillado y estrecho de sienes, todo genio, que lo puso pies en polvorosa, sin recursos ni tapamientos. Volvió a hundir la espada con facilidad. El Cid prometió el Paraíso sobre la derecha con el bravo sobrero, quinto bis, y paradójicamente en su izquierda la faena se le cayó de la mano a plomo, de repente. Su complicadote primero no valió, pero el torero de Salteras nunca le dejó meter la cara, que esa fue la tónica de su actuación, siempre en el aire.


El País

Por Antonio Lorca. Torerísimo Juli

Pero antes de entrar en faena, es precisa una aclaración: la corrida más interesante de la feria hasta la fecha estuvo presidida por el toro moderno. A saber: de presencia escasa, de penosa flojedad, falta de fiereza y, en algunos casos, docilidad perruna; una corrida noble, con abundante sosería y corto aguante. La corrida moderna en todo su apogeo, adornada, además, con pitones escobillados (escandalosos los del quinto que fue devuelto), que es sospecha manifiesta de manipulación fraudulenta. Toro moderno y toreros modernísimos, como los casos de Talavante, hundido ante el deslucido sexto cuando tenía entreabierta la Puerta del Príncipe, y El Cid, torpe e inseguro ante el soso segundo, e ingenuo ante el noble quinto. Decididamente, las figuras tienen una preocupante incapacidad para sobreponerse a las dificultades.

Punto y aparte merece don Julián López El Juli, que consiguió por méritos propios que la plaza de Sevilla se le rindiera de forma unánime. No salió a hombros, pero sí quedó prendado en el corazón de Sevilla. Llegó dispuesto a comerse la Maestranza y se dio un atracón. Desde que recibió a su primero de capote dejó la impronta indeleble de su entrega sin límite, de un conocimiento rayano en la perfección, de un poderío absoluto y de un magisterio ejemplarizante. No es un exquisito este Juli, pero ostenta tanto mando en la plaza y tanta raza en su corazón que es un torero grande. No fue un toro pastueño el cuarto, al que El Juli había toreado primorosamente a la verónica de salida y en un quite. Brindó al respetable y pronto dejó claro su propósito. Inició su labor con cuatro pases por alto sin mover las zapatillas, le plantó cara y lo sometió en dos tandas de derechazos robados literalmente a un toro tardo de embestida. Pero quedaba lo mejor: naturales largos, medidos, sentidos, hondos… Y cuando el animal se negó a embestir, se metió entre los pitones, se dejó rozar la taleguilla una y otra vez y exprimió a su oponente. Tanto, que el toro se encogió y no le ayudó a la hora de matar. La maestría ya la había demostrado en el primero, de corto viaje, al que dominó con esmerado fundamento. Sólo el estoconazo -entró a matar con todo el cuerpo- mereció la oreja.

Este público facilón se encandiló con los destellos de un Talavante pinturero ante un toro nobilísimo, ante el que destacó más en los adornos que en el toreo fundamental. Y El Cid se arrugó ante el soso segundo, y, cuando mejor toreaba al quinto, perdió la muleta y se rompió el encanto. Lo dicho, toreros modernos y, ayer, también, un torerazo.


El Mundo

Por Carlos Crivell. El Juli roza la del Príncipe con los dedos

Por fin, una tarde de toros con argumentos en la Feria; a la décima, una corrida con toros y toreros; el día de la protesta antitaurina, como los toros bravos, la Fiesta se vino arriba en la Maestranza. Y entre muchas cosas buenas y cierta dosis de generosidad desde el palco, una actuación redonda de El Juli, sólo empañada con el estoque en el cuarto, con el que perdió una merecida Puerta del Príncipe.

El madrileño la tuvo en sus manos, lo mismo que la vislumbraba Talavante. Nadie se acuerda del tiempo que hace que dos matadores no cruzan la Puerta a hombros. A Julián se le escapó en una suerte en la que nunca falla: la espada. A Talavante se la pusieron en bandeja con dos fáciles orejas y devolvió su crédito en el sexto.

El Juli estuvo en maestro justo hasta perfilarse para rematar al cuarto. Su toreo de capa elegante y poderoso, ahora con la verónica como arma fundamental, su clarividencia de los terrenos y las distancias, esa forma de someter al primero por abajo para que no tuviera más remedio que seguir la muleta, todo en la faena al primero fue un primor de lidiador. Alguna fase de menos brillo le restó méritos a una oreja que pareció muy fácil. El presidente Murillo, al que supone exigente, parecía ayer un Rey Mago. Pero esa generosidad no empaña lo que El Juli realizó en el cuarto. Faena poderosa, dominadora, a contracorriente de un toro justo de raza que al final sólo miraba a las tablas. Su aguante a milímetros para embarcarlo en pases casi imposibles, su serenidad, todo fue perfecto. Eran dos orejas de verdad; era la Puerta. Pero había quebrantado mucho al de El Ventorrillo, que no se cuadró nunca. Se precipitó y pinchó tres veces. Por encima de los trofeos, fue una lección magistral de un espada maduro y consagrado. La corrida de El Ventorrillo fue buena, quizás con la raza en niveles mínimos, pero buena para el toreo actual. La presentación, al mínimo. Algunos toros no eran adecuados para una plaza de primera. Y algunos pitones, tampoco, como el devuelto quinto, cuyo pitón izquierdo se desfloró en un roce con el burladero y quedó como una escoba. El sobrero – ¿por qué se dejó ese toro en los corrales? – fue excelente. El general, un encierro de buena nota.

Talavante se encontró con un dulce maravilloso en primero lugar. Muy justo de trapío y de raza, muy blando de remos, embestía con boyantía y fijeza. El extremeño le hizo una faena exquisita por su templanza y suavidad. A los vuelos de su muleta llevó con mimo al torillo en una faena intensa y vibrante. La virtud fue la ligazón. Aprovechó el final rajado del animal para dibujar trincherillas sublimes. Se tiró a matar y acertó. Se le concedieron dos orejas, aunque en esta plaza siempre fue preciso torear bien con el capote para cortarlas, algo que Talavante no hizo. Queda la noticia de su despertar en una faena bellísima. También tenía la del Príncipe en sus manos, pero el sexto, largo y alto, no le dio opciones, aunque ahora lo devolvió todo con una labor sin norte.

El Cid debió cuajar al sobrero, un buen toro. Las tandas sobre la derecha nos devolvieron al matador de cite largo, distancia y temple. Fue un clamor que se hundió por la izquierda y en un desarme cuando el de Salteras se amontonó con el animal. Fue un toque muy fuerte, cesó la música, se enfrió la plaza y ya nada fue igual. El Cid, enrabietado, dio muestras de su enfado. Antes, con el segundo, simplemente no se entendió.

Buena tarde de toros con El Juli en figura, que se marchó a pie cuando su tarde había merecido el honor de salir por la mayor Puerta del toreo: la del Príncipe.


Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Terciopelo, un sobrero de mucho lujo

EL toro de la corrida, es decir, el mejor de todos, se había quedado dentro. De sobrero. Si no es El Cid el torero en turno, seguramente no sale ese sobrero. Pero el quinto natural, astillado tras dos peleas en el peto y, sobre todo, después de cobrar un volatín de los de enterrar los pitones como la conciencia, se puso a renquear. Y tanto que parecía de los de nada se puede hacer y además era imposible. Por eso protestó la gente y por eso cedería el palco.

No se puede en rigor decir que el sobrero desigualara la corrida, porque la corrida no estaba igualada, sino abierta y muy repartida. El Ventorrillo es una ganadería larga para ser tan nueva. Después de haber lidiado, y con éxito, corridas en Sevilla, Madrid, Pamplona y Bilbao, la ganadería ha pasado todas las pruebas posibles de fe. El ganadero largo juega con las camadas con bastante libertad. Pero el sobrero se salía por arriba. Como si fuera toro de Madrid o Pamplona. Daba más peso el sexto. Cinco kilos más, según la tablilla oficial. Pero parecía mucho más toro ese otro que se había quedado dentro. Sin embargo, vistos donde se ven los toros, que es en la arena y en movimiento, era bastante más feo el sexto que el quinto. En jerga de profesionales, lo de feo es tanto como desagradable. No es cuestión de estética sino de compostura o actitud.

Pese a su volumen, y pese a ser de salida muy levantado, el toro galopó sin pensárselo. Estuvo estirado ya en la primera baza, quiso caballo y se empleó. Tal vez se quedara un punto crudo de varas, y esa fue gentil decisión de El Cid, a quien le gustan los toros enteros. Y le van. Los galopes del toro en banderillas y en la muleta tuvieron ese brío sobresaliente que tanto enciende una corrida. La que sea y donde sea.

En la entrega del toro no hubo siquiera esa gota eléctrica que tanto se da en esta ganadería. Sí fueron candentes las embestidas, pero ciertas. Claras, fuertes, potentes. Muy relevante el dato de que el toro no renunciara a pelear de rayas afuera. Es decir, que se diera tanto lejos de tablas y sin reparar en ellas. Pese a su intensidad, no fue ni brusco ni áspero. Para algunos tal vez fuera el tercero el toro de la corrida. Pesaba casi cien kilos menos, estaba mejor rematado que ninguno de los otros. Y por eso se enlotó con el feo de la película. Y luego, a la hora de la verdad, después de galopar en banderillas, metió la cara templadito y por abajo. Y parecía de seda. Terciopelo se llamaba el sobrero. Lavador este otro tan lindo y tan bueno.

©Marcelo del Pozo/Reuters.


Sevilla Temporada 2009

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