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Plaza de Toros de Las Ventas

Miercoles, 8 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de La Quinta correctos de presentación pero desrazados, y complejos en su mayoría - (parado el primero, noble el segundo, deslucido el tercero, anodino el cuarto, imposible el quinto y complejo el sexto)

Diestros:

Juan Bautista: de aguamarina y oro. Bajonazo y descabello (silencio). En el cuarto, estocada recibiendo (saludos con protestas).

El Cid: de azul marino y azabache. Estocada trasera y tendida (silencio). En el quinto, estocada (silencio).

Morenito de Aranda: de negro y plata. Media estocada y cinco descabellos. Aviso (silencio). En el sexto, dos pinchazos, media y tres descabellos. Dos avisos (silencio).

Galería de imagenes: https://t.co/nCdOoqq0dq

Vídeo resumen: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/multimedia/20185/8/20180508220117_1525809786_video_2096.mp4

Destacaron: El burgalés realiza lo más granado de la tarde en un ejercicio de disposición y solvencia, ante un imposible encierro de La Quinta. Sin opciones Bautista y “El Cid”.

Entrada: 15032 espectadores

Crónicas de la prensa:

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Morenito entre el amasijo de La Quinta

Dos de dos. Otro estrepitoso fracaso ganadero en la primera corrida del abono madrileño. En esta ocasión los toros de La Quinta no dieron la talla para lo que Madrid necesita: movilidad, emoción y durabilidad. Ninguno de esas tres premisas se cumplieron en una tarde infumable, y con una terna a excepción de “Morenito de Aranda” ciertamente para olvidar. Y es que ni Juan Bautista ni “El Cid”, apostaron ante una corrida con muchas complicaciones, que solo tuvo fachada.

El único que dio la cara, y a quien le debe servir el esfuerzo realizado es a “Morenito de Aranda”, en otra muestra más de compromiso. Y es que el arandino no se dejó ganar la batalla ni con el complejo sexto, ni con el parado tercero. Además con el que cerró la tarde no se vino abajo ante un ejemplar que se orientó y con un peligro sordo, que no le amedrentó. Bien pudo haber saludado una ovación, de haber acertado con los aceros y fue silenciado.

Se estrelló con el tercero al enseñarse el picador y dar buena cuenta de “Platillero”. Antes sonaron los primeros olés en el saludo capotero, y es que en otro ejercicio de disposición el burgalés volvió a entregarse y anduvo solvente en cites y colocación. La espada tampoco estuvo de su lado y volvió a fallar en reiteradas ocasiones. Aún así, los aceros no deben echar por tierra su primera comparencia en San Isidro, basada en su concepto y capacidad. Su crédito sigue intacto.

Por su parte Juan Bautista tan querido y admirado en Francia a tenor de su selecto gabinete de prensa que atesora volvió a dar una imagen de nula capacidad, tras pechar con un lote que no quiso ni ver. Con el que abrió función anduvo desconfiado y porfió con los aceros, en una faena que no tuvo conexión en los tendidos. Una ovación saludó tras pasaportar al cuarto, otro ejemplar de La Quinta con una embestida desclasada. El francés se pasó toda la faena sosteniendo las duras arrancadas de “Palmeño”, y no hubo más.

Sin pena ni gloria pasó Manuel Jesús “El Cid” su primer examen de la feria, y volvió a consumar otra tarde de vacío, en otra nueva oportunidad que tenía el de Salteras para romper la peor racha de su historia al encadenar 45 toros marchándose de vacío de Las Ventas. Y es que El Cid no corta una oreja desde el 19 de mayo de 2011. Ahí es nada. Y visto lo visto, la racha continuará. Y es que no planteó batalla a ninguno de los dos que sorteó. Con su primero - toda una prenda - se vio superado de principio a fin. Tampoco arregló el desaguisado frente al quinto, con el que acabó perdiéndole pasos frente a un toro que nunca descolgó. Tal es así, que al final de una tanda le lanzó un gañafón que a punto estuvo de herirle, siendo silenciado en sus dos turnos.

ABC

Por Andrés Amorós. Feria de San Isidro: a La Quinta le falta motor

Después de una novillada descafeinada (por toros y por toreros), aportan ilusión los toros de La Quinta, una de las ganaderías más prestigiosas, de procedencia pura Buendía-Santacoloma. Desgraciadamente, la bella estampa no va acompañada del buen juego: en general, son nobles pero sosos, transmiten muy poco. Sólo Morenito de Aranda suscita aplausos, con el toro manejable y con el más complicado, pero no mata bien y no redondea el triunfo.

Nadie discute al francés Juan Bautista el dominio del oficio, la templanza de sus muletazos. ¿Logrará vencer la sensación de frialdad, de que no se pelea con los toros? Esta tarde, no lo ha logrado. El primero sale dormidito, enterándose; embiste con suavidad pero no se entregan ni el toro ni el torero. Juan Bautista sabe lo que hace pero –en términos de género chico– no le echa «lo que hay que echar» y mata de un bajonazo. A un vecino, le recuerda lo que están haciendo algunos políticos con el independentismo catalán; otro, jugador, sentencia: «Rojo, impar y paso». El cuarto es el mejor toro, va largo y humilla. Dibuja aceptables verónicas y algunos muletazos correctos, sin más. Mi amigo Manolo me recuerda: «Es paisano de Benzema: tiene clase pero…» Con eso está dicho todo. Mata citando a recibir, una suerte que domina. Demasiado poco.

El Cid ha sido un buen torero clásico pero, en el toreo, el tiempo rara vez perdona: ahora, suele dar sensación de inseguridad, de no rematar las faenas. El segundo embiste muy bonancible, quizá demasiado. Citando de lejos, en el centro, logra algunos muletazos de buen trazo pero pronto transmite inseguridad y un desarme lo patentiza. La faena tiene demasiados altibajos. Aclara mi vecino: «Además de colocarse, para torear bien hay que aguantar…» El quinto, el único negro, astifino, levanta algunos aplausos; sí acude a la muleta pero vuelve rápido. El Cid no logra asentarse, pajarea, sufre un desarme y concluye con un espadazo.

Buen gusto Morenito de Aranda sabe torear con el buen gusto, sin barroquismos, de algunos diestros castellanos. Ya ha logrado triunfar en Las Ventas pero necesita remachar ese clavo… Logra algunos de los pocos momentos lucidos del festejo. Recibe al tercero con buenas verónicas, cargando la suerte. El toro sí va pero se queda corto y echa la cara arriba, al final. Morenito lo intenta de verdad, luce su personal estética, se cruza al pitón contrario, se justifica, pero lo echa todo a perder con el descabello. En el sexto se lucen el picador Francisco José Quinta y el banderillero Zamorano pero es el toro más complicado: sale con la cara alta, se cierne, se orienta. El diestro logra algunos derechazos de mérito pero vuelve a matar mal.

Otra tarde de silencios (y un saludo protestado). No salimos de la grisura: toros cárdenos, sosería general, diestros grises. Decía Johann Cruyff que, para jugar bien al fútbol, hay que querer, poder y saber. Juan Bautista ha querido poco: el que sabe y no lo hace tiene poca disculpa. El Cid no ha podido, en su actual momento. Morenito de Aranda no ha sabido resolver todas las dificultades y ha matado mal. Ser buen torero es mucho más difícil que ser buen futbolista…

A los toros de La Quinta les ha faltado esa quinta velocidad con la que los buenos coches suben fácilmente los puertos. Algunos lo achacarán al excesivo peso; yo, a la falta de motor.

Postdata. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha condenado a la Generalidat a pagar un millón de euros al empresario de la Plaza de Barcelona por el perjuicio, al prohibir ilegalmente los toros: muy barato puede salirle. Una multa que, para el lector y para mí, sería terrible, para el Gobierno catalán es una migaja más de lo que se está gastando en su intento de independencia (y ya sabe de sobra de donde sacar ese dinero). Recurrirá y acabará pagando la multa, pretendiendo que, así, ya se ha legitimado su fechoría. El empresario cogerá el dinero y, aunque legalmente ya puede organizar corridas, no lo hará: por miedo, supuesto. Barcelona seguirá sin toros. Una vez más, habrá sido derrotada la libertad.

La Razón

Por Patricia Navarro. Seis láminas mudas, diez verónicas y una gran estocada

Fueron seis láminas. De impecable fachada. Sacados del Cossío algunos. Pelajes de otro tiempo. Serios y astifinos. Aunque quizás atiborrados de kilos para lo que siempre fue Santa Coloma. Le faltó raza, poder, salvo al sexto, al encierro de La Quinta. Por ejemplo, al alto y hecho cuesta arriba cuarto. Tuvo nobleza, pero le faltó poder y celo, Juan Bautista mostró su solvencia, su actual toreo en sazón, para robarle los pocos muletazos sueltos que tenía. Pero, en Madrid, sin ligar… Ya se sabe. La estocada, sensacional. De premios, valió la ovación por sí sola. Había roto plaza un cárdeno salpicado calcetero, muy bien armado, astifino y ofensivo, que rozaba los 600 kilos. Una lámina. De otra época parecía el de La Quinta. Salió suelto y desentendido en los primeros tercios. No le sobraron las fuerzas, incluso pareció que le costaba apoyar los “remos” traseros. Esa falta de motor y de raza, se acrecentó en el último tercio con una evidente falta de poder. Bautista trató de ayudarlo a romper, pero el Santa Coloma, que venía dormido, cada vez se quedaba más corto. Se le fue la mano con la espada.

De espectacular pelaje, el berrendo segundo, lleno, bajo y de lomo recto, con casi cien kilos menos, más en el tipo de Santa Coloma, tuvo mucha movilidad. No paró quieto. Se quiso quitar el palo en el caballo y llegó a la muleta con cierto gazapeo. Midiendo. Esto provocó que El Cid, al que no se le vio cómodo en ningún momento, tomara muchas precauciones. Corrió bien la mano en la primera tanda, en los medios y en redondo, aprovechando las inercias, pero luego, perdido ese ímpetu del burel, no lo vio claro. Lo “despenó” de bajonazo y descabello. Enseñaba las palas y abría la cara el veleto quinto, largo y con cuajo. Pegajoso en los engaños, el de La Quinta siempre hizo hilo, andando se venía antes de cada arrancada. Si receló en su primero, la desconfianza fue total en su segundo, incapaz de encontrar por donde meterle mano, en un trasteo que no pasó de las probaturas tras esa serie inicial. Otra tarde, porque no es la primera de los últimos años, de Manuel Jesús, para replantearse el futuro. Silencio en ambos.

El mejor toreo de capa del festejo tuvo aroma burgalés. Casi una decena de verónicas le pegó Morenito de Aranda al voluminoso tercero, precioso cárdeno claro, hondo y con cuajo, pero bien hecho. Ganando terreno en cada lance, con cadencia, cargando la suerte, hasta rematar en la misma boca de riego con dos medias. Tuvo ritmo el toro en sus embestidas en ese saludo. Se dolió al sentir la puya y salió suelto en el caballo. Después, al toro le faltó pujanza en la muleta. Se paró enseguida y por más que trató de robarle los muletazos a base de provocarle la embestida, no hubo manera de ligar las tandas. El sexto, más basto y amplio de cuna, se movió de salida y se arrancó con alegría al caballo, aunque se dejó pegar sin empujar. Dos buenas varas de Francisco José Quinta. En el sitio. Superior, el tercio de banderillas de Zamorano. Brotó ese murmullo tan de Madrid en mayo, creció tras la primera tanda de Morenito, que dio sitio al de La Quinta. Sin humillar, pero tenía emoción el cárdeno. Podía ser. Pero no fue. Se le vino directo al pecho en el comienzo de la tanda posterior. Repitió sorpresiva arrancada en las dos series siguientes. Entre medias, reponiendo en cada embestida. Pedía firmeza, echar la moneda al aire y dar ese paso más del que busca la gloria con ambición. Pero no logró recoger el guante del envite el burgalés que, además, pegó un sainete con la tizona. La Quinta, en la segunda, no tuvo final feliz.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La Quinta demoledora de la estirpe

El ninguneo a los toros en la web oficial del Ayuntamiento de Manola Carmena ha provocado un calambre de indignación. En el programa oficial de las fiestas de San Isidro no existen las 34 corridas isidriles. Ni la feria como el mayor reclamo de Madrid en mayo. Como si las 800.000 personas que se van a citar en Las Ventas durante más de un mes fuesen fantasmas. Y el hecho taurino no repercutiera en la economía madrileña. Cuentan para la alcaldesa de las alcaldadas los espectáculos subvencionados de ridículo interés. Cuando ninguno de ellos congregará los 24.000 parroquianos de un lleno venteño. O, a malas, los 15.000 que ayer se citaron en la Monumental. ¡Ay, Carmena! ¡Cuánto sectarismo!

La corrida de La Quinta venía con un trapío imponente. Santacolomas de Cola Cao. Una nueva generación. Los casi 600 kilos del cárdeno cinqueño que abrió la corrida de Martínez Conradi subía la historia de las hechuras del encaste a límites desconocidos. Una seriedad mayúscula. Y, desgraciamente, hueca. Definida por su contado gas desde que pisó la plaza. Una bondad ayuna de empuje. Ni en el caballo. Juan Bautista jugó los brazos con facilidad con el capote. Intervino El Cid para enredarse y dejarse enganchar en su turno de quites. Apenas pasaba el santacolomeño en la muleta de Bautista. La brevedad por necesidad y un espadazo horroroso aliviaron el trámite.

El claro berrendo de Cid contrastaba con la oscuridad de su terno azabache. El Cid, aun opaco, es transparente. La pintura de La Quinta, de líneas más bajas que su hermano anterior, traía el poder contado. Por ello el torero de Salteras quiso alegrarlo con distancia en el principio de faena. El muletazo de inicio clásico cidista de quitarse dio paso a dos series que aprovecharon la inercia. Sin terminar de humillar, el toro fue. Pero perdida la inercia no puso de su parte. Es más: por el izquierdo gazapeó y atacó por dentro y por el palillo. Una danza de esgrima. Desde entonces la faena se perdió en un quiero y no puedo. Uno cada vez más desentendido y el otro tratando de entenderse. La estocada traserísima acarreó el descabello.

La luz se hizo en la verónica de Morenito de Aranda. Un manojo de hermosos lances encadenados a dos medias muy sabrosas. El medido castigo del escaso potencial de aquellos apretados 575 kilos apenas ayudó. Quedó un viaje rácano y revoltoso. Morenito anduvo firme y rápido de reflejos a la par. Buscó el pitón contrario y propuso una y otra mano con el idéntico resultado: la repetición tobillera huérfana de toda entrega. La valerosa pelea se tornó densa. Un pinchazo hondo, un aviso y cinco descabellos.

Como segundo y tercero, el cuarto lucía una armonía más acorde con los de su estirpe. Dentro de la seriedad del conjunto. Juan Bautista voló sutilmente el capote. Apuntaba cosas el toro de cierto estilo, y descolgaba con nobleza. Sosito y moldeable. Bautista tampoco es la sal de Cádiz. Su oficio sedoso no trepó por los tendidos. El aburrimiento con aires de tentadero. La notable estocada desembocó en una ovación.

La cara abierta del negro y cargado quinto iba por el estaquillador de la muleta de El Cid. Una movilidad incómoda. Costaba discernir en el matador lo que se suponía una estrategia de perder pasos de la actitud de no quedarse quieto. El Cid, a estas alturas, se quita más que se pone. Lo despenó con una estocada atravesada.

El demoledor conjunto de La Quinta lo cerró un zamacuco veleto. Si hubo toros más entipados, convendría hablar de fuera de tipo ahora. Morenito de Aranda volvió a apretar los dientes como ninguno. Francisco José Quinta picó a ley. Y Zamorano cuajó dos grandes pares. El torazo no concedió facilidad alguna. De venirse sin irse. Morenito apostó por darle metros en el inicio. Por la inercia, la inercia otra vez, pasaba el bruto. La historia se complicó a izquierdas. Aquella aparatosa testa desapacible mordía el palo de la muleta. Siempre encima de la presa. El esfuerzo del hombre se perdió de nuevo con la espada. Hasta los dos avisos. Que no alargaron la breve tarde mucho más.

Madrid Temporada 2018.

madrid_090518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:15 (editor externo)