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Buenaventura Pérez Casquero, Ventura

Un tatuaje de amor por un gran tabernero de Sevilla

Diario de Sevilla, 13/12/2022. Por Carlos Navarro Antolín. La tercera generación. Dejó tres hijas y un hijo. En las paredes, el azulejo y las fotos de un alguacil que hoy sigue poniendo firmes a los clientes como si fueran el personal en desorden en ese callejón que le gustaba más limpio que una patena en una misa oficiada por don Silvano y en un perfecto orden como un aula del colegio Tabladilla cuando suena la sirena y el baratillero don Eduardo Andrés ha pasado lista antes de enseñar Historia de España. Tres generaciones en una taberna. Buenaventura Pérez Casquero (1952-2019) nos dejó antes de la pandemia. Su taberna, el bar Arenal, es un santuario en su memoria. Pida usted un vermú, se lo sirve el hijo y le sorprende de pronto el tatuaje que exhibe en un brazo: su padre de alguacil en el coso del Baratillo como si estuviera en esos instantes del despeje del piso plaza antes de que salga el primer toro. Elegante, recio, serio. Un jinete que se hizo respetar en la realidad y, aún más importante, en la leyenda. Puso orden en el ruedo y en el callejón durante casi veinte años. Mantuvo abierta la taberna de su padre, quien la inauguró en 1944. Nació en la primera planta de la casa, en el corazón de un Arenal que dio nombre al negocio familiar y puso luz a su vida. Buenaventura en la pila de bautismo, Ventura para los clientes y amigos.

El alguacil de la plaza que prefirió la rectitud al amiguismo. Siempre fue discreto, muy discreto. Tanto que hubo caballeros maestrantes que siguieron yendo a tomar el aperitivo a su casa después de que voluntariamente dejara el puesto. Hoy, tan de moda algunos tatuajes absurdos, vemos el de su hijo cuando echa mano del tirador o de la botella de manzanilla y admiramos la silueta inconfundible de aquel alguacil y tabernero nacido entre el Arco del Postigo y la Capilla de la Piedad. Y soñamos que en la barra están de tertulia Otto Moeckel, Javier Traverso, Antonio Pardo… Y que estamos con Fernando Carrasco como en aquellos día de San Miguel de 1998. Y nos citamos mañana con don Manuel Cossío y su hijo Javier para un café de final de mañana cuando pasa Rogelio Gómez Trifón a punto de terminar el montaje del Nacimiento del patio de su casa. Y reza en el bote de las propinas: “Para el ordenador de Venturín”. Y ahí sigue el Bar Arenal, abierto a su clientela y camino de cumplir con éxito los 80 años de vida. Con el recto alguacil a caballo que sigue poniendo orden tantos años después como un Cid que llega arrollador y triunfante por la calle Adriano.

Este tatuaje sí que es de verdad, sí que es bueno y auténtico. Un tatuaje de amor por un padre, por un tabernero y por un personaje que está en el imaginario colectivo de los aficionados. Dichosa la rama que al tronco sale. Los hijos y el padre. El bar y el alguacil. Despejen la plaza.

ventura.txt · Última modificación: 2022/12/13 09:55 por Editor