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Plaza de Toros de Las Ventas

Martes, 29 de mayo de 2018

Corrida de toros

FICHA TÉCNICA DEL FESTEJO

Ganadería: Toros de Torrehandilla - Torreherberos (4º) - 6º bis de Virgen María - bien presentados, astifinos y con volumen, nobles en su mayoría pero de escaso juego en líneas generales - (noble con transmisión el primero, noble el segundo, a menos el tercero, sin clase el cuarto, de poco juego el quinto e inválido el sexto)

Diestros:

Daniel Luque: de habano y oro. Media estocada y descabello. Aviso (saludos). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).

David Galván: de corinto y oro. Estocada (saludos). En el quinto, estocada. Aviso (silencio).

Alvaro Lorenzo: de tabaco y oro. Estocada caída. Aviso (silencio). En el sexto, pinchazo y estocada. Aviso (palmas de despedida).

Entrada: 14171 espectadores

Imágenes: https://t.co/pYj3BLLY2T

Video: http://vdmedia_1.plus.es/topdigitalplus/multimedia/20185/29/20180529230347_1527628012_video_2096.mp4

Crónicas de la prensa

Portal Taurino

Por Alberto Bautista. Debut a la deriva

La terna se estrella ante una corrida de Torrehandilla y Torreherberos tan pobre como descastada, en una tarde fría y con el público en contra.

El debut isidril de la divisa de Torrehandilla y Torreherberos fue sencillamente decepcionante. Las caras por los aires, los malos modos, la falta de humillación y la flojedad de algunos de los seis ejemplares que saltaron al ruedo fueron alguno de los lastres que dejó la 22º de abono. Tardes previsibles en la que servidor se puede ir haciendo a la idea de cómo será el devenir de los acontecimientos. La de hoy, pareció estar escrita antes de estar anunciada, y es que el público estuvo más irascible de la cuenta, sobre todo por parte de los sectores mas contestarios de la plaza, donde no hubo atisbo de paciencia ni para los toros, ni menos aún para la terna.

La fría tarde tras el maratón de lluvias de los últimos días, dejó mucho piedra al descubierto, y todo en un cartel que no invitaba a acudir a la plaza. Los 14.117 que lo hicieron estuvieron mudos durante gran parte del festejo. Y es que a Daniel Luque en su última comparecencia le dieron la espalda durante toda la tarde, y eso que los aires y modos empleados en el primero invitaban a algo más que una ovación desde el tercio, en una labor y acoplada de mucha intensidad, que el público no quiso echarle cuentas al sevillano más pendiente de su colocación delante del toro que de la disposición que estuvo ante el primero. Peor aún fue lo que ocurrió en el cuarto, un manso que desinhibió de la lidia y que no tuvo historia alguna. Luque intentó trajinarse al de Torreherberos en medio del descrédito.

Dicen que Madrid da y quita, y en el caso de David Galván a tenor de su única comparecencia en el abono parece que puede restarle más que darle a su corta carrera, toda vez que sorteó al mejor del encierro sevillano y se fue con las orejas puestas. El suceso ocurrió en el quinto con el pial de Torrehandilla, donde lo mejor fue el recibo con una larga de rodillas, y el inicio por valerosos estatuarios pusieron ebullición una labor que se descompuso conforme avanzaba la faena, toda vez que no logró comprender a un toro que pidió llevar la muleta siempre puesta y Galván hizo todo lo contrario. La ovación al arrastre de “Pantalán” contrarrestó con el silencio con el que fue despedido el gaditano. Una ovación con saludos recibió tras pasaportar al astifino segundo, un toro con más genio que casta en una labor entre alfileres rubricada de una estocada contraria. Lo mejor del andaluz fueron los dos estoconazos. Poca cosa.

Completaba la terna Álvaro Lorenzo, que regresaba tras el aldabonazo de la puerta grande del Domingo de Resurrección; pero en esta ocasión la tarde no estaba para florituras. Con el público a la contra y midiéndole poco menos que como una figura, tomó muchas precauciones con el tercero otro de Torrehandilla con el que anduvo solvente en una labor mediocre. Además mató mal y fue silenciado. El sexto bis de Virgen María fue protestado de salida, a tenor de que bajaba en exceso del encierro gaditano. Lorenzo muy seguro, logró sacarle alguna tanda de mérito donde volvió a dejar constancia del gran sentido del temple que atesora, además el toro no se definió y la actuación se diluyó. Como la tarde. A la deriva.

El País

Por Antonio Lorca. Domecq, otra vez, con la mirada perdida

Después del susto, la tensión y la emoción de la corrida de Dolores Aguirre, al sereno aburrimiento del encaste Domecq. Después del carácter indómito, la fiereza y la mansedumbre encastada de los toros del domingo, a la sosería, la falta de fuerzas y la nobleza tonta de los de este martes. Del miedo de Dolores Aguirre a la tranquilidad de Torrehandilla. Pero esa es la normalidad, la tauromaquia de hoy, la que emociona a los públicos de vez en cuando y duerme a las ovejas tarde tras tarde.

No hubo suspensión —no se podían devolver las entradas y, en consecuencia, se colocaron los plásticos— y como la tarde fue un muermo insoportable, el recuerdo buscó refugio en la terna frustrada del lunes que se vistió de luces para lidiar los toros guapos de Partido de Resina, y se volvió impoluta al hotel por una más que discutible decisión de los propios toreros y la autoridad y, al parecer, unos y otros, presionados por la empresa.

Qué pena que siempre paguen los mismos, los más modestos —¿alguien pude imaginar siquiera que se hubiera suspendido una corrida con tres figuras en el cartel?—, los que no tienen posibilidad de enfrentarse al gran empresario bajo pena de no volver a ver un pitón en lo que les queda de vida torera. Así de dura y triste es para algunos esta profesión. Vaya un recuerdo respetuoso, pues, para Sánchez Vara, dispuesto a suicidarse en el lodazal si no le garantizaban una oportunidad; Javier Castaño, en horas bajas después del mal trago de su enfermedad, y el francés Thomas Duffau. A los tres les rompieron los sueños de tantos duermevelas por razones, seguramente, económicas.

Y lo dicho: después de la emoción palpitante de los aguirre y el nefasto episodio de la suspensión, el encaste Domecq, otra vez.

El cuarto toro se desplomó a todo lo largo durante la faena de muleta. En vista de que la decisión del animal era dormir una larga siesta, llegaron los miembros de la cuadrilla de Luque y pusieron en marcha el denigrante número de tirarle del rabo. Se levantó el toro a duras penas, adelantó las manos para no volver a caerse y la sensación que ofreció, con la mirada perdida, es que no sabía dónde estaba.

La corrida de Torrehandilla se salvó por los pitones astifinos que todos lucieron, pero fue mansa en los caballos, con las fuerzas muy justas y tan noble como sosona en el tercio final.

¿Y los toreros? Daniel Luque, ya veterano, y dos jóvenes, Galván y Lorenzo, a la búsqueda del triunfo, y no lo encontraron a pesar de que los toros iban y venían con dulzura y movilidad. Los tres se erigieron en máximos representantes del toreo moderno, ese que concede más importancia a la cantidad que a la calidad, toreo superficial, fuera cacho, en línea recta, muletazos vacíos de contenido…

Así es imposible enardecer a las masas, que es el ingrediente fundamental del triunfo. Luque dejó detalles a la verónica y un largo natural en su primero; Galván, dos buenas estocadas, y Lorenzo aguantó gañafones del tercero y no se entendió con el sobrero, el mejor de la tarde.

El Mundo

Por Vicente Zabala de la Serna. La tibieza de las cosas a medio gas

El día después de la suspensión seguía lloviendo. Del ruedo, ayer protegido y arreglado, o viceversa, desapareció la ciénaga. Barroso pero no barrizal el aspecto. A Álvaro Lorenzo la plaza le recordó su Puerta Grande del Domingo de Resurrección -tres orejas, tres- con una cariñosa ovación. Detalle del viejo Madrid. La corrida de Torrehandilla y Torreherberos -4º y 6º- venía con los cinco años cumplidos. Seria, muy abierta de cara, «de buenas hechuras», dijo el ganadero. Y baja era. Sólo que los tres primeros tuvieron diferentes cuellos -los morrillos de primero y segundo se los comían- y el mismo patrón de soltar un tornillazo a final de viaje. Una humillación relativa. En el embroque. Una nobleza cierta y un fondo decreciente. Su empleo en los caballos no sacó nota. Como en los capotes de tres tipos que vuelan la verónica con estilo. Daniel Luque, David Galván y Lorenzo no pudieron brillar. Y en la muleta la cosa consistía en que las amplias testas no tocasen las telas. Dentro de ese orden, el toro de Luque duró más sin ser nada del otro jueves. Y el torero fue creciendo en limpieza. Hasta lograr una cuarta tanda de derechazos de notable trazo. Por el izquierdo hubo menos motivos. Menos celo. Y esto también se estableció en los de Torrehandilla como denominador común. Un cambio de mano destelló con luz propia. Las luquecinas finales, tan extendidas, pero más propias en su creador, alegraron a la parroquia. Que continuó aplaudiendo tras un pinchazo hondo y un descabello. En el aplausómetro igual dio la gran estocada de Galván. Digno y solvente más que inmaculado con el punteo. Como le sucedió a Álvaro Lorenzo. Que jugó con la media distancia y la mano baja. En los remates por alto, léase pases de pecho, las capacidad atornilladora o desatornilladora de los cabezazos se incrementaba.

Nada para la Black and Decker de genio de un cuarto de defensas más recogidas. Genio de impotencia. Nulo poder y sin pila de bravura. Ya vencido, se pegó un costalazo definitivo avanzada la faena de Daniel Luque. Sin opción antes ni después. Desesperación máxima en el matador de Gerena.

Con una larga cambiada de rodillas en el tercio saludó David Galván al colorado y cargado -600 kilos exactos- quinto. Que derrochó otro son, desde sus elevadas agujas, en el ramillete de verónicas y chicuelinas. Repitió comportamiento de sus hermanos en el caballo. Tan suelto. Galván apostó en una pedresina como apertura de faena. Y por estatuarios que desembocaron en vistosos pases del desprecio. La mano derecha fluyó con encaje. Más encaje que ajuste con el redondo volumen en su buen concepto. Sin terminar de apretar la noble embestida. Que terminaba en la media altura. Como la muleta. Y, aun así, el bondadoso fondo del toro se quedó corto. Redujo distancias el torero de San Fernando en un arrimón que tampoco caló. Tanto las ceñidas bernadinas como las apuradas manoletinas casi acaban en drama: un pitonazo y un pisotón malograron el cierre. Que finalmente fue por ayudados. DG volvió a matar con cabal rectitud.

Devolvió la presidencia al sexto, un jabonero atacado de kilos y sin cuello, cuando ya prendían en su lomo dos pares de banderillas. No habitaban las fuerzas en su cuajada anatomía. Tiempo de rectificación. El cinqueño sobrero de Virgen María trajo sus opciones por la mano izquierda. Álvaro Lorenzo lo vio claro desde el princpio. Aunque al toro le faltaba salirse de los vuelos, los naturales brotaron con notable y templado dibujo. Sin finales y más hilvanados que ligados, lógicamente. El último tramo de faena transcurrió sobre la derecha. Sereno y prolongando hasta el aliento de la despedida ya deseada. Por lo que pesaba ya la tarde. Insostenible sólo por los detalles, por su tibieza, por la inconsistencia de las cosas a medio gas.

ABC

Por Andrés Amorós. con medio toro, toreo a medias

llueve, al comienzo, pero el ruedo está en buenas condiciones y pronto despeja. La suspensión del día anterior ha abierto más ganas de ver toros pero Torrehandilla (de procedencia Jandilla), que lidia su primera corrida en Madrid, no es lo mismo que Partido de Resina: echamos de menos haber visto a los guapos cárdenos. Los toros de esta tarde dan muy pobre juego; las largas faenas provocan el aburrimiento y los avisos.

Daniel Luque intenta volver a la primera fila en la que ya estuvo. Le he visto triunfar en las grandes Plazas; sus cualidades son evidentes y lleva ya once años de alternativa. El primero, apagado y suelto, recibe un puyazo simbólico (como era la bofetada de Vittorio de Sica a su hijo, en una comedia, cuando le encontraba con la criada). Luque lo mete en la muleta con fácil oficio aunque el toro pega tornillazos. Concluye con sus luquesinas (que muchos han copiado). Recibe un aviso pero saluda una ovación. El cuarto se quita la vara, echa la cara arriba, pega gañafones. Cuando Daniel logra algún muletazo, el toro rueda por la arena y la posible faena se despeña. Mata a la segunda.

Muchos profesionales elogian las cualidades de David Galván, el diestro de San Fernando. Fue herido en el pasado San Isidro. Este año, lleva tres festejos y en los tres ha salido en hombros. En el tercero, apenas picado, traza muletazos de buen estilo, dando el pecho, pero las desiguales embestidas impiden que la faena se redondee. Mata con decisión: saludos. Recibe con larga de rodillas y una mezcla de verónicas con chicuelinas al quinto, que protesta, en el caballo. Comienza con un cambiado, estatuarios haciendo el poste y el inevitable del desdén. Logra pases a media altura con naturalidad pero le reprochan el ajuste. Las bernadinas provocan dos momentos de apuro. Ha habido pinceladas estéticas pero ha faltado unidad y mando.

Vuelve a Las Ventas el joven toledano Álvaro Lorenzo, formado con los Lozano, que abrió la Puerta Grande, con tres orejas, el Domingo de Resurrección. Se le recibe con una ovación. En el tercero, dibuja templados muletazos de mano baja, muy tranquilo, pero el toro desparrama la vista, protesta y pega derrotes. Suena un aviso y mata bajo. El sexto, jabonero, gordo, flaquea, levanta protestas: lo devuelven, en banderillas. El sobrero, de Virgen María, es francés pero también Domecq: protestado por cornicorto, huye del caballo, pega arreones. Álvaro aguanta con temple y reposo, al natural. Mata a la segunda. Sin repetir el triunfo, deja buena imagen.

Una tarde más, se lidian los que ahora suelen llamarse «medios toros»: ni buenos ni malos, sino todo lo contrario, diría «La Codorniz»; no plantean gran peligro pero, salvo que se trate de un artista excepcional (que son muy pocos), conducen inexorablemente al aburrimiento. Si los diestros, además, alargan las faenas y reciben avisos (cuatro, esta tarde), el resultado es plomizo, como el cielo. Buscando el toro bonancible, colaborador, manejable, desembocamos en estas reses, que acaban aburriendo a las ovejas. Sin el toro bravo, no cabe la emoción.

Postdata. En el burladero de apoderados, acompañando a Luque, he visto esta tarde al matador francés Roberto Piles. En 1970, fue el sobresaliente en el mano a mano de Antonio Bienvenida y Luis Miguel, en el festival a beneficio de los damnificados del Perú, que determinó la vuelta a los ruedos de este último. El 2 y 3 de octubre del año siguiente, toreó con él (y el rejoneador Alfredo Conde) en las corridas que organizó Luis Miguel en el Belgrado de Tito. El público sólo reaccionó con entusiasmo cuando Dominguín sufrió una herida en la mano, con bastante sangre, y comprobaron que los toros bravos no eran –como ellos creían– amaestrados animales de circo. Una aventura singular.

La Razón

Por Patricia Navarro. Ojalá que te vaya bonito

A la movilidad de los toros, y más en Madrid, se les espera siempre, o casi, faena. Desprenderse de esa idea preconcebida cuesta. El primero de la tarde tuvo esa movilidad, quiso coger el engaño, sobre todo por el derecho, aunque otra cosa fue hacerlo con entrega en el viaje. Se le esperaba, o pre esperaba, a la faena de Daniel Luque después de que Álvaro Lorenzo saliera a recoger la ovación de gala que recibió nada más deshacerse el paseíllo. Y no era para menos. Venían a recompensar esos aplausos la Puerta Grande con la que el torero despachó su paso por Madrid en el pasado Domingo de Resurrección. Era el reencuentro. No el caso de Luque, que volvía de nuevo a la Monumental de Las Ventas en el festejo que sí se celebró a pesar de que la lluvia era más que una amenaza. Esta vez sí hubo lona. Y arena para arreglar un ruedo a punto de caramelo a las siete en punto de la tarde, a pesar de que el día anterior lo abandonamos en estado lamentable. Eso son los toros, puntualidad máxima para abrir la puerta de toriles cada tarde. Luque defendió la faena con sus mejores argumentos, buscando la distancia, mientras el toro hacía más o menos lo mismo, defenderse más por el pitón izquierdo y no entregarse por el derecho. Resulta que el cuarto no hizo precisamente cosas bonitas en los primeros tercios y cuando Luque se puso a torearle de verdad, a tragarle, porque la corrida por delante tuvo leña para regalar, el toro se desplomó. Eso deja sin argumentos a cualquiera. Fue honesto y no se entretuvo cuando en verdad no había nada. La espada (con sus dilatados tiempos) hizo el resto.

Nobleza tuvo el segundo, que iba y venía sin poner al matador en demasiados apuros. Indudable fue la buena voluntad de David Galván que imprimió gusto en la faena pero le faltó temple y se le ensució demasiado. Todo lo contrario ocurrió con la estocada. En la yema y de rápido efecto. Quiso Galván. En la larga cambiada y en el comienzo de un pase cambiado por la espalda con la zurda al quinto. Tuvo el toro ritmo y nobleza, pero la faena no acabó de entrar en el público porque dio la sensación de que era más una labor de experimento, de búsqueda, con falta de ajuste y sin acabar de apretar al toro en las alturas. Madrid en estos casos no perdona, la cosa se fue larga y desdibujando.

Iba y venía el tercero con el defecto de derrotar. Compuso con firmeza Álvaro Lorenzo y era más estético la primera parte del muletazo, el embroque, que la segunda, que se descomponía con el derrote del toro. Intentó limar las asperezas, pero no siempre logró que le quedaran limpios los muletazos. Sobrero fue el sexto, que sustituía a un jabonero de la divisa titular. Se movió el toro con nobleza y le plantó cara el matador con franqueza, seriedad y aplomo. Le faltó ese punto al animal para que la faena levantara el vuelo de verdad. Madrid, con su sinfín de dificultades en una tarde de faenas y toros inconclusos. El eterno adiós a María Dolores Pradera. Toda una vida. Ojalá que te vaya bonito…

Madrid Temporada 2018.

madrid_290518.txt · Última modificación: 2020/03/26 12:23 (editor externo)