Herramientas de usuario

Herramientas del sitio


sevilla_250911

REAL MAESTRANZA DE SEVILLA

<img width="325px" height="300px" src=" http://www.plazadetorosdelamaestranza.com/images/stories/galeria/temp2011/25sep/_mg_5400.jpg ">

Tarde del Domingo, 25 de septiembre de 2011

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de El Pilar y un sexto bis de Salvador Domecq (descastados y mansos en general).

Diestros:

Curro Díaz: oreja con petición de una más, y ovación.

El Juli: saludos tras aviso y silencio.

José María Manzanares: silencio y silencio.

Presidente: Fernando Fernández-Figueroa.

Tiempo: Soleado y agradable.

Entrada: Dos tercios de plaza.

Crónicas de la prensa: ABC, Diario de Sevilla, El Correo de Andalucía.

<img width="330px" height="300px" src=" http://www.plazadetorosdelamaestranza.com/images/stories/galeria/temp2011/25sep/_mg_5525.jpg ">

Puerta de Arrastre

Por Santiago Sánchez Traver

Se acabó la feria de San Miguel. Esta tarde la cosa empezó muy bien, porque Curro Díaz hizo una faena primorosa al primero, con muletazos desmayados de esos que sólo hace el de Linares. Una oreja de mérito, le pidieron la segunda. En el cuarto puso voluntad y ganas de volver a la Maestranza. El Juli -posible responsable de que Curro fuera por delante- lo tuvo difícil en el segundo. Sus pases no decían lo mismo y tuvo que embraguetarse para llegar a la grada, en una faena de poderío. Hubiera cortado la oreja si mata bien. El quinto fue el peor y no pudo hacer nada. Manzanares tenía ganas pero esta vez se fue de vacío. El tercero, que era bueno, llegó apagado a la muleta tras una pelea fortísima en varas en la que desmontó por dos veces a Chocolate. Al sobrero de Salvador Domecq le dio pases sueltos, pues se le colaba a media tanda. La cuadrilla de Manzanares es de época, les tocó la música y son un auténtico espectáculo, sólo apreciado en plazas como la Maestranza. Y en las gradas se comentaba que en Barcelona estaba siendo la última, pero no de la temporada sino de siempre. Políticos demagogos y antitaurinos hipócritas se han cargado la Fiesta. Los taurinos catalanes, a ver los toros a Francia. Y los demás disfrutar con la barbarie de los bous al carrer, al mar o de fuego. Eso es sí es europeo, civilizado y sostenible. Vivir para ver.

Lo mejor, lo peor

Por Juan Carlos Gil.

Lo mejor: El temple del toreo

¡Quietos! ¡Qué no se mueva nadie! Un torero, gracias a su temple, ha detenido el toreo. Se llama Curro Díaz y compuso una faena bella, intensa, acompasada y mecida con un mimo exquisito, delicado y natural. Un suave inicio de faena mostró la calidad delicada de su acometividad. El espada de Linares le dio sitio, le presentó la muleta planchá y embarco la embestida para deslizarla con lentitud, parsimonia y un desmayo inigualable. Los derechazos eran pura seda y los remates con un suave muñecazo dejaban al toro embebido en el engaño. Los muletazos se sucedieron sin solución de continuidad y la febril borrachera de toreo caro y embrujado inundó el coso maestrante. Todo muy medido y rítmico, todo muy desgarrado e impactante, todo muy artístico e intensamente embriagador.

El Juli no le fue a la zaga y ante el exigente segundo dictó un curso macizo de tauromaquia completa. Mano baja, trazo larguísimo y colocación perfecta para someter el temperamental impulso del cuatreño. Sólo una portentosa inteligencia como la del torero madrileño podía hacer entregar la cuchara al burel por el pitón izquierdo, un lado por el que el toro echaba la cara arriba al final del natural y se metía por dentro con aviesas intenciones. Sin embargo, la técnica, el poderío y la fe en tus recursos pudo con todo y el toro embistió casi como si fuera bueno. De ahí la mala hueva que le entró cuando pinchó. Había tragado quina y la recompensa estaba en el acero.

Hay que quitarse el sombrero con la cuadrilla de José María Manzanares. Nos deleitó con el temple en la capa de Curro, con la despaciosidad en el ejercicio del cuarteo de Trujillo y con la fácil efectividad de Blázquez. Y no digamos nada de Chocolate… un puyazo soberbio al tercero del festejo.

Lo peor: el mal entendido protagonismo

No entiendo por qué un presidente debe llevar la contraria a toda una plaza. Tardó un siglo en conceder la primera oreja, hecho que anunciaba que no iba a conceder la segunda, que había sido ganada a ley. Faena perfecta y estocada en la yema. Si en vez de Curro Díaz tiene otros apellidos, ¿estaríamos hablando de otra oreja? En fin, que los argumentos taurinos estaban de cara para el de Linares y un presidente quiso aparecer en estas mínimas líneas.

<img width="395px" height="300px" src=" http://www.plazadetorosdelamaestranza.com/images/stories/galeria/temp2011/25sep/_mg_5629.jpg ">

ABC

<img src="http://www.portaltaurino.com/images/criticos/fdo_carrasco.jpg"/> Por Fernando Carrasco. Curro Díaz exhibe su clase

Que Curro Díaz es un torero de una clase excepcional, nadie lo duda. Pero si esa clase es capaz de mostrarla en una plaza como la Maestranza, la cosa adquiere tintes mucho más importantes. Y ayer lo hizo ante su primero, el mejor toro del flojo y mansón encierro de El Pilar, remendado con un sexto bis de Salvador Domecq. El Juli también pudo haber obtenido un triunfo sonado en el segundo pero la espada le jugó una mala pasada. Y Manzanares, con el peor lote, tuvo que conformarse con dejar detalles de su calidad.

Andarín salió el primero, con el hierro de Moisés Fraile, que además echó el freno de mano en el capote de Curro Díaz. El astado cumplió en los primeros tercios pero cuando llegó a la muleta, tras brindarlo el linarense al jefe del equipo médico, Octavio Mulet, las embestidas primeras ya presagiaron algo importante. Curro, muy relajado, toreó con primor sobre la diestra. Una primera serie sin obligarle demasiado por aquello de las fuerzas para, acto seguido y ya en los medios, dejarle otra cumbre por lenta, sentida y ligada. Muletazos excelsos que tuvieron continuidad en la siguiente, con el torero abandonado y componiendo un cuadro sublime. Da gusto ver torear al jiennense cuando se encuentra. Más apagado el astado por el izquierdo, le enjaretó al menos tres lentos, rematando con la trincherilla. Se fue detrás de la espada y la oreja cortada fue de ley. Se le pidió la segunda con fuerza. Si esta faena es en el cuarto, la corta seguro.

El cuarto fue otro cantar, un toro que manseó de salida y al que se protestó mucho. No hizo nada bueno en ninguno de los tercios y aunque Curro lo intentó por ambos pitones, sólo pudo conseguir pasajes aislados, muletazos sueltos que evidenciaron su calidad. Pero el de El Pilar no estaba para fiestas. De nuevo anduvo contundente con los aceros.

Como un perro de presa salió El Juli en su primero. Estuvo lucido en un quite a la verónica y la media. Pero el recital del madrileño vendría con la pañosa. Lo tanteó doblándose pero sin obligarle. El astado respondía con violencia y vibración a la muleta de Julián que, de forma inteligente, le adelantó el engaño llevándolo muy toreado y sin que le enganchase. Se venía arriba el animal y más el torero, que lo llevaba largo y hasta atrás en muletazos enrazados y poderosos para rematar cambiándose la muleta de mano y que surgiese el natural y el de pecho. Otra más de esa guisa, con el toro ya entregado y El Juli llevándolo por donde quería. A zurdas, el peor pitón, le pudo mucho también. La faena contuvo mucho poder, firmeza y, sobre todo, inteligencia. Lástima que la espada se fuese a los sótanos, si no ahora estaríamos hablando de oreja.

Nada bueno hizo el quinto de salida, un toro como sus hermanos, sin emplearse en los primeros tercios. Y esa tónica la mantuvo, desgraciadamente, en el trasteo. Julián, todo pundonor, lo intentó sobremanera por ambos pitones. Surgían los muletazos porque la raza de este torero es tremenda y no se da por vencido, pero allí era poco menos que imposible hilvanar faena alguna.

No pudo lucirse José María Manzanares manejando el percal ante su primero. Estuvo extraordinario Pedro Morales «Chocolate» en el tercio de varas, tanto picando como aguantando al toro. Y también Curro Javier y Luis Blázquez con los palitroques, saludando. No pudo emularles su jefe de cuadrillas porque el de El Pilar perdía constantemente las manos. Hubo algún muletazo con empaque pero se perdía en el marasmo de una faena que fue hacia abajo irremisiblemente como las fuerzas del astado.

Fue devuelto el sexto. El sobrero, de Salvador Domecq, no quiso nada de salida. Impresionante tercio de banderillas de Juan José Trujillo, para el que sonó la música. Caldeó el ambiente y Josemari tomó enseguida la muleta. No era fácil el de Domecq, que se tragaba dos muletazos y al tercero se vencía. Tocaba el torero con precisión pero el astado sabía dónde estaba su oponente. Aún así, Manzanares estuvo muy por encima, zafándose de cuantas coladas y gañafones le tiró. Demasiado hizo con lo que tenía delante.

Diario de Sevilla

Por Luis Nieto. Sutiles apuntes de Curro Díaz

El público abarrotó la Maestranza. Llenazo para el cartel de lujo que cerraba la Feria de San Miguel. Los dos grandes triunfadores de la temporada -El Juli y Manzanares- eran atractivos suficientes para asistir a un espectáculo no alcanzó vuelo. Porque del encierro de la ganadería salmantina, con cinco toros de El Pilar y uno de Fraile, sólo sirvió para el lucimiento artístico -y a medias- el que abrió plaza, del segundo hierro citado. Este toro, noble, pero flojísimo, le tocó a Curro Díaz, quien con sutileza, con una delicadeza superlativa, realizó una faena con bellos retazos de torería, que le sirvieron para cobrar el único trofeo del festejo.

Curro Díaz, quien desde la pasada Feria de Abril, tras ser cogido en la Maestranza, utiliza un aparato ortopédico para poder torear, brindó la faena al doctor Octavio Mulet, su ángel protector. El diestro estuvo francamente bien en función de las condiciones del animal, aceptablemente presentado, pero cogido con alfileres tanto en poder como en fuerza. El inicio de faena del jiennense fue de dulce, con pinturería y suavidad, abrochado con sendos pases de pecho de preciosa factura. En las afueras, el torero tuvo que desistir de bajar la mano al endeble astado, que resultó boyante en sus embestidas. En la tercera serie dibujó bellísimos derechazos, que el público ovacionó y la música acompañó. El toreo en redondo por ese pitón fue de categoría, tanto por su temple como por su expresividad. Pero el toro, aunque el torero no forzó la situación, no dio más de sí. Así, Díaz únicamente pudo extraer algunos naturales sueltos de calidad. De nuevo, el linarense destapó su tarrito con trincherillas y otros remates impregnados de torería. Mató de estocada y el público, muy entregado, solicitó el premio, que fue concedido.

Con el recortado, manso, blando, distraído e incierto cuarto, Curro Díaz cumplió en función de las cualidades del animal.

El Juli desplegó su potencial lidiador. Su primero, que derribó en varas, se metía por ambos pitones. El madrileño destacó en un quite a la verónica tras el primer puyazo. El trasteo, con firmeza, lo inició con unos doblones alargando la embestida del animal. En las afueras, obligó mucho al toro y entre lo más destacado firmó una tanda de derechazos de mano baja, con un cambio de mano final de mucho aguante; así como otra en la que el toro se frenó y le hizo perseguir la muleta por su espalda con un escalofriante fallero. El público se identificó con la capacidad lidiadora del torero, al que no pudo premiar. Porque El Juli, con la espada, no fue El Juli. Precisó de tres envites, los dos primeros a los bajos… Y todo quedó en una fuerte ovación.

Con el manso, reservón y sin entrega quinto, El Juli sin opción a lucimiento artístico, cumplió con un trasteo común.

José María Manzanares tampoco estuvo tocado por la diosa Fortuna. El tercero, una mole de ¡608 kilos! Se quebrantó en el tercio de varas, en el que derribó por partida doble a Chocolate, quien picó bien y le echó agallas. El animal, con la sangre por las pezuñas, se derrumbó en en la muleta. El sexto, tras estrellarse en dos ocasiones en tablas, fue sustituido por un sobrero de Salvador Domecq, Despierto, despertó a la realidad a los posibles espectadores que aún soñaban con el éxito. A pesar de una brega portentosa a cargo de Curro Javier y de dos pares extraordinarios de Trujillo -el segundo puso en pie al público e hizo sonar la música en su honor-, la labor de Manzanares fue una sucesión de coladas del peligroso toro. Una estocada hasta las cintas del alicantino -segurísimo con la espada- supuso un final feliz para el arriesgado e incómodo trasteo.

Aunque la tarde no fuera triunfal, el público esperó hasta el final y ovacionó en pie a la terna. Fue momento de despedidas entre algunos abonados, que ya hablaban del próximo Domingo de Resurrección… Pero, ¡ojo!, que aquí no se echa todavía el cierre. Con el cartel todavía por cerrarse, queda la tradicional Corrida de la Cruz Roja el próximo 12 de octubre en este escenario inigualable: la Maestranza sevillana.

El Correo de Andalucía

Por Álvaro Rodríguez del Moral. Dos toros y agua de borrajas

Sólo hubo dos toros aptos y fueron el primero y el segundo para dibujar una cuesta abajo que sentenció el espectáculo que había despertado más ilusiones en una Feria de San Miguel que ya es historia menuda. De alguna manera, ya se lo esbozábamos ayer. Con el bolsillo más justito la gente sabe perfectamente a quién quiere ver y aunque no llegó a colgarse el ansiado cartelito de no hay billetes, la plaza presentaba un aspecto inmejorable para hacer honores a los dos grandes ases de la temporada.

Pero la suerte se convirtió en recompensa y quiso que el toro de bravura más dulce y bonancible cayera en manos del estilista Curro Díaz, que oficiaba de ilustre telonero de los colosos. Además, el melenudo diestro de Linares volvía a la plaza en la que estuvo a punto de quedar inútil para la profesión y lo hizo con la aparatosa prótesis y el zapatón que le permite seguir en la brecha después de sufrir esa compleja fractura de peroné que le tuvo un buen trecho en el dique seco y cavilando.

Y como es de bien nacidos ser agradecidos, Curro Díaz personalizó en el brillante cirujano Octavio Mulet el brindis al equipo de médicos que lo atendió en primavera. Para entonces, el torero ya había podido comprobar las bondades de un animal -el único marcado con el hierro de Moisés Fraile- que se adaptaba como un guante a su toreo de estética y composición. Hubo un inicio sabroso en la faena, con el toro charro humillando con nobleza en el engaño, acudiendo con prontitud a los cites y también con las fuerzas justas para andar con desahogo y sin ahogos. Ahí empezó el particular concertino de Curro Díaz, que toreó y se expresó siendo fiel a sí mismo en sucesivas series muy bien dichas en las que hubo verdadero acople, ritmo y hasta quejío. Curro llegó a torear muy despacio y también supo dejarla muy bien puesta para ligar los muletazos en una labor armónica y musical que sólo bajó en parte por el menos bueno pitón izquierdo del toro. La espada fue un bazooca y, posiblemente, si el bicho no hubiera sido enlotado en primer lugar, podríamos estar hablando de una segunda oreja que le habría redimido de tantos sinsabores.

Abantón y huidizo en los primeros compases de su lidia, el cuarto campó a sus anchas por el ruedo y evidenció no andar muy bien de la vista en los caballos y los capotes. Curro volvió a intentarlo y hasta se puso bonito en el inicio de la faena pero su enemigo no duró ni un suspiro y empezó a tardear demasiado pronto, acortando sus viajes hasta hacer imposible el empeño.

La verdad es que la corrida podría haber cambiado radicalmente de signo si la espada de El Juli no hubiera sido un abrelatas. El madrileño enseñó el bastón de mariscal del toreo desde que se abrió de capa para recibir al segundo de la tarde, un toro que echó las manitas por delante y derribó con aparato a Diego Ortiz. Las cosas se pusieron en su sitio cuando quitó a la verónica. Se empleaba el toro en el capote, quizá sin humillar demasiado pero llegando al último tercio con prontitud y alegría por el lado derecho, más correoso y protestón por el izquierdo. Al joven maestro le dio igual ocho que ochenta y se empleó en una faena intensa y trepidante, citando y obligando muy en corto que se convirtió en una espiral de toreo mandón que fue subiendo de grados a la vez que El Juli se lo enroscaba al cuerpo. Un gran cambio de mano rompió en dos el trasteo, que también incluyó naturales de mérito. Pero el madrileño dio un verdadero sainete con la espada y las alegrías se diluyeron.

El Juli volvió a apretar el acelerador con el quinto de la tarde, un bicho que salió muy a su aire, distrayéndose con las moscas y sin centrarse en la lidia. Lo más lucido fue el quite por chicuelinas que le endilgó Julián. Pero luego fue prácticamente imposible. El toro era correoso, no rompía hacia delante y se rebrincaba con nula entrega en la muleta. Había pocas cartas que jugar y a esas alturas se esperaba poco de una tarde que iba camino del despeñadero.

Todas las complacencias estaban puestas en el retorno de José María Manzanares después del glorioso indulto de abril. Pero había poco barro que modelar esta vez. El tercero fue un auténtico tío que puso en apuros a Chocolate, que no dudó en seguir picando a pesar del derribo de su caballo. Ahí quedaron los ímpetus del toro, que blandeó y se quedó corto en la muleta sin rematar ni uno sólo de los viajes. Lo mejor que hizo el artista alicantino fue quitárselo de enmedio de un contundente volapié en espera de que cambiaran las tornas en el sexto.

Pero tampoco hubo manera. Devolvieron al titular después de pegarse un mamporro contra las tablas que le dejó inútil para la lidia. En su lugar salió un sobrero de Salvador Domecq que sí permitió el lucimiento de los magníficos hombres de Manzanares. A Trujillo y Blázquez hasta les tocaron la música después de un preciso y precioso tercio de banderillas pero en la muleta fue otro cantar: mirón y orientado, no viajó nunca convencido en los muletazos de Manzanares, que se puso y lo intentó muy de verdad. Pero era del todo imposible y lo que tanto y tanto se había esperado quedó en agua de borrajas.

©Imágenes: Empresa Pagés.

Sevilla Temporada 2011

sevilla_250911.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:25 (editor externo)